El Teatro Argentino de La Plata, a 25 años de su incendio
Conmemoración en la nueva sala mayor
Los veinticinco años transcurridos desde el trágico incendio del Teatro Argentino de La Plata, que lo redujeron a cenizas, fueron rememorados en la sala Alberto Ginastera del moderno Centro de las Artes Teatro Argentino con una presentación de la Orquesta Estable del teatro con la dirección del maestro Mario de Rose. Fue el homenaje que artistas y autoridades de la sala rindieron, en forma conjunta, con un concierto sinfónico-vocal con obras de Mahler.
Aquel hecho luctuoso acontecido en la noche del 18 de octubre de 1977 dio origen a la decisión de reconstruirlo, y tres años después se pudo iniciar la tarea. El enorme edificio actual, de líneas arquitectónicas modernas, cuya planta tiene asiento en el mismo lugar que ocupaba el antiguo Argentino, es hoy, en realidad, un complejo centro cultural integrador y polifuncional con escasos símiles en el mundo.
La reconstrucción pasó por diversas vicisitudes, pero finalmente La Plata contó nuevamente con un coliseo lírico situado en el corazón mismo de la ciudad, próximo a cumplir los dos primeros años de funcionamiento como sala lírica, una realidad tangible cuyo valor resurge por el esfuerzo entusiasta de sus autoridades en momentos en que la vida y la actividad de los coliseos líricos se halla notoriamente alterada por la crisis que afecta al país.
El antiguo Teatro Argentino de La Plata era, en realidad, no sólo una joya arquitectónica sino un edificio histórico, el más antiguo teatro existente en el país, honor que desde la tragedia quedó reservado para el Teatro del Libertador, de Córdoba.
Edificio con historia
El viejo edificio renacentista, que a fines del siglo XIX diseñó el arquitecto Leopoldo Rocchi, desde su primera función, en 1890, fue gestando una historia memorable jalonada por nombres célebres como los de los cantantes Tito Schipa, Beniamino Gigli, Luisa Tetrazzini, Mario del Monaco y Marian Anderson; los compositores Pietro Mascagni dirigiendo su ópera “Iris”, y Richard Strauss al frente de la Filarmónica de Viena en calidad de directores; orquestas prestigiosas como la Filarmónica de Viena, la Orquesta de Cámara de Zurich y la de Munich; los pianistas Alexander Brailovsky, Arthur Rubinstein,Claudio Arrau y Friedrich Gulda, y, más recientemente, Alicia de Larrocha, Gyorgy Cziffra y Silvia Kersenbaum, así como los violinistas Yehudi Menuhin, Alberto Lysy y Uto Ughi. Pero el Argentino brilló también por la danza, con glorias como las célebres Ana Pavlova y Alicia Alonso; la memorable Dore Hoyer, que hizo escuela en el Argentino, donde asimismo surgieron Oscar Araiz e Iris Scaccheri.
Nombres consagrados en épocas más recientes son los de Julio Bocca, Maximiliano Guerra, Iñaki Urlezaga, Eleonora Cassano, Raquel Rossetti, Silvia Bazilis, Cecilia Kerche y Raúl Candal, que hicieron de la sala asiento de su arte. Pero a los nombres vinculados con el arte musical se sumó en el pasado memorable del Argentino la presencia de personalidades señeras de la ciencia contemporánea, como Albert Einstein, cuya palabra rectora en la ciencia del siglo XX resonó por primera vez en el recinto que atesoraba sólo ecos musicales.
Todo ello configura una herencia artística y cultural que contribuyó a enaltecer más aún el prestigio universitario de la capital bonaerense como ciudad dedicada al cultivo de las ciencias y las artes.
Los veintitrés años de silencio que concluyeron el 31 de octubre de 2000 con la reposición de “Tosca”, de Puccini, hicieron que la sala volviera a ser asiento de un género que en el pasado le dio gloria y nombradía. El éxito que rubricó esa noche brillante había demorado más de dos décadas en afirmarse debido a discontinuidades administrativas que reflejaban la incertidumbre política e institucional que vivió durante ese lapso nuestro país.
Pilares morales del teatro
Los cuerpos artísticos estables se convirtieron, entonces, en verdaderos pilares morales que a lo largo de esos años mantuvieron el nombre del Argentino en pie desde la sala del antiguo cine Rocha, o bien desde el anfiteatro Martín Fierro –ubicado en el Paseo del Bosque–. En estos escenarios sustitutos se realizó una sostenida actividad lírica, sinfónica, coral y de ballet. Pero desde octubre de 2000, como se dijo, la sala recobró con sus fulgores el honor de seguir al Colón en el prestigio del arte lírico del país y compartir con el primer coliseo porteño la distinción de ser otro baluarte fundamental del teatro musical.
Por todo ello, el concierto que en su homenaje organizaron sus músicos, realizado el domingo último, contó con la entusiasta aprobación de las autoridades de la sala, que revivieron el espíritu de sus antecesores en el concierto sinfónico-vocal dedicado a obras de Gustav Mahler, cuya Quinta sinfonía fue estrenada hace 98 años, exactamente, en la ciudad de Colonia, Alemania, dirigida por su autor.
Precedida por los “Kindertotenlieder” (Canciones para los niños muertos), sobre textos de Friedrich Ruckert, que fueron cantados por el barítono Luciano Garay, la Quinta, en cinco movimientos, animada por la orquesta estable del teatro con la batuta de Mario de Rose, fue objeto de una versión digna.
La evolución que Mahler propone, desde las tinieblas iniciales de la Marcha fúnebre hacia el luminoso Rondó final, pleno de luz, con el difundido Adagietto –como cuarto movimiento– destinado sólo a la cuerda, con la inserción de arpegios desgranados lentamente por el arpa, ha de perdurar sin duda en el recuerdo para quienes el gozo de lo nuevo se anuda con un imborrable recuerdo.
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