Días antes de que se estrene la nueva versión del clásico de Moris [está disponible desde hoy en plataformas de streaming] , Antonio Birabent, quien grabó el tema junto a su padre, reflexiona sobre esta canción que sin buscarlo se convirtió en un clásico
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Uno nunca sabe cómo ni cuándo va a nacer un clásico. Las canciones a veces nacen por un hecho fortuito y con el tiempo toman notoriedad sin que el autor imagine el alcance que tendrán. Algo del tiempo y del significado hacen su magia y temas como “El oso” se convierten en himnos. Ahora, padre e hijo grabaron una nueva versión de este himno: Moris y Antonio Birabent registraron juntos la canción a 51 años de su versión original.
En el caso de Moris, ni siquiera concibió el tema pensando en sumarlo a un disco. No lo pensó, no lo procesó, simplemente lo escupió ante el pedido de una amiga de su mujer que era maestra jardinera y le preguntó si podía componer un tema para los chicos. De esta manera, en un encuentro espontáneo entre un compositor y una maestra jardinera, surgieron esas famosas estrofas que cuentan la fábula de este oso que tras ser atrapado recupera su ansiada libertad.
Antonio Birabent nació casi en el mismo momento en que su padre pronunció la letra y su esposa, Inés González Fraga, con rapidez la plasmó en un papel sin que él se diera cuenta. De esos momentos están hechos los clásicos. Y más allá de que “El oso” traza un hilo invisible entre el nacimiento de Antonio, sus primeros pasos en la música, cuando grabó su versión del tema para la banda de sonido de Tango Feroz, y lo encuentra en la actualidad protagonizando una nueva versión, es un tema que Moris nunca le cantó a su hijo. “Si bien la música era constante en mi casa, mi padre no me cantaba, no recuerdo que me cantara para dormir. Yo tampoco le canté a mi hijo”, cuenta el menor de los Birabent en diálogo con LA NACION.
Algo que contrasta con la tradición de este tema que nació, como contamos, por un pedido y que terminó siendo parte de la banda de sonido de compilados de jardines de infantes. Es justamente “El oso” una de esas canciones que los padres suelen sacar del cancionero popular para dormir a sus hijos y de esa manera ha pasado de generación en generación.
“Él la escribe porque una maestra jardinera le pide una canción para chicos y él improvisadamente canta esa canción, le sale. Como suele pasar tantas veces, nos pasa que frente al pedido ajeno o a la necesidad nos salen estos temas. La compone, pero no le da el valor que después la canción toma”, cuenta Antonio. Y suma: “A la canción la rescata el paso del tiempo. ´Muchacha ojos de papel´ no era lo que es ahora, tampoco ´Presente´. Creo que con este tema pasa lo mismo”.
Según cuenta Antonio, Moris no cantó mucho el tema dentro de su repertorio. “El otro día me dijo que para él la canción se hizo conocida cuando la canté yo para la película Tango Feroz. Nosotros la hemos cantado juntos unas cuantas veces”, dice. Además destaca la letra y el significado que tiene para los adultos. “Tiene que ver con tu libertad, con perderla, saber que la vida pasa por algunos detalles muy chicos. Lo fácil que es sentirse una persona no libre. Habla de la conciencia y ese canto permanece”, reconoce sobre este tema que el mismo Moris describe como “ecológico” y “pacifista”.
La canción original fue grabada en los estudios TNT con Tim Croatto, Javier Martínez en batería, Claudio Gabis en la guitarra, Pappo en el bajo y Richard Green en el órgano. Lo grabaron en cuatro canales tocando todos en vivo. “Do, mi menor, fa, sol” fueron los acordes elegidos y así surgió el clásico que fue parte del disco Treinta minutos de vida, editado en 1970.
La versión especial de “El oso”
Moris y Antonio hace años que hacen cosas juntos. Hace 10 editaron Familia canción, y después de la cuarentena presentaron su segundo trabajo juntos, La última montaña (“no teníamos pensado hacer otro disco juntos, fue una sorpresa y nos agarró de golpe”, cuenta). En los conciertos que dieron para presentar este álbum que nació de ir sacando temas fue que volvieron a tocar “El oso” y después de varias veces de interpretarlo decidieron grabarlo por primera vez juntos. “Nunca la habíamos grabado juntos. Es un tema que significa sentimentalmente. La letra te habla de la existencia del ser humano, la libertad, de cuál es el sentido de nuestra vida”, detalla Birabent.
El tema, que se estrena el viernes en streaming –junto a un video con imágenes del backstage-, fue grabado hace un mes y medio. “La grabamos en un estudio muy grande, pudimos llevar cuerdas. Hay cuatro mujeres que tocan, que le dan un aire especial a la canción. Es muy parecida a cómo la tocamos en vivo. Es la versión que tenemos totalmente incorporada. Nos gusta que quede ese registro, de poca palabra, poca explicación, que fluya la música”, suma el cantante.
“De alguna manera es la misma canción, pero es otra, porque ni él la canta como la cantaba y yo la canto muchísimo menos que como la grabé hace 30 años. Tengo otra voz, otro espíritu y él también y la tocamos con el peso, de forma virtuosa lo digo, de los años. Cantar a medida que vas creciendo y madurando se va transformando en un acto mucho más emocionante”.
En ese sentido, Birabent recuerda que cuando lo convocaron para poner su voz en Tango Feroz se sentía inseguro de cantar e incluso que cuando las personas halagan el tema, piensa: “No está bien cantado”. “Hoy la canto con una verdad y un sentimiento más profundo y, además de lo vocal, yo me he transformado con el tiempo en otro cantante, uno que me gusta mucho más del que era. Ahora veo mi vida cuando canto”, sostiene.
Más allá de ser hijo de… el oso menor asegura que nunca renegó de sus orígenes y que es consciente de que la música la heredó de Moris. “Me acuerdo cuando daba mis primeros pasos y tocaba la guitarra; él me ayudaba con los acordes, de una forma más primaria. Y después con el paso de los años compartimos de otra forma. Además de padre e hijo somos colegas. La música nos unió más”.
Ahora, padre e hijo suman un nuevo hito a sus destinos compartidos, un tema que justamente une a tantos padres, hijos y nietos que, a lo largo de los años, fueron transmitiendo de generación en generación ese cuento en el que el oso, tras perderlo todo, recupera su bosque y su libertad.
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