LA NACION conversó con algunos de los integrantes de esta mítica formación de percusión, que hizo de la improvisación y las partituras de señas un lenguaje propio; el psicólogo que los ayudó a convivir y la organización horizontal y democrática para tomar decisiones
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Cuando en 2006 Santiago Vázquez creó una banda donde pondría en praxis su particular lenguaje de dirección, cuyo arte consecuente denominó “Ritmo con señas”, sabía que algo nuevo estaba naciendo, pero seguramente no podría dimensionar el fenómeno en el que se convertiría ese grupo iniciáticamente bautizado como La Bomba de Tiempo.
Hoy Vázquez ya no forma parte del proyecto, pero la organización musical y performática sigue gozando de muy buena salud. Pasaron 17 años y los 14 músicos que conforman La Bomba, como sus fanáticos la denominan, transitan un presente celebratorio. No es para menos. Este sábado 13 de mayo, una gran fiesta aniversario ocupará el escenario de la Ciudad Cultural Konex, la casa que alberga al grupo desde hace casi dos décadas, donde las presentaciones de los días lunes se convirtieron en un ritual ineludible para los seguidores y para cientos de turistas que llegan de todo el país y el exterior para vivenciar la experiencia. Los “Lunes Bomba” son un clásico de la agenda cultural de la ciudad de Buenos Aires.
Esas famosas presentaciones de los lunes en el Konex, que se suceden desde hace 17 años, nacieron, como suele suceder con las grandes cosas, por casualidad: “Eran ensayos abiertos porque era el único momento en el que nos podíamos reunir todos, era el día muerto de un músico típico”, explica Luciano Larroca (güira y djembé). “Ensayamos tres o cuatro veces sin gente y luego ya se sumó el público”, recuerda María Bergamaschi (tumbadora y chekeré). Los “Lunes Bomba” son una especie de compromiso místico entre los artistas sagrados y sus fieles devotos.
Marca en el orillo
Con La Bomba de Tiempo se fusiona talento, creatividad y fuerza interpretativa. Acaso para quienes no forman parte del ritual, resulte extraño y casi imposible de entender el modo de hacer del grupo. Ver para creer, estar para sentir.
Se trata de un conjunto de percusión. Hasta ahí vamos bien. Pero el neófito debe saber qué sonidos, poética y estética se sostienen en un mecanismo interpretativo de los más singular: el sello de La Bomba. Las presentaciones se apoyan en la improvisación a partir de un sistema de más de 70 señas con las que el director conduce a los músicos en escena, nada menos, de composición grupal en tiempo real.
El trabajo de los cuerpos de los intérpretes acompaña la energía musical y se irradia en esa platea sin sillas, protagonista de cada fecha. La energía del público, siempre fervoroso, redondea un concepto musical por demás creativo. Los actuales integrantes del grupo están desde la fundación del mismo, salvo algunas pocas bajas, y se cuenta con algunos reemplazos ocasionales.
Desde ya, La Bomba de Tiempo se fue sofisticando. Si bien las particularidades siguen intactas, sin que se traicione una identidad, lo cierto es que la puesta en escena ha evolucionado desde un sonido potenciado y una puesta de luces que hace que estéticamente la escena se vea tan poderosa como la música que se toca. Lo mismo sucede con el cuidado vestuario de diseño. “La esencia es la misma y eso es lo que atrapa a la gente. Lo que produce La Bomba de Tiempo en vivo no cambia”, argumenta María Bergamaschi.
Los shows exceden la categoría de concierto para convertirse en una experiencia de convivencia donde el público termina de redondear lo conceptual de la propuesta. “No lo podés ver desde el teléfono, tenés que estar ahí para ver qué te pasa”, afirma Gabriel Spiller (campanas, tronco). Spiller es uno de los músicos que también cumple el rol de director, función que alterna con otros integrantes, otra de las particularidades de la banda.
Además de Larocca, Bergamaschi y Spiller, La Bomba de Tiempo está conformada por Nacho Álvarez (tambor repique y tumbadora), Mariano Tiki Cantero (tambor chico), Lucas Helguero (quinto, accesorios y dirección), Juampi Francisconi (tambor piano, chekeré, dum dum y dirección), Mario Gusso (conga y campana), Andy Inchausti (surdo, djembé y dirección), Alejandro Oliva (surdo, conga y dirección), Richard Nant (surdo, trompeta y dirección), Pablo Palleiro (tumbadora y tambor repique), Diego Sánchez (djembé, quinto y dirección) y Carto Brandán (semillas y surdo). Marina Belinco es la responsable de la comunicación y, dada su histórica permanencia junto a los músicos, ya es una “Bomba” más.
Así como entre varios se reparten la responsabilidad de la dirección, la organización es horizontal. Los verticalismos no cuentan y cada una de las decisiones se debaten. “Realizamos asambleas y se vota democráticamente. Conversamos mucho, nos ponemos en debate y planteamos nuestras cuestiones: Hasta que no hay consenso no se toma una decisión, nos tomamos el tiempo para eso, esto es algo que valoro mucho, ya que es lo que mantiene la salud del grupo. Esto hace que nos podamos llevar bien, que podamos genera música nueva”, reconoce Bergamaschi.
La sana convivencia es una de las claves para transitar un camino ya longevo y poder pensar en el futuro. Luciano Larroca recuerda: “Hubo un momento en el que estábamos medio trabados y consultamos a un psicólogo, me acuerdo que nos dijo que en las organizaciones horizontales se avanza cuando todos están de acuerdo y no cuando la mayoría logra coincidir, algo que es muy difícil. Por eso, como charlamos tanto cada tema que planteamos, terminamos por coincidir unánimemente, sacando cada uno sus cositas y poniéndose al servicio del grupo”. Sacarse las “cositas” implica un acto de entrega y generosidad, con vistas a un bien común.
“A nivel operativo, cuando hay que resolver en el día a día, nos organizamos en subgrupos que se encargan de distintas cosas”, explica Spiller. “Aprendimos a confiar en el otro”, afirma la única mujer de la banda y todos comparten esa opinión. En ese reparto de tareas, María Bergamaschi, por ejemplo, es quien se aboca a convocar a los músicos invitados que se suben al escenario del Konex cada lunes. Otros, en cambio, se encargan del diseño del cuidado y colorido vestuario, hoy en plan de renovación. Para María Bergamaschi, “se trata de tolerancia, escucha y correr el ego”.
Se sonríen cuando se les plantea que Les Luthiers también apeló a un psicólogo para poder aceitar algunos aspectos de la convivencia. Los Bomba, ya especialistas en esta cuestión, dan charlas motivacionales en diversas compañías. “Les contamos cómo nos organizamos musicalmente arriba del escenario y ese es un sistema que les permite reflexionar sobre la propia organización de la empresa”, dice Luciano Larocca.
Hace pocos días, recrearon esa experiencia ante cuatrocientas personas. “Los hacemos tocar para que vean qué es lo que pasa”, explica Spiller y agrega: “A veces necesitan entender cómo se trabaja en subgrupos”. En otros casos, se ejercita la fusión o intercambio de los empleados de distintas áreas para potenciar la comunicación, algo que fue muy necesario luego de la pandemia y la explosión del home office. Sobre esto, también hablan los integrantes de La Bomba.
Está claro que lo vincular es clave para la producción musical. “Sin la conexión de mirar al otro y al director, y sin escucharnos, no podemos tocar ni producir en el público lo que queremos”, afirma Larocca. “Hay mucha gente que trabaja en oficinas cuyo deseo fue hacer música, así que aprovechan ese espacio para liberar esa situación”, sostiene la dama del grupo.
Está claro que cuando visitan una empresa, lo hacen munidos de los tambores para que allí también se produzca el acontecimiento. Acto creativo, soltar lo lúdico y mostrarse libremente, de eso se trata. Para María Bergamaschi: “La Bomba es un juego, porque la improvisación lo es en sí misma, sólo que la coordinamos con un sistema de señas”.
La Bomba de Tiempo maneja un código muy propio donde la improvisación es un engranaje que se conjuga con un entendimiento de esa convención de señas. “El sistema tiene señas más abiertas y otras más específicas. Algunas señas son completamente libres, es un ´vení y hacé lo que quieras´, y otras tienen que ver con lo que escribo con los dedos, a modos de partitura, en ese caso es ´tocá esto´”, explica el director Spiller.
A diferencia de un concierto tradicional, acá el repertorio se conjuga diferente, pero el director a cargo de cada presentación es el que, en cierta forma, impone un estilo, una forma de hacer. Parece complejo, lo es pera el neófito, pero se desarrolla desde una potente naturalización del sistema. Coherentes, también el rol de director se decide por votación. En las presentaciones de los lunes en el Konex, cada día cuatro músicos alternan ese lugar.
Devotos incondicionales
“Cuando comenzamos con las primeras fechas íbamos probando qué sucedía. Cuando vimos que el lenguaje funcionaba, invitábamos a esas cien personas que se paraban para probar qué sucedía con lo que hacíamos. Enseguida, esa gente empezó a bailotear. Siempre tocábamos en la escalera naranja del Konex y el día que invitamos al Chango Spasiuk se llenó a tope por primera vez. Ahí nos comenzamos a dar cuenta del fenómeno”, rememora Luciano Larocca.
Diecisiete años después, hay seguidores que llegan al Konex cada lunes con rigurosa regularidad. “Bailan en el mismo lugar y se ganaron hasta un pase, por mérito propio”, reconoce Spiller. La gente es protagonista de mil y una anécdotas. Bergamaschi recuerda: “En un evento privado en una cancha de golf, nadie bailaba. No entendíamos qué pasaba, pero estaban muy acartonados, hasta que dos nenitas que estaban delante de todo comenzaron a moverse medio sacadas y todo el mundo las imitó. Desde la infancia se contagió la energía y desempaquetó a un público muy formal”.
Si de niños se trata, el grupo ya estrenó Ritmo, dirigido por Malena Solda, pareja de uno de los integrantes, y Dale ritmo, dos espectáculos dirigidos a los chicos. La segunda propuesta regresará al Konex durante las próximas vacaciones de invierno, buscando que los espectadores pequeños puedan explorar el ritmo desde el cuerpo, la voz y la percusión. “A una de las funciones vino un chico con algún tipo de trastorno de adaptación en la escuela y, luego de la presentación, el padre se acercó y nos dijo: ´hoy mi hijo fue uno más´”, se emociona Larocca al recordar aquel momento que demuestra la dimensión que puede cobrar la música.
“Hacemos mucha tarea educativa, organizamos talleres para los niños”, dice la percusionista, quien también es docente de música en colegios, quien coincide con sus compañeros en lo inclusivo y unificador de la propuesta.
Entrenamiento
Cada lunes, el backstage de la función es una verdadera fiesta, emulando lo que sucederá luego, sobre el escenario y ante varios centenares de personas. La performance será intensa y requiere de un buen calentamiento previo.
Subiendo la icónica escalera naranja del Konex, detrás de la sala teatral del primer piso, la banda se prepara para jugar con el público. Algunos calientan motores tocando algún tambor, otros jugando al ping-pong. Un catering bien servido les permite ir acumulando calorías para el desgaste físico que sucederá en las dos horas siguientes.
Reina el buen humor. Todos están distendidos, a la espera que comience aquello que los une desde hace casi dos décadas. No son demasiadas las experiencias en el mundo donde un mismo colectivo artístico se mantenga tanto tiempo con sus mismos integrantes.
De lujo
Uno de los hitos de La Bomba de Tiempo fue la presentación que realizaron en River Plate tocando tres temas en la última función que Coldplay realizó en nuestro país. Fue una idea de Chris Martin que asombró a los Bomba: “Al principio pensamos que seríamos teloneros y que tocaríamos a las seis de la tarde para poca gente”, recuerda Larocca, aún asombrado por la invitación. “Para situaciones extremas como esa, todos nos alineamos rápidamente, no hay mucho tiempo para debatir, todo va muy ordenadito”, se ríe María Bergamaschi.
Si bien el grupo sustenta su arte en la improvisación en tiempo real, grabaron un primer disco de estudio, Revolución Beat, dado a conocer a finales de 2019. Incluye nueve canciones de autoría propia. Participan además invitados especiales como Julieta Venegas, Wos, Paulinho Moska, Adriana Varela, Baltasar Comotto, Joe Vasconcelos y Francisco el hombre, entre otros artistas.
Con “Near The Drums”, single de la banda interpretado por Kevin Johansen, comenzaron a trabajar en el formato canción. Artistas disímiles como Wos o Los Auténticos Decadentes han colaborado con el grupo en diversos temas. Este año, lanzaron “Barravento Sur”, junto al destacado prócer uruguayo Hugo Fattoruso.
En estos momentos, La Bomba está abocada a la exploración de la percusión en nexo con los sonidos electrónicos. “Se trata de música para bailar”, dice Larroca y Bergamaschi reconoce: “se trata del trance que ambos provocan”.
La gran fiesta
La cita especial de este sábado en la Ciudad Cultural Konex está pautada para las 23.59 y se extenderá hasta las 5.30 de la madrugada del domingo. El mismo evento celebratorio se repetirá los sábados siguientes en el Auditorio Oeste de Haedo y en el Teatro Opera de La Plata.
Durante los meses de junio y julio, La Bomba de Tiempo irá nuevamente en busca de sus seguidores del exterior. Esta nueva gira internacional tocará Madrid, Barcelona, Berlín, Londres, Dublín y Mallorca. “La percusión y el ritmo es algo muy tribal, al igual que la danza, por eso nuestro trabajo rápidamente genera la empatía de la gente, más allá del lugar donde nos presentemos”, reconoce Larocca y, en igual sintonía, María Bergamaschi dice que “es algo ancestral”. La Bomba de Tiempo recupera aquellas ritualidades y evoluciona aquello que formó parte de lo tribal y universal. La voz también forma parte de cada presentación y es el público quien, en muchos casos, acompaña con sus gargantas.
Al regreso, no sólo retomarán la sagrada rutina de los “Lunes Bomba”, sino que también comenzarán un proceso asambleario donde decidirán los pasos a seguir durante el siguiente año y medio. Estas nuevas charlas internas están agendadas desde diciembre del año pasado. A organización, no les gana nadie. “Podemos terminar en noviembre de decidir, hablamos tranquilos”, explica Larocca; Bergamaschi y Spiller estallan en una risa poderosa, sabiendo que el proceso de charlas es intenso, extenso, una usina que sólo ellos conocen. Lo que pasa en La Bomba, queda en La Bomba. No lo dijeron, pero bien cabe el dicho.
Aquella idea primigenia del fundador Santiago Vázquez de producir música potente y bailable, explorando al máximo el recurso del ritmo, y explorar y mostrar las influencias de todos los integrantes del grupo y la cultura multifacética de los habitantes de Buenos Aires, se cumplió con creces.
Hoy, La Bomba de Tiempo es una banda de renombre internacional. Una suerte de multitasking de la percusión, que no cuenta con seguidores, sino con devotos incondicionales. La ritualidad se reproduce en cada presentación. Se trata de la divinidad de la música y de sus sonidos sagrados. La percusión como religión y la festividad como fe.
Números
Presentaciones: 1.000 funciones
Espectadores: 6 millones de asistentes durante 17 años
Ciudades en las que se presentó la banda: 70
Artistas invitados a los shows: 750
El grupo fue declarado de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
Data.
“Lunes Bomba”.
Lunes a las 20, en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, Abasto, CABA)
(Para el evento del sábado 13 de mayo las localidades se encuentran agotadas)
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