El rap, la esperanza de la industria musical
"No te voy a aburrir con detalles", cantaba George Michael en "Fast Love", 20 años antes de su muerte. Políticamente no del todo correcta, la letra habla de la búsqueda de sexo casual para olvidar un viejo amor. Sobre el escenario de los Grammy, la biempensante Adele ensaya una versión edulcorada con arreglo de cuerdas.Y se equivoca. Erra el tono. Con lágrimas y emoción sobreactuada pide disculpas y vuelve a empezar. Todo lo descarriado que fue George Michael, reconvertido en una melosidad de golpes bajos por wla diva inglesa, que, minutos más tarde, se llevaría el premio mayor de la noche por 25, su tercer disco de estudio.
Pero Adele no fue la única que cayó en lugares comunes durante la ceremonia, cuya transmisión televisiva duró cerca de cuatro horas. Las performances musicales, desde hace ya varios años más esperadas que las propias nominaciones, transcurrieron sin pena ni gloria, excepto por algunas excepciones. En el año en el que se esperaba que los artistas expresaran algún pensamiento anti-Trump, sólo la banda A Tribe Called Quest se manifestó de forma explícita con la consigna "No Wall, No Ban" ("Sin muro, sin prohibición") y llamando al presidente "Agente Naranja". Una vez más, el hip hop demostró que, hoy, es el género que puede darle a la industria los dividendos que desea para sus libros contables, al mismo tiempo que ser la voz de la época. También Beyoncé, con una puesta arty y una coreografía casi de ballet contemporáneo, aportó su mensaje de empoderamiento femenino con "Love Drought" y "Sandcastles".
Del lado de los debes, el anunciado engendro MetalliGa (la colaboración entre Metallica y Lady Gaga) terminó siendo todo lo híbrido que podía ser, con el bonus del micrófono de James Hetfield apagado durante toda la canción. En el homenaje a Prince, Bruno Mars cumplió con creces en su versión de "Let's go Crazy" pero también demostró que su propuesta no aporta demasiado valor agregado en un rubro en el que el genio de Minneapolis y Michael Jackson le dejaron la vara demasiado alta.
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