The Now Now, el sexto disco de estudio de Gorillaz , que se edita hoy, tuvo una antesala días atrás, una movida maestra: la transmisión desde sus canales oficiales de un show en Tokio en el que tocaron su álbum, hasta entonces inédito, de principio a fin. En sociedad con la plataforma de streaming Boiler Room, el grupo animado se valió una vez más del soporte visual, uno de sus grandes atractivos, para adelantar nuevo material. A través de su canal de YouTube y de su Facebook oficial, Damon Albarn y compañía contabilizaron cerca de un millón de visualizaciones en 24 horas, un número que permite proyectar cifras más que promisorias para el lanzamiento oficial.
Pero la estrategia, aunque original, responde también a la nueva tendencia en la música pop de acompañar, de manera más o menos conceptual y con video, todas las canciones de un disco. Bajo la etiqueta de "álbum visual", cada vez son más los artistas que entienden su obra como un todo audiovisual y sorprenden con producciones de alto presupuesto, así cada lanzamiento pasa a ser un acontecimiento. "Gorillaz siempre le dio mucha importancia a su contenido visual", asegura Florencia Puppo, directora de Marketing de Warner Music Argentina. "Creo que en este momento hay una búsqueda muy grande por la innovación en el contenido, los fans son cada vez más exigentes y esperan producciones grandes".
En la misma sintonía, Juan Manuel Cibeira, jefe de Prensa de Universal Music Group, sostiene que el lanzamiento de álbumes visuales "responde más a una necesidad que a una moda". El ejemplo de Juanes, artista del sello y primer músico latinoamericano en incursionar en un disco de estas características, pone también en el mapa las alianzas que pueden trazarse a partir de estas producciones: Mis planes son amarte (2017) se estrenó de manera simultánea en video y con un documental emitido por HBO. "El caso de Juanes se parece al de Beyoncé, hay un concepto que es el que justifica un lanzamiento así", concluye Cibeira.
Y sin dudas el de Beyoncé es un caso paradigmático. En 2013 publicó un video para cada una de las catorce canciones de su disco epónimo y videos extras en los que contó cómo fue concebido el disco. Tres años más tarde, Lemonade (2016) no solo cosechó elogios por el contenido político y personal de sus letras y lo ambicioso de su música, sino que sorprendió porque el formato de audio se estrenó exclusivamente por Tidal (la plataforma de música de la que es accionista junto a su marido, Jay-Z) y también como un solo video de 60 minutos de alto impacto visual, dirigido por la productora neoyorquina Good Company. Por separado, los videoclips publicados oficialmente en su canal de YouTube promedian alrededor de 100 millones de visitas.
Mirá quién canta
Como un signo de los tiempos, apenas un par de días después del lanzamiento de Lemonade, Florence + The Machine hizo lo suyo al compartir el último capítulo de The Odyssey, la adaptación de su disco How Big, How Blue, How Beautiful (2015) en forma de largometraje de 48 minutos (dirigido por Vincent Haycock). También en 2015, Justin Bieber realizó un videoclip para cada uno de los temas de Purpose y luego los unió, introducción mediante, para una "película" llamada Purpose: The Movement. Es que, además de los álbumes visuales como unidad, que parecen dar una sobrevida a la idea del disco como concepto, el corte de cada video por separado permite diversificar el contenido y abarcar frentes que puedan satisfacer las preferencias de cada escucha.
"La desaparición paulatina del formato físico también lleva a eso –asegura Cibeira–. Todos los singles tienen que tener video, si en el disco hay un tema con featuring, la gente quiero verlo, además de escucharlo". Y es que, actualmente, YouTube, incluso más que Spotify, representa para los artistas el lugar de mayor exposición y viralización. "YouTube es una red social antes que una plataforma –remarca Puppo–. El usuario puede dejar comentarios y los artistas, crear comunidad. Además, el público de 7 a 12 años consume videos y tenés que pensar en ese sector, para eso es clave el complemento visual, que es algo que Spotify no te da".
De todos modos, el álbum visual como concepto aún sigue siendo una novedad. Aunque la inclusión de una terna en los MTV Video Music Awards surge como un primer intento de dar cuenta de estas producciones, la categoría no existe como tal ni para los rankings de Billboard ni para los Premios Grammy, por ejemplo, y Wikipedia, la enciclopedia colaborativa tan omnipresente como peligrosa, todavía no tiene una entrada en la que se explicite de qué se tratan. En ese sentido, Endless, de Frank Ocean, funciona como el ejemplo que tensa los límites de una posible definición. Editado de modo exclusivo a través de Apple Music en 2016, es una pieza de avant soul de 21 canciones puestas en continuado cuyo video consta, básicamente, de la construcción de una escalera. Y aunque en principio fue tomado como un disco convencional y consignado en la discografía oficial del cantante, lo cierto es que visto a la distancia parece haber sido más una suerte de aperitivo para Blonde, el disco que lanzó justo al día siguiente y se convirtió en uno de los lanzamientos del año.
En lo que respecta a lo meramente artístico, los álbumes visuales permiten a los músicos desarrollar una nueva faceta creativa y dotar a sus discos de una robustez mayor. Sostener el álbum como concepto y como posibilidad de desarrollar una trama tanto cinematográfica como sinestésica parece atraer cada vez más a las estrellas de distintos géneros. En tiempos de escucha fragmentada y con la tiranía del clic como regidor de triunfos y fracasos, un lanzamiento de este tipo, que alienta a darle play a un disco completo, parece no solo una estrategia de marketing, sino que también tiene mucho de búsqueda estética. "Creo que es una cuestión más de concepto que de presupuesto", asegura Cibeira ante la duda de si este tipo de producciones son posibles en la Argentina.
Desde las propuestas más cerebrales (Beyoncé) hasta las más espontáneas (Gorillaz), las estrellas taquilleras de la música pop a nivel global luchan por reinventarse en cada entrega, y el soporte visual en sus múltiples variantes parece ser el fetiche preferido del momento. Así, el disco (aunque sea en formato digital) resiste como unidad de sentido y, a pesar de vivir una de sus mayores crisis en su capacidad de interpelar, encuentra ahora una oportunidad. Mientras tanto, la industria corre desde atrás, intentando categorizar, capitalizar y desarrollar las inquietudes de los artistas. Por el momento, los clics aprueban el intento.
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