El oportuno pedido de Monica Lewinsky a Beyoncé, en medio de la polémica por la letra de una de sus últimas canciones
Horas después de presentar su séptimo disco de estudio, Renaissance, la cantante texana se vio envuelta en varios conflictos: uno de ellos la enfrenta con la exbecaria de la Casa Blanca durante el gobierno de Bill Clinton
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Este martes, el nombre de Monica Lewinsky volvió a aparecer en los principales medios estadounidenses y se convirtió, también, en tendencia en las redes sociales. Es que la activista le pidió a Beyoncé que cambiara la letra de una de sus canciones en la que se la menciona.
A simple vista, el pedido puede ser considerado algo anacrónico, porque la canción a la que alude la hoy activista fue estrenada en 2013. Sin embargo, Lewinsky no hizo más que aprovechar la decisión de la cantante de cambiar la letra de uno de sus más recientes temas para reiterarle su solicitud de que deje de nombrarla en “Partition”.
El séptimo álbum de estudio de Beyoncé, Renaissance, fue esperado con muchas ansias por los millones de fanáticos de la artista, pero desde antes de su debut, ya generó polémicas. Es que, dos días antes de su lanzamiento, el contenido del álbum se filtró y, además, comenzó a ser vendido en distintos países europeos. Finalmente, debutó el 29 de julio y, como era de esperarse, se convirtió inmediatamente en un éxito. Sin embargo, la letra de la canción “Heated” despertó una oleada de crítica en las redes sociales.
El eje de la polémica fue el uso de la palabra “spazz”, cuya traducción es “espástico”. Uno de los versos dice “Spazzin’ on that ass, spazz on that ass”, una frase que se puede traducir como un movimiento “espástico” sobre el “culo”. Sin embargo, la traducción de “espástico” es “spastic”; “spazz” forma parte de la jerga callejera. En el campo de la medicina, se considera una referencia despectiva al término médico diplejía espástica. Este término es una abreviación que nace del término spasticity (“espasticidad”), un síntoma común en algunas condiciones neurológicas, incluida la parálisis cerebral. Por eso, muchos consideraron ofensiva la inclusión de aquella palabra para con las personas que padecen esa patología.
Aunque en realidad, en la jerga que habla la comunidad afroestadounidense, la palabra también significa “perder el control”, “agitar” o “volverse loco”, la cantante reaccionó ante las críticas y tomó la decisión de modificar la letra de la canción que fue compuesta junto al rapero Drake y que incluye un homenaje a su tío Jonny, fallecido de VIH. Finalmente, la palabra fue cambiada por “blast”, que también admite múltiples interpretaciones, pero en este caso podría traducirse como “mover algo rápido y ruidosamente en una dirección específica”. La decisión de Beyoncé tiene un precedente cercano: Lizzo usó el mismo término en su canción “Grrrls” de su último álbum, Special, y tomó la misma decisión.
Con toda esta nueva polémica ya instalada, la exbecaria de la Casa Blanca tomó la determinación de reiterarle a la cantante el pedido de que haga lo propio con el tema “Partition”. Lewinsky compartió en su cuenta de Twitter una publicación de Variety que da cuenta de lo sucedido con “Heated” y escribió: “Ya que estamos en eso... #Partition”.
uhmm, while we’re at it… #Partition
— Monica Lewinsky (she/her) (@MonicaLewinsky) August 1, 2022
Beyoncé to Remove Renaissance Lyric After Outrage: Ableist, Offensive - Variety https://t.co/DzN80FdzPB
En aquel tema compuesto por la cantante, Justin Timberlake y otros seis autores, se hace referencia a Lewinsky y al vestido que la becaria mostró como prueba en el juicio contra el expresidente estadounidense, Bill Clinton. “Oh, él está tan caliente... Sí, él quiere hacerlo. Arrancó todos mis botones, rasgó mi blusa. Como Monica Lewinsky, puso todo en mi vestido”, dice la letra, en referencia al célebre vestido azul que fue conservado como reliquia después de una presunta relación con el entonces presidente estadounidense Bill Clinton y fue presentado como prueba en el juicio contra el exmandatario.
Ya en 2014, en un ensayo que fue publicado por Vanity Fair, Lewinsky se quejaba de cómo varios artistas utilizaban su nombre peyorativamente. “Miley Cyrus hace referencia a mí en su acto de twerking, Eminem rapea sobre mí y el último éxito de Beyoncé me saluda. Gracias, Beyoncé, pero si hablamos de verbos, creo que quisiste decir ‘Bill Clinton dejó todo en mi vestido’ no ‘Monica Lewinsky””, escribió en su momento la exbecaria.
Un vestido y un amor
Corría 1995 cuando la joven ingresaba a trabajar a la Casa Blanca sin probablemente imaginar que, tiempo después, su nombre se convertiría en los más pronunciados por la prensa y las conversaciones del país en torno a lo que sucedía en Washington D.C. Que un presidente estuviera involucrado sexualmente con una mujer mientras estaba casado con otra no iba a pasar desapercibido ni para la sociedad ni para la Justicia. Bill Clinton, de 49, y Lewinsky, de 22, mantuvieron una relación durante dos años y la primera dama, Hillary, no supo nada hasta que las evidencias se hicieron públicas.
Fue Linda Tripp, exempleada del Pentágono, quien sacó a la luz la relación existente entre Bill y Monica. Para eso, grabó 20 horas de conversaciones con su amiga, en las que ella relataba los detalles sexuales de lo que sucedía en una oficina contigua al Salón Oval. Esa batería de pruebas fueron entregadas en enero de 1998 al FBI.
Con 24 años y enamorada del presidente de los Estados Unidos, Lewinsky tenía mucho para perder. Es que cuando su affaire trascendió las paredes del Salón Oval, su nombre comenzó a aparecer en todos los titulares de los medios de comunicación y hasta empezó a ser señalada por lo sucedido. El Washington Post, por ejemplo, le dedicó al tema 125 artículos en diez días, según se quejó ella misma. A todo esto hay que sumarle el morbo con el que se hizo alusión a los detalles de la relación entre ambos, como el famoso vestido manchado
Monica tuvo que soportar que la describan como la “pasante depredadora de la Casa Blanca” o como una “joven vagabunda en busca de emociones”. “Hubo un momento para mí en el que estaba llorando histéricamente y luego me apagaba. Y en los períodos en los que estaba apagada recuerdo mirar por la ventana pensando que la única forma de arreglar esto era matándome, saltando por la ventana”, contó en una entrevista difundida por la cadena ABC.
El hostigamiento que la llevó a plantearse acabar con su vida la inspiró años después a militar contra el acoso en Internet y a doctorarse en Psicología Social en la London School of Economics. Con el surgimiento del movimiento #MeToo en 2017, la mujer volvió a reflexionar acerca del episodio que la ubicó en el centro de la escena y recordó lo desamparada que se había sentido.
Al momento de enfrentar el escándalo por su relación con Lewinsky, el presidente demócrata cargaba sobre sus espaldas otra fuerte acusación. Paula Jones, una exsecretaria de Arkansas, lo había denunciado en 1994 por acoso sexual. La mujer alegaba que, mientras Clinton era gobernador del estado, el 8 de mayo de 1991 la había hecho subir a su habitación para obligarla a practicarle sexo oral.
El problema se acrecentó cuando, durante su declaración en el caso Jones -cargo por el que fue exonerado el 1° de abril de 1998-, el exmandatario negó haber tenido relaciones sexuales con Lewinsky. Todo esto le valió ser acusado de 11 delitos y lo llevó al “impeachment” por perjurio, abuso de poder y obstrucción de la justicia.
“Mantuve una relación con la señorita Lewinsky que no fue apropiada y que, de hecho, estuvo mal. Constituyó un error de juicio y un fallo personal por mi parte; soy el único responsable, pero en ningún momento he pedido a nadie que mienta o que oculte o destruya pruebas”, confesó entonces el mandatario, pero su esfuerzo por sincerarse no fue suficiente para evitar un juicio político.
El proceso se inició el 19 de diciembre de 1998 en la Cámara de Representantes y, después de 13 meses de investigación, terminó en el Senado el 12 de febrero del año siguiente. El contexto y la cantidad de demócratas en la Cámara Alta fueron grandes factores para que Clinton saliera políticamente ileso de tal escándalo. Para destituir a un presidente en Estados Unidos se necesitan dos tercios de los miembros, es decir, 12 senadores de su partido debían ponérsele en contra. Ninguno lo hizo.
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