La crítica anticonceptiva de un clásico de Bob Marley que aún despierta nuevas interpretaciones
Distintas y hasta antagónicas son las críticas que tuvo el tema icónico de Bob Marley, igual de diversas que sus interpretaciones. Un buen ejemplo es el clásico "I Shot The Sheriff", editado por primera vez en el disco Burnin' con The Wailers, en 1973.
Lo primero: el objeto de múltiples lecturas tiene su foco puesto en la letra, cantada en primera persona, en una suerte de declaración confesional de asesinato. "Yo le disparé al sheriff, pero no le disparé al ayudante" comienza la grabación. Y sigue contando –y cantando–: "Sí, todos en mi pueblo natal están tratando de rastrearme, dicen que quieren culparme por el asesinato de su ayudante, por la vida de su ayudante".
El modo en que sigue la lírica y las explicaciones que dio el mismísimo representante internacional del reggae, nacido en Jamaica en 1945, ratifican el primer sentido asignado a la canción, algo polémica pero no altamente controversial, al menos en aquellos iniciales años setenta. Porque, si los versos hablan de actuar en defensa propia, de un alcalde llamado John Brown que intentaba atacar al protagonista y de una suerte de "ofensa capital", Marley aclaraba que los dardos (o los disparos) estaban dirigidos no a una persona puntual sino a la maldad en cualquiera de sus variantes; a la iniquidad, a la injusticia y, por el estatus del sheriff, a los abusos de poder.
Hasta aquí bastante claro. Porque, aunque muchos se preguntaban por la distinción entre sheriff y "deputy sheriff" (un cargo menor al del sheriff, alguacil o comisario) como sujetos en la mira, la canción se iba convirtiendo en un himno contra la corrupción.
Algunos teorizaron sobre la condición de localía (de mediano alcance) de los "deputy" y sobre la condición de poderío total del sheriff, e incluso arriesgaron hipótesis sobre una posible diatriba anti-imperialista en la figura del sheriff, del que el personaje se defiende.
La mística sobre "I Shot The Sheriff" creció de manera rotunda a la par de los múltiples análisis de la letra. Como si no alcanzara con Bob Marley & The Wailers, Eric Clapton grabó su versión en 1974 y la llevó a la cima de los rankings. Por supuesto, hubo otras versiones posteriores. Pero ninguna, ni la del propio Bob, tuvo tanto éxito. Las hubo de Warren G, Jaco Pastorius, Union Avenue. Cada una con su sello personal, que permitió una reconversión musical de la canción volcada al country, al blues o al rap. Por caso, la apropiación de Warren C (1999) desplegó urbanidad en los arreglos y en el vestuario, mientras que utilizó como introducción un fragmento del "Concierto de Aranjuez" en un escenario visual netamente western.
Con el paso del tiempo, el mito creció, mientras que la popularidad del tema fue permanente. De una u otra forma, en el frasco que se pusiera, la impronta siempre sería la misma: la rebeldía como marca registrada. O al menos eso se pensó siempre.
Y, curiosamente, desde el inicio hasta ahora, cada vez que un tema cualquiera discrepa, atenta, o se subleba contra autoridad alguna, se vuelve sobre la canción de Marley. El tipo de argumentación es: "¿Pero si ellos pudieron decir que disparaban contra el sheriff, por qué yo no puedo cantar sobre matar a un policía?". De hecho, en 1992, cuando Ice-T sacó con Body Count su "Cop Killer" ("Asesino de policías"), los fanáticos del rapero citaron "I Shot The Sheriff" como contra ejemplo.
Sin ir más lejos, los platenses de El Mató a un Policía Motorizado todavía son cuestionados por el nombre de su banda, como sucedió en España en 2014, cuando sindicatos de policías solicitaron que no se permitiera la actuación del grupo por el mensaje que podían transmitir a partir de su nombre.
Pero volviendo al amigo Bob hay unas líneas del tema en cuestión que contribuían a una lectura rasta del mensaje: "El sheriff John Brown siempre me odió, por qué, no lo sé, siempre que plantaba una semilla él decía 'matala antes de que crezca'¨. Por supuesto, la primera analogía y más directa era una referencia a la marihuana.
Sin embargo, al menos como inspiración inicial, la verdad es otra. Y esto se supo recién hace unos años cuando una novia de Marley editó el documental Bob Marley: The Making of a Legend, filmado en 2011.
La modelo y actriz jamaiquina Esther Anderson compartió varios momentos con el músico y lo documentó a lo largo de dos años, entre 1972 y 1974. Y de ese registro surgió el film, que no contaba con permiso para sonorizar con los temas de Bob (problemas de derechos de autor y de plata, como suele pasar), pero sí contaba con filmaciones caseras invaluables. Y anécdotas a modo de datos reveladores. Como la que incumbe a esta nota: según declaró Anderson, "I Shot The Sheriff" fue motivada por las pastillas anticonceptivas que tomaba ella. Y el Sheriff Brown sería, en verdad, el médico que se las indicó. Ahí es donde los versos vuelven a resignificarse: la autoridad es médica, y las semillas que no quiere que crezcan son el control de natalidad del cuerpo de su novia.
Para traerlo bien cerca, estas dos interpretaciones de las semillas son, justamente, dos temas que están hoy en Argentina, en el tapete de las legislaciones: leyes de despenalización de la marihuana y la legalización del aborto. Y que, si bien en este país corren por carriles sociales y políticos similares, parecen chocar en la mente del artista: la libertad para los consumos canábicos rige al mismo tiempo que la crítica para el cuidado anticonceptivo.
Una curiosidad más la aportó, también, Anderson que declaró que sufrió una decepción muy fuerte por parte de Marley, porque se enteró bastante tarde de que el músico estaba casado y tenía hijos mientras establecía una relación con ella.
Por parte de él, todo indica que sus ganas de traer hijos al mundo se vieron satisfechas con cantidad de hijos y casi igual cantidad de parejas, con las que tuvo a Ziggy (con su esposa Rita Marley), a Damian, a Ky-Mani, a Julian. Y más. El Sheriff John Brown, al parecer, no se fijó en esas semillas.
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