Hace menos de un año, en septiembre de 2019 para ser más exactos, Duki no sabía qué hacer con su vida. Era (y sigue siendo) la figura más disruptiva que había dado la música argentina en lo que iba del milenio, pero allí estaba, sentado en el aeropuerto de Dallas esperando por volver a su casa: y tenía ganas de llorar. "Era como un ataque de pánico mental", recuerda ahora, sentado en las oficinas de Palermo de la productora que lo representa. "Sentía que me iba a morir". Había dado dos shows en Estados Unidos y las cosas no habían salido como lo esperaba. Ni de cerca. En Nueva York, como parte de un festival para 20 mil personas, la cosa arrancó mal. El autotune estaba en otra nota, él no supo manejar la situación y eso desencadenó en una seguidilla de pasos en falso. "Me puse a putear a mi equipo desde arriba del escenario. Fuimos a los dos días a una fecha en Wisconsin y no me conocía nadie, toqué mal y me deprimí".
Angustia, ansiedad y desesperación. Duki, nacido hace hoy 24 años como Mauro Ezequiel Lombardo, nunca se había sentido así. La misma persona que en 2017 había revolucionado la escena local como punta de lanza del trap argentino con "She Don't Give a FO", un tema que hoy suma más de 130 millones de reproducciones en Spotify, estaba en una encrucijada. Hasta ese día, todo parecía salirle bien sin siquiera tener que calcular los movimientos. Cualquier cosa que hiciera estaba destinada a la masividad: publicar una canción, subir una story a Instagram, codearse con los referentes internacionales del género, hacer declaraciones polémicas... Del otro lado, el mundo lo recibía con los brazos abiertos. Sus canciones se convertían en hits automáticos, niños de menos de 10 y adultos de más de 30 se identificaban con su música, agotó un Gran Rex y a los cinco meses un Luna Park, fue tapa de Rolling Stone y hasta Mario Mactas dedicó un segmento de su columna en TN para explicar de qué se trataba el trap y la expresión "Skere". El neologismo popularizado por Duki -que es una castellanización de "Essketit", una muletilla del rapero Lil Pump que deforma la frase "Let's Get It" ("Vamos a conseguirlo")- fue la palabra más buscada en Google por usuarios argentinos durante 2018.
El ascenso meteórico de Duki se explica, aunque parezca contradictorio, como parte de un proceso y un contexto. Hizo sus primeras armas en El Quinto Escalón, la competencia de freestyle que terminó por convertirse en la más grande de habla hispana y por donde pasaron también Wos y Paulo Londra, entre otros. Allí forjó amistad con Ysy A, su organizador, y cuando el evento estaba en su mejor momento decidieron dejar todo y meterse de lleno a grabar canciones. "Guacho, hay algo que no están viendo, la data es la música", cuenta Duki que se arengaban. "Hace años que no se hace algo grosso acá, mirá cómo se están pegando todos con el trap, Anuel, Bad Bunny... y mira cómo rapeamos nosotros, los flows que tenemos".
Un día, Ysy A, que también producía recitales, organizó una fecha que tenía como principal atracción a Dano, el rapero hijo de Mavi Díaz (Viudas E Hijas De Roque Enroll) radicado en España, a quien Duki considera el mejor letrista de su generación. "Lo escuché cantar 'American Hustle' y se me cayó una lágrima", recuerda mientras con el dedo dibuja el recorrido que va desde su ojo derecho hasta la mejilla, atravesando justo por el medio las alas de ángel que tiene tatuadas en el pómulo. "Es esto, necesito transmitir esa energía del otro lado", pensó. Entonces aprovecharon los contactos que Ysy A había hecho en las provincias gracias a El Quinto Escalón y se fueron de gira. Se endeudaron. Se fueron de gira otra vez. Volvieron a Buenos Aires y se mudaron juntos a una casa en Villa Crespo a la que bautizaron "La Mansión". Allí cocinaron los primeros hits del trap argentino. El subgénero del hip hop que nació en Atlanta hacia fines de la década del 90 (caracterizado por los bombos de afinaciones bajas, la subdivisión obsesiva del hi hat, armonías en tonalidades menores, un uso del autotune como efecto estético para la voz y letras que no escatiman en contenido explícito) ya se había expandido por todo el mundo y encontraba ahora su lectura local.
Si bien la escena fue desde sus inicios un movimiento colectivo (Neo Pistea, C.R.O. Khea, Cazzu y el ya mencionado Paulo Londra son algunos de los nombres que primero resonaron), Duki, con un talento innato para los estribillos y un carisma a prueba de todo, se convirtió en la cara visible, en el principal centro de los clicks pero también de las críticas. "Fui la punta de la espada y tenía que salir a demostrar", dice. Sin editar discos, casi sin dar shows en vivo y sin firmar con discográficas, los traperos argentinos irrumpieron en la música con sus propias reglas, su propio modus operandi y su propia escala de valores. "Nosotros somos el cambio, y me refiero a todos los que estamos ahora. Cuando hablábamos con Ysy decíamos 'Tenemos que ser como Spinetta, como Cerati, como Charly’... ¿Hace cuánto que no tenemos una banda sarpada, que sean trascendentales de verdad? La última que había ido a España con más fechas había sido Soda Stereo, que había clavado como 10; yo fui en 2018 y con Ysy hicimos 15".
-Ser el referente de un movimiento nuevo te enfrenta a muchas cosas buenas pero también a muchas críticas, y vos parecés hasta disfrutar de esa exposición.
-Hay una cuestión que es así: es un combo y lo tenés que aceptar, todo poder conlleva una gran responsabilidad. Veníamos tan programados para esto que ya sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar y nunca me llegó a afectar. Yo me sigo sorprendiendo de que la gente me conozca, me flipo, se me nota en la cara, (se ríe y se pone colorado). Siempre hay momentos en los que... si no, no tendría sentido tampoco. Lo más lindo de la vida es disfrutar de lo bueno y para entenderlo hay que conocer lo malo. Trato de estar positivo y entender que tengo una vida increíble, me tiene que pasar algo extremadamente terrible para que esté mal y si me pasa, solo va a generar que me levante con más bronca y más hambre. Me gusta ser cínico y jodo con eso, me divierto, porque la exposición es una nube, no hay nada que me toque, nada que pueda entrar en mi núcleo realmente. Para mí, no pasa más que por una story o una opinión, ya está, la tiro y me río. Es todo un boludeo, y si se enojan, me río el doble.
A toda velocidad
Cadenas, anillos, tatuajes en la cara, jerga callejera, excesos, ostentación de marcas, imaginaria gamer, Dragon Ball Z, sexualidad a flor de piel y el desamor como contrapeso. Duki creó su imagen a semejanza de los traperos estadounidenses pero con la impronta geocultural del caso. Así como los pioneros del rock local lo habían hecho con The Beatles, por ejemplo, él lo hizo con Travis Scott como principal referente. En apenas dos años de carrera, el enfant terrible del trap argentino había tomado por asalto la escena musical y se mostraba inexpugnable. Pero allí, en esa escala de cuatro horas en Dallas para volver a sus casa, vio que las cosas podían desmoronarse. Las preguntas se le venían a la cabeza: "¿Cuál es el problema?", "¿Qué está pasando?", "¿Qué hago con mi equipo de trabajo?". La respuesta que encontró fue concreta: "Fuck, me tengo que profesionalizar". Tomó clases de canto, aprendió a respirar, dejó de cantar con apoyo de pistas y comenzó una transición que mostró sus primeros resultados en Cosquín Rock 2020, donde dio uno de los shows más maduros de su carrera. "Fue emblemático", afirma. "Cuando estás ahí te tenés que subir y demostrar que estás a la altura de las circunstancias, que lo que hacemos no es joda. No, yo le re doy, guacho, me subo y doy todo, me bajo empapado, con la voz partida, porque nosotros hacemos esta mierda de verdad". Y entonces, ahí,envalentonado por su propio relato, cierra con su muletilla característica: "Colta".
Uno va madurando... vine a esta entrevista lúcido y en horario. Uno se vuelve más diplomático, más inteligente, empezás a tener otras herramientas para resolver los problemas de la vida
En este Duki de transición que está dejando de ser "un punky rebelde", la tranquilidad y la adrenalina conviven en una tregua que le dominan su cuerpo por completo. Mientras responde a las preguntas de esta entrevista, toma jugo multifrutas y hasta pide permiso para levantarse de la silla por unos segundos. De la cintura para abajo no puede controlar la ansiedad y su pie derecho se mueve como si estuviese poniendo en funcionamiento una máquina de coser. "Uno va madurando", se ríe. "Por empezar, vine a esta entrevista lúcido y en horario. Uno se vuelve más diplomático, más inteligente, empezás a tener otras herramientas para resolver los problemas de la vida. Tiene que ver con mi inteligencia emocional, que muchas veces no es la mejor, porque reacciono instintivamente. Yo tengo eso que de repente paso de 0 a 100 muy rápido".
Pero Duki en velocidad crucero es también un Duki con más espesor. Alejado del perfil bombástico que tan bien le funciona en redes sociales, frente al grabador se explaya largo y tendido, sobre todo cuando habla específicamente sobre música. "Tenía varias canciones que compartían ese flash medio punky-grunge que a mí siempre me gustó mucho", explica sobre 24, el disco de 8 canciones que acaba de editar para celebrar su cumpleaños. "Quería volver a conectar con mis principios, con la energía del show en vivo, de tener a la gente cerca".
-El disco mantiene una línea de beats bien pesados y a vos se te escucha reconectando con tu lado más crudo. ¿Mirar hacia atrás musicalmente es también parte de la transición?
-El 24 es un número muy importante, es la edad que cumplo, son las horas que tiene el día y la cantidad de canciones que hasta ahora saqué este año… lo empezamos a armar con ese concepto. El primer tema es para arrancar con todo cuando te levantás y el último tiene la vibra de cuando te vas a dormir. Tenía varias canciones que compartían una onda, son temas que yo hice a modo de entrenamiento, improvisando flows y distintos tonos. Toda esa onda rebelde que tiene también la quiero resaltar porque uno va creciendo, entonces me voy a ir despegando de eso pero antes quiero mostrar que está ahí, remarcarlo. Y uno nunca deja del todo de ser un punky.
Aunque los números digan lo contrario, Duki no se considera mainstream y tampoco está seguro de querer serlo. Dice que antes de que termine el año va a sacar otro disco y que ahí sí apuntará a los charts. Sabe cómo hacer un hit, eso está claro. "‘She Don’t Give A FO’ lo hice sabiendo perfectamente que iba a ser un hit", dice abalanzado sobre la silla. "Lo escribí con el corazón roto para que la gente sintiera esa mierda, porque sabía que los temas de amor se pegan". Y entonces levanta la voz, se vuelve a reír y empieza a diseccionar las claves del género: "Drake es un chabon que hace hits. De repente el cabrón quiere demostrar que rapea y te saca un tema como ‘Nonstop’, pero después quiere hacer un hit y te saca un dancehall que suena en todas las putas discos de Europa. Se choreó el sonido de Londres y Jamaica, se busca un bpm bailable, porque no se la va a complicar con un perreo intenso, si la mayoría no sabe bailar. Le pone una voz suave para matizar, te dice lo que querés escuchar y listo, ya te estás moviendo de lado a lado. Y suena en Dubai y en todo el mundo". A esa escala se piensa Duki a futuro.
-Es raro que no te consideres mainstream con la cantidad de reproducciones que tienen tus temas. ¿Qué te falta para serlo?
-Que yo decida querer jugar ese juego. Que yo decida ponerme en modo mainstream.
-¿Y no te interesa?
-Pasa que de repente... bueno, no sé, es raro. Eso es lo que me da miedo, que si de repente yo, no calculando las cosas, salen de una manera y te va bien... No sé, me gusta mi vida así, me gusta cómo vivo, soy un tipo simple, estoy tranquilo, y de repente generás algo que se moviliza demasiado y tenés que empezar a moverte para todos lados. Es una rueda que empieza a girar y no la podés parar porque hay gente que depende de vos. Hoy soy mi propia empresa. Están mi familia y un equipo de 20 personas detrás mío. Es una responsabilidad la que tengo. Y yo no sé si quiero tener 7 millones de dólares en el banco ¿para qué? Mirá que si no la ponés a mover al otro año la terminás debiendo. Yo ya me compré una casa, me puedo tirar a morir tranquilo ahí. En ese sentido no me da miedo que esto se termine, porque se termina si yo quiero. Y por ahora no quiero.
-También la masividad puede acarrear toda la cuestión de la farándula y los programas de chimentos.
-Y yo no me veo en esa ni a palos, ¿sabes por qué? Porque le voy a dar de comer demasiado a esos cabrones, y si les voy a dar de comer, que me paguen. Si no, no. No voy a entrar en ese círculo ni a palos, no juego para nada en esa. Me encanta dar entrevistas, pero soy muy selectivo, quiero hablar para que la gente me conozca y que no piensen que soy un pelotudo que está todo el día re loco haciendo ruiditos raros en Instagram. Ya he pasado por momentos en los que he salido en un diario y estaba mal escrito mi nombre, mi edad, mis temas, mintiendo sobre mi historia y especulando con cuánta plata gané. Cada vez que hablaron evadí, entonces se cansaron, se dieron por vencidos. La mejor con todos, que sigan haciendo su vida, pero yo no me voy a meter en esa vaina nunca jamás.
Es que si Duki llegó hasta acá con su propio manual de estilo, no tiene por qué cambiar ahora. La idea que tiene es la de seguir haciendo hits, sí, pero también quiere que su música "pase a otro nivel", asegura. " Yo considero que tengo unas letras de mierda, es una realidad, digo cosas básicas. Las puedo decir con sentido, con sentimiento y te pueden representar, pero digo cosas básicas. ¿Por qué? Porque estoy tratando de educar al oyente al mismo tiempo y al ritmo que yo aprendo. Hace solamente tres años que grabo canciones. El día de mañana probablemente pueda hacer una letra mucho más metafórica, sin tanta necesidad de lo explícito y lo burdo, mucho más tácita. Estamos trabajando para poner todo eso en música y mostrarlo sin necesidad de hablar. Porque hablar podemos hablar todos, pero si yo te digo todo esto y en mi música no te muestro nada, soy un charlatán".
-¿Y cuál es tu refugio?
-El micrófono y la computadora. Esa es mi cápsula de tiempo. Cuando me conecto ahí puedo hacer cualquier cosa, cualquier melodía, cualquier ritmo, cualquier estilo. Lo que quiera, de verdad.
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