El popular cantante y compositor recibió a LA NACION en su casa y en una extensa charla repasó su vida, sus dolores más profundos y los secretos a la hora de escribir; el lado B de un artista exitoso
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“Que par de pájaros”, “Una lágrima sobre el teléfono”, “Amor pirata”, “Entre la tierra y el cielo”, “Piensa en mí” y hasta “Que ironía”, aquel bello tema que Rodrigo Bueno transformó en un cuartetazo. Paz Martínez no solo es un autor y compositor inspirado, sino que cuenta con el don de crear generando empatía con su público. Su recorrido artístico lo convierte en uno de los más prolíficos creadores, con más de 700 canciones en su haber, y en una de esas plumas buscadas por grandes cantantes y por los productores que buscan que sus ficciones cuenten con el leitmotiv adecuado que les dé marco.
Paz Martínez recibió a LA NACION antes de brindar, este 16 de octubre, su primer concierto por streaming a través de la plataforma tickethoy.com. El recital, que se realizará desde El Templo -el espacio de Patricia Sosa en el barrio de Chacarita-, será la excusa para presentar Ciclos, un nuevo material con canciones inéditas. “Es una gran oportunidad para unir a la familia”, asegura.
-¿Qué es Ciclos?
-El material más reciente, que no es lo mismo que decir “el último”.
Sabe del uso del lenguaje, esa herramienta conjugada con la música que es el basamento de tantos hits coreados por miles de personas. El Paz Martínez es algo así como la música funcional de buena parte del país y de la cultura latina con figuras como Armando Manzanero, que han encontrado en sus partituras la traducción de sus propia inspiración.
“El origen de todo es que aprendí a leer y a escribir a los cuatro años y medio, en mi San Miguel de Tucumán natal”, dice el hombre de hablar campechano que se bautizó artísticamente tomando parte del nombre de su madre Fortuna Martínez Paz. Su padre, con ideas de izquierda, tuvo que escapar de Tucumán por cuestiones políticas, razón por la cual, la familia se asentó en Buenos Aires con no poco esfuerzo y a contrapelo de su deseo. Se sabe, las amenazas no piden permiso. “Mi papá se escapó cuando yo tenía seis años y nadie sabía nada de él. Hasta que llegó una encomienda, en la que recuerdo que había un frasco de Toddy y una carta que mi mamá leía llorando, pero que nunca supe qué decía. La cuestión es que, luego de eso, ella preparó unas tres valijitas con nuestras ropitas, nos fuimos a la estación y nos tomamos el Estrella del Norte a Retiro”, rememora el artista. En Buenos Aires, en el andén, estaba David, el padre del pequeño Norberto Alfredo Gurvich, tal el nombre real del músico.
-Imagino para un niño tan pequeño lo que habrá significado la ausencia...
-Me metía en el ropero y le olía la ropa, era una manera de tenerlo cerca.
Vive lejos de la ciudad de Buenos Aires, rodeado de verde, junto a Marta, su mujer, a quien conoció cuando ambos cursaban el colegio secundario en Monte Grande. “Siempre vuelvo a mis calles de la juventud, lo necesito y se los hice saber a mis hijos, que no fueron chicos de heladera vacía”.
-¿Vos fuiste chico de heladera vacía?
-Fui chico sin heladera.
-Ante esos orígenes, ¿qué valor le das hoy al bienestar? ¿Existe la sensación de revancha?
-Si tengo a mis seres amados al alcance de la mano, me da lo mismo el lugar. Puede ser un hotel cinco estrellas o una carpa, pero necesito tener a mi gente amada cerca y una guitarra. La aceptación de mi trabajo me ha permitido vivir de una manera digna y que mis hijos tuvieran una educación universitaria. Todo se lo debo a la música y al haber encontrado a mi mujer.
-Con ella construiste una historia idílica.
-Soy casi tres años mayor que ella, pero, en la secundaria, íbamos al mismo curso. Una noche, porque éramos de la nocturna, terminó un trabajo de matemáticas antes que todos y pasó al frente para mostrarlo. Ahí la descubrí, era impecable. Lo primero que me deslumbró fue su inteligencia y luego reparé en su belleza, era muy linda... muy linda. Era la reina del colegio.
Usina creativa
-Al haber conseguido un éxito notable con tantos hits, ¿eso se convierte en una presión a la hora de componer?
-No, para nada, pero se rinde un examen todos los días.
-¿Padecés que otros canten tus éxitos?
-No. En las épocas que tengo menos presencia en las radios, les doy mis temas a los artistas que sí están sonando. Nunca fui egoísta. Es más, les agradezco a los cantantes que conviertan mis canciones en éxitos. Además, si yo no admiro al otro, no podría escribir.
-¿Hay que vivir una gran historia de amor, como la tuya con Marta, para poder escribir sobre el tema?
-No hay nadie que no conozca el amor, distinto es el amor no correspondido, pero hay que entender que el amor es una cosa y el enamoramiento es otra.
-¿Cuál es la diferencia?
-El amor se construye y el enamoramiento, en cambio, es un flash, aparece, y, con el tiempo, se puede transformar en amor, como a mí me sucedió con mi mujer. Nosotros, como todos los matrimonios, pasamos por cosas buenas y malas y creo que, además, no soy el tipo que ella merece.
-No creo que sea así.
-Tengo un carácter complicado, lo reconozco. Soy cabrón, pero mi mujer me sabe manejar. Si ve que estoy muy mal, me deja hasta que se me pase.
-¿El peor defecto?
-Uno de mis peores defectos, lo transformé en virtud. Soy taurino, terco. Es muy difícil que cambie de idea.
Allí está el piano, a un costado del gran living con vista al golf. Esas teclas con las que todos lo identifican, a pesar que la guitarra, esa guitarra que lo acompaña desde hace décadas, es la fiel compañera y el instrumento con el que compone. “Me despierto todos los días con una melodía en mi cabeza, es muy curioso. Siempre amanezco con una canción para tararear”. Apasionado, habla de música, inspiraciones y colegas queridos. Ese es su mundo.
-Tus letras han tenido notable éxito en muchos cantantes, ¿cuándo sentís que es el momento de ponerle tu voz a algunas de esas creaciones?
-Cuando pasan los años, recién puedo cantar la canción que otro artista hizo famosa porque, en definitiva, la canción es mía. Armando Manzanero siempre me comentaba que los artistas se ofendían cuando él decidía cantar sus propias canciones, luego que ellos la habían convertido en éxitos. “Si son mías, ¿por qué no las voy a cantar?”, me decía. A mí, me sucede igual. En mi caso, espero a que pasen unos diez años para cantarla yo. “Agua, fuego, tierra, viento”, que me la hicieron Mercedes Sosa y Soledad Pastorutti, nunca la grabé, lo cual no significa que no lo haga. Todo a su tiempo.
-¿Te han plagiado?
-Dos o tres veces...
-¿Accionaste legalmente?
-Nunca quise...
-En ese caso, ¿hablás con el artista?
-Para nada, me pasó con... Los voy a nombrar porque me pegaron... me sucedió con Turf.
-¿Qué sucedió?
-Su canción más conocida es igual a una que yo escribí para Tremendo. La música es exactamente igual. Cuando estuvimos ante un mediador yo dije que no tenía dudas que no lo habían hecho a propósito, pero que también creía que, cuando eran chicos, seguro habían escuchado la canción interpretada por Tremendo. En la revista Rolling Stones me pegaron, dijeron: “El Paz Martínez se anota en todas”.
-¿Te has peleado con algún artista que cantó tus canciones?
-Nunca, jamás.
Dolores
-¿Se crea mejor atravesando situaciones dolorosas?
-No necesité eso para escribir.
-¿Has vivido dolores grandes?
-He tenido dolores enormes, la pérdida de mi hermano fue uno de ellos. Murió el 20 de abril de 1981, como consecuencia de una enfermedad terminal, era muy jovencito. Antes que se fuera le escribí una canción que solo conoce mi mujer.
-¿Cómo se titula?
-”Una canción para mi hermano”.
-El dolor te impide cantarla en público.
-No puedo. A pesar que soy un tipo que maneja muy bien el dolor.
-¿Por qué lo decís?
-Un sábado, bien temprano, a eso de las siete de la mañana, me avisaron que había fallecido mi mamá. Ese día, tenía un show en Buenos Aires y al día siguiente en Villa Regina. Lo llamé a mi representante para cancelar todo y, un par de horas después, me dijo que en Villa Regina pedían que fuera, aunque sea a saludar al público, que me respetaban y que no me iban a pedir que cantase.
-¿Fuiste?
-Sí, les dije que iba a cumplir con mi compromiso y que cantaría. Al mediodía llevé a su morada final a mi vieja, a las tres de la tarde me tomé un avión, y a la noche canté en Villa María, pude manejar el dolor. Me ayudaron mis compañeros y la gente que fue muy cálida. Pero me pasó algo muy extraño, no pude hablar con el público. Canté una canción atrás de otra sin parar. No podía hablar, solo tuve energía para cantar.
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