El 15 de agosto de 1969, Woodstock comenzaba a convertirse en leyenda a través de la primera de las tres jornadas de música programadas en aquella pequeña localidad norteamericana. Cincuenta años después, su creador, Michael Lang, intentó en vano celebrar el medio siglo de vida del festival. "Estamos apenados porque una serie de reveses imprevistos han hecho imposible llevar adelante el festival que imaginábamos con los grandes artistas contratados", anunció y dio de baja lo que hubiera sido la sexta edición del encuentro (previamente también se había realizado en 1979, 1989, 1994 y 1999).
Así, hace veinte años, en Rome, Nueva York, se llevó a cabo entonces el último Woodstock, que más allá de las presentaciones de Metallica, Red Hot Chili Peppers y Limp Bizkit, entre otros, es recordado por la batalla campal entre público, policía y bomberos que coronó el cierre caótico del festival. Aquí, la cobertura de LA NACION de aquella jornada, publicada el 27 de julio de 1999.
Día de furia en Woodstock
ROME, Nueva York.- Si el merchandising, los cajeros automáticos, las más de 3700 personas de seguridad, la villa cibernética, los patios de comida y los abultados precios de las entradas ubicaban de antemano esta tercera edición de Woodstock en los antípodas del mítico e idealista festival original de 1969, los violentos sucesos que cerraron anteanoche la última jornada dejaron en claro que los tiempos han cambiado. Y mucho.
Los incendios y los destrozos de puestos de comida, de locales de merchandising y de algunos automóviles fueron las imágenes que cerraron el festival, muy a pesar de algunas buenas actuaciones y del excelente clima que reinó entre los más de 250 mil espectadores que llegaron hasta la ex base militar norteamericana donde se realizó el Woodstock ´99.
Ya el sábado por la noche, durante la actuación de Limp Bizkit -la nueva sensación del metal- y de Metallica se habían registrado los incidentes más graves, en los que fallecieron dos personas por paro cardíaco.
Quizá por eso la jornada de anteayer arrancó al mediodía con poco público y con un aire particularmente enrarecido. Luego de la presentación de Willie Nelson -la primera en el escenario principal-, de la orquesta de Brian Setzer y de Elvis Costello -que realizó una actuación brillante- y durante las últimas canciones del set de la joven Jewel, muchos de los presentes hicieron sus mochilas y comenzaron a retirarse. Un poco por la lluvia que había empezado a caer sobre el predio y otro poco por el ambiente que rondaba el festival, un tanto más pesado que los días previos.
Cuando la noche llegó a Rome, las actuaciones de Seven Youth y Collective Soul en el escenario alternativo dispararon los primeros actos violentos del domingo. La calma trocó en furia en apenas un par de horas y algunos asistentes arremetieron contra las carpas de campaña en las que se ubicaban los puestos de cerveza y los locales de venta de recuerdos. Pero rápidamente esos focos fueron disipados.
Un anticipo del caos
Las cosas parecían indicar que el show central de los Red Hot Chili Peppers podría terminar en caos. Mucho más cuando los organizadores, en una idea no muy acertada, por cierto, regalaron velas a los presentes.
Y si bien la mayoría del público se armó pacíficamente de sus propios y coloridos santuarios, algunos grupos de vándalos iniciaron fogatas con las bolsas de basura para luego descargar el fuego contra algunas carpas.
Los RHCP subieron al escenario con una fogosa coreografía a cargo de la audiencia. Y, quizá por ello, la banda californiana liderada por Anthony Kiedis y Flea creyó que el tema "Fire", de Jimi Hendrix, sería el más apropiado para la ocasión.
Una hora de show en la que derrocharon energía y en la pasó, uno tras otro, la mayoría de los hits del grupo, fue suficiente para mantener la situación sin que se descontrolara.
Pero todavía faltaba lo peor. Los organizadores del festival habían anunciado para el cierre definitivo, con bombos y platillos, un homenaje sorpresa a Hendrix, símbolo del Woodstock original.
Pero lo cierto es que el tan esperado tributo estuvo compuesto sólo de una pantalla que reprodujo la imagen -eso sí, digitalizada- del guitarrista interpretando el himno norteamericano. "Esto fue todo, vuelvan a sus casas en paz y no se descontrolen", se aconsejó desde el escenario.
Final muy encendido
Acto seguido, algunos de los asistentes que todavía no podían creer que la gran sorpresa ya había terminado, prefirieron darle al festival otro final. Algo más fogoso.
Y entonces el fuego desbordó a los bomberos y la policía no pudo controlar los diferentes focos incendiarios. Carpas, autos, montañas de basura y torres de sonido sufrieron por igual el instinto piromaníaco de unos cuantos jóvenes que habían llegado a Rome en busca de emociones fuertes.
El fuego duró cerca de cuatro horas, pero a pesar de ello los organizadores, que se negaron a presentar un balance de los incidentes, minimizaron los hechos. Y hasta el propio Michael Lang, coproductor de los tres festivales y máximo responsable de la organización, aseguró que planea la cuarta versión de Woodstock para el 2004. Así, con algunas buenas y varias malas, se apagó el fuego no tan sagrado de la versión Woodstock de este fin del milenio, que en su cierre no dejó otra cosa que la desolación y el abandono.