Una guía cronológica de acercamiento al cuarteto de Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones y John Bonham, desde la inaugural "Dazed and Confused" hasta el encanto oriental de "Kahsmir", pasando por las perlas acústicas, algunas relecturas de los viejos bluesmen y aquel riff sexual y matemático de "Whole Lotta Love".
"Dazed and Confused" (Led Zeppelin; 1969)
El que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón, dijeron los miembros de Greta Van Fleet. En julio de 1968, cuando los Yardbyrds acabaron su largo proceso de separación, Jimmy Page se quedó solo con la banda y algunos compromisos en Suecia y Dinamarca. En menos de lo que canta un gallo reclutó a John Paul Jones, tomó nota de la declinación de Terry Reid como cantante –"llamen a Robert Plant"- y aceptó como baterista a ese muchacho corpulento que llegó con el propio Plant. Unas horas más tarde ya estaban en un sótano tocando esa canción de Jake Holmes que los Yardbyrds venían probando: "Dazed and Confused". Aquella oscura composición folk (acreditada recién en 2010) devino en este blues atómico: la Piedra Roseta de Led Zeppelin.
"Whole Lotta Love" (Led Zeppelin II; 1969)
El primer disco fue maltratado en diferentes niveles. La Melody Maker los ninguneó con ironía ("Jimmy Page triumphs – Led Zeppelin is a gas!") y la crítica de Rolling Stone los redujo a una mera fórmula: "nada que su gemelo, el Jeff Beck Group, no haya hecho igual de bien o mejor hace tres meses". Page acusó y no acusó recibo. La banda estaba demasiado ocupada con su éxito en los Estados Unidos como para detenerse a considerar un artículo, pero escarbó bien profundo hasta dar con su primera identidad pública. "Whole Lotta Love": un riff sexual y matemático de tres notas que, después de una explosión, devenía en el caos. Generaciones de adolescentes creyeron ver la representación de un viaje espacial en todos esos efectos y gemidos. No era precisamente eso.
"Heartbreaker" (Led Zeppelin II; 1969)
Una pregunta con muchas respuestas insuficientes: ¿cómo se escribe un clásico de rock? Una respuesta de fines de los sesenta: de un escenario al siguiente, entre las pruebas de sonido y los estudios mugrientos de cada ciudad norteamericana. Con el aliento del sello Atlantic sobre la nuca, Zep se puso a trabajar contra-reloj en su segundo disco y todo parece indicar que funcionó a las maravillas bajo presión. "Heartbreaker", el corazón intoxicado del álbum, despliega sobre un tapiz las virtudes eléctricas del grupo: su dinámica grupal (unísonos, modulaciones), la usina ilimitada de riffs, el paso elefantiásico de la base. "Ey amigos, ¿escucharon las noticias? –aúlla Plant, en el comienzo-. Parece que Annie está de vuelta en la ciudad". No suena precisamente como una buena noticia.
"Tangerine" (Led Zeppelin III; 1970)
Como los iniciados saben, el tercer disco es el Ying del Yang. Aturdidos por el volumen de las primeras giras, Page y Plant se tomaron unas vacaciones en el ensueño galés y rural de Bron-Yr-Aur. Armados con armónicas y guitarras acústicas, la sintonía del Laurel Canyon Sound (Crosby Stills Nash & Young, Joni Mitchel) y algunos héroes del folk británico (Incredible String Band, Fairport Convention), compusieron buena parte de su repertorio. Incluso recuperaron una canción que el guitarrista venía arrastrando desde sus días con Yardbirds. ¿De qué hablaba? Nadie lo sabe exactamente, pero la mandarina del título funciona como la magdalena de Proust: refracta lo que le tiren.
"Since I Been Loving You" (Led Zeppelin III; 1970)
"¡Ojo!" (Watch out!"), dice Robert Plant. Su advertencia no debe caer en saco roto: unos segundos después, Jimmy Page se arroja sobre su lamento metafísico como si fuera un perro de presa. Heredera de "I Put a Spell On You", la canción de Zep es una relectura arquetípica de esa clase de blues épico en acorde menor cuyo árbol arrojó frutos en todos lados. Desde el rock argentino setentista ("Como el viento voy a ver" de Pescado Rabioso; "Cadenas y monedas", de Huinca) hasta aquello que convino en llamarse retro-rock ("Too Afraid To Love You", de los Black Keys; "Blue Veins", de los Raconteurs). La versión de The Song Remains The Same tampoco admite réplica.
"Rock and Roll" (Led Zeppelin -conocido como IV; 1971)
No se puede escapar de uno mismo. En la cresta más alta de la ola, el cuarteto utilizaba un combustible de alto octanaje para sus zapadas: el rock & roll cincuentista de los grandes pioneros negros. Así, montados sobre el ritmo de "Keep A-Knockin" de Little Richard y una serie de yeites de Chuck Berry, encontraron la horma de su propio zapato. Grabada junto a Ian Stewart (el tecladista de los Rolling Stones) y originalmente titulada como "It's Been A Long Time", la canción se transformó en el número puesto de todos los conciertos de Zep y el karaoke impúdico de miles de oficinistas en su día de franco. La banda, todo parece indicar, no se hizo responsable por esos papelones.
"No Quarter" (Houses of the holy; 1973)
¿Por dónde se corta el hilo de la paranoia? Subrayado por el clima ominoso de los teclados, Robert Plant parece señalar a sus enemigos desde el fondo del océano: "cerrá la puerta, apagá la luz / vos sabés que esta noche no estarán en casa / la nieve cae con fuerza / ¿no te das cuenta? / los vientos de Thor soplan fríos / ellos visten acero que es brilloso y verdadero / llevan noticias que deben abrirse camino / escogen el sendero por donde nadie va". ¿Quiénes son ellos? Compuesta por John Paul Jones en la cumbre de la masividad, "No Quarter" es una suite enigmática y poderosa que no toma rehenes.
"Kashmir" (Physical Graffiti; 1975)
En la era de la procastinación, dos años es el tiempo que pasa entre una actualización de tu antivirus y la siguiente. Es decir, un suspiro. A mediados de los setenta, cuando la vida tenía ontología y Led Zeppelin le puso una pausa a su carrera trepidante, dos años eran una eternidad. Una brecha misteriosa donde Plant podía perderse en el Sahara, Page invocar a Alesteir Crowley, Bonzo elevar las acciones de varias destilerías y John Paul Jones… bueno, hacer lo que fuere con su vida. "Kashmir", una de las canciones del regreso, reunía los costados más excéntricos del corazón de la bestia: desde el hard-rock cubista hasta la tradición marroquí, pasando por los raggas y la música orquestal.
"Nobody's Fault But Mine", (Presence; 1976)
En la suculenta discografía de Zep, Presence es el último orejón del tarro. Ni siquiera aquella enigmática tapa de Hypgnosis logró sacarlo del ostracismo al que lo envió la crítica y su accidentado proceso de composición y grabación. El 4 de agosto de 1975, mientras Page comenzaba su idilio con la heroína, Robert Plant y su familia recorrían la isla griega de Rodas cuando su auto rentado se salió de control. Unos meses después, sentado sobre una silla de ruedas en los Musicland Studios de Munich, el cantante adaptó un viejo blues rural de Blind Willie Johnson sobre esta frase espasmódica de la guitarra eléctrica.
"Stairway to Heaven" (The song remains the same; 1976)
Como La Gioconda, a esta canción también le pintaron bigotes. Su imaginería élfica y su status de clásico con semejante nivel de consenso popular, la llevaron directo al altar: disponible para la reverencia y la burla. Sabemos que fue mayormente compuesta durante el affair acústico de Bron-Yr-Aur. Sabemos que John Paul Jones aprovechó su aire renacentista para los arreglos y que la entrada triunfal de Bonzo es en el minuto cuatro con dieciocho segundos. Sabemos que Page volvió al estudio solo para grabar el solo con una Fender Telecaster de 1959 que le había regalado Jeff Beck. Sabemos que es un obsesivo y meticuloso objeto de orfebrería. La versión de la película, sin embargo, la deja en el mejor lugar posible: sobre un escenario de dos metros de alto. O menos. En las manos de estos cuatro tipos.
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