Cuando una figura pública –bandas, deportistas, actores o actrices– tiene su momento de éxito y alcanza el reconocimiento popular, ese que hace que no puedan salir a la calle a cenar o que no puedan bajarse del auto sin que lo sigan las cámaras, se dice que está produciendo una especie de beatlemanía, recordando el momento en el que el grupo de Liverpool vivía a las corridas. Sin embargo, nadie llama a ese momento una maradonamanía, sencillamente porque nadie –ni los Beatles– experimentó un nivel de exposición, intensidad y popularidad sostenida como la que tuvo Diego Maradona desde que debutó en Primera División en 1976 hasta el día de su fallecimiento.
En 1991, Attaque 77 estaba promocionando El cielo puede esperar, el álbum que los llevó a la fama. Esto no era el estadio de Vélez, donde Maradona subió a presentar una canción junto a Queen, tampoco era Obras, donde visitó a Los Piojos y a Bersuit; esto era un show de punk rock en un teatro para 2.000 personas en Flores. En el Teatro Pueyrredón, donde la banda, aún un par de meses lejos del éxito de "Hacelo por mí", realizaba la presentación oficial del disco y la figura de Diego Armando Maradona se hizo presente, no en cuerpo sino en espíritu.
El punto más alto de la noche fue cuando en "Sola en la cancha" –lo más cerca a un hit que tenía la banda por entonces– el cantante, Ciro Pertusi, apareció con una camiseta de Boca Juniors de 1981, la que tenía las siglas del club dentro de cuatro estrellas. En la parte de la canción en la que el público queda cantando el estribillo solo con la batería en marcha, Pertusi se dio vuelta para dejar a la vista el número 10 blanco, gigante, en su espalda. Al terminar la canción pidió disculpas a los hinchas de otros equipos pero se justificó: "es la camiseta de Diego", como si eso sirviera para poner a todos de acuerdo. Por esos días, Maradona, de treinta años, atravesaba uno de sus momentos más difíciles como futbolista ya que cumplía una sanción de quince meses por haber dado positivo en un control antidoping, sin poder jugar al fútbol en ninguna liga del mundo. En Flores, hinchas de Boca y cualquier otro equipo mostraron su apoyo a Diego coreando su nombre al término de "Sola en la cancha".
¿Cómo llegó el cantante de una banda emergente de barrio a tener una camiseta que había usado el jugador de fútbol más reconocido del planeta? Ciro Pertusi recordó la preproducción de uno de los momentos más icónicos de Attaque 77 arriba de un escenario. "En aquel entonces yo trabajaba en el Correo Argentino, ENCOTEL (Empresa Nacional de Correos y Telégrafos), en la sucursal 6", cuenta Ciro, "mi compañero de trabajo, Daniel Lugo, era fanático de Boca Juniors a muerte, a nivel tal que se sabía hasta los nombres de los dirigentes de Boca de aquel entonces, cuando no había redes sociales. Él estaba repartiendo telegramas en su zona, toca timbre en un lugar y el telegrama estaba dirigido a nosécuánto Corigliano". Domingo Corigliano fue un dirigente de Boca que llegó a ser presidente de la institución durante un breve período entre 1983 y 1984 y falleció en 2013. A pesar de la fugacidad del paso como presidente, el cartero tuvo la habilidad de poder reconocerlo por el nombre y no dudó en hacerle un único pedido: "Maestro, ¿no tendrá algo del Diego para darme?", continúa contando el cantante, "se fue para el fondo y le trajo la camiseta esa que yo usé en el Teatro Pueyrredón. Le dijo ‘¡No la lavés, eh! que está sucia todavía!’ y luego se largó a llorar. Se la llevó y después me la prestó a mí para tocar".
Luego de aquel show en Flores,"Hacelo por mí" explotó en las radios y programas de televisión. Attaque 77 comenzó a vivir su propia beatlemanía; un nivel de exposición tan grande que terminó en cambios de integrantes y un refugio en la sala de ensayo por un tiempo para esconder el hit que los hizo famosos. Pocos años después, volvieron a expresar su amor por la estrella en "El francotirador" de Amén! (1995) Maradona, por su parte, en los años siguientes, seguiría escribiendo las páginas del manual de cómo lidiar con la fama que solo podía tener un lector: él mismo.
Por Gerardo Barberán Aquino
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