El “Da Vinci”: un violín Stradivarius de la época dorada de Hollywood puede batir récords en subasta
Perteneciente a Toscha Seidel, el músico detrás de algunos de los mayores clásicos de la era de oro de la Meca del Cine, el “Da Vinci” saldrá a la venta en junio, con una base de 9 millones de dólares
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NUEVA YORK.- En los últimos tiempos, los violines que pertenecieron a célebres virtuosos de ese instrumento como Fritz Kreisler, Jascha Heifetz y Yehudi Menuhin se vendieron privadamente por cifras de hasta 20 millones de dólares. Los instrumentos que tocaban suelen llevar sus nombres, como ocurre con el Stradivarius “Earl of Plymouth”, que para agregar aún más brillo a su reputación, mística y valor de marca, ahora también lleva el apelativo de “exKreisler”. ¿Podrá Toscha Seidel conjurar la misma magia marketinera, aunque su fama provenga mayormente de Hollywood, y no de las grandes salas de concierto?
Muy pronto los músicos y los coleccionistas tendrán oportunidad de comprobarlo. A su regreso de la vuelta al mundo que está dando actualmente, el Stradivarius “da Vinci” de 1714 que era propiedad y que tocaba Toscha Seidel será subastado online por la casa Tarisio el próximo 9 de junio. Hace décadas que no se subastaba un Stradivarius de la así llamada “edad de oro de la fabricación de violines”. La base fue fijada en ocho millones de dólares.
A diferencia de la mayoría de los instrumentos musicales, a lo largo del tiempo todos los violines Stradivarius fueron bautizados, algunos con nombres fantasiosos, como “el Bella Durmiente”. El afamado virtuoso Niccolò Paganini llamaba el suyo “Il Canone”. El así llamado “Da Vinci” no tiene conexión alguna con Leonardo, pero como estrategia de marketing, el marchand que puso en venta tres violines Stradivarius en la década de 1920 los bautizó con el nombre de tres maestros de la pintura renacentista: el “Da Vinci”, el “Tiziano” y el “Michelangelo”.
Por su puesto que el factor determinante del valor de estos instrumentos son los violines en sí mismos, y los que fueron realizados por las familias Stradivari, Amati y Guarneri en la Italia del renacimiento se venden por cifras varias veces millonarias. El estado de conservación del instrumento es otro factor crucial, pero también la identidad de sus anteriores dueños: su estirpe.
El nombre de Seidel tal vez sea poco reconocible para el público actual, como lo es Maxim Vengerov y su Stradivarius Kreutzer, pero en la década de 1920 era tan exitoso que pudo comprarse “el Da Vinci” por 25.000 dólares (equivalentes a más de 400.000 dólares de hoy), una operación que llegó a la tapa del diario The New York Times en su edición del 27 de abril de 1924. “No cambiaría el violín ni por un millón de dólares”, declaró Seidel entonces, y lo consideró su posesión más preciada. “Su tono tiene una potencia y una belleza arrolladoras.”
En el apogeo de su carrera, Seidel era tan conocido que George e Ira Gershwin escribieron una canción cómica sobre él y tres de sus compañeros judíos rusos: “Mischa, Sasha, Toscha, Jascha”. Seidel y Jascha Heifetz habían nacido en Ucrania, ambos estudiaron en San Petersburgo con el gran maestro Leopold Auer y emigraron a los Estados Unidos después de la Revolución Rusa. Con pocos meses de diferencia, hicieron su debut en Estados Unidos con un concierto en el Carnegie Hall, y fueron aclamados de inmediato por la crítica.
Albert Einstein tomó clases de violín con Seidel y juntos interpretaron el Concierto para dos violines de Bach a beneficio. Ambos lucían una mata de cabellera rebelde que reforzaba el estereotipo del músico de pelo largo, estilo Franz Liszt. Tanto Seidel como Heifetz se instalaron en Los Ángeles, donde la floreciente industria cinematográfica allanó el camino para el éxito de Seidel. En la década de 1930, vivía rodeado de una multitud de exiliados, en su mayoría judíos exiliados de la Alemania nazi y de una Europa devastada por la guerra, como los compositores Igor Stravinsky, Arnold Schoenberg y Erich Wolfgang Korngold.
Seidel fue el primer violista en muchas de las célebres bandas sonoras de películas de Korngold, como Sueño de una noche de verano, Las aventuras de Robin Hood y Anthony Adverse (por esta dos últimas películas, Korngold ganó el Oscar de la Academia). Ambos también grabaron un arreglo para violín y piano de la suite de Korngold para Mucho ruido y pocas nueces, donde el propio compositor interpreta el piano.
La interpretación de Seidel era muy buscada por los directores musicales y los compositores debido a la calidad y riqueza de su sonido. Fue concertino de la orquesta de la Paramount Studios y tocó los solos de violín en El mago de Oz, de MGM e Intermezzo, de David Selznick, en la que un famoso violinista, interpretado por Leslie Howard, se enamora de su pianista, interpretada por Ingrid Bergman. “El hecho de que identifiquemos casi todas las escenas de amor o tristeza desconsolada en una película de Hollywood con el sonido del violín se los debemos a Seidel”, escribió el violinista y periodista Adam Baer en un artículo de 2017 publicado en The American Scholar. (El maestro de violín de Baer estudió con Seidel y les insistía a sus alumnos para que escucharan sus grabaciones).
Aunque es más conocido por su trabajo en el cine, Seidel también interpretó el repertorio clásico, tanto como solista con distintas orquestas como en giras de recitales. En la década de 1930, millones de oyentes de radio lo escucharon como director musical y primer violín de la orquesta sinfónica de la CBS. En 1934 tuvo su propio ciclo en la cadena: The Toscha Seidel Program. (En YouTube pueden encontrarse grabaciones que revelan la exuberancia del sonido que le arrancaba a su violín, incluida una grabación de 1945 de Poème, de Ernest Chausson, junto a la Hollywood Bowl Orchestra dirigida por Leopold Stokowski).
Tras la edad de oro de Hollywood, los estudios dejaron de tener orquesta propia para trabajar con músicos a pedido. Seidel desarrolló una enfermedad neurológica que fue deteriorando la calidad de su interpretación. El otrora eminente violinista concluyó su carrera en el foso de una orquesta de Las Vegas, para luego retirarse a una plantación de paltas en California. Murió en 1962 a los 62 años. Su Stradivarius era, por lejos, su posesión más valiosa.
Ese violín se vendió por última vez en Londres en 1974, en una subasta donde alcanzó un valor de 34.000 libras (más de 3 millones de dólares de hoy). Actualmente es propiedad del magnate de la cadena de restaurantes Tokuji Munetsugu, que tiene una gran colección de instrumentos de cuerda y auspicia un concurso internacional de violín que se realiza en Japón. (Munetsugu, de 73 años, no ha dicho por qué ha decidido vender el instrumento).
El récord actual de un violín vendido en subasta lo ostenta el Stradivarius “Lady Blunt”, que una vez fue propiedad de la nieta de lord Byron. (Se vendió en 2011 por 15,9 millones de dólares, también a cargo de la casa Tarisio). Al igual que el Stradivarius “Mesías”, actualmente propiedad del Museo Británico, el “Lady Blunt” casi no fue tocado y está en perfectas condiciones.
Carlos Tome, violinista y copropietario de Tarisio, dice que su casa de subastas no ha publicado una estimación de precio para el “da Vinci”, pero cree que debido a su rareza —un Stradivarius de la época dorada—, su excelente estado y su “linaje único en Hollywood”, esperan que se venda por entre 15 y 20 millones de dólares.
“Puede batir un récord”, dice Tome, y señala que desde la venta del “Lady Blunt”, hace una década, surgió de una nueva camada de coleccionistas multimillonarios. De hecho, otros marchands comentan que desde entonces se han realizado varias ventas privadas de Stradivarius por valores que superan los 20 millones de dólares.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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