¿Me ven así?", pregunta Benito Cerati guitarra en mano, modelando una blusa negra transparente bordada con arabescos plateados. "She is wearing it!" ¶ Estamos en la presentación oficial de Unisex, el tercer disco de Zero Kill, el alias y proyecto musical al que le pone todo de sí mismo, excepto su nombre. En el evento no hay más de 200 personas, incluyendo a su mamá, su hermana, su tía, su prima, amigues y fans. En los intervalos entre sus super intensas canciones propias –más covers de "Hombre al agua" de Soda Stereo y "I’m Afraid of Americans", de David Bowie–, Benito está de lo más dicharachero: cuenta sobre una sesión reciente de lectura de registros akáshicos –una terapia de vidas pasadas–, felicita a una fan por su color de pelo –un naranja estridente difícil de lograr, ciertamente– y hasta propone acciones colectivas: "A ver, les voy a pedir a todos que, a la cuenta de tres, griten a lo que le tienen miedo". El fan action sale raro, pero da lugar a un chiste sobre "la reelección de MM". "Quiero que sepan que ustedes me están dando un show bárbaro", dice más tarde. Benito está en modo host, que tiene algo del tono twittero que muestra desde que, luego de que pasara mucha agua bajo el puente, empezó a levantar su perfil. Unas horas antes, había invitado a sus followers: "Estoy a horas de dar el show más importante de mi vida. A quien venga: en lo posible, venga drogado. Va a flashear. Tangente a las 21hs!".
Como hijo de un ídolo del rock latinoamericano, hay una narrativa que le vino adjunta por defecto. Mucha gente recuerda cuando nació, o lo vieron subirse al escenario en un show de Soda en el Estadio Monumental de Chile cuando tenía 2 años, o saben que su papá orgulloso le dio el crédito por el estribillo y un verso de "Adiós", y que coescribió letras y alumbró el título de Fuerza natural. Todo sumó a cargarlo de un halo de niño índigo-promesa que lo acompañó antes de que se lo pudiera escuchar hablar en público. Incluso en su primer disco, Trip Tour (2013), compuesto y editado durante los años de convalecencia de su padre tras sufrir un ACV, rara vez se lo veía expresarse por fuera de su música y sus videos. Como el debut, el discoAlien Head (2016) salió por Sony, fue producido por Tweety González y contó con la participación de músicos de su padre como Leandro Fresco, Fernando Nalé y Fernando Samalea. Aunque el disco tenía sus destacados, nadie supo bien qué hacer con ese joven con flashes espaciales haciendo canciones de electro-rock oblicuas, cantadas en inglés y español.
"Cuando empecé me tiraron en el Personal Fest, el Lollapalooza, el teatro no sé qué. Estaba totalmente alienado de todo. Yo en la tarima y la gente allá. No estaba listo. Era una persona muy retraída, con mucho miedo. Era como seguir desconectado de la sociedad. Mi crianza había sido medio así", dice en nuestro primer encuentro en un café de Belgrano, semanas antes del show. "Pero ahora es más social. Como llevar el vino a la reunión de amigos, pero yo traigo la música. Por eso me está gustando mucho tocar en bares, donde no tengo que estar por encima del piso. El boom de ‘el hijo de que hace música’ ya pasó hace rato, es como que ahora se acerca la gente desde otro lado más genuino."
Ahora Benito tiene una banda armada por él con músicos más cercanos a su generación, y con los que grabó Unisex, su mejor disco, editado en diciembre pasado. Es el resultado de un período de autodescubrimiento, en el que no solo logró enfocar su propuesta musical, sino que reafirmó a los cuatro vientos una identidad queer, feminista, política y anti ídolos. Todo un mindfuck para el ala conservadora del rock que esperaba de "el hijo de" quién sabe qué cosa y que se manifiesta en una serie de reclamos frecuentes por redes sociales. "Ceratisplaining", le dice Benito. Sus discusiones en Twitter con todos esos que le dicen cómo tendría que ser (ejemplo: "Jamás tu viejo hubiera hecho una publicación haciendo apología de la droga. Sos una vergüenza") son la escenificación de un combate virtual contra las nociones más reaccionarias del rock.
Benito está acá para interpelar a otra generación, pero está reticente a postularse como su vocero. "Quiero ocupar el lugar que me pertenece a mí como persona, no sé si quiero volverme un referente. Justamente lo que yo quiero derribar es ‘el ídolo’, el que habla por otra gente. Estamos tan acostumbrados a dejar que otros hablen por nosotros... Quiero que cada uno pueda hablar de sus vivencias. Creo que nos perdemos mucho en las identidades de otros más que en desarrollar la nuestra."
***
Quizás no hay mayor indicio de que Benito estaba predestinado a la música que el hecho de que, durante sus primeros años, vivió convencido de que toda la música que sonaba en el mundo la había hecho su familia. "Si el que cantaba era un hombre, para mí era mi papá. Y si escuchaba en la radio una canción de Madonna, por ejemplo, pensaba que mi mamá la había cantado. Tenía ese flash." Podríamos contar como su primera aparición pública el video de "Te llevo para que me lleves", en el que Cecilia Amenábar y Gustavo Cerati muestran orgullosos su primer embarazo. Benito nació el 26 de noviembre de 1993 en Las Condes, Chile, 21 días después de la salida de Amor amarillo, el debut solista de Cerati. Creció testigo de una era de cada vez mayor experimentación artística para su papá, y se crio escuchando música (mucha a través de su mamá, que le regaló de chico su propia copia de Screamadelica), viendo cómo se hacía y jugando a ser un rockstar, dando conciertos para la familia e inventando canciones. "Es loco haber tenido siempre esa misma meta: tocar, tener discos", dice. Todavía conserva su primer álbum casero, con un arte dibujado con crayones y una etiqueta que dice "copia original". Tiene fecha de 2001 y tracks como "Canto del amor" y "Canto del odio". "Tienen el mismo backing track y distinta letra. Siempre fui muy conceptual", se ríe. "Tiene como 20 temas. ¡Más largo que Siempre es hoy! Ya era un músico consagrado."
Dice que no lo escucha, pero lo recuerda mucho. Le trae a la mente, por ejemplo, una salida en familia a Ezeiza para grabar el videoclip de una de las canciones, con su hermana Lisa –tres años menor– de protagonista. "Mi papá hacía del malo, con una peluca de rulos afro y una mano falsa que era un adorno de casa, y perseguía por el bosque a Lisa, que era una princesa. Mi mamá hacía la cámara. Jugábamos a esas cosas."
Gustavo y Cecilia se separaron en 2002, y antes de instalarse en "casa Turrón", el lugar de soltero definitivo, Cerati cambió de vivienda varias veces. "En cada depto buscaba que tuviera un lugarcito apartado para hacer música", dice Benito. "En cada casa que iba siempre había un duende, una leyenda o algo que inventaba para nosotros. Era muy mágico porque te hacía convivir con la fantasía. Éramos como tres nenes."
En ese año también vivió de cerca la grabación de Siempre es hoy, uno de sus discos favoritos del padre, quizás el más incomprendido para cierta generación de fans. "A mí musicalmente es el que más me atrae. Me encuentro muy seguido. Tiene las canciones que más me gustan, la poética es la que me gusta. Cuando se quejan de que es largo, digo ‘qué bueno, porque es muy bello’. Viví toda la grabación de ese disco. Estaba metido ahí adentro. En los momentos en que mi viejo se cansaba de trabajar con su disco, trabajábamos en uno mío."
Benito relativiza la fascinación de Gustavo respecto de su talento y su participación en los discos, pero aprecia los estímulos e incentivos que recibió de su parte, como cuando le pasó demos de Ahí vamos para que les pusiera letra. "Quizás veía algo que le gustaba de lo que hacía, pero también fue por esa cosa familiar de hacerme participar. En Ahí vamos yo tenía 12 años. ¿Qué magistralidad iba a hacer yo en el disco de alguien que llevaba una carrera de 30? Fue más por darle un espacio a alguien que él sabía que le gustaba escribir canciones. En el último disco fue mucho más profundo, yo era más grande, e hice cosas más en serio. ‘Fuerza natural’ fue una idea que mencioné yo y él la tomó, porque también tenía esa cosa de ‘Mirá qué tema puse primero en el disco, el que te gusta a vos’. Esas cosas de un padre... te hacen valorarte en lo que hacés."
Benito también ve cómo en esos años se cultivaron sus ansiedades sociales y ciertos rasgos de personalidad que debió combatir más tarde. "Me fui forjando como un pibe buenito, tranquilo. Sentía que la gente me quería porque era muy buenito. Eso de grande se tradujo en una sensibilidad extrema. Y pasé de ser buenito a boludo; a dejarme pisotear. Forjó una personalidad de la que me ha costado salir. Pensaba: ‘No soy bueno para hacer eso’. Me costó tomar las riendas de mi vida. Creía que los otros podían vivir mejor, tomar las decisiones correctas y yo no." Iba a tener que crecer a la fuerza.
Varias veces contó la anécdota de la última vez que habló con su papá cara a cara, una tarde a finales de abril en 2010. Gustavo estaba por irse de viaje y lo dejó en la puerta de la casa de su mamá. Le dijo: "Bueno, no nos vamos a ver por un largo tiempo", y se fue. La frase quedaría resonando en la cabeza de Benito, acostumbrado a que su padre se fuera de gira. En los cuatro años que pasaron entre el accidente cerebrovascular –semanas después de esa despedida– y el fallecimiento en septiembre de 2014, la vida de Benito se puso en pausa, o al menos así lo siente él, y no cree haber tenido una adolescencia normal. Lo que quedó de la secundaria lo vivió pegado a la computadora, jugando a los videojuegos, aprendiendo código y AutoCAD por su cuenta, y estableciendo conexiones virtuales, muchas a través de un foro del videojuego La Leyenda de Zelda que administraba, y que lo conectaba con gamers de diferentes ciudades del mundo. "Crecí con mucho miedo. Cada cosa que hacía era como tirarme a una pileta. Todo el mundo era una pileta", dice. "Era mi momento antisocial, no podía dialogar con la gente. Entonces, bueno, hablo con la computadora con gente tan antisocial y problemática como yo", se ríe. "Si me preguntás un momento en el que no quise hacer música, fue ese. Quería hacer eso: armar un juego y decidir la estética y componer los soundtracks. Y también era muy del guion y armar un storyline. Reunía todas las cosas que me gustaban. Diseñar algo, programar algo... era más que hacer una película. Aparte era perfecto: ¡no necesitaba humanos!"
Eventualmente Benito retomó la música y el contacto humano. En Trip Tour, su primer disco como Zero Kill, Tweety González asumió naturalmente el rol de productor dada su relación familiar: le había regalado a Benito su primera guitarra, una mini Strato para niños. "Beni es muy melómano, conoce una cantidad de música impresionante", dice González, que integra la lista selecta de los "cuarto Soda". "Por otro lado es como el rey del sampling. En esa época componía mucho con pequeños pedacitos de otros discos. Es muy desprejuiciado y eso le da una libertad artística muy buena."
Cuando terminó la secundaria, Benito arrancó la carrera de Antropología en la UBA y cursó en la sede de Puán, mientras mantenía a Zero Kill en actividad. Tras el fallecimiento del padre, fue una cara visible de los homenajes: estuvo, por supuesto, en la despedida masiva en la Legislatura, dos meses después cantó con Charly García "Vampiro" –en el que Gustavo tocó la guitarra para el álbum Tango 4– en un homenaje de la TV Pública, y al año siguiente participó en el tributo del festival Ciudad Emergente, donde cantó "Te llevo para que me lleves" con la banda de su padre.
Pero estaba seguro de querer encarar su propio camino. En 2016, cuando le faltaba un año y medio o dos para terminar la carrera, priorizó los shows de su segundo disco y dejó de estudiar. "No me daban los tiempos, quería dedicarme a la chance de que me vaya bien con esto." El plan tuvo que entrar en pausa después de un par de episodios de convulsiones por los que finalmente le diagnosticaron epilepsia. "Dije: ‘Necesito un tiempo para mí’. Se ve que algo, una condición química, algo me estaba queriendo decir. Y ahí vino una cosa de que se me abrió la cabeza a quien era yo realmente. Me di cuenta que no me había tomado nunca un tiempo para entenderme."
Después de cancelar los shows y la promoción del disco, Benito se fue de viaje a Europa solo por primera vez. Pasó tiempo en Barcelona y en Londres tratando de conocer gente sin tener en la cabeza la carga de su apellido. "Uno acá está medio influenciado. Conocés a alguien y ya le ves en la cara que sabe que sos el hijo de Gustavo. En Londres no me conocía nadie y me encontré con mis verdaderas capacidades para relacionarme con la gente. Y vi que podía... y podía muy bien." Se ríe. "Me di cuenta de mi charme. Que no sabía si tenía o no porque uno tiene esas cosas paranoicas. Y fue como, fuck, sí. I have it! Necesito vivir esto allá."
Benito volvió a Argentina cambiado y dice que vivió la mejor época de su vida. Se abrió a relaciones y amistades. Encontró su lugar en fiestas de la escena gay como la Dengue en Gong y Fun Fun, donde musicalizan los DJs Pareja, al igual que en México y Chile. "No era por la noche o la joda, no tomo alcohol... de hecho si voy a una fiesta es por la música. Fue como una cosa muy linda de conocer mucha gente. Ser cada vez más yo. Y dije: ‘¿Por qué no hice esto antes?’."
Aunque lo conoce desde hace años, Leo García es una de las amistades que surgieron de esta etapa. "Tenemos una amistad transparente, en la que nos podemos decir todo. Definitivamente no seríamos tan amigos sin esta conexión por la música", dice Leo. "Benito como artista es absolutamente libre. Yo me manejo más en estructuras, pienso en lo que suena hoy, para aggiornarme o contrarrestar. Benito se induce a hacer su música tal como le sale. No es un tipo presionado por rendirle cuentas a nadie. Lo he visto trabajar y lógicamente me hace acordar mucho al papá. Ese compromiso con el trabajo Benito lo tiene totalmente. Es cero vago. Se mete a hacer un disco y trabaja muchísimo."
"La gente me dice ‘ay, el tío Leo’, pero para mí era un músico que admiraba un montón. Él justo estaba escuchando mi música y fue como una cosa de admiración mutua", dice Benito. "En las fiestas con Leo es tipo: todos drogados chapando alrededor y nosotros parados ahí... ‘¿Leo, vos escuchás esta línea de bajo que está sonando?’"
Algunas de esas noches quedaron registradas en el video del segundo corte de Unisex "We Can’t Get Along", grabado a lo largo de un año y medio, en el que aparece la gente de su tribu y otras tribus drag de Buenos Aires, Santiago y el DF. Fue alrededor de ese momento que, gracias a su actividad twittera, alguien en algún diario levantó como noticia que Benito era gay. "Creo que fue Clarín, diciendo que salí del clóset supuestamente este año. Lo vengo diciendo hace bocha, lo levantaron y bueno: ‘Salí del clóset’. De ahí en adelante una cantidad de gente me empezó a seguir. Me costó manejar todo eso. Venía de algo mucho más tranqui. Este disco iba a tener un poco más de impacto. Yo no estoy buscando eso. Hice música más allá de lo que la gente llegara a opinar o no. El cambio fue volverme un ser social que tiene contacto con la gente."
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No hay mucho para hacer en Unísono un mediodía de enero. Desde que Gustavo Cerati y Eduardo Bergallo lo armaron hace quince años y Leo García lo inauguró con las sesiones de Cuarto creciente (2005), por este estudio no pasaron a grabar –sin contar al propio Cerati– más que un puñado de artistas. Básicamente amigos: Fito Páez, Fabiana Cantilo, los IKV, Richard Coleman, Leandro Fresco y algunos otros que incluyen a Zero Kill, por supuesto. Benito llega de shorts y remera al estudio, agitado porque vino en bicicleta, después de su rutina diaria de ejercicios. Deberíamos habernos encontrado un mes antes, pero la entrevista se postergó porque, justo el día anterior a la cita, Benito tuvo un ataque de epilepsia en la calle. Fue inicialmente reportado por algunos medios como una mezcla de sobredosis con ataque místico derivado de haber pasado junto a una persona que estaba escuchando un tema de Soda Stereo, lo cual es bizarramente falso. (La historia es más simple: se cruzó con una conocida justo en el momento que le estaba por dar un ataque. Al caer se golpeó la cabeza, por lo que lo internaron solo unas horas.) Ahora Unisex lleva semanas editado, pero decidimos que valía la pena encontrarnos igualmente a escuchar el disco en el estudio en el que lo grabó –el mismo que vio nacer Ahí vamos y Fuerza natural– y conversar sobre música. "Justo este habla sobre la epilepsia", dice sentado frente a la consola sobre la estampida rockera que abre el disco, "Cuidado con la cabeza". "Una vez me había dado un ataque dormido, y entonces después me iba a dormir pensando que me podía dar un ataque otra vez, no sabía si me haría efecto la medicación", dice Benito. "Uno a veces medio que se siente inmortal, y que te pase algo así de la nada es bastante feo. Me di cuenta que no somos tan fuertes, somos frágiles. Que podría no despertar, o quedar con menos facultades."
La canción suena como un lado b de Babasónica, pero para Benito la influencia es más anglo. "Soy un chico muy noventero. Me gusta lo londinense y lo americano de los 90. El disco anterior es más londinense, y la movida más electrónica, tripera. Este disco lo quería mucho más del otro lado del charco. Más Nirvana, más grunge. Bikini Kill, Pavement, el rock que a mí me gusta. Muchos me han dicho: ‘Tenés que hacer rock, no tenés que hacer electrónica’. Y esto es una contestación medio burlona a eso. Te pongo como primer tema esto, para que te saques las ganas y sigas escuchando. Tiene todos los clichés del rock, la guitarra distorsionada, los solos, las voces distorsionadas. Pero con mi propia personalidad."
Aunque ha definido Zero Kill "como lo que es Nine Inch Nails para Trent Reznor, salvando las distancias", es decir, un proyecto personal con nombre de grupo, Benito siente que Unisex es el disco que más suena a banda. Alfred García Tau (guitarra y sintetizador) colabora desde el comienzo del proyecto. El baterista Pedro Bulgakov y el tecladista Diego Korenwaser se incorporaron para este disco. Y Lara Pedrosa, ex No Lo Soporto, se sumó avanzada la grabación e iba a figurar como feat por sus voces en "Siglos", el primer single, pero terminó como miembro estable cuando se fue la bajista anterior, Dana Bell. "Es como que dejé de ser el CEO", define Benito. Aun así, Zero Kill es el resultado de su visión artística y todas sus influencias, generalmente condensadas en muchas capas de sonidos. "Soy muy barroco, voy metiendo, metiendo y metiendo", se ríe. En Unisex, varias canciones conservan la estructura pop de verso-estribillo, hasta que viran en codas menos predecibles y dan margen al juego. Otras no tienen una estructura ni un estribillo tan claros. "Creí que hablabas en serio" es particularmente compleja, con cambios de tempo, aires ¿tangueros? y la voz de Benito ocupando todo su registro. Mientras recorremos las canciones, Benito va mencionando las influencias y las citas sonoras –a veces guiños que, de tan pequeños, son imperceptibles–, desde Tom Petty y Fleetwood Mac hasta Primal Scream y Happy Mondays.
Como no siempre pone su voz al frente de la mezcla y su lírica no es siempre directa ni en español, pueden hacer falta varias escuchas para captar lo que está cantando. Pero el trasfondo es tan personal como político. "I am still a man/ While loving another man/ Don’t you get it twisted" (Aún soy un hombre/ cuando amo a otro hombre/ No te confundas), canta en "I’m Still a Man" sobre cuerdas melodramáticas. "No son de verdad, lo programamos todo nosotros intentando que sea lo más real posible", dice Benito. "Es como mi Frozen."
"Jesús", el único tema de la banda que no tiene batería ni percusión, pasa por una experiencia de su viaje a México, de replanteo espiritual y crítica anticlerical. "Surgió de entrar a una iglesia y ver una imagen de Cristo medio gore. Cuenta metafóricamente mi decepción con esto de que si yo iba a la iglesia alguien me decía cómo me tenía que comportar. Tiene una de las frases que más me gustan del disco: ‘Morir no es más que una reacción violenta a lo que nunca concretamos’."
Tal vez la canción más pop de Unisex sea "#AttentionWhore", un feat con Leo García que dice en el estribillo: "Todo lo que tocas lo destruyes/ ¿Es este tu camino?/ Lo que necesitas es a alguien/ Pero no jodas conmigo", sobre un beat housero. En sus últimos shows Benito contó que la escribió después de que asumiera Macri. "Lo digo más en un tono standupero. Era como estar gritándole a una persona que es un monstruo. Mis letras no suelen tener un solo significado. Estoy abierto a la interpretación de la gente. Es una canción de enojo, de decir basta de mentirme, basta de cansarme. Así que sí, tranquilamente podría tener que ver con Macri."
¿No es curioso que Macri esté tan presente en los shows con "El hit del verano" pero no haya muchas bandas diciendo algo al respecto?
Es más el público, ¿no? La música la siento muy poco... Siempre la tuve presente como contracultura. Hablar de cosas más rupturistas. Siento que hoy en día la cosa está más plana. Hablando de lo mismo, la misma banalidad. Siento que hace falta que la música tenga ese impulso de acompañar a la gente que se siente diferente o que está sufriendo por algo. Hoy se sigue una fórmula y ya. Lo fue el rock hace 50 años, el punk hace 40 o el hip-hop hace 30; hoy no está. Lo puede tener una canción de trap quizás, pero ya. Siento que falta eso. Volver a hablar. En una época tan socialmente caliente está bueno que la música acompañe. Hace poco leía una entrevista a Bowie en la que decía: "Hago música para demostrar mi inadaptación social. Y para que otros inadaptados me escuchen". Está bueno eso, que la música te haga sentir acompañado. Tampoco siento que todos tengan que hablar de algo, pero veo poco.
¿De qué ves que está hablando el rock?
Siento que en Argentina se percibe como que lo que tiene validez musical es lo pasado. Hasta 2001 si querés. Algo pasó ahí en los 2000, no sé si tuvo que ver Cromañón o qué, pero se bloquearon algunas salidas artísticas. Estamos poniéndoles fichas a muy poquitas cosas. Los que dicen que aman la música están un poco haciéndose los zonzos. Siento que somos muy pocos los que estamos buscando activamente qué escuchar de nuevo. Hoy sale un Nirvana y quedan ignotos. No está rindiendo la metodología indie, de hacerlo uno mismo. De no venderle el alma al diablo para ser escuchado.
¿Cómo ves la crisis del rock de guitarras?
Para mí va a existir siempre. El rock caducó pero cualquiera puede agarrar una guitarra y tocarla y revivirlo. Así son los géneros y los instrumentos. Lo que pasa es que se ablandan y se banalizan. Lo más cercano a la anarquía que ves es una remera de 47 Street con la A. En la música veo eso. Se vuelve banal, se vuelve aburrido. Está en otro lado lo que queremos escuchar. No sé dónde. Por eso elijo la música para no quedarme callado. Me parece aportar desde uno, más allá de si vende eso o lo políticamente correcto. A mí me nace, y si me equivoco es humano. Le voy perdiendo el miedo a decir ciertas cosas. Pero desde el rock chabón a la cumbia villera tienen orígenes de denuncia.
Quizás lo que conocemos como rock de denuncia no está leyendo esta época. No hay muchas de esas bandas que puedan decir algo sobre género, por ejemplo.
Seguro que no. Public Enemy afrontaba el tema del racismo. Ser o no ser gay era irrelevante para ellos, o eran directamente homofóbicos. Cuando estaba haciendo el disco, pensé que iba a sacarlo y estar solo en una jungla. Cuando vi lo que pasaba en estos dos años, dije "qué bueno, va a salir en un clima mucho más acompañante". Me daba terror tener que empezar a espadear con un montón de cosas. Que iba a quebrar con un montón de imágenes que se proyectaban sobre mí. Soy totalmente opuesto a lo que vos vas a pensar. Era demasiado para ponerse al hombro, pero lo estoy llevando bien. Muchísima gente me manda mensajes agradeciendo. ‘Gracias a este show conocí a esta persona, o a mi pareja.’ Son cosas que me hacen volver al eje de por qué hago lo que hago.
¿Cómo te ves con respecto a la escena local?
Yo no tengo conflictos con nadie. Me conecto con la gente que veo que siente parecido. No va por la música sino por la sensibilidad compartida. Vengo trabajando con gente super veterana, que han hecho discos grosos, y de repente este disco es mucho más chill en ese sentido, de un grupo de jóvenes, gente copada. Y termina siendo mi mejor disco. Es muy relativo. Creo mucho en la intuición y si digo "es por acá", con el tiempo me doy cuenta que era por acá. Me escucho mucho.
¿Por eso este tiempo subiste más el perfil?
Se fue dando. Sale de mí. Refleja un crecimiento. Este disco viene acompañado con un montón de cosas que me animo a decir. No es que yo digo las cosas para que alguien me siga. No me quiero volver una especie de predicador. Soy una persona que la gente la conoce desde que nació. Entonces fue como: voy a salir a decir quién soy porque, si no, dicen cualquier cosa. Van a seguir diciendo. Todo el mundo que me conoce sabe que soy transparente. No he hecho nada en cuanto a fórmulas de marketing, no he hecho nada para que a la gente le gustara más lo que hago. Y eso creo que termina gustando. Aprovecho que la gente me escucha para dar algo distinto. No sé qué tanto alcance tenga.
¿Cómo es cuando te encontrás discutiendo con gente que espera que sigas el legado familiar?
No les doy entidad. Poco me importan las proyecciones de la gente. Me vale nada. Si vas a opinar de mí sin conocerme... O la presión del qué dirán por ser el hijo de. No está esa sombra. No lo pensamos. Pero no me siento muy distinto tampoco. A mi papá lo tuve 16 años de mi vida al lado todo el tiempo. Siento que tengo cosas parecidas. Genial si me lograron separar. Pero ahora me alejan mucho, y no estoy tan lejos tampoco. Escuchábamos la misma música. Hay cosas de cómo componía, la ejecución, pero yo tengo mis flashes de mi vida personal. La gente estaba esperando algo específico de él y tenía que responder a eso. Yo no voy a responder a nada, me siguen o no me siguen.
Como cuando decís en Bios (el documental de Nat Geo sobre Gustavo Cerati) que Ahí vamos es su disco de la crisis de la mediana edad, que estaba en cierta forma cediendo a un reclamo.
Sí [se ríe]. Es subjetivo, igual. Como lo veía de adentro, yo veía cómo concordaba con una actitud de querer volver a algo. Pero él también estaba en un lugar super cómodo como para poder hacerlo. Por 15 años hizo lo que quiso y bueno, ahí les dio algo: por eso el público respondió. Yo nací en un momento super experimental de su carrera. Era super raro, era como abrir cosas nuevas todo el tiempo. No estaba haciendo lo que se esperaba, hacía cosas con músicos con los que se encontraba, se juntaba y hacía proyectos. Viví esa dinámica y es lo que yo ahora hago de grande. Lo que a mí me interpela es eso. Inconscientemente estoy haciendo eso que vi cuando era chico. No sé de qué se trata, pero me copa y lo hago.
***
‘Me estoy quedando sin espacio. Me voy a mudar y dejar esto para los instrumentos", dice Benito en su luminoso loft de un edificio moderno de Belgrano. Hace casi tres años que está viviendo solo –sin contar a sus tres gatos–, ahora está soltero, y haciendo ruido hasta tarde sin culpa. "En la casa de mi mamá ya era un tema", dice. Sin mucho desorden ni atención a la decoración, tiene los silloncitos rojos del living con algunos equipos encima, así que nos sentamos en la cocina.
Anoche estuvo acá haciendo covers de un par de canciones de Miley Cyrus & Her Dead Petz para sus seguidores de Instagram. Quiere hacer el disco completo, pero ya intentó ponerse una meta similar con covers de Bowie y llegó a hacer solo dos. "Estoy lleno de cosas que empiezo y no termino. La otra vez dije: ‘Voy a pasar toda la saga Final Fantasy del 1 al 15’. Llegué al 3 y me aburrí."
Un par de noches antes de los covers de Miley, usó Instagram Live para el modo más mundano del oversharing. Un descargo, claramente gracioso, sobre su crisis después de un brote de rosácea, que dos amigas le dijeran que tiene panza, y la frustración de no ser "un twink como Troye Sivan". "Me gusta mucho lo andrógino, ir por el medio, cuando se perfila para algún lado es como ¡uy, ahora qué hago! Das viejo maquillado, no das andrógino", se ríe. "En general la imagen corporal me da bastante lo mismo. Nunca me preocupé. Obvio que por algo uno dice las cosas y hace esos chistes. Ahora en los 25 siento que me cambia el cuerpo. Me veo diferente, no para mal. Uno tiene que ajustarse al cambio. Me pasó en la adolescencia. Tuve una adolescencia nula y después, pum: todo de golpe. Mis hormonas van: Stop. Full. Stop. Full. Ahora siento que estoy de vuelta en un momento embudo. Que me viene todo junto."
Tanto su franqueza como su humor autodespectivo hacen de Benito una persona menos distante de la que era cuando estaba cubierto de capas de temores. Lo que parece ser premeditado y parte de sus intenciones de establecer su propia relación con el hecho de ser una figura pública. "No me gusta mucho la exposición. Siempre fui bastante bajo perfil. He dado alguna que otra nota, pero no es mi meta. Me estoy mostrando mucho más porque siento que lo vale. Aporta algo y lo compruebo con la gente, que es cada vez más: no hay fanatismo, no hay idolatría. Se entabla una cosa de igual a igual. Siento realmente que si puse mi cara en la portada de mi disco es porque estoy diciendo algo. Y no es el look. Estoy hablando de despojarse y ser lo que quieras ser. Sé que, con esto, encontré una forma de usar todo eso que tengo para comunicar algo. Pero no siempre tengo algo que comunicar."
En los últimos años, mientras veía su cuenta de seguidores subir y subir, tuvo una lección dura en cuanto a qué comunicar y desde qué lugar. "De repente cuando hay mucha gente hablando de vos te da una especie de intriga de saber qué dice. Hay tanto comentario con fondo político como comentario tirándote abajo. Te obsesionás. Salís a aclarar. Terminás siendo un insoportable que no para de hablar. En un momento decís bueno listo, dejo de querer agradar a todo el mundo."
"Me pasó con el feminismo", sigue Benito. "Cuando empecé a descubrirlo, quise mostrar mi apoyo. Hubo gente que me descubrió por eso, y me decía ‘qué bien lo que dice’. Me sentí incentivado y seguí. Pero en un momento lo empezaron a criticar. Lógicamente: ¿qué hacen dándole bola a este, más que a la cantidad de minas que están militando? En un momento no lo entendía; ‘pero si yo quiero ayudar...’. Y no, chabón, cortala. Me dolió que pensaran que mi intención era robar lugar a voces que lo merecían más. Pero bueno, me hizo ubicarme en mi lugar." No esperen de él, sin embargo, que sea un guerrero de la justicia social, ni que se sume a la cancel culture. "Toda la experiencia me hizo desradicalizarme", dice Benito. "Es una raza que se autodestruye. Es tipo: ‘Yo descubrí que las cosas son así’. Pará, ¿quién sos? ¡Tenés 16 años, dejate de joder! Igual lo entiendo, porque yo era igual."
Esta vez, ya sabe qué hacer con el embudo hormonal y lo que siga después. "Ahora se trata de poder concretar mis objetivos. Tocar lo más que pueda. Y sacar más a esa persona que tengo adentro. Que siga floreciendo. Tener menos miedos. Conectar. Y desconectar también. Seguir creciendo de la forma en que estoy creciendo. Tan rápido que apenas puedo correr detrás. Pero está bueno."
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