El Mono Villafañe, el secreto mejor guardado del folklore
Es una de las grandes voces del Tucumán y esta noche presenta su disco Historial de la zamba en Café Vinilo
Hay pocos intérpretes que canten la zamba como lo hace el Mono Villafañe. Una es Mercedes Sosa y el otro es Alfredo Abalos. Tucumano, técnico electromecánico, ex ferroviario, el Mono Villafañe es un discípulo dilecto de esas dos grandes voces que moldearon su canto. Los otros maestros, quizás los más importantes que tuvo en su vida y marcaron su tucumanidad son el poeta Osvaldo Chichí Costelo y el compositor Chivo Valladares. “Yo comencé como todos los chicos, imitando a los Fronterizos a los Chalchaleros. En aquella época se cantaba a Los Cantores del Alba hasta que un día en el año 1969 lo conozco a Osvaldo Manuel Costello. Cuando lo conozco a Chichi Costello mi perfil cambiá completamente. Empiezo a escuchar grupos vocales. Empiezo a escuchar Yupanqui, el Chivo Villadares, más Leguizamón-Castilla, más Falú-Davalos, y el Dúo Salteño.. El silencio es lo que me enseñó Costello. De ir al cerro a escuchar el silencio y el silencio es lo que necesita la zamba tucumana. Así que esa es mi historia", cuenta el artista que esta noche presenta su nuevo disco en Café Vinilo.
A los 63 años el Mono Villafañe es uno de los secretos mejor escondidos del folklore a nivel nacional, aunque es muy conocido en el ambiente musical tucumano. Con la producción de Bruno Arias, grabó quizás uno de sus discos más importantes Historial de la zamba, todo un manifiesto de pertenencia a la tierra donde nació. “Pensaba que como los santiagueños quieren mucho a su tierra igual que los jujeños y los riojanons porque no te tener el sentido de pertenencia que tienen ellos en su música entonces pensé en hacer un disco con poetas que le canten a Tucumán como ser Yupanqui, Chichi Costello y Rubén Cruz. Grabé 9 zambas y tres chacareras. Una “Leguero macho” de un chico de Monteros tiene que ver con la lucha del cierre de los ingenios de hace 50 años. Historias de padres a hijos que se van contando. Es una chacarera hermosa con contenido social. En todos mis discos hay algo con contenido social”.
El Mono Villafañe viene de Tafí Viejo, una ciudad sufrida, que vivió de los trenes y el ingenio azucarero y forman parte del adn de los tucumanos. De ese lugar era también el poeta y compositor Osvaldo Manuel Chichí Costello, conocido a través de los temas que proyectó Mercedes Sosa como “Agosto en Tucumán”, “Cuando se muera un cristiano” y “Muchacho pelador”. Cuando los caminos se cruzaron el rumbo musical de Villafañe lo llevó por la mística del folklore, la bohemia, la escuela de la poesía popular y la guitarreada. “Costello fue mi formador. Ha sido un ejemplo de vida y musicalidad para Tafí Viejo. Un tipo simple. Murió en el 84, a los 40 años y dejó un legado muy hermoso de canciones. Los chicos ahora pueden investigar. Alguien dice Lucho Díaz o Osvaldo Costello, entran a la computadora y ya está. Es más fácil. Antes tenías que ir a buscar a los tipos personalmente para que te pasen la energía esa, que tenían en sus letras. Pero bueno al que le gustaba el folklore buscaba, era la forma de encontrar esa veta, era como encontrar una veta de oro.
El otro maestro que definió el camino estético del Mono Villafañe fue al compositor Chivo Valladares (autor de piezas como la vidala “Subo” o “Debajo del Sauce Solo”, compuesta junto a Manuel J Castilla y figura excluyente de la música de Tucumán). “Me gustaba ir a ver al Chivo porque te contaba muchas historias de gente como Lucho Díaz, Manuel Castilla o el Cuchi, que uno tiene que aprenderlas y te quedan para siempre. Recuerdo que una mañana que llegamos todos amanecidos a su casa me dice: ¿Monito sabes lo que abunda? La escasez. Es una palabra que me duró para toda la vida.
En su disco Historial de la zamba, donde el Mono Villafañe, grabó a los poetas y músicos que se enamoraron de la atmósfera musical de Tucumán, aplicó todas esas grandes lecciones que le enseñaron Chichí Costelo y el Chivo Valladares: la cadencia y el silencio de la zamba. “La zamba tucumana es la zamba sin tiempo. Es como una copla y un viento decía el Chivo. Es como el viento que choca en el cerro, se eleva, hace un silencio, vuelve a bajar y vuelve a subir. La zamba tiene esos perfiles. Había otra palabra que la definía bien Rubén Cruz o el Poli Soria y es que la zamba tucumana es muy paisajista y hay que ser bien tucumano para cantarla porque no cualquiera puede cantar y bailar una zamba tucumana.
-¿Por eso es un disco dedicado exclusivamente a Tucumán?
-Siempre digo que hay que cantarle a tu provincia. ¿Por qué tengo que cantarle al Puente Carretero o al Río Dulce si tengo los mejores cerros del mundo?. Tengo el San Javier, Raco, Tafí del Valle, Amaicha del Valle, Cadillal, San Pedro de Colalao, Anfama: lugares muy bellos. Yo creo que hay que tener más sentido de pertenencia. Cantarle más a los poetas y músicos tucumanos para que la provincia vuelva a ser un lugar central de la música. Tucumán va a explotar porque tiene un semillero muy grande. En estos tiempos tenes una escuela de música poderosa. Para los chicos ahora es más fácil ir a aprender que para los de mi época de los años setenta y ochenta. Porque aparte no podíamos cantar libremente como ahora en cualquier lado. Teníamos que andar cantando a escondidas y todo eso. Durante la dictadura venía alguien del ejército y nos preguntaban que íbamos a cantar. No se podía hablar de pobreza y otro montón de cuestiones. Estábamos muy marginados. Además en aquella época del setenta al ochenta para llegar de Tafi Viejo a Tucumán era como llegar de Buenos Aires a Tucumán porque había un solo colectivo. Estábamos más incomunicados. Ahora hay más posibilidades para los chicos. El que no quiere aprender es porque no quiere.
-¿La bohemia y la guitarreada son una escuela para el artista?
-Justamente el jueves pasado estuve en las guitarras del mundo y estuve con Rabito de los Nocheros de Anta con Lucho Hoyos, Juan Falú y otros cráneos del Tucumán. Llegué y comenzamos a cantar en Lisandro un boliche de comidas. Uno se puede quedar ahí hasta al amanecer cantando en las mesas como en las viejas épocas. En los setenta vos tenías que esperar a que te den la palabra. Tenías que escuchar a los mayores primero. Si te decían que podías cantar recién ahí podías mostrar algo. Ahora los chicos son más atrevidos. Los viejos se enojan y no les quieren pasar la guitarra. Pero hay un montón de chicos que muestran ahí sus nuevos temas. Ese es el lugar. De cien temas podés elegir cinco en una guitarreada. Hay que ser simple, claro y conciso cuando vas a cantar. Clarito, para que la gente te entienda.
-¿Cómo hay que cantar la zamba?
-Por ejemplo, Osvaldo Costello, era un tipo que hablaba despacito, pero para que lo escuchés y para que le prestes atención y eso es muy importante en la zamba. Hay que encontrar lo que quiere ir explicando el poeta en la letra y señalar cada uno de esos momentos: “La tarde, se va despacio, sobre los cerros azules”, (canta el Mono en una mesa de bar, casi susurrando). Le voy dando un motivo a la gente para que viaje hacia ese paisaje o ese momento conmigo. Yo voy viajando cuando estoy cantando. Es como si estuviera volando sobre el lugar, como si estuviera viendo todo el Cerro Colorado, el valle, todo, todo. Así es. Creo que lo logro. El día que no sienta eso dejaré de cantar.
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