Duki en Vélez: invitados, emoción y un público encendido para el primero de sus cuatro shows en el estadio
Este jueves, la figura número uno de la música urbana argentina desembarcó en el estadio José Amalfitani, un hito para la escena que también integran Nicki Nicole, Trueno, Cazzu, Bizarrap, Wos y muchísimos más
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“No hay que vivir rápido pero a veces está bien vivir sin frenos”, dice Duki en una de sus tantas intervenciones entre tema y tema durante su debut en Vélez. Es el primero de una serie de cuatro shows con entradas agotadas en el estadio de Liniers. Y es esa premisa, la de ir por todo, todo el tiempo, la que se convierte en antídoto y veneno para su propuesta.
Más de dos horas y media de show, más de cuarenta canciones, más de una decena de invitados. Una demostración de su alcance y una celebración al mismo tiempo. Los hits apilados hacia el final (”Tumbando el club”, “Goteo”, “Malbec”, “She Don’t Give a FO”) y una primera parte dispersa hasta calmar la ansiedad. Tanto que después de “Si te sentís sola”, tercer tema de la lista, pidió “15 segundos porque no puedo respirar”, y rompió en llanto. Así empezó el show que lo tuvo “más nervioso que nunca”, pero en el que demostró que su voz estaba a la altura. Si hace tres años a Duki le costaba terminar un show de 45 minutos, el recorrido hacia la profesionalización lo volvió capaz de sostener sus melodías y su flow sin que su garganta lo abandone.
Todo tiene que estar a flor de piel para el trap argentino. Y eso fue Duki sobre el escenario, desde el armado de la lista de temas a cada palabra dedicada al público. Dos horas y media de una estética del no-misterio, en donde todo se tiene que contar, mostrar y blanquear para generar empatía y cercanía. El lujo y la emoción, las posesiones y los desamores, todo dispuesto a convivir en vivo como conviven en sus canciones que intentan abarcar todos los estados de ánimo en menos de tres minutos. “Soy como cualquiera de ustedes y cuando deje de serlo quiero que me lo digan en la cara”, dijo sobre el final del show Duki, el artista más escuchado de la Argentina en los últimos dos años.
La batería elevada en el costado derecho y el bajo en el izquierdo; teclas y guitarras flanqueándole la espalda y la misma disposición para las tres pantallas gigantes sobre el escenario, unidas por franjas de led. Así salió a escena Duki, que en el inicio fue de “Givenchy” a “Rockstar”, como para marcar el presente y también el punto de partida de su carrera. Allí, sobre el inicio, Rei se subió como primer invitado para versiones sin banda de “Pintao” primero y “Pininfarina” después, que tuvo a Duki saltando ese verso que convirtió en latiguillo ante el anuncio de cada hito en su carrera: “Uno palo pa la historia”.
Pero fue recién con “Hello Cotto”, en un ring montado sobre el mangrullo y proyectado hacia el campo trasero, que se empezó a construir el clima de arenga. Como antesala, un video mostraba un diálogo entre Duki con su camperón del Milan con el que se hizo conocido en las batallas de freestyle y un Duki actual, con cadenas, anteojos negros y un chaleco violeta. La tensión entre el que fue y lo que es, con el recordatorio constante de no olvidarse de sus raíces, en una puesta que recordó a la autoentrevista que Maradona se hizo en La Noche del 10. El intercambio entre el Duki de plaza contra el Duki de estadio, que empezó emotivo, terminó con un champagne descorchado y agitado.
Vuelto al escenario principal, sobrevino una seguidilla de temas con la versión más oscura y rapera de Duki. “Lost Tape” con el comienzo a capela y una base boom bap comandada por la batería de Andy Villanova (ex Carajo) mostraron al traper en su versión más raper. Un flow duro y preciso, con una dicción impecable y los dientes apretados: “Enojado conmigo mismo / odio que me mencionen / Me afectan todas tus críticas, también tus comments / Gente en mi familia dudando de mis intenciones / Pero si no me pego mañana los míos no comen”. La viralización y la exposición en redes sociales, la repercusión que tiene puertas adentro y la épica como salida. Una de las formas que toma el camino del héroe en el imaginario de Duki y la música urbana en general.
Pero el clima celebratorio que terminó por involucrar al público definitivamente se dio con la seguidilla de invitados más taquilleros. Rusherking en “Además de mí”, Lit Killah en “Además de mí” y Emilia en “Como si no importara” combustionaron de la misma manera que en las plataformas de streaming. La estrategia del feat para sumar público y viralizar escuchas y clicks tuvo su correlato en vivo: los temas más celebrados de la noche se dieron con Duki acompañado. Khea con “Hitboy” y como parte del junte en “Tumbando el club” terminó por poner a todos a cantar y agitar en una demostración de que el trap, como toda música adolescente desde el grunge al nü metal, es más emocional que técnico. La expresión está antes que todo, incluso que el estribillo y la melodía.
Y para el final, dos pesos pesados: Nicki Nicole en “Ya me fui” y Bizarrap para una coda remix de “Malbec”. Entre las lágrimas de la rosarina y el “Duki es el número uno de verdad” del productor, quedó confirmada la importancia de la fecha para la escena en general. A un estilo de música y una escena a la que los números le importan tanto como las palabras, el debut de Duki en Vélez es un nuevo hito para su generación. Esos números que, favorecimiento del algoritmo mediante, asombraban en la virtualidad de las redes sociales y las plataformas de streaming, tuvieron su correlato en la convivencia de un recital presencial para 45 mil personas -según cifras oficiales- y lo tendrán en tres oportunidades más. Ahí donde artistas argentinos dejaron su marca, entre ellos el mítico concierto subacuático de Charly García, que fue el primer recital al que fue Duki en su vida, y también donde este año se sumarán dos pesos pesados de la música urbana internacional (Daddy Yankee la semana pasada y Bad Bunny en noviembre).
Antes de volver a repetir “Givenchy” para darle circularidad al repertorio, el trapero nacido en La Paternal volvió a invitar a Khea para “She Don´t Give a FO”, ese lamento desgarrado del que es olvidado y que se convirtió en el primer hit transversal del trap argentino. En noviembre se cumplirán cinco años de la salida de ese tema que le llegó jóvenes y no tanto antes de que se preguntaran qué era el trap y si el autotune iba a destruir la música. Un lustro de crecimiento, de excesos que parecen haber sido dejados atrás, de éxitos, de pasos en falso, de aprendizaje y del paso del amateurismo a una profesionalización que tiene que crecer a la par de los nuevos desafíos. Como si fuera una actualización de su estructura y sus capacidades en tiempo real, Duki ha tenido que sumar herramientas para estar a la altura de su propio recorrido. Mejorar su vocalización para soportar giras, sumar una banda en vivo para sostener un vivo en lugares grandes, aprender a pensar más allá del hit para dar forma a un disco.
Cinco años de demostrarle actualidad y frescura a la música pop no es poco. El mainstream pide actualización y frescura constante, jugar el juego y dejarse ser jugado. Estar dispuesto, como lo muestran los tatuajes en su cara, a ser ángel y demonio, muchas veces al mismo tiempo. No pasar de moda ni excederse en futurismos. Y ahí está Duki, con el primero de sus cuatro shows en Vélez, demostrando que el presente le pertenece.
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