El rey de la canción
"Los rayos" se lanzará pasado mañana
Tambores con esa marca rítmica siempre tan primal y una voz quebrada, como doliente, que dice palabras de puertos y despedidas, de desamor y de pérdida. Con esa dualidad que tan bien le sienta vuelve a jugar Vicentico en su nuevo disco, "Los rayos", que estará a la venta a partir de pasado mañana.
En éste, su segundo disco como solista, el ex de los Fabulosos Cadillacs profundiza -aún más que en su autotitulado debut de 2002- en la búsqueda de los ritmos latinoamericanos, pero tomados bajo su particular sello, en pos de un sonido propio en sintonía con su tan reconocible manera de cantar.
Sin embargo, paradójicamente, la canción que abre la placa -y que se escucha desde hace unos cuantos días en las radios al haber sido elegido además como tema de difusión- no es de su autoría. "Los caminos de la vida" pertenece a Omar Antonio Geles Suárez, acordeonista y compositor colombiano, considerado el rey del vallenato y líder del grupo Los Diablitos, con los que grabó este tema que fue su gran éxito.
Pero si el tema es ajeno, no lo es la manera de interpretarlo, y el invitado de lujo con el que cuenta: su hijo Florian en acordeón a piano.
El álbum fue grabado con la banda que lo ha venido acompañando en las presentaciones en vivo de los últimos dos años y con las que Vicentico ha logrado afianzar un estilo que está especialmente apoyado en la batería y percusión de Daniel Buira, al que se suman varios percusionistas más.
Pero, por más centradas en las percusión que estén, las canciones no caen en lo previsible gracias a una variedad de recursos y arreglos: inesperadas guitarras slide (como la que abre el segundo tema), los ritmos cruzados de "La nada", la voz sólo acompañado por cuerdas en el inicio de "La señal", tema de despedida, ideal como cierre del álbum o la guitarra distorsionada de "El cielo",
Así, sin romper la cadena de continuidad que inició hace ya tanto con el ska, el cantante logra alejarse del rock convencional, de lo fiestero y rítmico y hasta del cronista urbano. En cambio, se da el gusto, y el lujo, de jugar con la salsa, la cumbia y el vallenato, pero también, y a su manera, con la bossa nova en la bellamente melancólica "El barco" (en la que aparece como invitada la sutil guitarra del músico peruano Lucho González, que también se suma en "La verdad") y juntar al litoral con lo mexicano en "El tonto", tema en el que cuenta con la voz y el acordeón de Julieta Venegas.
En "Soy feliz", una canción contradictoria ("dicen en la calle que estoy muerto y soy feliz", canta) el folklore norteño se encuentra con el gospel y recuerda al "Tender", de Blur; se pone casi psicodélico en la pagana "El cielo" que incluye guitarra distorsionada y palabras iniciales, como de rezo en latín sobre órgano.
Guiños a la historia
En "Las armas", suerte de continuación de "Se despierta la ciudad", Vicentico canta como agitado, como en marcha, y se da el gusto de hacer un guiño a la que fue su banda de tantos años al incorporar un par de versos de "Padre nuestro", del álbum "Rey azúcar". No es la única referencia "cadillac". En el otro tema ajeno del álbum, "Tiburón", de Rubén Blades, el bajo está a cargo de Flavio Cianciarulo.
Todas las canciones, de títulos tan breves, destilan ritmo y melancolía, tambores y dolor. Una combinación arriesgada que da en el blanco.
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