El terreno cada vez más fértil del pop chileno tiene cara de mujer y abre sus fronteras
Detrás de Javiera Mena surgen nuevas solistas como Cami y Denise Rosenthal que no tienen prejuicios y apuestan a una proyección internacional
En una entrevista con el diario español El País, hace ocho años, Javiera Mena (que pasado mañana se presenta en el Konex) contaba que un periodista le había señalado que Chile es un país que "se mira para adentro musicalmente". En esa nota, ella atribuía esa característica a algo "melancólico, más tímido". Luego de décadas de que el pop del otro lado de la cordillera fuera patrimonio del indie, el año pasado la cantautora que participa del documental de NatGeo sobre la vida de Gustavo Cerati lanzó Espejo, su cuarto disco de estudio y el primero respaldada por una discográfica, Sony. A la vez, la finalista de The Voice Chile, Camila Gallardo, se establecía como Cami para el público masivo al sacar Rosa, su disco debut, y Denise Rosenthal sonaba en todos lados con Cambio de piel. Cuando en enero del año pasado las dos sub 30 fueron figuras estelares en la última edición del festival de artistas chilenos La Cumbre del Rock, dos cosas se volvieron seguras: el rock perdió bastante terreno y el pop hecho por mujeres se volvió mainstream (¿o el mainstream se volvió pop?).
En agosto de 2015, Cami llegó a la final de la versión local del concurso televisivo de canto, a sus dieciocho años. Aunque había superado fases gracias a baladas pop en inglés, se ganó su lugar como finalista cantando "Gracias a la vida", de Violeta Parra, una de las artistas chilenas que enumera entre sus influencias ("Anita Tijoux, Francisca Valenzuela, Camila Moreno", completa). Aunque no ganó, fue fichada por Universal y menos de dos años después estaba online el videoclip de "Abrázame", su single de cadencia alegre y trasfondo folclórico que acumula 30 millones de reproducciones en YouTube. Con frescura y una voz reconocible en cualquier radio, Gallardo hace una actualización de la canción chilena a partir de sus letras intimistas y directas, como en "Pa callar tus penas".
Lejos del look pies descalzos y despeinado de Cami se ubica Denise Rosenthal. Algo así como "la Lali de ellos", Denise arrancó en 2007 como una de las protagonistas de la serie juvenil Amango, de la que se desprendió un grupo musical. Sin dejar la actuación de lado, en 2013 produjo de forma independiente Fiesta, un disco de dance-pop en inglés. A fines de 2016, reapareció en la música con "Cambio de piel", el primer single de su disco homónimo. "Me dejé llevar por la corriente/ La ilusión jugó contra mi mente/ Alejándome de todo lo que soy y quiero ser", canta, adelantando el vuelco hacia algo más "genuino". En su caso, se trató de hacerse cargo de letras que hablan sobre su propia identidad, y de temáticas de género, como los parámetros de belleza, en "Encadená", y la causa feminista, en "Lucha en equilibrio", sin abandonar el pop y su estética estridente y performática. "Creo que el miedo existe y negarlo es poco real. Al final, uno debe aprender a vivir en la crisis, en el temor, y enfrentarlo forma parte del proceso", explica Rosenthal sobre la transformación de su música. "Me parecía importante habitar el espacio mainstream con contenidos más sólidos, más profundos, sentía que era una oportunidad el hecho de tener la vitrina y el espacio para utilizarlo a favor de construir y de aportar de alguna manera", agrega. En el videoclip de "Lucha en equilibrio", además, se evidencia un esfuerzo de latinoamericanizar su pop: desde un sonido con raíces en la cumbia y hasta en algo más folclórico, hasta las coreografías reggeatoneras y los paisajes chilenos como decorado, no hay dudas de que la música de Denise no se origina en ningún país anglosajón.
Cami y Denise, además de trabajar con la misma discográfica, son compañeras de generación. "Creo que parte de las trabas que encontramos en la industria las mujeres es esa obsesión por hacernos competir entre nosotras. Otra traba es la superficialidad que exigen para artistas jóvenes, como yo, sin saber que produce inseguridades y hace todo más difícil", opina Cami. "Creo que hemos construido un camino con un paso bien marcado -agrega-, dejando huellas en la música, y la verdad es que estoy muy orgullosa de mi generación y de las pasadas, que han ayudado a que hoy en día podamos estar en los escenarios".
A mediados de la primera década del siglo, surgían en Chile bandas de indie-pop como Denver y Teleradio Donoso (liderada por Alex Anwandter), y empezaban a sacar sus primeros discos Javiera Mena, Gepe, Mon Laferte y Francisca Valenzuela. Mientras que Laferte se terminaba marchando a México, donde encontró su lugar desde el cual expandir su bolero melodramático hacia toda América Latina, Javiera y Francisca se mantuvieron dentro de la escena independiente de Santiago a pesar de sonar en radios, tener proyección internacional y tocar en festivales como Viña del Mar, donde el pop siempre pudo ser un género disruptivo.
Aunque la generación nacida en los 80 logró despegarse del imperativo de protesta de los artistas que los precedieron, el espíritu militante nunca dejó de estar presente en la escena musical chilena. Y menos en el pop, el género al que fue virando Los Prisioneros, una de las bandas más contestatarias durante la dictadura de Pinochet.
A partir de Esquemas juveniles (2006), Javiera Mena se convirtió en referente latinoamericana del electro-pop, a través de sus letras de amor escritas en género neutro y la melancolía transformada en música bailable. Aunque nunca les canta directamente a mujeres y siempre que hubo algo que agregar lo hizo con sus videoclips, como con "Espada", Javiera es abiertamente lesbiana y hay algo de la noche queer chilena que llevó a un público más amplio, como Miranda! lo hizo en la Argentina en la misma época: la idea de que bailar puede ser un statement, una celebración de la propia existencia.
La menos electro y más almodovariana Francisca Valenzuela, desde Muérdete la lengua (2007), el primero de sus tres discos, habló de romance y de sexualidad femenina con la gracia de quien no se toma tan en serio, un permiso que el pop se da más que otros géneros. Un ejemplo es "Tómame", su último single, una declaración de deseo dirigida a un varón. Esto no es casual teniendo en cuenta que Francisca es una militante feminista: es aliada de la comunidad Lgbtq+, se pronunció a favor del aborto legal en Chile, y lleva adelante el Ruidosa Fest. El festival fundado en 2016, además de reunir a músicas chilenas, presenta todos los años paneles y charlas sobre temas como la participación de mujeres en festivales y "el nuevo modelo del indie con perspectiva de género". Ruidosa también cuenta con una página web abierta a colaboraciones en la que se recomiendan artistas mujeres de diversas disciplinas e incluso se elaboraron estadísticas sobre la brecha de género en los festivales latinoamericanos.
En la era de las redes sociales, las solistas pop como Denise Rosenthal o Cami están inaugurando una nueva etapa en la música chilena, dirigida a un público hipermasivo, que en parte está representado por los millones de seguidores que acumulan en sus cuentas de Instagram. Aunque es una nueva forma de asomarse por la Cordillera, no hay dudas de que son herederas de una generación previa que cultivó un pop local y que hace que las más jóvenes sigan arrastrando al género elementos feministas, latinoamericanos y propios de la canción autóctona. Con o sin discográfica superpoderosa detrás, no hay dudas de que la música chilena se construye "mirando para adentro".
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