Dvorak, en un mejor nivel
Concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Arturo Diemecke. Programa: Sinfonías Nº 3, en Mi bemol mayor, Op. 10; Nº 5, en Fa mayor, Op. 24, y Nº 7 en Re menor, Op. 70, de Antonin Dvorak. Función Nº 14 del ciclo de abono. Segundo de la integral de sinfonías de Dvorak. Teatro Colón.
Fue grato apreciar durante el segundo concierto dedicado a las sinfonías de Dvorak que el dinámico maestro mexicano Arturo Diemecke logró mejor resultado artístico con la obtención de una leve rehabilitación en el rendimiento de la Filarmónica, seguramente por una mayor comprensión de parte de los instrumentistas en la interpretación de sus gestos sin batuta y con mucho ardor expresivo.
Si bien la tercera sinfonía que inició la velada se escuchó con las limitaciones señaladas referidas a la primera función en lo que hace a la faz técnica de la ejecución, fue indudable que en materia de planos sonoros y dinámicas hubo una mayor variedad y flexibilidad. Por ejemplo, los timbales se escucharon con un sonido más atemperado y aumentó sensiblemente la gama de matices perfectamente solicitados por el maestro, salvo en el sector bronces y, de ellos, en especial los trombones, que reiteraron un protagonismo excesivo en los pasajes de mayor expansión.
De todos modos, lo importante fue haber escuchado un programa novedoso ante la poco frecuente oportunidad de apreciar justamente la tercera que no contiene scherzo y sólo tres movimientos, con un final muy rico en ideas, dinámica original y el empleo de pasajes rítmicos saltarines y persistentes.
Del mismo modo agregó interés al programa escuchar la quinta sinfonía, nada sencilla por cierto, donde el autor introduce algunas innovaciones en la escritura y en la orquestación, así como una tendencia algo más marcada a recurrir a un lenguaje abstracto, al modo de los compositores germanos, aunque en nuestra opinión y más allá de los estudios que afirman, por ejemplo, una influencia importante de Brahms, encontramos en su música la permanente preocupación de Dvorak por no apartarse de las raíces y la atmósfera de su pueblo.
Por fin se alcanzó un nivel de entrega más elevado gracias a la calidad indudable de la séptima sinfonía que, para muchos, como bien recuerda el musicógrafo Julio Palacio, se ubica entre sus más perfectas dentro del ciclo de nueve sinfonías y al hecho de que Arturo Diemecke dejó en claro una total e íntima comprensión de la obra.
Encontrar la veta
Y en este caso, por tratarse de una música inclinada a lo dramático, a un carácter más heroico a pesar de la reiteración del creador por el amor a su tierra, ejemplarizado a través del ritmo del furiant que se rememora en el scherzo, el maestro encontró la veta para hacer concordar el contenido musical con su fuego interior y su carismática personalidad.
Como, además, la séptima de Dvorak contiene pasajes líricos refinados que fueron expuestos con naturalidad, sin abusar del fraseo retenido y con una mejor predisposición del conjunto, se alcanzó un nivel mucho más que aceptable, feliz circunstancia recibida por el público con un prolongado aplauso que augura, en la prosecución de este significativo aporte de los próximos jueves, una jerarquía aún más brillante y reconfortante.
Temas
Más leídas de Música
Con broche de oro. Taylor Swift cerró el The Eras Tour y dejó un regalo millonario para su equipo
Aida abrirá el año. Cómo será la temporada del Colón en 2025: apuesta por el talento local, tradición y aires refundacionales
Piazzolla y Gardel en Nueva York. Un traductor de lujo, los ravioles de Nonina, el regalo de Nonino y la oferta que pudo truncar la vida de Astor