El canto cósmico de la madre tierra
Una adelantada que reivindicó la baguala
Leda Valladares falleció a los 92 años en un hogar para ancianos en el que estaba internada. En 1999 le habían declarado mal de Alzheimer. Su vida, paradójicamente, estuvo dedicada enteramente a recuperar la memoria anónima y popular de la música argentina. En rondas le estarán cantando y soltando coplas los vallistos que la conocieron y amaron: " Esta cajita que toco tiene boca y sabe hablar, sólo le hacen falta los ojos para ponerse a llorar".
Con sus cajas, también le cantará una generación de la ciudad a quien Leda Valladares transmitió ese arte tan ancestral como transgresor. "La baguala, canto cósmico para gente joven. Es el canto inconvencional, inaudito, de una enorme libertad de expresión, sobre todo para el canto. Es el canto delirante que, de algún modo, buscan todos los jóvenes del mundo que están en contra de lo convencional", soltó como un manifiesto en el documental De Ushuaia a La Quiaca , frente a la mirada de León Gieco y Gustavo Santaolalla.
Leda era una mujer de avanzada para su época, y su historia artística, que se completó con el armado antropológico de ese gran mapa musical argentino, fue una tarea titánica a la que se abocó durante años, siempre guiada por esa libertad de espíritu y conocimiento.
Leda nació el 21 de diciembre de 1919 en San Miguel de Tucumán, en una familia de clase media, con muy buena educación y volcada naturalmente a la música. Su padre era serenatero y su hermano, Rolando Chivo Valladares, uno de los grandes creadores del folklore, autor de joyas, como "Subo", y profundo conocedor de la vidala. Los veranos familiares en Maimará, un pueblo de la Quebrada de Humahuaca, fueron sedimentando en su ser el canto colectivo de las comparsas, el sonido de las cañas y el colorido mineral de los cerros.
En sus comienzos artísticos, sin embargo, Leda se bautizó con el nombre de Ann Kay para tocar piezas de jazz en el piano o fascinar a otros cantando blues con su ukelele. Los amigos de su hermano mayor rápidamente la adoptaron, y su casa se transformó en refugio natural y centro de reunión de músicos de avanzada como Manuel Gómez Carrillo, Adolfo Abalos, Cuchi Leguizamón y "el Mono" Villegas, entre otros, que conformaba el grupo Fijos (Folklóricos, intuitivos, jazzísticos, originales y surrealistas).
Su mundo intelectual y artístico recibió un cimbronazo cultural cuando una noche estando en un hotel de Cafayate escuchó el llamado de la tierra. Fue como un temblor que abrió sus sentidos a un nuevo cosmos musical. "Unas viejas bagualeras se pararon delante de mi ventana. Me desperté despavorida a una música y a un continente que a mi modo de ver estaba sumergido y que yo no conocía. Al día siguiente, salí a preguntar qué eran esos cantos. «Vaya adonde están los carnavales, están las bagualas, y va a escuchar a las viejas y los viejos cantores de acá.» Bueno, llegué y nunca más salí del mundo de la baguala. Desde esos días de 1944, empecé la persecución de una música ancestral fabulosa", contaba Leda.
Apenas se recibe de profesora en Filosofía y Letras, Leda empieza una serie de viajes por América Central y Europa, buscando nuevos aires. Para esa época, mantiene una fluida correspondencia con María Elena Walsh y deciden encontrarse en Panamá. En un barco rumbo a Francia se conforma el original dúo folklórico Leda y María, que hasta comienzos de la década del sesenta se transformaría en un referente de las canciones de tradición oral y piezas de su autoría.
En París, se relacionaron con artistas como la chilena Violeta Parra y tienen entre su público admiradores, como Picasso, Chaplin y Miró, que las bautizó "los pájaros prehistóricos". Graban una serie de discos en Europa (gemas de la música popular, descatalogados, pero accesibles en Internet), donde aparecen piezas originales, como "Dos palomitas".
Acompañando el creciente interés por el folklore, Leda y María realizan una extensa gira por el Norte argentino, que será el primer avance de la recopiladora e intérprete para difundir el canto anónimo de la América profunda. Sus discos Entre valles y quebradas I y II, (1957) son una fotografía de ese momento artístico del dúo.
El fin de la relación entre las dos artistas sumerge de lleno a Leda en la búsqueda de esa América en cueros. Comienza así su labor más titánica y fundadora. A diferencia de sus antecesores -Isabel Aretz y Carlos Vega-, Leda tiene la doble singularidad de ser recopiladora y artista. Recorriendo diferentes regiones del país, la artista graba, comparte y testimonia el canto escondido en Mapa musical argentino (editado por Melopea y reeditado por el C.C. Rojas): obra deonce volúmenes, que le llevaron más de diez años de trabajo.
Luego vendrá su acercamiento y su traspaso a la generación del rock con León Gieco y Gustavo Santaolalla, a la cabeza. De aprendiz de la copla se transforma en maestra y traduce todo ese aprendizaje de años perdida en el monte, a partir de su participación activa en el disco De Ushuaia a La Quiaca, y una serie de obras propias, como Igual rumbo, grito en el cielo (1989), Grito en el cielo II (1990) y América en c ueros (1992).
El despertar de Leda fue el despertar de nuevas generaciones a ese canto animal, de espíritu libre y rebelde, como su arte, como su pensamiento.
Sus restos serán despedidos, hoy, a las 11, en el Panteón de Sadaic de la Chacarita, y sonarán las cajas, que no podrán llorar.
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