En sus memorias cuenta cómo logró cristalizar su sueño a pesar de las dificultades que empezaron en su casa, cuando era niño y que se extendieron a las discotecas que, a comienzos de los 90, no aceptaban su música
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“Si bien era mi historia, quería que quedara claro que hubo sueños y pasiones”, dice Hernán Cattáneo casi como advertencia amigable a la hora de hablar de El sueño del DJ, su reciente libro de memorias, editado por Planeta. Y así explica que más allá de repasar su vida detrás de las consolas, hay una narrativa que subyace: la de alguien que hizo una carrera cuando nadie pensó que era posible en ese rubro. “Lo importante para mí era compartir la lucha de perseguir sueños, porque eso aplica a cualquiera que quiera hacer algo anti establishment en el momento que lo es. Hoy ser DJ no sería ningún problema, pero sí lo era en esa época. Y capaz hoy un chico quiere ser tiktoker y tiene al padre que le dice que no... Bueno, a mí no me fue mal, y fue por creer en mí”.
El Sueño del DJ es también una historia de las tantas posibles de la música electrónica en la Argentina. Con 56 años, Cattáneo atravesó todas las etapas de la escena local. Desde poner música en fiestas con un tocadiscos a fines de los 70, a lucharla en la escena de los 90 y de ahí al boom de los 2000. “Obviamente que el libro recorre mi vida, tuve la suerte de haberme desarrollado en paralelo a la evolución de la música electrónica en la Argentina”, dice. ”Pero eso pasó así, yo no tuve nada que ver, pasó. Toda mi carrera corre en paralelo, pero seguramente un DJ under tenga muchísimo más para sumar de una parte que yo no viví tanto porque siempre fui más o menos mainstream”.
-El título hace referencia a tu sueño de ser DJ y en el libro no hay momentos de excesivo dramatismo, como si hubieras evitado sobreactuar las adversidades.
-Tiene que ver con mi vida. Me echaron muchas veces de las discotecas, tuve problemas con mi papá, pero afortunadamente no hubo una tragedia en mi vida. Hubo altos y bajos. Los primeros veinte años de carrera tenía ilusión y el romanticismo de la pasión desenfrenada de un chico joven que no lograba ningún éxito. Y los últimos veinte quizás me agarraron más maduro y con mas éxito, establecido en la escena internacional de DJ y todo color de rosa, pero quizás no tiene tanta ilusión. Cuando uno mira para atrás le mete mucho romance, pero es real porque fue así.
-¿Cómo fue ese proceso de mirar hacia atrás y poner en palabras tu historia?
-Estuvo muy bueno porque hubo mucho tiempo. Con la pandemia uno se encontró con un montón de tiempo en las manos, que habitualmente no tenía. Trabajé con José Esses, que es un escritor e historiador. Nos escribimos, le mandaba cosas. Él me decía qué era interesante y qué no. Lo importante también es que hizo una línea de tiempo, porque yo hablo mucho y soy muy disperso, no siempre voy al grano. José le dio una estructura al libro. Lo que me llevó mucho trabajo fue encontrar mi voz, sentir que era yo el que te lo estaba contando. Y ese ejercicio lo hice con amigos. Les pasaba las partes y hubo mucha edición en eso. La introspección estuvo buena porque yo le contaba algo por encima y él me decía: “No, contá mas de eso, está bueno”. Si esto hubiera tenido un apuro, no lo hubiera disfrutado como lo disfruté.
¿Y por qué en este momento de tu carrera?
-Hace unos tres años más o menos, la gente de Planeta llamó a mi manager para ver si estaba interesado en un libro y yo dije que no. Primero porque soy consciente que soy un DJ con buena carrera pero no me parece que sea suficiente para un libro, y por otro lado porque uno escribe las memorias cuando se retira. Un día, mi amigo Juan Pablo Varsky me dijo: “A la gente le interesa leer tu libro cuando estás activo, no cuando estás retirado. Hacelo ahora”. Entonces empecé a pensarlo un poco más. Sentía que me quedaba grande la idea del libro. Le encontré otro costado cuando pasó lo del Colón, me di cuenta que por ahí sí podía contar algo sobre alguien que tiene una pasión desde muy chico. Yo a los 6 años estaba loco con la música, después me enfrenté con mi papá por razones obvias. En esa época no quería saber nada con un menor pasando música en un boliche. Durante los primeros años de la música electrónica era muy difícil imponer esa música para mí y los otros D. Era difícil salir adelante y yo, entre comillas, me salí con la mía. Toqué en el Colón y fui Personalidad destacada de la cultura, algo impensado para un DJ en Argentina. Entonces entendí que ahí sí quizás había un ángulo para un libro. El DJ es el autito donde me subo a contar la historia de la pasión y los sueños, pero tiene que ver con que tengo tres hijas y veo cómo se plantea el mundo. ¿Y qué les aconsejo? Entonces mi historia puede ser un aliciente para algunos chicos.
-De hecho, en el libro dejás bien en claro que tu pasión por la música prácticamente nació con vos.
-Tener una pasión de chiquito es un privilegio. Te ordena porque te pone un norte, te evita caer en tentaciones. Sin prisa pero sin pausa mirás el camino y sabés por dónde querés ir. Yo como era menor no podía ir a discotecas. Antes de ser DJ puse música en fiestas a los 12 años pero ya a los 8 invitaba a mis amigos a casa y les ponía discos que me gustaban. Era horrible jugando a la pelota, no era gracioso, no era canchero, no tenía cosas que me dieran seguridad, pero en la música sí me sentía seguro. Cuando uno siente que tiene valor, sobre todo frente a sus amigos, se agarra de eso. Yo era “el de la música”. Me preguntaban todo a mí y eso me hacía muy bien. Ahora me doy cuento cómo funcionaba eso en mi cabeza.
¿Y eso también te ayudó a formar una conducta que te alejara de las tentaciones de la noche?
-Yo veía otros DJ que tomaban alcohol y otros vicios y perdían performance. Eran buenísimos y se convertían en no tan buenos. Entonces, era claro cuál era el camino. Estaba todo el día con los discos y no los largaba. Esa era la fuente de preocupación de mi papá, que me veía como un caso perdido pero era alegría para mi mamá que venía de familia de músicos. Le parecía todo fantástico. Mi papá era más conservador, lo entiendo aunque creo que no tenía razón. Pero era otro mundo, hoy con tu hijo no te ponés así, en contra.
-O sea que tu sueño de DJ no incluía la fantasía de la noche.
-Es que cuando empecé a salir a discotecas, lejos de atraerme casi que me asustaba. Yo iba por temas de equipos de audio, de plomo de otros DJ y como era menor me asustaba lo que veía. Yo era muy verde. A fines de los 70 vivía en Caballito, un barrio muy tranqui de clase media. Y en esa época, tu barrio era tu mundo. Una vez fui a Belgrano a visitar a un tío o a una casa de audio, pero me movía en el barrio. En esa época, un chico ahí en Caballito se metió con drogas y terminó muy mal y eso a nosotros nos impresionó mal. Yo veía con otros DJ, que tomaban ese camino y decía: “Eso no sirve”. Si a vos lo que te importa en la vida es estar bien parado para poner discos y hacer mejores enganches, no te va a importar decir que no a otras cosas.
-¿Cuál sería la pesadilla del DJ?
-Hubo varias, principalmente en los 90. Me echaron de muchísimas discotecas porque estaba empecinado en poner música house. Éramos un grupo de 8 o 10 DJ que queríamos cambiar la escena, y después lo hicimos, pero nos echaban porque querían escuchar rock nacional u otra cosa, que no tiene nada de malo. Pero con el idealismo que uno tiene a esa edad, no daba el brazo a torcer y me echaban. No ganábamos casi nada, lo poco que teníamos lo gastábamos en discos y era difícil tener un logro, una victoria. Así fue todo con altibajos hasta el 97, que abrió Clubland en Pachá, una noche especialmente dedicada a los DJ. Fue difícil pero nunca lo tomé como una tragedia. Era ir perdiendo 4 a 0 pero había que seguir jugando. No decíamos: “che, esto no va”. Éramos varios los que estábamos en esa y no nos planteábamos cambiar la música.
-El libro tiene también algo de pedagógico. Como si conservaras eso de tener que contar cómo es la música electrónica para que otros la entiendan.
-Yo siento que desde chico, justamente, me pasé la vida hablando de música con entusiasmo, y en ese entusiasmo, mezcla de cabeza dura y romanticismo, nunca dudaba de la música que escuchaba. Si te hacía escuchar a Giorgio Moroder y me decías que no te gustaba, te respondía que no lo habrás escuchado lo suficiente. La diferencia es que durante los primeros veinte años de mi vida a nadie le interesaba lo que yo decía, y ahora me ofrecen escribir un libro (risas). Esa pedagogía ahora hay alguien a quien capaz le interesa leerla. A mis fans, a los seguidores de la música electrónica e incluso a los no fans de la electrónica.
-Y para hacer amena la explicación, usás muchísimas metáforas futboleras.
-Es la frustración de no poder jugar, entonces metés fútbol donde se pueda. Como no puedo jugar, me hago el técnico o el periodista (risas). Pero aparte porque creo que honestamente sirve como ejemplo. Tanto el fútbol como la comida son ejemplos que todo el mundo entiende. ¿Por qué el warm-up es despacito? Porque si hago la entrada no caigo con un pollo con champignones, mejor un jamoncito.
-DJ Fabio aparece mencionado en tu libro, imagino que con la noticia de su muerte eso se resignificó para vos.
-Fue tristísimo. Fabi no era solo un gran amigo, era un tipo que siempre estaba con una sonrisa. Le di su primer trabajo de DJ: me lo llevé a Punta del Este. Era un fan de la música electrónica, trabajamos mucho juntos. Tenía un programa de radio en Solano, donde vivía. A veces iba a Pachá y con un grabadorcito nos hacía notas. Lo empezamos a llamar Big Fabio y siempre hablábamos de él porque si bien no era de la escena, preguntaba cosas que otros no. Te daban ganas de ponerte a charlar con él. Un verano tenía que ir a Punta y le dije: “Necesito alguien que abra la noche”. Le presté unos discos, se re enganchó y empezó su carrera. Fue mi productor cuando tuve el programa en Radio Energy. Viajamos juntos a todas partes del mundo, era pura pasión. Va a ser muy extrañado. Era buen DJ y una gran persona, muy humilde. Sería imposible decir algo malo de él.
-Jackie, tu esposa, tiene un capítulo especial en el libro. Y siempre nombrás a tu familia como tu eje principal. ¿Qué tan importante es en tu carrera?
-Es exactamente así y está bien claro en el libro. En ningún momento hubiera pensado en esconderlo porque es parte constante, es lo más importante de mi vida. Comparto familia y carrera, mi mujer tiene que ver en todo. Cuando la primera vez que tocaba en Argentina después de mucho tiempo cerré Córdoba con un tema de Cerati y todos dijeron: “Qué genio, cómo se le ocurrió el remix”, en realidad fue idea de mi mujer que escuchaba “Vuelta por el universo” todos los días en el auto. No se me hubiese ocurrido sin ella. Y lo mejor es que frente a mi carrera nunca actúa como fan, al contrario, y eso es importantísimo. Como tener buenos amigos que te digan lo que les gusta y lo que no, tener gente a quién preguntarle. Eso es estar bien rodeado. Amigos, familia, novia, manager, lo que sea. Pero que te acomoden más de una vez cuando aparecen situaciones de egos, tentaciones o lo que sea. Lo que me trajo es la pasión, y el sueño es un motor fuera de borda que lo tenés atrás y te lleva para adelante. Si me hubiera juzgado por mis éxitos, hubiera abandonado en los 90. No es un mérito tener un sueño, me pasó. Y no me puedo arrogar el mérito porque esa pasión nació conmigo. Yo no me esforcé por tenerla. Por ahí siento que, obviamente, debo tener un talento y me esforcé y tuve suerte un poco. Estar bien rodeado es importantísimo para una carrera larga.
-El famoso entorno del que siempre se habla.
-Yo a cualquiera le recomiendo que vea el documental de Avicii. A los 23 años era exitosísimo, facturó 70 millones de dólares en el último año que estuvo vivo y se suicidó. Era la figura más exitosa de la escena y no era feliz. Y no es que nadie se dio cuenta, peor: a nadie le interesó, porque lo sabían. En el documental lo ves perfecto. Lo mismo podés decir de Amy Winehouse, que en el peor momento de su vida la dejan sola con un guardaespaldas en la puerta y le dicen: “arreglate”, o se va a rehabilitar a una isla y el padre le cae con un equipo de televisión a hacer un reality ¿En qué estaban pensado? Yo siempre tuve gente al lado mío que estaba pensado en mí. Y la primera es mi mujer.
-¿Mirar hacia atrás para hacer el libro te hizo también mirar distinto hacia adelante?
-Soy DJ, lo que más me gusta es poner música. Soy feliz haciendo eso. Afortunadamente tengo muchos fans en ciudades increíbles a las que me encanta ir y disfruto hacerlo. Así que si bien lo mío no tiene fecha de vencimiento, creo que por lo menos durante tres o cuatro años más lo haría feliz.
-¿Pensás en el retiro?
El retiro está lleno de cosas que están buenas, así que no me asusta, no es un problema. Desde que tengo 40 y trabajaba en Metro con Matías Martin, siempre me preguntaba qué iba a hacer y le decía: “tres o cuatro años más y la escena me va a jubilar”. Es gracioso porque cada tres años le decía lo mismo. Pasaron 16 y acá estoy. Pero ahora tengo 56 y en cuatro años voy a tener 60. No sé si voy a tener tantas ganas o si la gente va a tener ganas. Yo siempre digo que no es una competencia de quién hace bailar a más gente. El día que sienta que no entusiasmo a la gente no tendré ningún problema. Será un “que pase el que sigue” y me iré a poner funk y soul a un sótano.
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