El día que a Jorge Drexler lo quebró la emoción: su especial show en Berlín
Durante una gira que está realizando por varios países de Europa, el músico uruguayo radicado en Madrid se reencontró con la historia de sus abuelos y de su padre, quien debió huir de Alemania a los 4 años
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En el video publicado en redes se puede ver una toma desde el fondo del escenario, con Jorge Drexler de espaldas, porque está parado frente al público. Toca “Me haces bien” con su guitarra y es ese público que, quizás por ser en buena parte latinoamericano o español, canta el estribillo. Al final se ve a Drexler arrodillado, en gesto de agradecimiento.
Ese parece haber sido el corolario de días que lo atravesaron emocionalmente, de una manera muy fuerte. Primero posteó: “En Berlín, en casa. Ayer recibí un mensaje de mi padre, Günther, de 89 años diciéndome que estaba orgulloso de que me hubieran recibido así en la ciudad en la que él nació y de la que se tuvo que escapar con 4 años”.
EN BERLÍN, EN CASA.
— Jorge Drexler (@drexlerjorge) May 30, 2024
Ayer recibí un mensaje de mi padre, Günther, de 89 años diciéndome que estaba orgulloso de que me hubieran recibido así en la ciudad en la que él nació y de la que se tuvo que escapar con 4 años. 🧵 pic.twitter.com/SNdQFDnZyV
Luego agregó en diferentes envíos: “Quiero empezar a explicar lo que significó para mí este concierto en Berlín contándoles eso. Cada detalle berlinés de la comida, la manera desenfadada de vestirse, el amor por la cultura, la conexión con la historia, la capacidad de renacer de las cenizas, la energía vital...”
“Hasta el sentido del humor, todo me recordaba a cada momento a la casa de mis abuelos paternos Georg y Ruth. Todo el fin de semana previo al concierto consistió en un flashback de mil detalles que sabía que eran míos, pero no sabía que venían de Berlín”.
“Visité la casa donde nació mi padre en Köpenicker Str., a pocos metros donde después pasaría el muro. Conocí una ciudad que cultiva y asume su memoria, por más dolorosa que sea, en este mundo de ahora donde ese ejemplo debería ser seguido por los horrores que siguen generándose hoy”.
Y sumó: “Como me dijo el guía Juan Berliner que nos mostró el centro histórico: ‘París siempre es París, Berlín nunca es Berlín’ (Jack Lang). Berlín ha cambiado de identidad muchas veces, siempre renovándose y a la vez siempre manteniendo esa capacidad de vanguardia, libertad y conciencia”
Sentirse querido en una ciudad así es una experiencia que a uno no se olvidará en su vida. ¡Vielen dank, Berlín! [Muchas gracias!]”
“Hay que salir a relatar”
Cuando Jorge se refiere a la partida de su padre, con cuatro años, y sus abuelos, habla de un viaje que Günther dejó reflejado en uno de sus libros, Como el Uruguay no hay (no hay cómo llegar). Allí plasma la epopeya que le tocó vivir al abandonar la Alemania nazi y poder encontrar, como sucedió con tantas familias judías, un lugar definitivo (o más o menos definitivo), en donde instalarse. El caso de los Drexler fue Uruguay, pero para ello, Günther y sus padres pasaron por Francia (París y Marsella), Panamá, Chile y Bolivia, antes de llegar a Montevideo.
En 2013, volvió a reencontrarse con parte de su historia, pero de otro modo. Viajó a Europa y a su regreso escribió y publicó El largo camino del retorno, un trabajo que lo conectó con su historia familiar. Drexler contó a Telemundo que su libro no era una obra más sobre el Holocausto: “Las historias personales a veces son tan dolorosas que uno guarda un manto de silencio durante muchos años y trata de esconderlas. Y después de un tiempo se da cuenta de que esa política no hace más que favorecer a los negacionistas, a los que después niegan las historias. Hay que salir a relatar”.
Su hijo Jorge muchas veces hizo referencias a través de la música a la identidad, con datos de la realidad o, simplemente, con grandes licencias poéticas, que no hicieron más que referir a la trashumancia de muchas sociedades durante el siglo XX. En “Frontera” escribió: “Soy hijo de un forastero y de una estrella del alba. Y si hay amor, me dijeron, Toda distancia se salva”. Años después, Joaquín Sabina le dejó una frase y lo desafió a escribir una canción por décimas. Así fue como Drexler escribió la “Milonga del moro judío”.
“No hay muerto que no me duela. No hay un bando ganador. No hay nada más que dolor y otra vida que se vuela. La guerra es muy mala escuela. No importa el disfraz que viste. Perdonen que no me aliste, bajo ninguna bandera. Vale más cualquier quimera que un trozo de tela triste”.
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