El amor secreto de Gilda que ella hizo canción, grabó de apuro y transformó en su gran hit
El año 1994 será intenso y doloroso para la mayoría de los argentinos. La muerte de Omar Carrasco, asesinado en la unidad del Grupo de Artillería 161 del Ejército Argentino ubicada en la localidad de Zapala, (Neuquén), marca el fin del servicio militar obligatorio tras un decreto del presidente Carlos Menem. El 18 de julio se produce uno de los más trágicos atentados terroristas a la AMIA y deja un saldo de 85 personas asesinadas y 300 heridas: todavía no hay culpables. Los índices de pobreza siguen aumentando y alcanzarán los 2.200.000 habitantes sin trabajo. Un sector de la clase media viaja al exterior utilizando la ventaja del uno a uno.
Ese año se produce la reforma de la Constitución y la Marcha Federal, una manifestación masiva con 50 mil personas que llegan de todo el país, que se pronuncia en contra de las políticas económicas del gobierno.
Los jueves por la noche las familias se sientan frente al televisor para ver el unitario Mi Cuñado, en Telefe, con Ricardo Darín y Luis Brandoni. El caso IBM y Banco Nación, uno de los grandes casos de corrupción del gobierno memenista –donde la empresa estadounidense IBM sobornó a funcionarios del Banco de la Nación Argentina– llega a los medios. Kurt Cobain, líder de Nirvana, se suicida a los 27 años. Termina el sueño de la generación grunge.
Para Miriam Alejandra Bianchi, una exmaestra jardinera, profesora de gimnasia y cantante de cumbia que se convertiría en una referente de la movida tropical un año después, hay otras preocupaciones. Su marido y padre de sus dos hijos, Mariel y Fabricio, se va de la casa de Villa Devoto y regresa a vivir con sus padres. Es el cierre definitivo de un matrimonio que comenzó en 1984. Comparten el mismo departamento pero están separados de hecho. No es una ruptura melodramática. La relación venía desgastándose desde que Miriam se transformó en Gilda, en homenaje al personaje que interpretaba la actriz de Hollywood Rita Hayworth en la película del mismo nombre de 1946.
Gilda lucha con los prejuicios de la época y el rol que la sociedad tiene asignado para la mujer: casarse, tener hijos y cuidar de la casa. La música, ese gen latente que heredó de una madre profesora de piano, era lo único que aligeraba esa rutina matrimonial que le dejaba cierto vacío existencial. Su transformación de ama de casa a cantante del circuito bailantero es demasiado para un empresario que dirige una fábrica de escobas.
Raúl Cagnin quería una vida más común y silvestre. "Nuestra vida fue como la de todos los matrimonios. Yo trabajaba, ella se ocupaba de los chicos, hablábamos de los proyectos que teníamos en común: comprar una casa, que la compramos, ir progresando, estar un poco mejor. Después se fue todo al demonio", cuenta el exmarido en el libro Santa Gilda de Alejandro Margulis.
"No me arrepiento de este amor", la canción que se convertirá en una de las canciones más importantes de su corta carrera, aparece en ese momento clave de su vida personal y artística. Gilda está en crisis y necesita despegar finalmente en el circuito de la movida tropical. El tema es uno de sus primeros hits del álbum Pasito a aasito y anticipará de alguna manera el éxito consagratorio del álbum Corazón valiente, un año después, con el que alcanza el disco de oro por las ventas y la transforma en el nuevo boom de la música tropical.
Cuando Gilda escribió este manifiesto de su nueva vida dentro de la música tropical, todavía no era aceptada abiertamente en la bailanta. La canción habla del amor, pero en realidad funciona como un posicionamiento dentro de un género que era hostil para una chica de voz melodiosa, criada en un hogar clase media, formada en una escuela católica privada, con una formación musical influida por las baladas y la cultura pop, pero que también había vivido el golpe económico como otras familias de su condición social.
"Ella es hija de un empleado público y una maestra de piano, que vive en Devoto su primera niñez pero que después por problemas económicos se terminan mudando a Villa Lugano. De alguna manera esa doble idiosincrasia social le permitió llegar a distintos niveles de público con el tiempo, porque entendía a todos. Para mí ese es uno de sus secretos como artista", cuenta Alejandro Margulis, biógrafo de la cantante que editó el libro Santa Gilda en 2012.
Ese momento de transición en su vida artística se refleja en el título de su tercer disco: Pasito a pasito, que hace un juego de palabras entre los pasitos de cumbia y su temprana irrupción en el género. Dentro de ese álbum, "No me arrepiento de este amor" marcaría el primer peldaño significativo para la cantante y autora. El lei motiv del tema, que se apropiarán las hinchadas de fútbol, los grupos de rock y hasta los partidos políticos, se destaca dentro de un grupo de canciones que no brillan con tanta intensidad.
El track dos del álbum es una balada imbatible con ritmo de cumbia vieja escuela, influido por el toque de los músicos peruanos en la percusión y los bronces. Un ataque salsero atraviesa el sonido de los metales y el tópico psicodélico lo aportan los teclados de Toti Giménez, director musical, alma mater de la carrera solista de Gilda y conocido en el circuito por haber trabajado con Ricky Maravilla en la década del ochenta.
En esa época Gilda y Toti formaban una especie de dupla. La versión definitiva de la canción empezó a cobrar forma en la casa del músico. "Siempre trabajábamos juntos en la parte autoral y la composición. Yo hacía la música y ella hacia las letras. Ella le tenía mucha confianza a la canción. La introducción la terminé de armar en Lima durante una gira fallida, porque el productor no había pagado las visas de trabajo. Ese tema no lo firmé porque Gilda me lo dedicó a mí. La letra tiene mucho que ver con esa historia de amor que era secreta", desliza el músico, que acompañó a la cantante hasta el día de su muerte, el 7 de setiembre de 1996, en un trágico accidente en la ruta 12, en Entre Ríos.
Al regreso de la gira por Perú, en octubre de ese año, la canción ya estaba lista. En ese momento, el productor peruano de sus primeros tres discos, "Cholo" Oyola, no le tenía tanta confianza al tema y casi no entra en el álbum. "Según él la canción no iba. Justo tuvo que viajar a México y aprovechamos que no estaba para grabarla. Gilda era de ir contra la corriente", asegura Toti, enemistado con el productor hasta el día de hoy.
La canción se grabó de apuro un viernes de octubre y Gilda no estaba en condiciones. "Estaba muy congestionada y tenía la voz tomada, pero con el apuro que regresara el productor la grabó igual y así quedó. Cuando algo está destinado a ser éxito no hay nadie que lo pare", relata el músico.
El disco salió en noviembre de 1994 y "No me arrepiento de este amor" tuvo un impacto directo en el público a nivel nacional y en países limítrofes como Bolivia. El tema tenía todo para ser un potencial hit. Sonaba clásico y actual. La construcción del tema, según reconoce Toti, seguía la fórmula que había aprendido de sus dos escuelas musicales: The Beatles y Los Wawancó, con sus grandes introducciones bailables.
"Gilda tenía esa facilidad que con cuatro estrofas te armaba una historia. A partir del puente armamos toda la canción. El tema empieza con una frase bien fuerte, igual que los Beatles que empezaban sus canciones por el estribillo. Y después hacíamos el resto. La canción también tenía algo moderno porque me gustaba usar secuenciadores en la cumbia. En los setenta descubrí a Giorgio Moroder y usaba esos sonidos en los teclados, aunque me criticaban bastante por eso", rememora y se ríe Toti.
El estilo cadencioso, que se descifraba en una voz melodiosa y un rictus angelical, trazaría un sonido diferente para el género cumbiero. La imagen de Gilda también era muy distante a la de la mujer voluptosa que reinaba en la época, como Gladys "La Bomba Tucumana", con su hit "La pollera amarilla" y Lía Crucet con "La negra Salomé". Lo que hacía fuerte a Gilda, es que era autora de sus canciones en un género dominado por ghost writers y hombres. Esa fue la llave de entrada al público femenino de la movida tropical, que estaba creciendo a la par de los índices de pobreza.
"El mundo de la bailanta estaba acostumbrado a otro tipo de mujer, más voluptuosa. Ella era muy flaquita, le proponían operarse y no quería. No quería cambiar su esencia. Componía sus letras, o sea que le quitaba el negocio a la gente que escribía las letras en el género tropical. Y en los 90 ése era un lugar muy machista", contaba la actriz y cantante Natalia Oreiro, en un reportaje con el diario Página 12, que la interpretó en la película biográfica Gilda, no me arrepiento de este amor (2016), dirigida por Lorena Muñoz.
Las cosas igual no eran un cuento de rosas. La tensa relación con su productor peruano, las idas y vueltas con su exmarido y los arreglos económicos desventajosos deprimían por momentos a la cantante. "Nosotros trabajábamos bien a pesar de la crisis económica y era un buen momento para la movida tropical, pero no teníamos un contrato y el productor no nos pagaba lo que correspondía. En esas mini crisis Gilda decía:'Yo mañana puedo dejar todo, volver a mis cacerolas, dar clases de gimnasia, hacer una vida normal y voy a ser feliz'. Pero los que estábamos cerca sabíamos que sólo era feliz cuando subía a un escenario", agrega Giménez.
"No me arrepiento de este amor" condensó las expectativas de una mujer de 33 años, que buscaba una nueva vida cantando y terminó trazando un puente emocional y afectivo con los sectores populares de la década del noventa. "Gilda no era feminista pero era igualitaria y cantaba sobre las cosas que vivían las mujeres. Su música era alegre y romántica con algún mensaje. Las chicas la seguían porque podían descargar su tristeza con el baile".
La canción se mantuvo firme a lo largo del tiempo y tuvo muchas vidas. En 1998 el grupo de punk-rock Ataque 77 hizo suya la versión y la incluyó en su disco Otras canciones. La canción cobró otra dimensión, se transformó en el corte de ese álbum y entró definitivamente en otros públicos. "Gilda es una artista transcultural y transgeneracional, porque la han reversionado músicos de rock, sus canciones las cantan en las canchas de acá y de todo el mundo. ¿Quién no cantó o bailó un tema de Gilda en alguna fiesta en algún momento?", admitía Natalia Oreiro, en la misma entrevista, antes del estreno de la película que la tuvo como protagonista.
El tema ocupó un lugar central dentro del repertorio de Cambiemos en actos de campaña y festejos
"No me arrepiento de este amor" se transformó en el emblema del tercer disco solista de Gilda y en uno de los clásicos de su repertorio, pero además tuvo hasta una apropiación política. "Para mí esa canción tiene múltiples lecturas. Es una reafirmación de lo que siente por la cumbia y su trabajo de artista. Se juega un doble sentido. Es de fácil apropiación. La lectura de amor de pareja no creo que sea la única. Por eso el fútbol se la pudo apropiar, al igual que un grupo de rock o la política se la apropió. En la campaña del Pro se convirtió en el himno triunfalista".
El 10 de diciembre de 2015 la canción de Gilda sonó en el balcón de la Casa Rosada durante la asunción del presidente Mauricio Macri junto a la vicepresidenta Gabriela Michetti. "El tema ocupó un lugar central dentro del repertorio de Cambiemos en actos de campaña y festejos", escribe Tomas Mariani en el libro Las mil y una vida de las canciones. La canción, que significativamente parecía trazar un puente con los noventa y la política neoliberal de Carlos Menem, no llegó a sonar nuevamente en las últimas PASO.
Sin embargo, el tema de Gilda formó parte del imaginario político de Cambiemos en los tiempos que ganaba elecciones. "Al momento de llegar a la Casa Rosada –recrea Tomas Mariani–, 'No me arrepiento de este amor' sonó en los barrios populares, en las bailantas, en Punta del Este, en las canchas de fútbol, en los recitales de rock nacional, en los teatros de proyección folclórica y en los teatros de revista tangueros", comenta Mariani en uno de los capítulos dedicados al tema de Gilda, en el libro compilado por Martín Liut y Abel Gilbert para El Gourmet Musical (2018).
La canción, sin embargo, tiene su propia vida. Un mecanismo de apropiación absolutamente personal se dispara cuando la letra de esta cumbia empieza a correr: la relación intrínseca con la banda de sonido de los años noventa, el baile hasta el amanecer en una celebración que forma parte del anecdotario familiar, el canto colectivo en una cancha de fútbol en un partido decisivo o la autoafirmación de una mujer que quiere decidir sobre su propio destino en una sociedad patriarcal. La canción se alimenta de esas interconexiones de la memorabilia personal y se vuelve a reciclar, activándola continuamente en el tiempo presente.
"Fijate que a 23 años de su muerte seguimos hablando de Gilda", reconoce Toti Giménez, que cuenta que se está produciendo una nueva serie sobre su vida, además de un proyecto de musical y de un posible concierto sinfónico en el Teatro Colón. "Hay chicos que ni siquiera habían nacido cuando murió Gilda y sin embargo la conocen –afirma el músico–. Esa es su magia. Nunca pensamos que esta canción iba a explotar de la manera que explotó, pero sigue vigente. Fue su tema insignia y el tema que la colocó en el lugar que mantiene hasta hoy. Su estrella no ha dejado de brillar".
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