"En mis 40 años como productor, nunca vi nada como esto", dice Daniel Grinbank, responsable de las últimas visitas de los Rolling Stones, U2 y Depeche Mode, sobre el contexto de crisis actual y su impacto en la actividad de las principales productoras de shows del país. Luego de que el dólar superara la barrera de los 40 pesos a fines de agosto, los promotores no están pudiendo definir sus próximos movimientos, y ven cómo su margen de utilidad se reduce a causa de los nuevos costos de producción de una industria dolarizada y la caída del consumo. "Devaluación más recesión es un cóctel explosivo", dice Grinbank, que tiene a cargo las dos fechas de Roger Waters pautadas para noviembre. "Nosotros vendemos cultura después de que la gente se alimentó y pagó los servicios, salud y educación. Recién ahí se ve cuánta plata hay para salir."
La devaluación tuvo un impacto palpable en el resultado económico de los shows ya cerrados, como los de Shakira (que Fenix Entertainment Group pactó con el dólar a 18) o Waters (que salió a la venta con el dólar a 19). "En nuestro caso, negociamos recitales con el dólar a 20, y cobramos con el dólar a 40", dice José Lataliste, de la productora Indie Folks, a cargo de las últimas visitas de Animal Collective y Nothing But Thieves. "Si ganás, ganás la mitad; y si perdés, perdés el doble."
"La venta de entradas bajó 30% en 2018", dice Fernando Bolan, director de Ticketek, sobre los hábitos de consumo en plena recesión. "También vemos un cambio notorio sobre la toma de decisión en la compra de entradas: se produce, en caso de realizarse, mucho más cerca de la fecha del show." Ese comportamiento parece haberse acentuado a medida que los datos negativos de la economía se acumulaban: mientras los tickets para ver el debut solista en Argentina de Harry Styles en el DirecTV Arena en mayo se agotaron, la fecha en el mismo venue de Camila Cabello, otra artista pop con un fandom devoto, todavía tiene entradas disponibles; y la presentación de los Chainsmokers –7 de octubre en el Hipódromo de Palermo– llevaba vendidas menos del 20% de las entradas en las primeras semanas de este mes.
En épocas de ajuste, las marcas empiezan a revisar con cautela sus presupuestos para acciones de marketing y publicidad, reduciendo aún más los ingresos de las productoras por acuerdos de sponsoreo. Eso, sumado al aumento del precio en pesos de los cachets de los artistas y al incremento de los costos de producción (los equipos importados de sonido y luces se amortizan en dólares, motivo por el cual sube el precio del alquiler), hace que varios promotores estén pensando en postergar sus festivales... o directamente cancelarlos. Grinbank anunció que este año no habrá BUE, el festival franquicia de su productora que el año pasado trajo a Gorillaz por primera vez a Argentina. En septiembre, la rapera y cantante Azealia Banks anunció que se bajaba del Rock & Pop Festival de noviembre porque "por problemas de la moneda el productor no puede pagar por el show", y, horas después, volvió a confirmar su presencia. El Sónar –evento de electrónica de avanzada que volvió al país en 2015 y estaba anunciado para noviembre, con la presencia del productor francés Laurent Garnier– también está en duda: en las últimas semanas, la producción analizaba retrasarlo algunos meses (la nueva fecha tentativa sería marzo). "El costo de la artística aumentó un 40 por ciento", dice Martín Mercado, programador del Sónar. "Eso implica que deberíamos vender más entradas de las que pensábamos con este line-up." Desde Ticketek confirman la tendencia: "Varios clientes han postergado la salida a la venta de sus shows, y algunos decidieron darlos de baja hasta tener un panorama más claro".
La demora en la salida a la venta de varios eventos masivos ya anunciados obedece a la dificultad de establecer el precio de la entrada con anticipación. "En febrero, yo tengo que llevar 1.500 personas a trabajar a Santa María de Punilla para el Cosquín Rock", dice José Palazzo, fundador del festival cordobés y responsable de la logística de los últimos shows de Charly García. "Y no tengo ni idea de cuánto va a salir la nafta en ese momento." Por otro lado, el recurso de trasladar el aumento de los costos al precio de la entrada tiene un límite, y todos los productores consultados coinciden en que no queda demasiado margen para seguir aumentando. "No es el precio que quiero yo: es el precio que la gente puede pagar", dice Palazzo.
Si bien la realización del Cosquín Rock en febrero no corre riesgo, el festival volverá a tener un line-up completamente nacional, después de años de haber incorporado artistas internacionales. Para la edición 2019, Palazzo había hecho ofertas por ZZ Top, Travis y Papa Roach, pero tuvo que retirarlas ante la disparada del dólar. Sin embargo, la situación no lo desanima. "Esto ya lo viví. Nosotros hicimos el festival en 2001", dice. "Ahí hubo un renacimiento importante del rock argentino, en parte porque empezaron a venir menos artistas de afuera."
"La oferta de shows internacionales se había vuelto un poco exagerada", dice Federico Lauría, responsable de la inminente visita de J Balvin. Lauría también está a cargo de las giras de Duki y Paulo Londra, los dos nombres fuertes del trap argentino, por España y Latinoamérica, y apuesta al crecimiento de los artistas locales en este nuevo contexto. "De todos modos, no creo que las grandes bandas anglo dejen de venir", dice. "Argentina es referente. Va a depender un poco de si los artistas priorizan lo estrictamente económico o prefieren cuidar su mercado."
Entre los festivales, el que parece estar mejor preparado para hacerle frente al contexto actual es Lollapalooza, que tendrá su sexta edición local a fines de marzo. Este año, el festival se extendió de dos a tres días, y eso permitió que las ediciones de Chile y Argentina pudieran ocurrir en simultáneo el mismo fin de semana: un headliner que toca acá el viernes tiene tiempo de viajar durante el sábado y presentarse en Chile el domingo. De esta manera, las franquicias sudamericanas comparten y reducen costos de traslado y alojamiento, ya que no tienen que albergar a los artistas durante una semana como en años anteriores. (Los artistas, a la vez, no se ven obligados a bloquear una semana entera, por lo que son más flexibles a la hora de negociar.) Por otro lado, el gran triunfo del Lolla es haber construido una relación de confianza con su público que permite que buena parte de las entradas se vendan antes de la confirmación del line-up. En julio, el festival lanzó a la venta los primeros abonos (los llamados "Early Birds"), y vendió 120.000 tickets en dos horas. La cuarta preventa, a un valor de 5750 pesos más cargos de servicio, está a punto de agotarse, para dar paso a la instancia de precio final. Así, el Lolla queda prácticamente blindado ante turbulencias futuras, ya que puede negociar un line-up acorde a los ingresos ya percibidos.
Por fuera de los festivales, todavía hay algunos casos de éxito, como los de la chilena Mon Laferte (dos funciones en el Gran Rex el mes pasado) y los españoles de Ska-P (10.000 tickets vendidos en 48 horas para su show de febrero en La Plata). En ambos casos, se trata de bandas medianas con seguidores fieles. Por otro lado, tanto el hecho de que Laferte esté tratando de capitalizar en el país su participación en el MTV Unplugged de Los Auténticos Decadentes, como el perfil político de Ska-P, hacen que los artistas estén dispuestos a percibir un cachet acorde al precio de las entradas, que no supera los 1.000 pesos. En el ejercicio cada vez más complicado de ajustar las variables de un show internacional, esa combinación entre fidelidad del público y flexibilidad del artista será fundamental para asegurar que las negociaciones lleguen a buen puerto.
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