Diana Krall, tradición y novedad
El último trabajo de Diana Krall pertenece a ese género que podría llamarse "antología arqueológica"; es decir, un cantante que realiza una investigación histórica en torno a un género o una época en particular y que, con el material reunido, plasma un disco conceptual que va más allá de una simple suma de standards. Algo por el estilo puede decirse de Fina estampa de Caetano Veloso, de Radio AM de Raly Barrionuevo o, ya en el campo de la poesía musicalizada, de Leave Your Sleep de Natalie Merchant, que rescata allí a autores como Charles Causley o Laurence Alma-Tadema.
El universo de Glad Rag Doll (el álbum número once en estudio de Krall, a casi 20 años de su debut con Stepping Out ) consiste en la música de principios del siglo XX, más precisamente las canciones de vodevil y swing de los años 20 y 30, además de estilos como el "stomp blues". El trabajo marca un corte en su obra, como en 2004 lo marcó The Girl in the Other Room , donde por primera vez (tras su casamiento con Elvis Costello y tras la muerte de su madre) Krall interpretó canciones de su autoría. El resultado, en este caso, es más expresionista y popular aún que su exitoso Quiet Nights (2009), dedicado a la música del Brasil.
Krall ha admitido que la colección de viejos discos de pasta de su padre es el profundo origen de Glad Rag Doll , así como el clima de las revistas musicales Ziegfeld Follies: equivalente estadounidense al cabaret europeo, sobre todo el Folies Bergère francés. Sin embargo, lejos está de caer Krall en la evocación nostálgica o en la "recreación". Es cierto que algunas canciones son versionadas en forma más clásica o desnuda (como las dos versiones de "Glad Rag Dog"), pero en varios temas, como "There Ain't No Sweet Man That's Worth the Salt of My Tears" (Fred Fisher), explora nuevos arreglos y sonoridades de la mano de su talentoso productor T-Bone Burnett, apoyada en una banda que encabeza el asombroso guitarrista Marc Ribot y que incluye ukelele, melotrón, banjo y dobro.
"Un disco de canción y baile", según ha dicho Krall. Y también una manera creativa de acercarse "como si hubiera sido escrito ayer" a un repertorio memorable (y, en muchos casos, olvidado) y a una serie de autores más o menos legendarios: desde el letrista polaco Jack Yellen, uno de los protagonistas de la historia de Broadway, hasta el pianista y compositor Harry M. Woods, que no tenía dedos en su mano izquierda y cuyos temas eran interpretados por Al Jolson.
El disco incluye, un poco fuera de programa, aquel clásico de Doc Pomus, "Lonely Avenue", que grabaron Ray Charles o Van Morrison y que Krall revive estupendamente. Otra versión acertada, donde convive el swing con la elegancia, es la de "I Used to Love You But It's all Over Now" que llegó a grabar Frank Sinatra. "When the Curtain Comes Down" no es el único pasaje que hace pensar en Tom Waits (en cuya banda dio sus primeros pasos Marc Ribot). Y en varias canciones como "Wide River To Cross," (de Julie and Buddy Miller, artistas contemporáneos, "infiltrados" en este repertorio) aparece Costello, que en los créditos es mencionado como Howard Coward. Desde luego, Krall resulta magnífica al piano: en este caso, un antiguo Steinway de fines del XIX. Basta escuchar "As Long a I Love" o "Garden in the Rain".
"Este disco está lleno de innovación y esa es su hermosa paradoja", ha dichoT-Bone Burnett en una entrevista. Acaso sea el sello de toda la obra de Krall: su luminosa mezcla de tradición y novedad.
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