El clásico inspirado en La Strada de Fellini que se convirtió en un hit póstumo de una integrante del “Club de los 27″
Fue uno de los temas que lanzaron a la fama a Kris Kristofferson, aunque no fue popularizado en su propia voz
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“Libertad es solo otra palabra para decir que no hay nada que perder” (”Freedom’s just another word for nothin’ left to lose”). A veces alcanza una frase para generar una ola. Kris Kristofferson -quien murió a finales de septiembre pasado, a los 88 años- escribió junto a Fred Foster esa línea en una canción que terminó inmortalizada en la voz de Janis Joplin: “Me and Bobby McGee”
“El título vino del productor y fundador de Monument Records, Fred Foster -contó Kristofferson durante una entrevista-. Llamó una noche y me dijo: ‘Tengo el título de una canción para ti’. Somos “Bobby McKee y yo”. Pensé que decía “McGee”. [Barbara] Bobbie McKee era la secretaria del compositor Boudleaux Bryant, que tenía oficina en el mismo edificio que Fred. Entonces Fred dice: “El gancho es que Bobby McKee es ella”. ¿Qué te parece eso?’. Dije: ‘Uh, intentaré escribirla, pero nunca he escrito una canción por encargo’. Así que me tomó un tiempo pensar en ello. Había una canción de Mickey Newbury que me pasaba por la cabeza: ‘Why You Been Gone So Long?’ (‘¿Por qué has estado tan lejos?’). Tenía un ritmo que me gustaba mucho. Empecé a cantar en ese estilo”.
El insondable mundo de la mente llevó al cantante a una imagen impensada: “Por alguna razón -continuó su relato- pensé en La Strada, esa película de [Federico] Fellini y una escena en la que Anthony Quinn (Zampanó) anda en aquella motocicleta y Giulietta Masina (Gelsomina), que personifica a la chica débil mental, está con él, tocando la trompeta. Luego lo abandona y más adelante, en la película, ve a esta mujer tendiendo la ropa y cantando la melodía que la niña solía tocar en la trompeta. Él pregunta: ‘¿Dónde escuchaste esa canción?’. Y ella le dice que era una niña que había aparecido en el pueblo y nadie sabía de dónde era, y luego murió. Esa noche, Quinn va a un bar y se pelea. Está borracho y acaba aullando a las estrellas en la playa. Para mí, ese fue el sentimiento al final de ‘Bobby McGee’. La espada de dos filos que es la libertad. Estaba libre cuando dejó a la niña, pero eso lo destruyó. De ahí surgió la frase: ‘La libertad es sólo otra palabra para no tener nada que perder’”.
No todos interpretaron La Strada del mismo modo que lo hizo Kristofferson. Sin embargo, entre la película de Fellini y la canción hay muchos puntos de contacto. Dos personas que salen a la ruta, que se separan, que cuestionan su propia libertad. Giulietta Masina, la responsable de encarnar ese gran personaje que fue Gelsomina, contó cuál fue la primera imagen que sedujo a su marido, Federico Fellini, para idear La Strada: “Era la época en que Federico comenzaba a ganarse la vida con mayor facilidad y habíamos podido comprarnos un pequeño automóvil, un minúsculo Fiat, de aquellos que llamábamos ‘Topolino’. Un domingo paseábamos en el auto por los alrededores de Roma y vimos una extraña pareja al lado de un carromato. Era evidente que eran viajeros. Él era un hombre muy grande, muy gordo, muy brutal, con el cabello y los ojos negros. Una pequeña mujer estaba arrodillada a su lado cocinando en una estufa. Tenía un rostro muy dulce, pero los ojos llenos de tristeza. Federico se detuvo para intercambiar algunas palabras con ellos. Unas semanas después, me hizo leer un borrador de guion, de seis o siete páginas. Cuando terminé mi lectura quedé tan emocionada y tenía tantas ganas de llorar que no pude decirle a Federico lo que sentía...”.
Kristofferson situó la historia en un mundo que le era más propio, entre Kentucky y California. Porque nació en un poblado del estado de Texas, en 1936, y aunque su familia había decidido que su destino fuera convertirse en militar -de hecho lo hizo, durante algunos años- su camino de ida y de venida de Texas (o de Kentucky) a California fue gracias a la música. Después de haber llegado al cargo de capitán, dejó el ejército en 1965, se volcó definitivamente a la escritura de canciones y se ganó la vida como pudo en aquellos primeros años. Entró al mundo al que quería pertenecer, pero con una escoba en la mano, como personal de maestranza, en los estudios de Columbia Records de Nashville. Conoció a artistas de la talla de Johnny Cash y Bob Dylan, que iban a grabar a esos estudios. Sin embargo, el verdadero impulso se lo dio él mismo, con canciones como “Me and Bobby McGee” y con su ascendente carrera como actor de cine, que comenzó a principios de la década del setenta.
La primera grabación de “Me and Bobby McGee” fue en mayo de 1969, por el cantante de música country Roger Miller. Dos años después se conoció la de Joplin. Más tarde, Kristofferson la registró para el disco que llevó como título su propio apellido.
Volvamos a las palabras de Masina: “Cuando terminé mi lectura quedé tan emocionada y tenía tantas ganas de llorar que no pude decirle a Federico lo que sentía…”. A Kristofferson le pasó algo similar luego de escuchar por primera vez la versión que había hecho de su canción Janis Joplin. Por supuesto que traía consigo una carga emotiva extra porque la escuchó poco después de la muerte de la cantante. De hecho, es considerada una publicación póstuma la que se hizo. Curiosamente, el éxito fue tan grande que es uno de los títulos con los que más se identifica a la voz de Joplin.
Janis sintió que para adueñarse realmente de esos versos debía cambiar el género de los personajes. Y fue justo con el apodo “Bobby” que no resultó nada difícil de lograr. En su voz, Bobby ya no es una chica, no es aquella Barbara de la que Foster se había enamorado ni la que Kristofferson había contorneado en su canción. Aunque la historia era la misma y esa extraña sensación de libertad que la rondaba.
“Un día cerca de Salinas, lo dejé escapar/ Está buscando esa casa y espero que la encuentre/. Pero cambiaría todas mis mañanas por un solo ayer”, cantaba Janis.
“La primera vez que escuché la versión de Janis Joplin fue justo después de su muerte. Paul Rothchild, su productor, me pidió que pasara por su oficina y escuchara aquello que ella había grabado -contó Kristofferson-. Después, caminé por todo Los Ángeles, llorando. No podía escuchar la canción sin conmoverme, realmente. Entonces, cuando regresé a Nashville, entré al edificio Combine, tarde en la noche y puse la canción una y otra vez, para poder acostumbrarme. [El compositor y teclista] Donnie Fritts vino y la escuchó conmigo y escribimos una canción juntos esa noche sobre Janis, llamada ‘Epitaph’”. Es aquella que dice: “La fiesta ha terminado. Bebe y vete a casa. Es demasiado tarde para amarla. Déjala en paz”.
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