Divididos “demolió” el Movistar Arena con los ecos candentes de su histórico show en Vélez y festejó el cumpleaños de Catriel
El trío de Mollo, Arnedo y Ciavarella debutó el viernes en el estadio de Villa Crespo; se vuelve a presentar el 15 y 16 de septiembre
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Cuando aún permanecen muy frescos en la memoria los recuerdos del histórico concierto celebrado en el estadio de Vélez durante el último mes de mayo, y después de presentarse en España, Divididos continúa festejando sus 35 años de trayectoria con una gran gira. En esta oportunidad el lugar elegido fue el Movistar Arena, donde este viernes el grupo concretó la primera de las cuatro funciones pautadas (repitió anoche y volverá los próximos 15 y 16 de septiembre).
“Paisano de Hurlingham”, “Sábado” (precedida por la intro de “Another One Bites the Dust”, de Queen), “El 38″ y “Cuadros colgados” dieron comienzo a un intenso show signado por la precisión y la potencia características del experimentado trío. Y una vez más volvió a manifestarse la recurrente e inevitable pregunta: ¿Es posible que apenas tres personas sean capaces de generar semejante demostración de pasión, poder y contundencia sobre un escenario? La respuesta, se sabe, es afirmativa. Divididos no sólo puede sino que sabe mejor que nadie cómo provocar esa situación. No por nada y con absoluta justicia desde hace muchos años se le conoce como la aplanadora del rock.
La intención de su recordado paso por el José Amalfitani de Liniers fue tratar de recrear a una mayor escala el mismo clima de comunión e intimidad que suele alcanzar frecuentemente en el pequeño y acogedor Teatro de Flores, algo que logró con creces y que ahora, en su debut en el Movistar Arena de Villa Crespo, volvió a conseguir con excelentes resultados. Y eso es evidente en la postura exultante de un Ricardo Mollo que disfruta a pleno de la velada, con sus dedos paseando sobre una guitarra incendiaria, su enérgico y profundo registro vocal envolviéndolo todo y esa sonrisa cómplice que se conecta con aquellos fans más cercanos al escenario. Cual pulpo, Catriel Ciavarella extiende sus brazos y recorre todos y cada uno de los parches y platillos que conforman su batería, empujando como siempre el carro hacia adelante con una performance volcánica y contagiosa. En tanto, Diego Arnedo marca el pulso de la noche con sus líneas de bajo sostenidas y trepidantes.
El cuadro se completa con una ingeniosa iluminación, un muro de LED como telón de fondo sobre el que se proyectan, entre otras instantáneas del show, imágenes bucólicas de una aplanadora avanzando a toda máquina por un campo y, por supuesto, el fervor de un público en el que se confunden fans de la primera hora, viejos rockeros, generaciones más jóvenes y familias enteras.
La fiesta prosigue y va levantando temperatura con “Haciendo cosas raras”, “Tanto anteojo”, “Casi estatua”, “El fantasio” (con el violín de Javier Casalla como invitado), “Salir a comprar”, “Azulejo” y “Qué tal”. Sin embargo, y como muy bien saben sus seguidores, Divididos no es sólo frenesí rockero. Es entonces cuando Mollo y Arnedo se acomodan en sendas butacas altas para deleitar a los presentes a través de exquisitas versiones de “Spaghetti del rock” y “Par mil”, desembocando luego en un pasaje donde el centro de la escena es monopolizado por ese marcado y sincero costado folklórico que siempre enriqueció a su propuesta y que el propio Arnedo señaló como “una cuestión de sangre”. Mostrándose como un perfecto eslabón de una cadena que, entre otros, la conecta tanto con Atahualpa Yupanqui y León Gieco como con Arco Iris, la banda convoca una vez más a Casalla junto al trío 3 Mundos y así, entre violines, charangos, sikus, quenas y bombos legüeros, se tiñe el ambiente con texturas autóctonas de la mano de las festejadas “Guanuqueando”, la chacarera “La flor azul” y “El arriero”.
El espíritu de Luca Prodan sobrevuela el Movistar Arena cuando “La rubia tarada” y “Crua Chan” suenan entremezcladas con “Vida de topos”, “San Saltarín” (con el acompañamiento de una sección de vientos) y “Amapola del 66″. Y si de invocar espíritus se trata, Divididos se transforma por unos minutos y sin sonrojarse en Pappo’s Blues para recordar al legendario Norberto Napolitano mediante una demoledora relectura de “Sucio y desprolijo”.
El grupo aprovechó la conmemoración por sus 35 años de carrera para celebrar también el cumpleaños de Catriel Ciavarella, quién después de brindar un enérgico solo de batería, no sólo cumplió con el correspondiente ritual de recibir una torta y soplar la velita sino que agradeció al público por los cánticos, además de saludar con emoción a Filomena, su abuela de 94 años que gozó de la presentación del trío desde la platea.
Con el ánimo por las nubes y las pulsaciones a mil, la multitud se rindió a los pies de Divididos gracias a un sprint final que incluyó “Rasputín”, “Paraguay” y la imbatible “Ala delta”. Un último guiño a Sumo conformado por un fragmento de “No tan distintos” y “El ojo blindado” desató un furibundo pogo que actuó como el más apropiado epílogo de otra jornada histórica para una banda inoxidable que promete próximas escalas en Corrientes, Rosario, Tandil, Córdoba y la vecina Montevideo.
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