El tango sale de paseo con Gotan Project
Hoy aparece el nuevo disco del grupo
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“Lunático”, como el caballo de carreras de “El Morocho del Abasto”. Así se llama el segundo álbum de Gotan Project, el trío suizo-franco-argentino anclado en la capital francesa. Una aventura más tanguera que dance, que evoluciona en el universo de la música argentina aún más que aquella que inauguró las bateas de tango electrónico en el mundo. Porque si “La Revancha del Tango” (2001) fue una fusión entre dos géneros con el objetivo de devolver a una danza maravillosa y sensual a las pistas de baile del siglo XXI, este trabajo que se edita hoy en el país se zambulle en las aguas de Troilo, Discépolo y Piazzolla con todas las herramientas que sirve en bandeja la modernidad.
"Nuestro primer disco fue como pararnos en la orilla de un gran y profundo océano; ahora estamos entrando en las profundidades", dice Eduardo Makaroff por medio de su teléfono celular, durante el viaje en taxi que lo lleva de un estudio de televisión a las oficinas que Gotan Project tiene del otro lado del Sena. En esta etapa que comienza, el grupo también tiene compromisos de artista grande. "Salgo de un programa lleno de famosos y mediáticos y me está esperando un auto contratado por la compañía... Comparado con el lanzamiento anterior, que fue un laburo de hormiga, estamos como Madonna", se ríe el porteño y le da una indicación a monsieur tachero.
Sin dudas, "Lunático" es ejemplificador en eso de "agarrar el tango y hacerlo un poco de goma", como resume el guitarrista y letrista de la formación. Los doce tracks tienen perfume y latidos de arrabal. Desde el puntapié lánguido de "Amor porteño" hasta la versión baguala de "París, Texas", de Ry Cooder (ya habían reinterpretado al "Chunga’s Revenge", de Frank Zappa), los sonidos, apelaciones y ritmos del disco llevan al tango de paseo por universos dispares.
Juan Carlos Cáceres, pianista y cantante que milita por el reconocimiento de las raíces negras del tango, recita sobre el breakbeat downtempo de “Notas”, mientras Néstor Marconi lo acompaña con su distinguido bandoneón. Más tarde, el dúo de hip hop Koxmoz imprime su flow sobre una orquesta pura. Diversas contribuciones de invitados –se suma la del grupo Calexico (Arizona) y la de Minino Garay– aparecen como otra de las características relevantes del álbum, sobre la que Makaroff aclara: “fue sólo una decisión artística y no un recurso de marketing para vender más copias”.
Ser o no ser diferente
La nota del bajo insiste y el tema dispara un crescendo hecho a la medida de las pistas de baile. Una paradoja: en el álbum que “profundiza la huella tanguera” del trío, es el track ciento por ciento dance el que funciona como primer corte. Y la carta de presentación se llama “Diferente”.
–Además de la pérdida del factor sorpresa, porque el electrotango ya no es novedad, ¿qué fue diferente esta vez para ustedes?
–Sabíamos que no contábamos con ese factor, que fuimos pioneros del electrotango, pero que ahora se trataba de hacer buena música. Debe ser por eso que nos tiramos de cabeza en nuestras influencias. Gotan Project ya no es una confrontación de géneros, sino que tomamos al tango para trabajarlo como materia. En buena medida, esto cambió porque mis dos compinches, Phillipe (Cohen Solal, el DJ del triángulo) y Christoph (Müller, programación), no están escuchando tanta música electrónica, ni tomando éxtasis, ni yendo a los clubs todo el tiempo. Por supuesto que está presente: el tratamiento del sonido es muy electrónico.
Con un abordaje más amplio, que involucra desde los orígenes de una estética hasta la atmósfera del Café Tortoni y esas melancólicas historias de amor que siempre terminan mal, en “Lunático” el realismo le gana la pulseada a la abstracción. El paso por Buenos Aires en marzo de 2005 para grabar una orquesta de cuerdas que dirigió y arregló el pianista Gustavo Beytelmann y la elección cada vez más férrea del formato canción (con la catalana Cristina Villalonga, en voz) tienen mucho que ver con este relieve. Sin embargo, la vertiente sintética del Gotan modelo 2006 también evidencia nuevas apuestas. En “La Vigüela” hicieron que una computadora narrara en porteño robótico el “Aquí me pongo a cantar...” de Martín Fierro; y, como nunca les gustó reciclar discos ajenos –un recurso muy empleado en el mundo de la electrónica–, apelaron a una galería de orquestaciones propias para autosamplearse. “Creamos loops al estilo Troilo de la primera época, un patrón al estilo del maestro Gobi y, así, una media docena de patrones que usamos para componer las bases de los temas”, revela.
Mientras la batea de electrotango se prepara para una renovación a partir de sus máximos referentes –para el mes próximo está previsto el segundo álbum de Bajo Fondo Tango Club– el trío de impecable traje oscuro se alista para la largada. Rodeados de ese imaginario turfístico que les prestó el pingo de Gardel, saldrán a la carrera escénica. Su última presentación fue en la avenida Corrientes, hace apenas cinco meses, todavía montados en el despliegue audiovisual de “La Revancha...” (más de un millón de copias vendidas en todo el mundo). “Me encantaría volver pronto al Gran Rex, pero no está previsto aún. Por lo menos, esta vez, “Lunático” se edita en la Argentina al mismo tiempo que en Europa y no hará falta que la disquería más importante del país venda una copia pirata de nuestro álbum”, ironiza Makaroff, un hombre que a los 52 años está convencido de que el tango todavía no dijo su última palabra.
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