El eximio pianista András Schiff vuelve al Colón: “Todo lo que sabía Beethoven lo aprendió de Bach”
Tocará Bach, Haydn, Mozart y Beethoven; en un diálogo con LA NACION analiza su visión de la música y explica por qué “estamos viviendo en una época penosa”
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Si uno se distrae y se olvida por un segundo de que es uno de los pianistas más grandes que hayamos escuchado, András Schiff podría confundirse con alguien escapado del imperio austrohúngaro, o por lo menos de alguna representación novelesca del imperio. Están en él los atributos de ese milagro de la cultura europea: la serenidad un poco de provincias, el aristocratismo alérgico a toda vulgarización mercantil, la certidumbre de que lo mejor ya pasó, aún cuando esté pasando ahora, y que el coleccionismo -angustiosa conservación del pasado- merece ser elevado de capricho a misión ética. Esto explica también la inclinación de Schiff por el escritor Stefan Zweig, por su vida y por su obra. “Es un escritor maravilloso con un estilo y un lenguaje hermosos; un hombre de una profunda cultura. Su libro El mundo de ayer nos habla de un mundo perdido, colmado de alegría, de tristeza y de nostalgia. Aunque de otra manera, también nosotros estamos viviendo ahora en una época igualmente penosa.”
Schiff dice lo anterior pocos días antes de volver a tocar, el lunes, en el Teatro Colón. Su última visita había sido en 2017, cuando tocó el primer libro de El clave bien temperado, de Bach. La cosa es ahora diferente, porque Schiff decidió no anunciar el repertorio; únicamente se conocen los compositores: Bach de nuevo, Haydn, Mozart y Beethoven.
En su libro Musik kommt aus Stille (La música nace del silencio) (2020), Schiff comparaba la confección de un programa de concierto con el arte de la cocina. Según esos términos de comparación puestos por él mismo, su programa será algo así como un menú a ciegas. “Sigamos hablando de gastronomía -dice Schiff-. Cuando vamos a un restaurante que tiene un chef que conocemos y que nos gusta, confiamos en él. Dejamos que arme el menú como él le parezca mejor. El chef sabe mejor que nadie lo que hay en la cocina y lo que es más fresco, la pesca del día. No soy un principiante y el público me conoce. Podrán discutirse las interpretaciones, pero no la calidad de la música. Siempre va a haber Bach, Bach puro, nunca transcripciones. Y Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn y Brahms. A veces Janaček y Bartók. Liszt o Rachmaninov: nunca. Tampoco Stockhausen. Para eso, hay que ir a otro restaurant’.”
-Si bien los nombres sugieren una continuidad, un arco estilístico (de Bach a Beethoven), es cierto también que las diferencias son grandes. Por ejemplo, cada sonata de Beethoven tiene su propio carácter, su propia legalidad formal. Haydn, por su parte, parece en cambio tener menos facetas. Y todo esto para no hablar del uso del pedal. ¿Cómo se las ingenia para resolver estas diferencias en un mismo concierto y, para colmo, en un mismo piano?
-Haydn es un caso aparte. A lo largo de su larguísima vida, llegó a escribir 62 sonatas. Las primeras son divertimenti para clavicembalo; la Sonata en do menor Hob. 20 está destinada ya al fortepiano vienés, con dinámicas muy detalladas, y las últimas sonatas fueron escritas en Londres, donde se había inventado un nuevo tipo de fortepiano, con mayor volumen y un teclado más grande. Es esencial estar familiarizado con el sonido y el mecanismo de estos diversos instrumentos, y cuando toco esta música en un piano moderno tengo siempre en mente cómo era en su origen. Hay mucho de imaginación en esto.
-Me permito hacerle aquí una pregunta que viene de una duda personal sobre su lectura de Beethoven. En su grabación para el sello ECM de la Sonata en mi bemol mayor opus 81a, en los compases 32 y 33, usted simplifica o aligera los acordes, como si se escucharan con menos notas. El efecto es excepcional, transparente, con una línea melódica muy nítida. ¿Era eso lo que buscaba?
-No era mi intención simplificar. Ese pasaje, al igual que el paralelo en la reprise, es notablemente difícil. En la música no existe la democracia; algunas notas son más importantes que otras. Hace falta que en los acordes haya una distinción de voces; en este caso, la soprano es la voz principal, el bajo la secundaria y las partes internas acompañan o rellenan. De modo que estas partes interiores deben tocarse menos fuertemente. Así es como hay que hacerlo. Pero puede ser que me haya equivocado.
-En las piezas tardías de Beethoven, el contrapunto es cada vez más frecuente, y a veces también extravagante. ¿Es útil conocer la polifonía de Bach para resolver la polifonía de Beethoven?
-Sí, absolutamente. Porque además eso es exactamente lo que Beethoven quiere. Todo lo que sabía lo aprendió de Bach. La fuga de la sonata Hammerklavier es “con alcune licenze”, con ciertas libertades, es decir, no una fuga estricta. En el famoso pasaje entre el Adagio y la fuga, Beethoven parece estar improvisando y cita varias partes de El clave bien temperado, de Bach.
-Este año salió el disco suyo Clavichord, con piezas de Bach en clavicordio. ¿Por qué tendríamos que preferir este registro a las anteriores que usted hizo en piano, o también al revés?
-No hace falta que usted prefiera uno u otro, pero es un hecho que el clavicordio era el instrumento favorito de Bach, el que tocaba en la intimidad de su casa. Bach no conocía el piano moderno, y no dejo de preguntarme si le hubiera gustado. Como sea, la música de Bach es tan grande que suena bien en cualquier instrumento, siempre y cuando se la toque como se debe.
-Cuando hablamos en su visita anterior a Buenos Aires, usted decía que en el arte de Bach los elementos sagrados y los seculares aparecen representados simultáneamente. ¿Pasa lo mismo en el arte de Beethoven?
-No exactamente ni tampoco siempre. Pero en las tres últimas sonatas, que fueron escritas al mismo tiempo que la Missa Solemnis, es obvio que sí. En la Sonata opus 109, la quinta variación del último movimiento es semejante al “Credo in unum Deum”. Y el “Arioso dolente” de la opus 110 cita la Pasión según San Juan, de Bach. En el scherzo de esa misma sonata, Beethoven cita dos canciones folklóricas con textos sumamente profanos. Entonces aquí tiene: los sacro y lo secular van de la mano.
-Más de una vez repitió usted que “los buenos músicos son como los buenos vinos: mejoran con el tiempo”. Si esto fuera cierto, ¿en qué mejoró su manera de hacer música en todos estos años?
-He vivido casi toda mi vida con estos grandes compositores y con su obra, y ahora los entiendo mejor que hace treinta, cuarenta o cincuenta años. Somos viejos amigos. Veo las conexiones y el diseño general de la estructura. Me tomo el tiempo con mayor tranquilidad; no es necesario apresurar o precipitar los tempi. Y hay también una dimensión que se ha añadido al sonido: es más profundo, llega más al fondo. O por lo menos tengo la esperanza de que sea así.
Para agendar
András Schiff, piano. Obras de Bach, Haydn, Mozart y Beethoven. Este lunes, a las 20, en el Teatro Colón (Libertad 621).
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