Del gran misterio del rock argentino al libro de las revelaciones, más de 850 páginas atestiguan en primera persona todo lo que el mundo ricotero siempre quiso saber sobre el Indio Solari pero invariablemente y, hasta ahora, fue contado por otras voces. Durante cuatro años, el escritor y periodista Marcelo Figueras trabajó en las memorias del cantante. El formato de la conversación como método de intercambio funciona y convierte al libro en algo más que una biografía autorizada, es una novela testimonial de ágil lectura que excede al mundo del rock y, en cierto modo, humaniza al mito y orbita en la complejidad de Citizen Solari. Recuerdos que mienten un poco -frase robada a "Perdiendo el tiempo", tema incluido en Lobo Suelto – Cordero Atado-, guarda semejanzas con El Cine según Hitchcock, obra clave para entender el genio detrás de Psicosis y Vértigo desde la óptica fascinada de Francois Truffaut. De no existir tal complicidad hubiese sido imposible elaborar un relato confesional del líder de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota. Quizá los rastros de una infancia feliz pero con reservas y los años rebeldes ofrezcan algo de luz a cuestiones que Solari no solía exponer en sus entrevistas. Las temporadas lisérgicas, el paso fugaz por la militancia política y la enorme nube negra de la dictadura tienen un lugar relevante en la primera parte del libro. Obviamente, la historia no contada de los inicios de Los Redondos y su evolución al boom masivo es clave, pero el minucioso recorrido -tema por tema- por el catálogo ricotero es el gran regalo que ofrece el Indio a los fanáticos. Por otro lado, suman atención los amores de Solari y los días finales de Los Redondos: el cantante amplía detalles y explora todas las hipótesis del conflicto que provocaron la separación. Fotos y dibujos inéditos, y hasta la letra de un tema dedicado a su madre ("Una canción para mí Cecilia") completan una panorámica que atrapa y olvida por un buen rato todo las tentaciones digitales. "A esta altura, calculo que ya he hecho méritos para quedar en el póster. Pero, por supuesto, cuando no están tratando de tapar todo lo incómodo que he sido", dice Carlos Solari en una parte del libro y establece las reglas del juego de las confesiones.
Un accidente casi le cuesta la vida
En la puerta de la casa familiar -ubicada en 41 entre 7 y 8 de la ciudad de La Plata-, un juego infantil y la imprudencia de un taxista conjugaron una escena que casi termina en tragedia para el niño Carlos Solari. "Estábamos jugando a las escondidas. Contaba un amiguito y yo me mandé a la calle, para esconderme en la vereda de enfrente. Justo pasaba en contramano un taxi, con las luces apagadas. Y me tiró de cabeza, me di la marota contra el cordón. Debe ser por eso que quedé así... El taxi me produjo una fractura expuesta de tibia y peroné. Me operaron dos veces, una para ponerme un tornillo de platino y otra para sacármelo. Decían que había que sacarlo porque, como estaba en edad de crecimiento, el tornillo se podía soltar y desplazarse solo por el cuerpo. De haber llegado al cerebro, me habría venido bien. Así que estuve fané un tiempo. Ahí empecé a leer y a dibujar".
Nunca terminó el colegio secundario
El historia escolar de Carlos Solari registra una expulsión del Colegio Industrial Albert Thomas que derivó en que la etapa final de su formación secundaria fuera en el Normal 3 de La Plata, pero a poco de cerrar el ciclo lectivo una reacción intempestiva lo alejará para siempre de los claustros universitarios. "Me falta matemáticas. Empecé a hacer el curso de ingreso a Bellas Artes. Pero me mandé una cagada y me rajaron. Hubo una profesora que no me dejó ir al baño. Y yo, que me estaba meando en serio, me puse a hacerlo ahí. De puro encabronado, porque podría haberme ido igual sin permiso, subí un par de escalones en la grada y empecé a mear contra una tabla. Rodaba para abajo como una cascada, el meo. Y bueh... Sí era insufrible".
Recuerdos de la muerte
La participación política de Solari se limita a su paso por las filas del espacio Silo -antecedente de lo que luego se conocería como el Partido Humanista- militancia que incluye algunas acciones directas como el robo de un mimeógrafo para imprimir volantes, pero el compromiso empezó a menguar cuando empezó a crecer la escalada represiva en la ciudad de La Plata durante los años previos al golpe militar y más intensamente a partir del 24 de marzo de 1976. "Nuestra cultura era más artística que política. Pero también hubo artistas a los que secuestraron y se cargaron. Y no por política partidaria, sino por no pensar en la misma dirección. Esto lo sé con total certeza: conocí tantos chicos heroicos, ilustrados, en La Plata... Nosotros renegábamos de toda la estructura académica, de la formación de los profesionales. Pero de cualquier manera teníamos diálogos con la gente del otro palo. Una tarde mi amigo Alejo y yo nos la pasamos conversando con tres de ellos, comiendo bizcochitos. A los pocos días los mataron a todos. Si hubiésemos tenido la mala suerte de estar ahí en ese momento, también nos hubiesen matado, por mucho que estuviésemos en otro viaje. Pensar que todos teníamos y leíamos casi los mismos libros, que terminamos escondiendo..."
Sentido y vibración de "Todo Un Palo"
Solari reconoce que "Todo un palo" tiene uno de los mejores solos de Skay -"es verdaderamente maravilloso"-. La canción que cierra de Un baión para el ojo idiota es "una suerte de llamado de alerta. Estábamos llamando a un gato con silbidos, boludeando, en cualquiera. Veníamos esquivándole al futuro desde hacía mucho y eso no podía sino resultar muy costoso", dice el cantante. Y respecto a la controversia que generó la letra con el tiro por elevación a Charly García, El Indio sostiene que se trata de dos discursos muy diferentes: "Uno provenía de un artista que vivía como parte de una elite –yo no tenía entonces el dinero que tengo ahora, ni era Charly García-, era su forma de decir que todos los demás le chupaban un huevo. Pero yo sentía que había que tomar partido por los que no tenían nada, ni siquiera dirección". Finalmente la expresión que revela el título de uno de los himnos sagrados funciona bajo "el sentido de pegarse un palo y finalmente darse cuenta".
Artistas y obras que transformaron al Indio
Son conocidos algunas influencias que Carlos Solari ha mencionado a lo largo de incontables entrevistas, pero nunca había revelado su altar secreto en materia de artistas favoritos y obras claves: "En primera instancia, Los Beatles. Fueron el número pop esencial. Que se fue transmutando en otras cosas, en todas las cosas. Después me conmovieron Hendrix y Tom Verlaine. Tambièn Tom Petty y John Mellencamp, ese rock americano. Mi vida es una banda sonora abismal, va de la tarantela a la música japonesa para niños. Me gusta el tango instrumental: Piazzolla y Rovira. ‘Ladrillo’ es una obra genial... En el cine la obra de Andréi Tarkovski. Ingmar Bergman, importante desde que vi una teta en el cine por vez primera. ‘Fanny y Alexander’ es una cosa maravillosa: ¡probablemente esos pueblos que retratataban sigan estando igual! Las primeras películas de Werner Herzog, el último de los grandes románticos alemanes. Cosas como ‘Señales de vida’: esos soldados alemanes, cuidando la nada… En materia artes visuales, Klimt: esas mujeres, esas texturas doradas. Y nunca ese cocoliche, siempre conserva una gran elegancia. Salvador Dalí, que no es muy bien considerado –mucha gente sigue llamándolo por su anagrama, ‘ávida dollars’- pero a quien de todos modos aprecio. Pollock me interesa pero no me mata. Con Van Gogh no ligo: esas flores de una carnosidad trífida… De Picasso me gustan algunas cosas. Las caras femeninas post arte africano. Brueghel, esos trípticos. La luz de Rembrandt. El conceptual Duchamp, esa idea de que el objeto que el artista señala ya es arte. El trazo irreductible de los japoneses… Un libro como "La rama dorada te abre patterns respecto de la forma que los humanos canalizamos la experiencia a través de la mitología: el rey que manda a descuartizar a su hijo en cuatro porque lo había visto comer... ‘El trabajo’, que es un libro que reúne entrevistas a William Burroughs. Los Libros sufíes".
La idea del retiro antes del último show
Antes de llegar a Olavarría, el Indio ya consideraba la posibilidad de que fuese su último show. "Me sentía muy viejo. Primero pensé que era hora de retirarme por necesidad mía: no tengo más ganas de cinchar con todo lo extra, prefiero concentrarme en seguir componiendo y grabando… Ya tenía claro que ser el Indio Solari me estaba costando cada vez más. Me veo en los videos y ya no me gusto. La gente dice que no importa que cante parado, pero a mí me importa... Porque además tengo una enfermedad invalidante para un tipo que no hace boleros ni tangos. Me pego baldazos de dopamina en el cerebro para funcionar, eso es lo que hace que esté medio rígido. Lo cual conspira para que no me suba al escenario. Si la medicina lograse una meseta, cierta estabilidad, el resto de mi físico acompañaría, porque en términos generales está bien. No padezco ninguna de las nanas propias de mi edad, salvo la más jodida: el cerebro está carente de nafta y no hay una medicina que me mantenga bien... Por eso quería hacer otro pronto, a fines de 2017, porque mi kinesiólogo me había garantizado que hasta ahí podía tirar pero al año siguiente ya no".
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