El año del trap: un sonido de origen marginal que llegó a la cima de todos los charts
Pocos géneros tuvieron una irrupción tan grande y tan rápida en la industria musical como el trap en 2018. La expansión regional que provocó el portorriqueño Bad Bunny hizo que el género ganara nuevos territorios y desplazara del mapa al reggaetón con su tema "Amorfoda", que logró 540 millones de reproducciones en YouTube. En la Argentina, el fenómeno cobró su propia dimensión y forma. Con solo 22 años, Duki se transformó en el ícono de un movimiento que saltó de las batallas de rap en las plazas a llenar teatros y estadios como el Luna Park.
"Miren hasta dónde llegamos", fue el grito de guerra de Duki la otra noche frente a la multitud adolescente que llenaba el Teatro Gran Rex en la presentación de su colega y amigo rapero YSY-A.
No solo fue el año de Duki, el primer artista de trap argentino en hacer un Luna Park y cuyo video "She don’t give a FO" alcanzó los 300 millones de reproducciones en YouTube, sino que fue el despegue de toda una generación de artistas sub-25 que se convirtieron en nuevas figuras del género: Paulo Londra, Khea, Cazzu, Ecko, Lit Killah, Nathy Peluso y Dakillah, la más joven, con 17 años. Como dijo el rapero YSY-A en su concierto del último viernes en el Gran Rex: "Queremos hacer historia". El trap ya no es una moda, dicen, sino una nueva cultura joven con adn local.
Los traperos locales son nuevos rockstars de la época. Sus nombres figuran en las programaciones de festivales como la edición 2019 del Lollapalooza; los publicitarios usan sus canciones para promocionar marcas de ropa, bebidas o celulares, y los sellos multinacionales quieren tentarlos porque lograron en poco tiempo una masividad que no logran equiparar los artistas más vendedores de la industria.
"Ganamos más plata y tenemos más seguidores que cualquier artista grande de un sello", desliza Cazzu, otro de las artistas más populares del trap local. "Es un género más abierto, en el que podés colaborar con otros –cuenta la trapera jujeña–. Por eso no nos gustan las disqueras. Siempre hay problemas para colaborar y tenés que firmar millones de papeles. Nosotros somos reinmediatos. Un día grabamos una canción, otra un video y la subimos. Los sellos como que la quedan. Nosotros nos juntamos con los que queremos. Estamos en una era digital que comprendimos y sabemos como usarla. Somos diferentes artistas independientes. Económicamente más exitosos que muchos artistas que no son independientes. Es loco: tengo colegas que facturan más que Charly [García]".
Esta nueva generación de artistas entiende el juego mejor que nadie y puede estar al margen de la industria. "A la presidenta de Universal le dije: ‘Mirá, la voy a hacer corta: yo no soy Lali Espósito, yo no quiero fama’. Yo soy un pibe que viene de no tener nada y quiero ser una leyenda musical, ¿entendés? Yo tengo más hambre que toda la gente que está en este edificio", le contó Duki a la Rolling Stone en su edición de julio.
Las estrellas del género no necesitan de los sellos multinacionales: se comen el mundo a través del mundo digital. La viralización de cada canción y video con una estética propia posicionó al género en los lugares preferenciales de consumo de las plataformas digitales como Spotify. El cordobés Paulo Londra, el trapero romántico que hizo cuatro Teatro Gran Rex en septiembre, fue el artista argentino más escuchado en el mundo en Spotify, con más de 13 millones de oyentes mensuales.
Ganamos más plata y tenemos más seguidores que cualquier artista grande de un sello
Hits como "Cuando te besé", junto a Becky G, lo ubicaron en el puesto número 149 del ranking global. Tanto Paulo Londra como Duki decidieron no firmar con multinacionales. "Gracias a Dios, todavía vivo con mis viejos", se excusó el cordobés por no haber firmado con un sello que le ofertó un contrato con varios ceros.
La coronación de este gran año del trap llega con el primer festival multitudinario en el Hipódromo de Palermo, el 23 de febrero. Allí estarán casi todos: el portorriqueño Bad Bunny, el español Kidd Keo, los argentinos Duki, Cazzu, Kea, Ecko, Lit Killah, YSY-A, Neopistea y CRO, que delinearon un año de los sueños llenando teatros por su cuenta, haciendo colaboraciones con otros artistas y productores de América Latina y consiguiendo sumar a millones de oyentes en las plataformas de streaming.
Ellos convirtieron el trap local en la nueva religión de los centennials: no se pasa en la radio ni se ve en la televisión, pero crece discrecionalmente en las redes sociales. "Si pienso en la cantidad de gente que me sigue en Instagram, claro que me siento una estrella. Y está bien, porque trabajo para eso, para llegar a cada vez más gente. No para ganar más plata. Antes que el negocio está la música", dice Khea, que con 18 años tuvo su primer hit viral y se transformó en un artista mainstream sin la necesidad de firmar con un sello grande.
De hecho, Khea participó de la piedra fundacional del trap argentino. Su video del tema "Loca", con la colaboración artística de Duki y Cazzu, tuvo 290 millones de reproducciones en YouTube y se volvió el primer hit mundial del trap argentino. "Fue la brecha que abrió toda la escena. Después de ese tema vino todo lo demás –asegura la cantante jujeña Cazzu–. Me alegro de haber sido parte de eso y haber estado ahí. Estoy feliz de haber colaborado para abrir las puertas a la Argentina y que la gente de afuera vea esta género. Siempre va a ser nuestro himno, el que marcó el inicio de todo".
También hay un mentor del nuevo sonido del trap, el productor Omar Varela, que fundó el sello Mueva Records, una plataforma iniciática de nuevos artistas del trap que después hicieron su propio camino, como el caso de Duki. "Es un producto argentino que generamos gracias a la aparición simultánea de muchos buenos artistas –dice Varela–. El trap argentino es una cruza de todos los géneros urbanos contemporáneos con elementos del palo del rock nacional".
El trap local creó su propia lengua y cultura. Está reinventando el género, nacido en Estados Unidos. En la canción "Novendo trap", Duki lo deja claro: "Yo no estoy trap, no vendo drugs. Yo no estoy trap, no nací en Detroit". Dejó atrás la clandestinidad y abraza la masividad de la cultura pop: "Creo que toda mi generación busca eso: llevar adelante una ideología, una estética".
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