El músico, que celebra tres décadas de carrera con el lanzamiento de Mejor que ayer, mantuvo una extensa charla con LA NACIÓN; las claves de su permanencia, la influencia de su madre Lolita Torres y el legado en sus sobrinos
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Diego Torres anda con un disco debajo del brazo. Un material editado por Sony Music que, además de su versión digital disponible en plataformas, ya tiene su soporte en CD. El trabajo lleva por nombre Mejor que ayer, una buena confesión que lo planta maduro a los 53 años, con una hija, Nina, que se encarga de acompañar con mucha presencia y separado de la madre de la niña, Débora Bello, luego de haber conformado una pareja de muchos años.
A ese presente se le suma un nuevo amor, Martina Díaz. La pareja no se oculta y, de esa forma, desactiva rumores que pueden no ser fidedignos. Acaso porque hay mucha vida transitada y una gran carrera detrás, no le esquiva a hablar de esas cuestiones más personales que sabe que despiertan interés. Conoce el juego y el paño. Pero también dirá, y mucho, sobre música, su presente profesional definido por una fuerte impronta internacional; el legado de su madre, la excelsa Lolita Torres y la herencia en sus sobrinos Ángela y Benjamín.
Si ya el nombre del disco dispara múltiples posibilidades para la charla, el lanzamiento del último corte no es menos inspirador. Se trata de “Dejarlo todo afuera”, single en el que el músico está acompañado por Luz Gaggi, la cantante que se destacó hace tres años en su paso por el certamen La voz argentina, consagrándose en el segundo puesto de la difícil competencia mediática.
–Escuchando tu último disco se puede vislumbrar un presente laboral y personal aplomado, de cambios, de balance y entender la vida desde otro lugar.
–Es así, es un reflejo de estos dos años que vengo atravesando; convive con lo personal, no somos una máquina; esas canciones son el reflejo de lo que uno viene transitando. El disco tiene que ver con un proceso que incluye mi separación después de muchos años de relación, de tener una hija en esta instancia de la vida y de querer hacer las cosas bien. De tomar las decisiones que uno tiene que tomar, dejarlo todo afuera. Como resultado de todo eso, transitar piedras, escombros, subidas y bajadas. Como dice “Mejor que ayer”: me caí, volví a amar, voy a sufrir y, a veces, hasta atento contra mi propia felicidad. Es una canción rítmica, pero, si comenzás a buscar, podría ser la letra de un tango.
El tema habla de la tragedia que encierra buena parte de la poética de ese género y él mismo se identifica con cierto dramatismo creativo al afirmar: “No soy un abanderado del positivismo, donde, a veces, me han puesto”.
-Es un tanto ingenuo pensar la vida y el arte desde ese lugar...
-Respeto a quien lo hace, pero nada más lejos de mí. No tengo nada que ver con la autoayuda, no va con mi esencia, con lo que me crié y crecí. Hago terapia con mi psicólogo y, en muchos momentos de la vida, mis amigos me han demostrado que son grandes amigos, seguramente porque también yo lo soy. Volviendo a la música, este disco refleja todos estos momentos que vengo atravesando y viviendo.
Mejor que ayer no sólo es el título del álbum, sino también del primer corte del material, que se ubica entre los primeros puestos de los charts de las radios locales.
-Hablás sobre los momentos que te ha tocado atravesar. En este sentido, una separación, más allá de poder ser gestada de común acuerdo entre las partes, no deja de ser un dolor.
-Es muy doloroso, sobre todo cuando, como en este caso, hay una hija de por medio; pero creo también que es de valientes tomar decisiones en la vida; no podemos escondernos de nosotros mismos y está bueno transmitirles eso a los hijos, más allá de que las decisiones sean dolorosas, porque ellos también van a tener que atravesar distintas cosas en la vida y tomar sus propias decisiones. Por otra parte, los chicos demuestran que tienen una gran sabiduría para leer las páginas y darlas vuelta.
-Con más naturalidad que los adultos.
-Sin dudas, son más simples y más sabios, algo que me ha demostrado mi hija en estos dos años y con las tres cosas que me dijo.
-¿Qué te dijo?
-Lo primero fue: “¿Papá va a poder venir a visitarnos?”; “Qué bueno que se llevan bien” y “Yo quiero momentos de familia”.
-¿Cuántos años tiene?
-Cumplió once.
-Muy madura en sus planteos.
-Más allá de que papá y mamá puedan rehacer sus vidas, lo que ella buscó es que no hubiese ruidos a su alrededor.
-¿Hay ruidos?
-No... bueno, hay subidas y bajadas, como todo, pero, en definitiva, eso nos enderezó para entender que queremos tener una buena relación como padres de Nina, separados.
-En las redes sociales se te ve muy cercano, presente, en tu rol de padre.
-Nina es maravillosa. Uno, como padre, está enamorado de ese papel en la vida y, a pesar de que mi trabajo me lleva a ocupar muchos territorios al mismo tiempo, siempre busco estar con mi hija.
-¿Ella vive en Miami?
-Sí, hace base allí, pero, como yo estoy la mitad del tiempo acá, la traigo mucho para Buenos Aires. Tenemos un familión con el que me gusta que esté en permanente contacto. En la organización me ayuda no tener un trabajo de oficina, entonces, a la mañana, la preparo para ir al colegio, le cocino carne y pastas porque hay que armar la lonchera. Además, la acompaño a tenis, a navegar, una cotidianidad que no quiero perder.
Trata de aprovechar sus estadías en Miami, porque, por su carrera, Diego Torres es una suerte de ciudadano del mundo que también juega de local en mercados como México, Colombia o España. “Gracias a Dios sigo conservando mi casa en Buenos Aires; eso me permite estar cerca de los míos, del público del país y también poder cruzarme a Chile o Uruguay fácilmente. Está bueno transmitirle a la gente que hay que trabajar”.
Si hace unos minutos encontró la sincronía entre el tango y sus propias letras, ahora la figura de Carlos Gardel se filtra en la charla: “Además que soy fanático suyo, nos marcó un camino de espíritu de conquista a todos los que intentamos llevar nuestra música a muchos lugares. Cuando yo comencé, había que viajar sí o sí”.
-Hace tres décadas no existían las redes sociales.
-Como decía José José, un viejo cantante mexicano: “el disco es redondo y hay que darle vueltas”. Las cosas se logran trabajando, estando ahí, donde el material suena.
-¿No te agobia esa vida de viajes? ¿No deseás estar dos meses seguidos en tu casa?
-Y sí, amo mi trabajo y viajar, pero, a veces, necesito mis tiempos. Tengo una novia, así que necesito mi espacio para compartir con ella.
Le saca histeria a la cuestión y, mientras reflexiona sobre su trabajo, se filtran algunos aspectos de su propia vida. Acaso porque una cosa lleva a la otra y porque hay un todo que hace a su completitud. “Tarde o temprano se iba a saber. Se trata de dar los pasos con criterio y no ser un elefante en un bazar que va tirando todo. Soy criterioso. Trabajo mis decisiones y mis emociones, no soy un alocado, por eso, cuando necesito ir a boxes, entro a terapia y trabajo mis dilemas, mis subidas y bajadas. Lo que uno busca es tener la vida más o menos encaminada.
-¿Cómo transitás el noviazgo?
-Muy bien, Martina es una persona muy linda, especial, muy trabajadora, con una súper buena energía. Eso nos conecta desde muy buena manera.
Actuar, otro oficio posible
Debutó en televisión con Nosotros y los otros y tuvo un paso protagónico por La banda del Golden Rocket. La furia y La venganza son algunas de las películas que lo contaron en sus elencos. La actuación es, indudablemente, otra de sus grandes pasiones.
“Estuve haciendo una participación en la versión mexicana de la película Dos más dos. Me tocó hacer el personaje del rey del swinger que había hecho en nuestro país Alfredo Casero”. El film, que se estrenó el año pasado, muestra a dos parejas de amigos, una de ellas aficionada a la práctica del intercambio de parejas.
Durante 2023 también se lo pudo ver en un episodio de El encargado, la serie de Star+ que protagoniza Guillermo Francella. “Existen algunos proyectos de series dando vueltas, pero tengo que encontrar el tiempo para hacerlas, poder encajarlo en el calendario”, comenta.
-¿Te entusiasma la actuación?
-El oficio de actor me encanta, es tan sincero y está dentro mío como el cantar. Incluso, me gusta combinarlos, como sucede en el video de “Mejor que ayer”, donde aparece un poco de ficción. Me gusta contar las canciones a través de personajes.
-Siempre una canción acarrea una interpretación ficcional.
-Es una pequeña película.
La influencia de Lolita
“Cuando escribo una canción o cuando planteo una sesión con otros artistas, arregladores y productores, la inquietud de ampliarme siempre está. No es una pose, fui criado así. Yo abría la puerta de mi casa y estaba mi mamá cantando con Charly García en el piano; al otro día me topaba con Ariel Ramírez haciendo folklore; una semana después me encontraba con Jaime Torres tocando el charango o con Antonio Agri, el violinista de Astor Piazzolla, haciendo un tango. Mi vieja cantó con la “Negra” Mercedes Sosa, con Charly (García), y hasta lo hizo en ruso. Para mí, la música es música y tuve la suerte que esa esencia en mí -porque no era una pose- se instalara desde mi primer disco y así siguió, con el funk, el reggae, la balada, el folklore colombiano, los gitanos amigos, lo centroamericano que me permitió cantar con Rubén Blades o Juan Luis Guerra, con Ketama o Carlos Santana”.
El listado de colaboraciones es inabarcable. “Todo lo que me ha pasado me ha sorprendido, porque no me lo imaginaba. Son referencias de la música con las cuales yo me había criado”, asiente con cierto distanciamiento, pero también haciéndose cargo y con orgullo de eso que le fue sucediendo y que es producto de una estudiada planificación artística. “En este último disco también aparece la paleta de colores bien amplia. Es parte de mi esencia, por eso agradezco que la gente me haya dado esa confianza”.
Indudablemente, la notable Lolita Torres le marcó un camino irrefutable. Con ella fue a cantar a la entonces Unión Soviética, pero aún es una asignatura pendiente ir a ofrecer su propio repertorio en la Rusia actual, donde su madre ha sido una estrella adorada y aún perdura su recuerdo. Sin embargo, causalidades del destino, el compositor y cantante moscovita Leonid Agutin, un gran talento muy famoso en su país, que es un interesado por la música de Latinoamérica, se convirtió en un nexo actual y posible.
“Un músico que trabajaba con él y que es conocido mío me contactó para comentarme que a Agutin le gustaría grabar algo conmigo. Por supuesto, acepté. Me envió una idea que yo terminé en el estudio con la letra en español”, explica el cantante.
-¿Él sabía que eras hijo de Lolita Torres?
-Luego de grabar, él se entera que yo era hijo de Lolita, por eso, en el video de la canción, se nos ve a los dos grabando en Buenos Aires con imágenes de las películas de mamá.
El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania truncó una posible gira de Diego Torres a la tierra donde Lolita dejó huella indeleble. “Ya se dará”.
-¿Qué pensaría tu madre sobre la guerra desatada entre Rusia y Ucrania?
-Estaría muy triste. Ella recorrió los países que formaban parte de la Unión Soviética. Visitó Moscú, Kiev y llegó hasta Erevan, la capital de Armenia. La amaban y ella los amó.
-Lolita, ¿se te manifiesta de alguna manera?
-Sí, pero no me gusta ponerme en plan místico. Hablo con mi vieja todo el tiempo, la tengo presente. Me ha demostrado, en diferentes situaciones de la vida, que está y que me ha movido fichas que me han sorprendido. A veces se me ha cumplido algo personal que deseaba mucho y siento que fue a través de ella. Mamá era un espíritu muy especial, su vida no ha sido fácil, perdió a su madre cuando tenía 15 años, a los 27 enviudó.
-Y enfermó muy joven.
-Así es, de hecho falleció a los 72 años.
-Esas concreciones que mencionabas, ¿se las atribuís a ella?
-Siempre estoy en contacto con mamá. Tengo ritos. Mi viejo (Lole Caccia) y los amigos que ya no están en vida también son parte de esos ritos. Antes de salir a cantar hay un momento interno donde pido a todos esos seres que amé y amo profundamente, y que me acompañan desde otro lugar, que me generen buenos momentos y que, si sucede algo, pueda saber sortearlo. Esa es mi filosofía y se la transmito a mi equipo.
-Una arenga.
-A toda mi gente le digo: “vamos a pasarla bien y a darlo todo, porque el público pagó una entrada y se merece lo mejor”.
De sonidos expandidos y de perdurar se trata. Ha lanzado más de diez álbumes y ha vendido más de 20 millones de discos en todo el mundo. Y, además del reconocimiento del público, obtuvo codiciados galardones de la industria como los dos premios Latin Grammys. “Es mucho tiempo de trabajo, entonces comienzan a pasarte cosas muy lindas, como cuando, el año pasado, di un concierto en Lollapalooza y me encontré con familias enteras y pibes jóvenes disfrutando del show”.
A pesar de su juventud, los treinta años de profesión ya le permiten cosechar una audiencia de más de una generación y valora el hecho de ser descubierto por nuevos seguidores: “Hay gente que me descubre hoy con el último disco, eso es genial, te pone en un sitio de movimiento permanente, será porque nunca me instalé en un lugar cómodo, siempre estuve buscando”.
-Eso te aleja de la fatiga.
-También me gusta mirar para atrás, no me canso de las canciones, les tengo mucho respeto por lo que provocan en la gente.
Infortunios
-Durante la pandemia padeciste Covid y, además, te atropellaron mientras hacías ciclismo.
-Sí, fue justo antes de comenzar con los conciertos en el Gran Rex que iban a ser los primeros de la pospandemia.
-¿Cómo sucedió el accidente?
-Un automovilista no me vio y giró para entrar al estacionamiento de un mall, yo tampoco lo vi y terminamos chocando. Reboté, me fisuré varias costillas.
A pesar de aquella situación, su pasión por el deporte sigue intacta, aunque pueda acarrear algunas adversidades. “Hace poco, esquiando, casi me vuelvo a fisurar. Iba bajando y me la pegué contra un árbol, por suerte zafé”, dice con naturalidad. Acaso por eso en sus redes sociales invocó un “respeto a la montaña”. “Hay que tenerle respeto a la madre naturaleza”, remarca.
Herencia
-Hablábamos sobre Lolita, pero, si miramos para adelante, aparecen tus sobrinos Ángela y Benja Torres.
-Mamá generó una familia de artistas con un gran amor por el arte.
Ángela, actriz y cantante, es hija de Marcelo Torres; mientras que Benja, músico en ascenso, es hijo de Angélica Torres. Pero Diego también menciona a Juan -un gran pianista a punto de recibirse de abogado- y Sol -que siguió una carrera pedagógica, pero también es cantante-, hijos de su hermana Mariana. Finalmente, su sobrina Laura también está vinculada al arte, pero desde la escritura. Santiago Burastero, el hermano mayor del artista, fruto del primer matrimonio de Lolita Torres, es médico, pero lleva adelante la afición de cantar tangos. “Mis hermanos Mariana y Marcelo se dedican a la actuación y los talleres de teatro y Mía, hermana de Ángela, estuvo en Matilda y participará en School of Rock”.
-¿Te piden consejos?
-Sí y yo se los pido a ellos. Nos juntamos a tomar mate e intercambiamos en qué anda cada uno. Nos mostramos nuestras canciones, opinamos. Así nació “Las leyes de la vida”, una idea que me comentó Benja y donde, rápidamente, me di cuenta que había algo para explorar. En el tema hablamos de la familia y eso fue muy emotivo tanto para nosotros como para la gente.
-Sos corredor consuetudinario. ¿Leíste De qué hablo cuando hablo de correr, de Haruki Murakami?
-Sí, claro. Es que los que somos maratonistas tenemos una filosofía en paralelo con la vida. No se sale a correr veinticinco kilómetros a toda velocidad, porque te morís a las tres cuadras. Hay que regular y eso se emparenta con la vida.
-Vuelvo al comienzo y siento que mucho de esa filosofía encierra tu último disco.
-La carrera es larga. Llevo tres décadas, pero, si hubiese arrancado como loco, me hubiera ahogado. Como cuando se corre, hay que aguantar, superar los dolores y no perder el foco del objetivo. Es importante plantearse ese objetivo, idear un plan y cumplirlo, sin importar el resultado.
-En la vida, en la profesión y en las maratones, una gran metáfora.
-Hay una relación directa en todo eso. Diez minutos más o menos no cambian nada en una maratón, lo mismo si se venden diez discos más o diez discos menos. Hay que sostener el plan sin que el alrededor te domine.
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