El bar predilecto de Skay y Rocambole, donde Moris podía zapar de madrugada y en el que el Indio y Calamaro escribieron una canción
Reducto fundamental de la bohemia porteña, el Imaginario Cultural nació en Palermo, pero encontró en Almagro su casa definitiva; un proyecto “delirante” de dos amigos que pudo cristalizarse y mantenerse en el tiempo
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Bar emblemático de la cultura under porteña, Imaginario Cultural Bar nació el 21 de septiembre de 1994 en la esquina de las calles Armenia y Honduras, en pleno barrio de Palermo Viejo. Dos amigos, Javier Lecumberry y Matías Godio, estaban en busca de un espacio donde expresarse y done otros también pudiesen hacerlo. Y así lo crearon. Con los años, el Imaginario se convirtió en un búnker cultural atravesado por la vocación artística, la amistad y una agitada vida nocturna donde deambulaba la bohemia porteña.
“La idea surgió en Ilha Grande, Brasil, a principios de los 90. Estábamos de vacaciones con Matías, rodeados de artistas de todo tipo: músicos, pintores, psicólogos, gente de teatro, escritores, fotógrafos, pero también había un médico y un dentista, y pensamos en un barco, que incluso fuimos a ver, un trasatlántico, para navegar todos juntos y hacer una intervención en cada puerto: arte, dentista y atención médica. Una cosa recontra delirante. Obviamente no se pudo. Y al final encallamos en Honduras y Armenia, que por entonces era la periferia de Plaza Serrano”, recuerda Javier “Lecu” Lecumberry, sentado a la mesa del bar a las 2 de la tarde, todavía con las persianas bajas, mentor del icónico Imaginario que por estos días está celebrando 30 años de acción cultural en el under porteño, en la esquina de Guardia Vieja y Bulnes, su segunda y definitiva casa.
“Habíamos iniciado una guerra imaginaria que consiste en lograr que el centro vaya a la periferia, y no la periferia hacia el centro. Y lo logramos rápidamente. El primer día, 20 amigos, actores y diseñadores, se disfrazaron de prostitutas, marineros, rufianes, y hasta de la reina Victoria. Salieron todos de la Plaza Serrano y se vinieron al bar con una horda atrás. Lo logramos en el acto”, sigue Lecu. En ese primer tramo, Jorge Pinchevsky (La Cofradía de la Flor Solar) acompañado por Patán Vidal y el propio Lecumberry, llevó adelante un ciclo dedicado a Tom Jobim, a través del cual llegaron Skay Beilinson y la negra Poli, que vivían muy cerca de allí, y enseguida se convirtieron en habitués del bar, entre otros tantos artistas de todo tipo que se sintieron identificados con el espíritu del lugar.
La lista es interminable y da testimonio de una agitada movida cultural: Willy Crook, Patán Vidal, Daniel Melero, Fernando Noy, Catupecu Machu, Estelares, Los Tipitos, Diego Capusotto, Triciclos Clos, Palo Pandolfo, Buenos Muchachos, Moris, Daniel Melingo, Rodrigo de la Serna, Malena Guinsburg, El Soldado, Chillan las Betias, Erica García, Las Canoplas, Vicente Zito Lima y el resto de la troupe ricotera: Rocambole, Semilla Bucchiarelli, Sergio Dawi, Walter Sidotti y el Indio Solari.
“El espíritu del Imaginario siempre fue el de la no violencia, con días de circulación libre para ver cine sin gastar un centavo. Invitar a la gente a que se acerque al fuego que habíamos armado para expresar lo suyo. Y así sucedió. Enseguida empezaron a aparecer Tipitos, Estelares, Soldado, Willy Crook, la Negra, El Indio; muchos adoptaron el bar como su casa”.
En 1999, el Imaginario se mudó a Almagro, en la esquina de Guardia Vieja y Bulnes, un local con patio interno y un sótano donde habita hasta el día de hoy. “Nos fuimos de Palermo porque ya se estaba volviendo un shopping al aire libre, mucho botox, la frivolidad que se paseaba por el barrio. Comercialmente nos hubiera convenido quedarnos allá, pero decidimos salirnos y volver a buscar la periferia. Entonces hicimos un trabajo de campo en varios barrios y descubrimos que acá en Almagro, en la cuadrícula que forman Córdoba, Corrientes, Salguero y Agüero había como 20 teatros, entonces decidimos desembarcar acá. Nos costó más arrancar porque en ese momento estaba todo tomado. Vino el 2001, la ruta del cartón, hasta que en 2004 empezó a florecer”, explica Lecu, que años después terminaría acompañando a Skay Beilinson en la dirección musical de Los Fakires, la banda que secunda al guitarrista de los Redondos desde su segunda etapa como solista, a partir de 2012.
Entre las perlas de un inmenso anecdotario, recuerda el día en que Andrés Calamaro y el Indio Solari escribieron la letra de una canción juntos, sentados a una de estas mesas: “Fue en aquella mesa”, -señala Lecu-. Estábamos todos sentados en este sector: Melingo, Crook, Poli, Skay, El Indio. En un momento alguien sale a la calle, donde había un teléfono público de esos que le ponías la monedita y 20 minutos después me golpean la puerta del bar. Abro y era Andrés [Calamaro]. Me dice: ‘¿Me quedo o me voy? Yo pensé mierda, que pregunta rara. Y le dije: ‘Si querés entrar, entrá’. Y entró. Estaba muy exaltado, se sentó a la mesa con todos los demás y empezó a molestar, empezó a decirle al Indio: ‘Escribamos algo juntos’. Así que se pusieron a escribir algo”, recuerda Lecu.
El manuscrito, con manchas de vino tinto, permanece bajo siete llaves en la casa de Spixs, el trompetista de La Doblada, grupo con el que Lecu tocó por más de 20 años prácticamente como un desprendimiento del Imaginario Cultural. Ahora bien, a 30 años de su apertura, cabe preguntarse qué fue de aquella bohemia porteña. “Sigue existiendo. Los jóvenes tienen una posición política, leen, escuchan música variada, se siguen juntando, quizás no como hacíamos nosotros, son islas, pero yo los veo y los conozco, porque a veces presentan libros acá. Supongo que la mayor diferencia con los 90 es el exceso de información que circula hoy. Pero igualmente hay muchos jóvenes que entran por otro lado, creo que está medio bastardeada la juventud en ese sentido. Hay gente muy interesante que no está todo el día meneando el culo con el reggaetón. Lo que pasa es que están recontra bombardeados por información y es demasiado para procesar. ¿Si hay esperanza? Por supuesto. Es que pocos ensucian mucho: la gente fea y mala hace mucho ruido, porque irrumpen de una forma violenta, pero es mucha más la gente hermosa y linda. Si bien la resistencia todavía no me queda clara, puesta en palabras, sí hay un presente, gente que quiere seguir haciendo arte, haciendo canciones”.
Zapadas, exposiciones, ciclos de cine, intervenciones, performances, presentaciones de libros, lectura de poemas y tertulias que se extienden hasta la madrugada son la esencia de este bunker cultural que Javier Lecumberry soñó alguna vez y que desde hace tres décadas lleva adelante con el mismo entusiasmo de siempre. Tras dejar la banda de Skay luego de diez años juntos, este sábado Lecu volverá al escenario ubicado en el sótano del Imaginario con su flamante proyecto musical, Lecu y Los Gnomos de Lata (por el tema de Spinetta “Canción para los días de la vida”).
“Yo estuve ahí arriba y no había nada. Me gusta estar de vuelta en el pie de la montaña”, se despide Lecu. Y sabe de qué habla.
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