‘Está pasando todo lo que no queríamos que pasara", dice María "Luli" Zamtlejfer, bajista y cantante de Las Ligas Menores, sentada junto a sus compañeros en la mesa más alejada de un bar de San Telmo. Acaba de contar cómo fue que hoy un cliente de su estudio de arquitectura la reconoció y ahora piensa ir a verla al próximo show de la banda. "¡La concha de la lora!", repite, agarrándose la cabeza, dejando entrever uno de los tantos pudores con los que deben lidiar estos chicos tímidos después de convertirse, sin siquiera buscarlo, en una de las bandas indie argentinas del momento.
La escena, melodramática y naif, se reconfigura si se tiene en cuenta la génesis de Las Ligas Menores: el pasatiempo distendido y lúdico de un grupo de amigos que de repente gana impacto gracias a la difusión de algunos videos y grabaciones de baja calidad y al impulso clave de bandas como Él Mató a un Policía Motorizado, hasta convertirse en uno de los grupos locales que –aun sin haber logrado trascender el under de su país– más se ha internacionalizado. En los últimos dos años, su éxito se volvió tangible particularmente en México y España, aunque también giraron por el resto de Latinoamérica y Europa, y tuvieron un show inolvidable en el festival Coachella 2017, en California, con tan solo un disco editado. Un cuadro de situación demasiado esperanzador para estas chicas que jamás habían pensado en dedicarse a la música, y que hoy tienen que arreglárselas para mantener una doble vida entre sus respectivas profesiones y una agenda cada vez más abultada de shows. Todo eso mientras intentan descifrar si lo que está pasando era realmente lo que querían para sus vidas.
"En mi familia se sorprenden todo el tiempo de lo que pasa con la banda, porque no es que yo dije: ‘Voy a ser música’. Pasó, y se va armando", dice Zamtlejfer, una chica sensible e introvertida a la que se le achinan los ojos cuando se ríe. "Es lo que nos acaba de pasar a todos: estamos empezando a asumir que esto va más en serio de lo que creíamos."
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Las Ligas Menores creció a la vista de todos casi desde el minuto cero. Su historia es la de un grupo de amigos del barrio de Caballito, ex compañeros del colegio Carlos Pellegrini, que empezaron a tocar canciones fuertemente influenciados por el indie-rock americano y la escena que se estaba replicando en el país sobre la base de ese sonido a mediados de la década pasada, a través del sello platense Laptra, con un bólido como Él Mató a la cabeza.
"Desde la secundaria nos copamos con la música, pero no pensamos en armar algo hasta los 24", dice Pablo Kemper, el guitarrista y único hombre de Las Ligas, que junto con Zamtlejfer y la baterista Micaela García compartía tiempo y música dentro y fuera de la escuela. García y Zamtlejfer se habían conocido en el curso de ingreso, y desde ese momento se convirtieron en amigas inseparables. "El primer día de clases me tocó un compañero de banco que lo primero que hizo fue pedirme que le cambiara de lugar para sentarse con otro, yo estaba muy indignada", recuerda Zamtlejfer con una sonrisa. "Pero, al día siguiente, llegué abatida al aula y ahí Mica me preguntó si se podía sentar conmigo." "Yo la veía de lejos y pensaba que debería ser re copada", dice García marcando el flechazo. "Desde ese momento, nos volvimos pan y mantequilla."
En ese entonces, todos los hermanos de Zamtlejfer, que iban al Colegio Nacional Buenos Aires, tocaban música de forma habitual. Julián Zamtlejfer, de hecho, formaba parte de Doris –banda liderada por Nacho Rodríguez, de Onda Vaga–, así que ella, García y Kemper iban seguido a verlos en vivo mientras empezaban a descubrir el under porteño. Pero no fue hasta después de egresados que empezaron a compartir algunas zapadas. Kemper tocaba la guitarra solo en su casa desde los 14, influenciado por Kurt Cobain ("Conocí a Nirvana cuando me compré una Rolling Stone en Villa Gesell"), García había empezado a estudiar batería con Roberto Conlazo, integrante de la banda de ruidismo experimental Reynols, y Zamtlejfer se sabía algunas canciones de El Otro Yo en la guitarra. De ahí surgieron ensambles fugaces sin ninguna pretensión, con nombres como Los Picnics o Frankie Lee, en los que mezclaban covers de Charly García y Jesus and Mary Chain con algunos temas propios. "Nunca tuvimos el objetivo de tocar", dice Kemper, que en ese momento estudiaba Filosofía. "Pero seguíamos hablando de eso, era como una abstracción."
El curso de la historia se torció en 2011 cuando, ya atraídos por el mundo Laptra, García, que cursaba la carrera de Psicología, empezó a estudiar batería con Tom Quintans, baterista del extinto grupo de krautrock del sello Go-Neko! y actual líder de Bestia Bebé. "Yo no sabía quién era él, pero para muchos ya era una especie de celebridad del under", dice García riéndose. En paralelo, Zamtlejfer, que estaba estudiando Arquitectura, conoció a Anabella "Annie" Cartolano, hermana menor de una de sus amigas de la facultad. Cartolano había llegado a Buenos Aires en 2006 desde su Neuquén natal para estudiar Diseño Gráfico, estaba aprendiendo guitarra con Nacho Rodríguez y también iba seguido a ver a Doris. "Nos hicimos amigas al instante. Empezamos a salir juntas, y ahí me contó que tenía algunas canciones", recuerda Zamtlejfer. "Las había podido grabar porque el portero de mi edificio me veía siempre con la guitarra, y un día me trajo un micrófono y su compu", dice Cartolano, que nació en 1988 y es la menor del grupo. "Ese portero se llama Roberto y si lo veo hoy le agradezco la vida."
La aparición de Cartolano fue determinante para el resto de ese trío destartalado de nombres cambiantes. Después de ir los cuatro a ver a Él Mató al Teatro San Martín, en agosto de 2011 se juntaron todos por primera vez a tocar en una sala. "Me acuerdo de que en ese ensayo tuve una sensación re rara", dice Zamtlejfer. "Nosotros no nos considerábamos una banda, pero cuando vino Annie ya fue otra cosa."
Poco después volvieron a ir a ver a Él Mató, esta vez al Konex. Perdida en el pogo, Cartolano sintió cómo se le torcía el pie entre la multitud. "Salí con miedo y les mandé un mensaje a los chicos: ‘Me parece que me quebré’", recuerda ella, que efectivamente tenía roto el primer metatarso. Con una bota y varias semanas de tiempo muerto en reposo, terminó componiendo buena parte de las primeras canciones de Las Ligas. "Yo lloraba porque pensaba que ya no iban a querer tocar conmigo", dice. "Pero le saqué provecho a la situación."
Con Cartolano todavía enyesada y en muletas, y tan solo cuatro ensayos para un total de nueve canciones propias y un cover de "Strange" de la banda de slowcore de Massachusetts Galaxy 500, debutaron en vivo en el jardín de la casa de un amigo, una especie de festival para amigos bautizado TopoFest. Ese día tocaron por única vez bajo el nombre de Pararrayos. "Estábamos muy nerviosos y fue re divertido", dice Zamtlejfer.
Después de esa primera prueba, dieron con el nombre definitivo del grupo. "Todo el tiempo estábamos hablando de antihéroes y de los segundos puestos, de algo como de principiante", dice Cartolano. "Se me vino a la cabeza ‘Major Leagues’, la canción de Pavement, y ahí tiré ‘Las Ligas Menores’ y quedó."
Entre el público del TopoFest también estaba Nina Carrara, una compañera de Arquitectura de Zamtlejfer que ya había tomado clases de teclado y había compartido alguna juntada con el resto de la banda. "Esa fecha fue un hit", recuerda Nina. "Me compré un Casiotone por 170 pesos en MercadoLibre y me sumé a los ensayos."
Con la formación definitiva, dieron un show malísimo en el viejo Matienzo, entre pifies y gestos de dudas, frustración y timidez. Está en YouTube: durante el cover de "Strange" de Galaxy 500, Zamtlejfer casi ni toca, perdida en la sucesión de notas que no llega a copiarle a Cartolano, que a su vez se olvida la letra y pone cara de drama. Sin embargo, cuando Santiago Motorizado, cantante de Él Mató, vio el video de esa versión, decidió sumarlos a Laptra. "Me gustó esa frescura y ese sentimiento primitivo por el valor de la canción en sí", dice Santiago. "Les faltaba ensamblar, pero ya mostraban esa sensibilidad que siempre será lo más importante."
Después de aquella fecha aparentemente fallida, los cuatro fueron una vez más a ver a Él Mató, esta vez a Niceto, y se llevaron su primera gran sorpresa como grupo. "En el medio del recital Santiago dijo: ‘Queremos darle la bienvenida a Laptra a Las Ligas Menores’", recuerda Cartolano todavía con gesto de fascinación. "Nadie había escuchado bien... ‘¡¿Dijo que estamos en Laptra?!’"
El acceso al sello del cual eran fanáticos supuso una aceleración inesperada para la banda. "Ahí nos conocimos con un montón de gente que terminó siendo amiga. Era la sensación de estar en la secundaria: ¡amigos nuevos!", dice Zamtlejfer. "Ninguno de nosotros tenía la aspiración de: ‘Bueno, vamos a armar este grupo porque queremos tocar en un montón de lugares’", dice Cartolano. "De hecho, hasta hace dos años, nunca habíamos armado una fecha propia, porque siempre nos invitaban."
Para la grabación de Las Ligas Menores, su primer disco editado en 2014, Las Ligas ya tenía cristalizada esa esencia de canción sensible y guitarrera que los caracteriza, cargada con las inflexiones desahuciadas e introspectivas del indie-rock, que se alinean con una tradición de rock under argentino que empezó en los 90 con Suárez. Canciones como "Renault Fuego" o "A 1.200 km" construyen escenas mínimas de amor y amistad, dramas jóvenes de búsqueda, y una sensibilidad costumbrista y en primera persona que suena enérgica y cercana, casi universal.
Sin demasiada repercusión a nivel local más allá del mundillo del indie, Las Ligas ya empezaban a mostrar un incipiente perfil internacional. "Accidente" fue elegida como una de las mejores canciones del año por Radio Reactor de México, una de las estaciones más importantes para el rock azteca, lo que les generó una considerable base de fanáticos. Dos años más tarde, cuando finalmente fueron a tocar a México, el público hacía cola para conocerlos y sacarse una foto con ellos. (Algo similar pasa en Chile, donde agotan entradas y han firmado autógrafos.) La llegada al clásico festival Coachella de California en 2017 fue una coronación de ese ascenso vertiginoso.
"Las reglas del mercado son muy azarosas: hay bandas de mierda que llenan lugares enormes y hay bandas geniales que llevan siete personas", dice Zamtlejfer. "Y, en general, a nosotros nos gustan las bandas que llevan siete personas. En nuestro caso, creo que la ecuación es así: hay un 30% de buenas canciones, esfuerzo y trabajo, y un 70% de un culo más grande que una casa."
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Ahora es una noche de marzo pasado y Las Ligas Menores están tocando en Niceto. A ocho años de su tímido debut en aquel festival casero en un jardín familiar, el contraste es total. Sin perder su esencia introspectiva, la banda suena enérgica y ajustada frente a una sala llena que canta y baila todas sus canciones. Al final del setlist, Cartolano se zambulle sobre un pogo efervescente al ritmo de "Ni una canción", una de las piezas fundamentales de Fuego artificial, el segundo disco de la banda, editado el año pasado. La escena hubiera sido impensada un par de años atrás, cuando apenas podían levantar la mirada de sus zapatos. ("Creo que se trata de la confianza que fuimos ganando como grupo", dirá más tarde.)
Tras la edición de Fuego artificial, con la producción de Tom Quintans y Lucas Rossetto, encargado durante años del sonido en vivo de Él Mató, el salto de Las Ligas fue determinante, no solo en cuestión de sonido. A más giras por Latinoamérica, se sumó su debut en España. "A Él Mató le costó cinco giras por España conseguir lo que Las Ligas logró en la primera", dice Rossetto, convertido en manager internacional de la banda. "Ayuda que sean casi todas mujeres, porque cada vez se buscan más bandas así, y encima la gente baila siempre en sus shows. Las canciones de Las Ligas tienen un mensaje que funciona en cualquier lado."
Mientras intentan sobrellevar sus respectivas carreras con una incipiente y cada vez más sólida vida de músicos profesionales (Cartolano es diseñadora e ilustradora freelance, García es psicóloga, Carrara y Zamtlejfer trabajan juntas en su propio estudio de arquitectura, y Kemper ahora intenta terminar la carrera de Geología), Las Ligas Menores resulta un proyecto cada vez más expansivo. "Esa sensación de ‘¿Qué hago acá?’ la sigo teniendo", dice Zamtlejfer. "Pero sé que no estoy sola. Somos cinco, y nos encantan nuestras canciones. Yo escuchaba los temas de Annie y pensaba: ‘Qué zarpado ese tema, está buenísimo’. De repente, sos fan de tu propia banda."