“El palacio de los deportes” comenzará a fin de año una nueva etapa, con una puesta en valor a la altura de los “estadios arena” del siglo XXI
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Tal como informó LA NACIÓN días atrás, el Luna Park puede pasar próximamente a manos de Live Nation y su socia en Argentina, la productora DF Entertainment, quienes ganarían la subasta organizada por la consultora E&Y. El proyecto contempla un contrato de concesión por 30 años y una inversión superior a los 30 millones de dólares.
La historia del Luna Park comenzó a principios de la década del treinta con dos soñadores, Ismael Pace y José “Pepe” Lectoure, que querían un lugar fijo para el boxeo que, además, fuera el estadio más grande de Sudamérica.
Domingo Pace fue el que aportó el nombre de Luna Park, porque era el que usaba durante la década del veinte para espectáculos de kermese, itinerantes, que instalaba en baldíos de la ciudad. También se dedicó a la organización de peleas de boxeo, cuando se había convertido en la Argentina en una actividad legal. Pero fue su hijo Ismael quien logró encaminar el negocio con uno de sus amigos, que se había calzado los guantes durante algunos años y para principios de la década del treinta ya estaba sentado en el ring side, como representante de boxeadores.
José “Pepe” Lectoure -el amigo en cuestión- había nacido el 31 de octubre de 1887. Comenzó a hacer guantes en el Boxing Club de Buenos Aires y luego de varias temporadas en el amateurismo y de unas pocas como profesional, decidió retirarse tempranamente, en 1922. Joven, y seguramente con mucho más talento para los proyectos y los negocios, acudió al llamado de su amigo Pace para ese loco proyecto de un lugar propio para el boxeo y otras actividades (acaso aquel varieté que proponía el padre de Ismael).
Lo primero que existió del Luna Park fueron paredes y tribunas. Bailes de carnaval en 1931 y una primera pelea en marzo de ese año. Recién en 1934 se pudieron conseguir los fondos para construir su techo.
¡Si sus cuatro esquinas hablaran! En cada una hay relieves de situaciones que ocurrieron adentro del estadio. En la esquina principal, la de Corrientes y Bouchard, se ve a dos boxeadores. En otras hay una pareja de patín artístico, jugadores de básquet y de lucha libre. Las grandes peleas de boxeo, las luchas de Titanes en el Ring (y mucho más acá en el tiempo, de 100 % Lucha) los espectáculos de patinaje sobre hielo y las giras de los reyes del básquetbol, los famosos Harlem Globetrotters, encontraron allí un hogar.
La boda del siglo
Claudia y el Diego se casaron en Buenos Aires, el 7 de noviembre de 1989 en la iglesia del Santísimo Sacramento. Horas después, mientras sonaba el Himno a la Alegría de Beethoven, la pareja entró al Luna Park. Eran 1200 los invitados especiales que los aguardaban. Los locales y los europeos que habían llegado desde Italia y desde España, en un vuelo charter que Maradona había alquilado, por unos 500 mil dólares. Sacar las cuentas de lo que costó la fiesta, a casi treinta y cinco años, es una empresa casi imposible. Aunque por su fastuosidad, algunos calcularon un par de millones de dólares. Seguramente fueron más. Solo el vestido de Claudia llevaba una joyería completa. Lo había diseñado Elsa Serrano con ochocientos cristales de roca, mil quinientas piedras preciosas y cinco kilos de canutillos de cristal. Además, Claudia lució una tiara de diamantes y perlas engarzadas de oro blanco.
La torta, de ocho pisos, midió 1.70 metros y debieron subirse a una escalera, al momento de cortarla. La fiesta duró hasta las siete de la mañana. O, al menos, a esa hora el flamante matrimonio abandonó el Luna Park, junto a sus hijas, para subirse en un avión privado que los llevó a emprender una especie de luna de miel en familia.
Grietas y frases célebres
Claro que para aquella época las anécdotas en el Luna daban para escribir libros. De hecho, fueron escritos. Justo Suárez, “el torito de Mataderos” fue el primer boxeador argentino con significativa proyección internacional que fue representado por Lectoure y que tuvo algunas batallas sobre el ring del Luna Park, años antes de perder una última batalla contra la tuberculosis, cuando todavía era muy joven. A partir de sus peleas, entre esas cuerdas se construyó un gran firmamento de figuras que pasaron por ese ring y despertaron grandes pasiones. Las 25 peleas de Gatica, las clases (¿de magia?) de Nicolino Locche, el gran Horacio Accavallo (segundo Campeón del Mundo argentino), la consagración de Galíndez, las apasionadas noches con Monzón, el récord de público (más de 25.000 espectadores) cuando se midieron Ringo Bonavena y Gregorio “Goyo” Peralta en el cuadrilátero, o las históricas, más cerca en el tiempo, con la “Tigresa” Acuña.
Carlos Irusta recreó hace algunos años el paso de los grandes boxeadores por el ring del Luna. Entre los enfrentamientos que más pasiones despertaba sin duda escalaban en esta lista los del “Mono” José María Gatica y Alfredo Prada. De una de esas se recuerda la frase histórica de Gatica: “Mi General… ¡Dos potencias se saludan!”, le dijo al entonces presidente Juan Domingo Perón, sentado en la primera fila, junto a Evita. “Gatica aparecía como peronista y yo como anti -recordaba Prada-, por lo que mientras que la popular se llenaba de sus fanáticos, los llamados “contreras” iban al ring side. Lo gracioso es que el verdadero peronista era yo. Evita era amiga de José María, y Perón seguidor mío. Los que estaban contra él se descargaban gritando por mí”.
Durante muchas temporadas había boxeo en el Luna al menos dos veces por semana. Aunque tuvo agenda para las actividades menos imaginadas. Y es, casi desde su fundación un predio multipropósito, aunque no hubiera estado pensado inicialmente para esos fines. Con el paso de las generaciones el Luna fue tomando esta forma. Fallecidos sus fundadores, algunos de sus herederos tomaron la posta. Juan Carlos Tito Lecture, uno de sus mayores impulsores, fue quien le dio una gran proyección al boxeo argentino, desde este lugar, pero también abrió otros rumbos comerciales.
Un varieté con techo y tribunas
Con semejante espacio ya techado, para mediados de la década del treinta Ismael y Pepe tenían un mundo de posibilidades dentro de ese estadio que ocupaba una manzana. Entre 1936 y 2000 se realizó en la Argentina una competencia convertida en un clásico del ciclismo: Los seis días de Buenos Aires. Con las tribunas del Luna como escenografía, se instalaba una pista de ciclismo de carrera por la que durante 144 horas ininterrumpidas un grupo de ciclistas corrían por equipos. Pedaleaban durante horas, descansaba, comían, dormían y luego volvían a subir a la bicicleta.
Un informe para la televisión de la carrera de 1959 en el Luna Park los muestra como verdaderos quijotes del ciclismo, y en su detrás de escena: durmiendo en pequeñas literas, tomando mate sobre la bicicleta, durante la madrugada, cuando el pedaleo era más lento, o hasta dándose algunos lujos: “Esta es la otra cara, lo que no ve el público. El descanso es imprescindible, pero se duerme con un solo ojo. Los ciclistas deben estar bien pagos: ¡Comen carne!”, dice el locutor.
Los 6 días🚲 Los 6 días en bicicleta. Luna Park, 1959. 📼 Sucesos Argentinos 1064. Documento video: 852.C35.VU213.000757
Publicada por Archivo General de la Nación Argentina en Miércoles, 18 de noviembre de 2020
Casa velatoria
“Para mí, mi hijo no ha muerto. Siempre lo espero, como siempre. Y me parece que le voy a llevar su matecito a la cama, como hacía antes, para despertarlo”. Esas fueron las palabras de Berthe Gardés, la madre del Zorzal Criollo, cuando el cantor tuvo su última despedida, en Buenos Aires. Carlos Gardel murió el 24 de junio de 1935. Sus restos hicieron un largo periplo hasta llegar a Buenos Aires, para su último adiós, en febrero de 1936. Eran otros tiempos, con otros ritmos. Pero el Luna Park ya estaba ahí, y fue el lugar para recibirlo.
Hasta el New York Times dio cuenta de esa despedida: ““En los alrededores del desembarcadero se destacó la concurrencia femenina, la mayor parte de la cual ostentó ramos de flores para rendir así tributo, cuando fueran desembarcados los restos de Gardel. En las calles (...) se había apostado cerca del portón principal la carroza fúnebre, de estilo sencillo, tirada por 6 caballos, seguida por otra destinada a las ofrendas florales. Tras una serie de trámites, comenzó la procesión hacia el Luna Park, el estadio cubierto más grande de Sudamérica”. El público cantó sus clásicos durante la procesión al Luna Park y fue allí donde se realizó el velatorio porteño; fue en el centro del estadio, donde se ubicaba habitualmente el ring.
En 1960, Luis Angel Firpo también fue despedido en el Luna Park. Si bien lo que se conoce como “La pelea del siglo” no se realizó en el Palacio de los deportes porteño sino en los Estados Unidos (Dempsey Vs Firpo), Luis Angel combatió varias veces sobre el cuadrilátero del Luna.
Otro de los ídolos populares que pasó por allí sin vida fue Ringo Bonavena. A las 6 de la mañana del 22 de mayo de 1976, Ringo fue asesinado en las afueras del Mustang Ranch de Reno, Estados Unidos. Seis días después su cuerpo llegó a Buenos Aires y a pesar del clima que se vivía en la Argentina por la reciente instauración de la última dictadura militar, miles de argentinos salieron a la calle para despedirlo. En las crónicas de la época se calculó una fila de 10 cuadras para ingresar a su velatorio en el Luna Park. Y se estimaron unas 150.000 personas en ese último adiós.
Política de todos los colores
La precuela de la Segunda Guerra Mundial tuvo situaciones como la que se conoce con el nombre de Anschluss, palabra que en alemán significa unión y que representó la anexión de Austria a la Alemania nazi. Para los estudiosos de récords ha quedado este dato para confirmar. Se estima que asistieron unas 20.000 personas al acto que se realizó en el Luna Park, en 1938, el mismo día en que en Austria se realizó el plebiscito con el que el pueblo austríaco se manifestó en favor de esta anexión.
La Asociación Austro-Germana fue la encargada de este acto en el que se cantó el Himno Nacional Argentino, con el brazo levantado, como claro gesto que se hacía para saludar a Hitler. “Cuarenta y cuatro abanderados vestidos con camisas pardas y brazaletes con la cruz esvástica se ubicaron en el gran escenario. Detrás, en letras góticas, colgaba una bandera con la leyenda ‘Heil Fuhrer’ y otra, con el famoso eslogan hitleriano: ‘Un pueblo, una nación, un conductor’. En ambos extremos del escenario flameaban la bandera argentina y la alemana, que llevaba en el centro una gran cruz esvástica. -Heil Hitler!- bramaba la multitud, mientras el estadio terminaba de llenarse”, escribieron Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en su libro Luna Park: El estadio del pueblo, el ring del poder.
Todas las pasiones populares se unieron y se enfrentaron en el Luna Park. El 22 de enero de 1944, Juan Domingo Perón y Eva Duarte se conocieron allí. Fue un festival por los damnificados del terremoto de San Juan.
Momentos increíbles
Apenas una década después de que en la Argentina llegaran las primeras heladeras a los hogares, en el Luna Park se instaló por primera vez la gran pista de hielo para el espectáculo de Holiday On Ice (muchos años después reemplazado por Disney On Ice). Era 1949 y el Luna podía sorprender de todas las maneras posibles. Así como el patinaje sobre hielo se convirtió en un clásico del Estadio de Corrientes y Bouchard, las destrezas del básquet también resultaron la atracción de muchas temporadas. Es espectáculo de exhibición fue fundado en los Estados Unidos, en 1926. Para la década del cincuenta visitaba cada año Buenos Aires y tenía en el Luna su sede fija.
Harlem Globe Trotters en el Luna Park, 1959.Los Harlem Globe Trotters se presentan en el Luna Park, 1959. Documento Fílmico. Tambor 880.C35.1.A.
Publicada por Archivo General de la Nación Argentina en Jueves, 7 de junio de 2018
“Rompan todo”
Lo que se conoce como Adiós Sui Generis no fue un recital sino la publicación de un álbum que testimonió los dos conciertos que el dúo que integraban Charly García y Nito Mestre dieron a modo de despedida de su exitoso proyecto musical. Fueron dos funciones el mismo día (5 de septiembre de 1975) y seguramente por su carga emotiva, son considerados entre los conciertos más importantes de la historia del rock argentino. Y muy convocantes. Los protocolos actuales no permitirían ese tipo de hacinamiento de público que en aquellos años podía estar permitido. Se calcularon unas 14.000 personas en la primera función y 11.000 en la segunda.
Tres años antes hubo otro espectáculo musical que quedó grabado en la historiografía del rock argentino y en el anecdotario del Luna Park. El 20 de octubre de aquel año se produjeron grandes disturbios durante la actuación de Billy Bond y La Pesada del Rock. Durante una entrevista con Claudio Kleiman, el protagonista de aquella noche recordó: “Empieza el concierto y había 4.000 o 5.000 tipos que habían comprado la popular, pero las butacas de adelante estaban vacías porque los pibes del rock no tenían plata. Estábamos tocando y digo ´los que están ahí no ven, acérquense´. Cuando digo eso alguien se sube a una valla y de repente aparece, como por arte de magia, la policía de choque, con cascos, escudos y bastones. Estaba todo preparado por Lectoure. Entraron con todo, a los palazos, la gente saltando, y yo viendo todo eso traté de parar; ´cuidado que la violencia trae a la violencia´, las palabras de Perón, medio advirtiéndole a la policía y a todo el mundo, que eso no le convenía a nadie. Pero el asunto se va de las manos y los pibes invaden. Estaba con el micrófono y vienen directamente a mí dos policías y un oficial, me arrancan del escenario y me llevan para la puerta. En ese momento es que se da el “rompan todo”, o yo grito rompan todo o no sé bien lo que pasó, no recuerdo exactamente. Me llevan en cana y los chicos, obviamente, rompieron todo. Lo más impresionante era el ruido que hacían las sillas de madera al romperse. Miles de tipos rompiendo todo lo que tenían a mano. Y la policía se tuvo que batir en retirada”.
Casi 52 años pasaron de aquella descontrolada noche. Pero el Luna sigue allí, declarado Monumento histórico y a la espera de comenzar una nueva etapa. En su cartelera solo hay dos espectáculos hasta fin de año. Esto se debe a que entró en licitación para una gran remodelación que lo pondrá en competencia con otros “arenas” nacidos en este siglo. Seguramente 2025 traerá novedades para el Palacio de los deportes, que se convirtió con el paso de los años, en una de las mecas sudamericanas de los espectáculos artísticos.
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