El increíble hit que nació en el sótano de un músico, que no se cansó de enfrentar a la industria
Cuando “More Than a Feeling” apareció en 1976, se transformó muy pronto en un hit radial, pero Tom Scholz, el cerebro de Boston, tenía su propia modalidad de trabajo y siempre chocó con los tiempos de su discográfica
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Muchos de los grandes éxitos de la música popular tienen una historia curiosa y no del todo conocida. Es el caso de “More Than a Feeling”, un hit rotundo de los años 70 que aún hoy suena muy seguido aquí en la Argentina en Aspen, la FM favorita de los nostálgicos. La letra de la canción habla, justamente, de los viejos clásicos radiales, de la emoción y los estímulos para volar con la imaginación que producen. Y fue el mayor hit de la carrera de Boston, un proyecto musical con muchas peculiaridades.
Boston fue esencialmente el vehículo expresivo de un personaje especial, Tom Scholz. Nacido en Ohio, Scholz fue siempre una auténtica rara avis en la industria de la música y hoy, a los 75 años, vive retirado en su casa de... Boston, Massachusetts, y no tiene buenos recuerdos de su relación con las compañías discográficas: “El negocio de la música podría ser algo bueno, pero está dominado por drogadictos y estafadores”, dijo muy enojado alguna vez.
Gracias al éxito formidable de “More Than a Feeling” y la muy buena repercusión de “Long Time” y “Peace of Mind”, los otros dos singles del primer disco de Boston, aparecido en 1976 y titulado con el nombre de la banda, Scholz tiene hace años una situación económica muy relajada y se dedica ahora a la militancia ecológica. Aunque fue siempre un fanático del rock, su plan original era tomar otro rumbo. Y de hecho así fue durante años: después de graduarse en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts, trabajó un largo período como ingeniero para Polaroid, famosa compañía norteamericana dedicada a la fotografía, mientras despuntaba el vicio de la música con espíritu amateur en el sótano de su casa.
Fue un cazatalentos de Epic Records quien llamó la atención sobre los primeros demos que Scholz había grabado en su propio estudio con la colaboración del cantante y guitarrista Brad Delp, dueño de una extraordinaria técnica vocal y muy sensible al carácter tiránico de su socio. Pero el arreglo con el sello no fue fácil. Acostumbrado a trabajar en su casa y a tomar todas las decisiones en solitario, Scholz veía como un problema grabar en otro estudio y estaba especialmente inquieto con la exigencia de los directivos de Epic, que querían verlo en vivo al frente de una banda para comprobar si había chances reales de programar una gira luego de la edición del que sería su disco debut. Fue la compañía la que sugirió Boston como nombre para esa banda que se armó a los apurones y con Scholz empecinado en dedicarle un tiempo restringido, ya que se negaba a dejar su trabajo en Polaroid.
Quien resolvió el problema fue John Boylan, productor que había descubierto aquellas canciones inéditas de Scholz y confiaba ciegamente en ellas: llevó a toda la banda al estudio sugerido por Epic, pero dejó que Scholz siguiera trabajando en el pulido de los temas en su casa, como él pretendía. Años más tarde se sabría que, salvo las baterías, todo lo que sonaba en el primer disco de Boston había sido pergeñado en el sótano que era el inamovible centro de operaciones de Scholz. Y más: que hubo que alquilar un estudio móvil y llevarlo hasta la casa del cerebro de Boston para llevar sus grabaciones caseras al formato de veinticuatro pistas que era el estándar para la industria.
El resultado de aquel experimento -un disco mainstream grabado casi clandestinamente porque su principal gestor se negaba a ajustarse a los parámetros de la industria- fue sorprendente: el hard rock prolijo y expansivo de Boston capturó muy rápido el favor de las audiencias de las radios de todo los Estados Unidos. Empujado por el boom de “More Than a Feeling”, el disco se convirtió en el debut más exitoso de la historia de la música pop, una distinción que conservó hasta la aparición del primer álbum de Whitney Houston, en 1985.
Muy rápido, Boston había vendido cerca de veinte millones de copias de su primer álbum y sobre todo se había colado en el imaginario de muchísima gente en los Estados Unidos, entre ellos un pequeño Kurt Cobain, que tenía apenas 9 años cuando explotó “More Than a Feeling”, pero acusó el impacto del hit: el riff inicial de uno de los mayores clásicos de Nirvana, “Smells Like Teen Spirit”, está claramente inspirado en el del tema de Boston, como el propio Cobain dejó en evidencia más de una vez en vivo.
Con el paso de los años hubo más versiones del tema: ‘N Sync, Sleater-Kinney y hasta la banda sudafricana de heavy metal Agro la sumaron a su repertorio. Pero esa misma canción que hizo crecer la fama internacional de Boston y la cuenta bancaria de Scholz también le provocó un dolor de cabeza a su obstinado compositor. Dos años después del suceso del primer disco, Boston tenía que entrar a estudios para grabar otro. Epic determinó un plazo que Scholz consideró corto y empezaron los problemas. Todo el proceso fue un calvario porque Scholz, un perfeccionista patológico, tardaba mucho más de lo previsto por el sello en el acabado de cada canción. Obligado por contrato, tuvo que terminar el trabajo apurado, al menos para su criterio. Tanta obsesión por el detalle quedó traducida en la poca “productividad” de Boston: seis discos en casi cuarenta años de carrera, un rendimiento alejado de la media que propone la industria para una banda exitosa.
Con esa dificultad a cuestas, Don’t Look Back, el segundo disco de Boston, fue editado en 1978 y de todos modos anduvo muy bien. De hecho desplazó de la cima de los charts americanos a la banda sonora de Grease, taquillazo protagonizado por John Travolta después de la revolución producida por Fiebre de sábado por la noche. La fórmula era parecida a la del primer álbum: melodías pegajosas, una base de hard rock convencional y un sonido hi-fi, como era norma en el Adult Oriented Rock de la época. Pero rendía muy bien: Boston vendía tantos discos como otros pesos pesados de la industria (Pink Floyd, Led Zeppelin, Eagles, Aerosmith, Van Halen) sin necesidad de acumular tantos conciertos como esas bandas. Para Scholz, quien manejaba todos los hilos de Boston sin prestarle demasiada atención a nadie, cada show era un acontecimiento que había que preparar con mucho tiempo de anticipación, lo mismo que los discos. Muy pronto se enredó en un litigio con Epic, disconforme con ese comportamiento que consideraba una extravagancia y un perjuicio, según sus abogados, por las demoras entre álbum y álbum. En medio de esa disputa apareció Third Stage (1986), el tercer disco de Boston, ocho años después de su predecesor y con un sonido que era muy similar al de siempre, algo que irritó mucho más a la gente de Epic: ¿Para qué necesitaba Scholz tanto tiempo de producción si todos sus discos sonaban más o menos igual?
Cuando terminó el largo juicio con el sello (la justicia le dio la razón a Scholz), Boston editó a través de MCA su cuarto disco, Walk On (1994), que mantenía las coordenadas sonoras de siempre aunque solo quedaba un integrante de la formación original: Tom Scholz. Eran los años de auge de MTV, que ignoró completamente al disco, ajeno a la ola grunge dominante, a pesar del pequeño homenaje de Nirvana. Pero Walk On igual vendió bien. No tanto como los anteriores, pero lo suficiente como para que Scholz mantuviera el incentivo para seguir con Boston unos cuantos años más. Hubo otros dos discos -Corporate America (2002) y Life, Love & Hope (2013)- y ahora sí muchos conciertos en vivo -con varios cambios de formación- hasta 2017, siempre con “More Than a Feeling” como caballito de batalla, claro.
Se sabe que la virtud de un hit de su magnitud es llegar con la misma potencia a personas muy diferentes, en términos de edad, consumos culturales e incluso gustos musicales. Y en 2008 fue Mike Huckabee, quien había sido gobernador de Arkansas por el Partido Republicano, el que cayó bajo el embrujo de “More Than a Feeling” y decidió usarla para su campaña como candidato presidencial. Perturbado con la inesperada novedad, Scholz publicó varias cartas en distintos medios remarcando que “los republicanos son todo lo contrario a lo que representa Boston” (Scholz es progresista, ambientalista y vegetariano) y se encerró de nuevo en el sótano de su casa a trabajar en canciones que verían la luz, como ha sido norma en su caso, unos cuantos años más tarde. Hoy también es conocido en el mundo de la música por ser el inventor del Rockman, un amplificador para guitarra con cuatro efectos diferentes y entrada para auriculares que ha elogiado David Gilmour. Sus vecinos aseguran que el sótano de su casa sigue activo.
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