El piano sereno de Claudio Arrau
El pianista chileno Claudio Arrau cumpliría mañana 114 años, porque nació en Chillá el 6 de febrero de 1903. Los oyentes argentinos lo conocieron muy bien. Tocó con frecuencia en Buenos Aires y el interior del país, y no precisamente programas convencionales. No fue un músico al que le interesara aparecer como intelectual ni a quien preocuparan asuntos que excedían los límites de la interpretación pianística. Fue sólo un pianista, confinado exclusivamente en su noble oficio.
Esta actitud práctica y funcional, en un artista esclarecido como Arrau, permitía que sus críticos u oponentes, tuvieran una visión nítida y cierta, sin que su desempeño fuera fundamentado ni explicado por argumentos extramusicales. A Claudio Arrau le bastaba con lo que decía la música que tocaba.
En su caso, esa música se beneficiaba de una actitud que lo comunicaba con sus oyentes de manera explícita: sus resultados eran calmos, serenos, no estaban atacados de ansiedad, aunque tocara un exaltado Liszt. Se advertía sobre todo en los personajes centrales de su actividad, en Schubert, Mozart, Beethoven. Nunca les transmitía una respiración anhelante.
Muchos de sus oyentes comentaban la supuesta tendencia suya a tocar todo un poco más lento de lo que se consideraba habitual entre los pianistas de la primera fila. Pero ese talante reflexivo no alteraba para nada su ubicación indiscutida entre los intérpretes mejor posicionados de la actualidad.
El hecho de que no posara como pensador de la música diseñó una imagen de Claudio Arrau de errónea apariencia indiferente a la realidad de su tiempo. Pero fue un hombre de profunda cultura y muy variadas lecturas de literatura contemporánea, con gran preferencia por los ensayos estéticos y la poesía, sobre todo la de su compatriota Pablo Neruda.
También sufrió los horrores de la guerra en su familia. Un hijo de su primer matrimonio con la soprano Erika Burkievitch murió en 1949 en un campo de concentración soviético en Bautzen, Alemania Oriental. Uno de sus alumnos fue asesinado acusado de antinazi. Y con su segunda esposa, la mezzo Ruth Schneider, y sus tres hijos debió exiliarse en los Estados Unidos por las persecuciones antijudías contra su mujer.
Uno de los más lúcidos analistas actuales de música clásica, Charles Rosen, decía que daba gusto escuchar a Claudio Arrau porque transmitía sobriedad y transparencia con su piano. Y, agregaba, esto le da cierto aspecto de hombre sabio.
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