Se llama Gris Gris y es un bar de escucha de vinilos donde la buena música, los tragos y la gastronomía son los protagonistas; el músico que está detrás de la iniciativa y por qué se llama así
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Dedicado al deep listening o escucha activa de selectos vinilos mientras se bebe un cocktail o copa de vino y se disfruta del sonido en equipos de alta fidelidad, Gris Gris abrió sus puertas el 5 de mayo último con la música como agente esencial. Le pusieron Gris Gris por un amuleto africano contra los malos espíritus, y también porque así se llama el disco debut de Dr. John, el emblemático artista de blues y jazz.
El espacio está inspirado en una arraigada tradición japonesa, los llamados jazz kissa, espacios dedicados a la escucha de jazz en equipos analógicos y de alta definición. Son espacios muy tradicionales que están más asociados al Japón intelectual y nerd, pequeños reductos donde se toma tanto whisky como café y se escuchan vinilos. Su único antecedente en Buenos Aires es Black Forest, el primer jazz kissa porteño que inauguró allá por 2018 en el sótano de la librería Falena, aunque por motivos de la pandemia interrumpió sus sesiones de escucha hasta nuevo aviso.
“Soy músico y amante de los discos. Creo en los discos como obras de arte y soy algo romántico con la manera en que deberían escucharse. Mi plan nocturno favorito siempre fue juntarme con amigos a escuchar vinilos y tomar un vino. Empecé a ver que no había ningún bar donde la música tuviera la importancia que debería tener, y Gris Gris surgió como una necesidad de recrear un espacio para eso”, cuenta Bruno Albano, creador del espacio y músico, que durante más de diez años formó parte de Banda de Turistas como compositor, bajista y cantante del grupo de rock.
Si bien Black Forest recogió la tradición nipona de manera bastante purista, en el caso de Gris Gris tomaron aquella inspiración sin ajustarse tanto a ciertas características que lo definen, como el protagonismo indiscutido del jazz y el whisky. Sin contar que los fines de semana el local toma un espíritu más nocturno. Igualmente, el acento se mantiene en la música y en la manera de resignificar la experiencia de la escucha en una atmósfera íntima. En ese sentido, no es casual que la vedette del espacio, con capacidad para unas 30 personas, sea la batea de discos y dos bandejas de vinilos iluminados con una tenue luz roja. La ambientación se completa con una barra de mármol travertino rojo y la pared de ladrillo blanco. Las lámparas son hojas de palmeras que crean una luz cálida.
“Lo principal pasa por el audio y todo un mundo que gira en torno a lo musical. Si bien este tipo de lugares puede resultar algo solemne, porque en muchos no está permitido hablar o hay que comportarse de cierta manera, acá tenemos el derecho a cierta libertad. No hay reglas que seguir, porque siento que la música de cierta forma tiene que ver más con eso”, advierte Albano, que en 2019 inició su carrera solista y este año lanzó su segundo álbum, Solitarista, producido junto a Tuta Torres, bajista de Babasónicos.
Desde su apertura, en mayo de este año, fue mucha la gente que se acercó al local interesada en la propuesta del deep listening, una experiencia de escucha consciente un poco más activa de lo que habitualmente se acostumbra en los espacios públicos. Ahora bien: ¿Qué dificultades encontraron a la hora de trasladar ese concepto de Japón a Buenos Aires y su público? “La dificultad más grande fue la elección de los equipos de audio. En lugares como Japón o Estados Unidos es mucho más accesible adquirir un equipo de alta fidelidad, pero acá fue más complicado. Hice mucha investigación, hablé con mucha gente apasionada del audio hi fi. Como no hay tanto mercado tuve que indagar bastante. El camino fue apasionante”, asegura Bruno. El resultado está a la vista: dos bandejas Pioneer PL-1000; parlantes Focal 716, un pre amplificador y un amplificador Emotiva.
En cuanto a la selección de la música, Albano explica que los fines de semana desembarcan amigos DJ con su colección de discos, mientras que el resto de los días pasan discos de su propia colección, desde música de los años 50 de todo tipo, rock de los 60, bossa nova, jazz, discos clásicos y contemporáneos también. Además, todos los miércoles proponen la escucha de un disco en particular.
“La gente se acerca y nos dice que hace mucho esperaban un lugar como este, donde suena música cuidadosamente elegida y curada. Creo que Gris Gris tiene cierto espíritu artístico y eso es algo que se siente e identifica a muchos. Desde que abrimos se acercó mucha gente del ambiente que le gusta la música y conocen varios de los discos de nuestra colección. Hay de todo. Algunos clientes no están familiarizados con la música, pero les despierta curiosidad el mundo del vinilo”, sigue Bruno Albano.
Respecto de la oferta de comidas y bebidas, el local cuenta con una carta diseñada por Leo Azulay (Sudestada), corta pero elaborada. Tienen varios platos de quesos, curry de garbanzos, aguachile, tostadas mexicanas, sándwiches de falafel, repollos asados, mbeju, cavatellis, cremoso de chocolate, y panqueque de dulce de leche de postre. En cuanto a la coctelería, hay gin tonic, negronis y un clásico: el Manhattan. También cuentan con una gran variedad de vinos tintos, blancos, rosados y claretes, espumantes, pet nat y naranjos. Eso sí, la gran protagonista de la noche siempre será la música.
Gris Gris. Cabrera 5918. Abre martes, miércoles y domingos, de 19 a 1 am; jueves, viernes y sábados, de 20 a 2.30. Entrada sin cargo.
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