El Plan de la Mariposa: la banda que sacó una canción por día durante la cuarentena, ahora debuta en Obras
Oriundos de Necochea, cinco de sus siete integrantes son hermanos; su debut en el Templo del rock se produce en medio de una extensa gira por el país que capitaliza el fenómeno que experimentaron el año pasado, en medio de la cuarentena obligatoria
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Alguien en las redes les cuelga el cartel de “jipis con prepaga cara”, un amigo sale a defenderlos y ellos -al final- nomás se ríen: a El Plan de la Mariposa se le caen todas las etiquetas, tanto esas que les pegan los prejuiciosos en Internet como aquellas con las que los analistas intentan rotular su música. Es cierto que la confusión puede estar a mano: son muchos, cinco de ellos son hermanos (Sebastián, Camila, Valentín, Santiago y Máximo Andersen), nacieron y se criaron en Necochea, llevan en los genes una búsqueda espiritual que no pretenden esconder y sus letras encierran una sensibilidad que, decodificada por sus fans, pasa por enseñanza de vida. Y sin embargo son mucho más que cualquier caricatura: aún cuando su ámbito natural es el mar, sus canciones mamaron el suburbio de grupos como los Redondos o Sumo, pero también encarnan en la poesía de Almendra, y hasta hay algo de folklore latinoamericano que resuena entre la psicodelia y así, con infinitos tags, no hay más alternativa que reconocerlos únicos.
El timing de la pandemia fue siniestro para ellos: en pleno crecimiento, los obligó a desensillar. No obstante, no hay mal que por bien no venga: del encierro salió música y esa música generó feedback que hoy, ya en la ruta otra vez, se traduce en convocatoria. Su gira por ciudades de todo el país viene de sala llena en sala llena, y todavía les falta la cereza del postre: este domingo tocan por primera vez en el Estadio Obras, el Templo del Rock.
-Durante mucho tiempo las bandas vieron a Obras como un lugar de consagración, y la mayoría lo había conocido primero como público. ¿Qué significa para ustedes tocar ahí?
Sebastián Andersen: –Es un lugar que hace un montón que decíamos “qué bueno tocar ahí”; siempre imaginamos eso. Nunca fui, salvo la vez que tocamos en Amnistía [un evento organizado en diciembre de 2019 por la ONG pro Derechos humanos en la que El Plan compartió escenario con Eruca Sativa, Hilda Lizarazu, Lisandro Aristimuño y muchos más], que estuvo buenísimo pero esto es un encuentro íntimo con nuestro público. Y encima se dio de una manera bastante copada, que es que cuando nos dijeron de hacer Obras estaban las burbujas y ahora se liberó, y nosotros veníamos re manija del pogo. Es campo abierto, ni siquiera dividido al medio, así que va a estar realmente bueno.
Santiago Andersen: –Era lo que siempre hacíamos y ahora con la pandemia estuvimos haciendo teatros. Hicimos un par de lugares con sillas de plástico, y se desmadraba todo. En los teatros estuvo re piola, pero ahora volver a Obras con pogo es alucinante.
Camila Andersen: –Es un sueño. Hace dos años que no tenemos pogo y el show de El Plan siempre fue saltar y transpirar. Volver a eso va a ser muy emocionante.
-Más allá del pogo controlado, el reencuentro con el público viene siendo intenso para ustedes. Este año hicieron una gira en la que tocan cada dos días...
Sebastián: –Desde el principio, en marzo, organizamos fechas. Estuvimos siempre a la espera de que se abra una oportunidad y ahí salimos a tocar ni bien pudimos. En la primera ventana tocamos hasta el día en el que se prohibió tocar. La última fecha que hicimos fue en la Municipalidad de Paraná y era el último día antes de que se cerrara todo.
Camila: –Se iban cerrando las ciudades a medida que íbamos yendo.
Santiago: –Justo había salido la ordenanza con toda la gente adentro del teatro. Empezó la gira y siempre podía ser la última fecha.
Sebastián: –Lo copado que podemos sacar de esta experiencia es que conocimos unos teatros increíbles que tiene Argentina y que antes no teníamos ni idea. En todas las ciudades hay unos teatros hermosos. Antes no los elegíamos porque decíamos: “no, la gente no puede bailar” y de repente conocimos ahora unos teatros increíbles: el Círculo de Rosario, el Podestá de La Plata, el Ópera en Capital...
-Al principio de la pandemia se impusieron hacer un tema por día y todo eso terminó en un disco, Demos en aislamiento (2020). ¿Hay algo de ese sistema de composición y grabación “compulsiva” que les haya servido como experiencia para usar de ahora en más?
Sebastián: -Estuvo bueno como ejercicio creativo porque veníamos re enroscados haciendo discos hasta por dos años, produciendo una canción, haciéndola de una forma, de otra, metidos en la obsesión de pulir la piedra hasta que largue brillo. Cuando Alberto (Fernández) dijo “se va a cerrar todo por veinte días” dijimos: “bueno, hagamos esto”. Fue una decisión medio no pensada. Y al otro día hicimos un tema y la idea era publicarlo ese mismo día. Fue una foto musical de un momento re loco y que nos sirvió para hacer algo en esos días: somos bastante manijas de hacer cosas. No teníamos nada para hacer y apareció esto que se llevaba todo el día, porque estábamos enroscados, metidos. Y de repente se viralizó mucho y nos llevó a que pasaran cosas, y eso nos hizo bien. El público nos ayudó, se conectaba banda de gente en las transmisiones en vivo. Nos tiraban letra para que hiciéramos temas, ideas. Fue súper piola, y después pasó el tiempo y eso impactó en la gira. Ahora estamos en esta gira y nos está yendo mejor que antes.
Santiago: –Mucha energía positiva del tipo “me salvaron la pandemia” o “yo metí tal frase”, porque de repente había gente que escribía y eso terminaba en la canción.
-No es menor el tema de la identificación de su público con sus letras, ¿les llegan historias de gente que las hace propias?
Camila: –Muchas veces nos escriben personas que nos dicen: “me llegó El Plan en un momento re difícil de mi vida”, como que quizás nos conocen en un momento de crisis, y eso es re loco. Acompañar esos procesos me parece súper profundo.
-También tiene su cuota de responsabilidad.
Sebastián: –Para mí responde a la pregunta de para qué hacemos esas cosas. Tener una banda está buenísimo: salir a tocar es re placentero. Pero el “para qué” más profundo, para nosotros se lo da ese tipo de cosas. De repente estás ayudando a una persona en tal situación y no tenés ni idea. Eso te hace decir: “este camino tiene un sentido”, y está bueno continuarlo: impactar en el afuera de una forma sanadora. Y después la poesía, que tiene ese poder de interpretar. Nos pasó que hay un tema que se llama “Mar Argentino” que lo escribimos antes de lo del ARA San Juan, y después cuando desapareció el ARA San Juan (el 15 de noviembre de 2017), un familiar de uno de los tripulantes que murió en él se sintió representado por la canción y nos escribió unos textos para contárnoslo. De repente, ahora escuchás la letra y parece que fue para eso. También está bueno porque fue una reinterpretación para nosotros: la tocás y estás sintiendo eso.
-Lo único en lo que no tenés que caer es en componer pensando en lo que va a querer tu público, ¿no?
Sebastián: -Eso es la muerte del arte. Cualquiera que haga canciones va a querer grabarlas y compartirlas. Pero si el motor de hacerla es tratar de caerle bien a determinado público es un embole. Para nosotros el termómetro inicial para que una canción vaya a parar a un disco es que nos movilice algo, alguna cosa íntima, que esté agarrada en algún lugar del alma. Y después sí, obviamente la queremos grabar de la mejor manera y que sea lo más bella posible en términos de arreglos, y que se escuche bien. Le vamos a tratar de dar la mejor oportunidad a la canción, pero no hay diseño previo.
-Viven un poco en Necochea y otro poco en Buenos Aires. ¿Sienten que se mete ese contraste entre la paz y la locura en su música?
Santiago: -Necochea tiene algo muy particular, que los que viven en Neco lo pueden percibir bien. Un invierno heavy, denso, húmedo, la gente se chupa para adentro a mirar la tele, no pasa nada, tenés que estar bien anímicamente o tener algo re copado para hacer para atravesar todo ese invierno que es larguísimo. Y después tiene el sueño de un verano salvador, que en realidad son veinte días, pero grandes veinte días. Esa cosa ecléctica para mí sí se ve en las canciones de El Plan: hay temas más oscuros, más bajoneros, más densos, y otros celebratorios. Y eso tiene que ver con ese ambiente con el que nos criamos.
-Cuando cantan cosas como “Romance con el desapego”, que es un concepto budista, se adivina que detrás de las canciones hay influencias de otras disciplinas.
Sebastián: -Nuestra vieja hacía meditaciones y tenía una búsqueda espiritual que para mí tiene mucho que ver con lo que después hicimos. Se hacían reuniones en casa, se leían libros, se experimentaba con secuencias de meditaciones, un viaje de tambores... había un caldo ahí hace veinte años, una época donde no era tan conocido. Y todo eso fue un viaje de aprender a mover la energía y de búsqueda interior que tiene un costado jipón. Pero eso fue la escena de la casa, nos criamos en esa. Mi vieja también era maestra, pero tenía todo ese lado, y también se acercaba gente que se copaba con esa onda de profundizar en el interior.
Camila: -También esto de acompañar a las personas en momentos de crisis. Ayudaba a la gente a tener un momento de introspección, de sanación, de buscar con la meditación y el movimiento. Esa importancia de que haya un espacio para trabajar el interior. Y muchas personas la recuerdan a nuestra madre por la importancia de haber estado en un momento de crisis para ellos. A veces pienso que en la música también pasa eso.
El Plan de la Mariposa. Este domingo a las 20 en el Estadio Obras, Avenida del Libertador 7395
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