En Maipú 365 sobrevive el Marabú uno de los últimos templos de la música popular del siglo XX. En este subsuelo debutó la orquesta de Aníbal Troilo el 1° de julio de 1937 y el maestro Carlos Di Sarli presentó a Roberto Rufino, uno de los mejores cantores que tuvo su orquesta. También en este mismo escenario el grupo Soda Stereo ofreció una serie de conciertos fundacionales del rock nacional de los ochenta en un ciclo por donde pasaron Los Abuelos de la Nada, Zas y Los Twist.
La mayoría de los porteños pasan por delante de la pequeña puerta ignorando que en este subsuelo todavía sigue funcionando todos los jueves una milonga. Esta noche, desde las 21 actuará José Colángelo (pianista de Troilo) con la Orquesta Típica Pichuco– que busca recuperar la atmósfera de uno de los bastiones del tango de la década de oro del cuarenta.
En el Marabú el poeta Pascual Contursi conoció el romance de un mozo y una copera del lugar, que inspiró la historia del tango "Como dos extraños"; y acá también se cimentó la amistad autoral entre Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores, que escribieron juntos el tango "Uno". El Marabú en esa época formaba parte del circuito de radios, bares y cabarets, que alimentaron los años dorados del tango y el imaginario noctámbulo del porteño clase media: los jugadores de "La máquina" de River eran clientes habituales y solían festejar sus campeonatos en el Marabú.
"Al caer la noche todos se aprestaban para el cabaret, previo puchero de gallina en El Tropezón. Estaban el lujoso Tibidabo-donde Troilo era rey–, el histórico Chantecler –territorio casi exclusivo de D’Arienzo–, El Maipú Pigalle –vecino del teatro Casino– y el mítico Tabarís. Si bien era habitué del Tibidabo y las tres entradas de la orquesta de Troilo, Enrique (Santos Discépolo) sentía que el Marabú tenía un encanto especial. Allí Carlos Di Sarli, viejo amigo de Enrique y Tania, ponía en movimiento su impecable maquinaria rítmica", describe Sergio Pujol en su libro Discépolo, una biografía argentina.
El único sobrevivente de aquella época de gloria tanguera sobre la calle Maipú es el Marabú. Lo rodean edificios de arquitecturas modernas, locales de quiniela, restaurantes y sedes bancarias. Apenas dos plaquetas de la Legislatura Porteña recuerdan el sitio histórico. Tampoco es parada de turistas ni de los tours oficiales del tango. Para un hombre de tango como el legendario Héctor Larrea, que vivió aquellos años dorados, el Marabú fue como un santuario.
"Creo que lugares como el Marabú son los que contribuyeron al desarrollo del género. Hubo muchos músicos importantes que pasaron por allí. Recuerdo que en el año 1957 quería conocer el Marabú cuando estaban Elsa Rivas y Juan Carlos Godoy en la reaparición de la orquesta de Ricardo Tanturi. Estuve una sola en vez en el Marabú pero para mí desde el punto de vista del tangófilo fue el lugar que había permitido en parte junto con la radio y los bailes, el desarrollo de la música argentina".
El Marabú original, fundado en 1935 por un inmigrante español, sufrió varias transformaciones. Fue centro de la noche porteña junto a otros cabarets de la época donde parejas y hombres solos iban a escuchar a las mejores orquestas hasta que cerró sus puertas en 1968. En los ochenta tuvo una nueva reapertura vinculada con el rock y además de Soda Stéreo tocaron Los Abuelos de la Nada, Zas, Los Twist y hasta una de las últimas formaciones de la Orquesta de Osvaldo Pugliese. También fue morada de la discoteca Halley hasta su cierre a principios de la década del noventa.
Totalmente abandonado, el inmueble fue salvado del remate por una asociación civil de tango en Estados Unidos. "Tuve miedo de que se perdiera el último monumento histórico en Buenos Aires que encarna el patrimonio del Tango. El objetivo de la Argentine Tango Society fue salvaguardar las memorias de Troilo, Di Sarli y otros grandes que allí gestaron tanta música. Mi intención fue rescatar Marabú para las presentes y futuras generaciones", dice el enigmático americano Sr. Fish, presidente de la asociación y, también, colecccionista y aficionado al género.
En 1994, el inmueble fue recuperado y pasó a llamarse Maracaibo con bailes de miércoles a domingo, donde el tango ocupa una grilla central todos los jueves desde hace dos años con orquesta en vivo, exhibiciones de baile y glosador. "Es el único de los lugares de aquella época que queda en pie. Acá se hizo el tango. Tocás esta baranda original y si estás en tema se te pone la piel de gallina", cuenta Nelson, uno de los guardianes espirituales del local, encargado del mantenimiento.
De las noches de brillo cuando fue comparado con el Mouline Rouge de París quedan algunos pequeños recuerdos de época como la cafetera, el piso de baldosa en blanco y negro, la pista de baile de madera y la baranda con detalles del palco original. El resto quedó sepultado por las diferentes remodelaciones: la puerta de ingreso original con escalones de mármol fue tapada y se cambió todo lo que recordara las actividades vinculadas al cabaret, como el ascensor en los reservados que llevaba a las coperas a las habitaciones en otros pisos del edificio. "Pero cuando entrás sentís la energía que tiene el lugar, porque los músicos más importantes del tango pasaron por este subsuelo", reconoce uno de los socios del actual Maracaibo.
El año pasado el ex Marabú tuvo un relanzamiento importante cuando se celebró el ochenta aniversario del debut de la orquesta de Aníbal Troilo, aunque desde el año 2016, las milongas de los días jueves reúnen a orquestas y bailarines, con un precio accesible, a la usanza de sus épocas de gloria. Orquestas como Los Reyes del Tango, La Sans Souci, Color Tango con dirección de Roberto Alvarez y figuras como Raúl Lavié y María Graña pasaron por el escenario del actual Maracaibo.
"Buscamos que este espacio renueve su público para que el Marabú siga en el imaginario porteño -reconoce Silvina Damiani, programadora de las noches de tango-. Hoy está olvidado. Mucha gente sigue pasando por la puerta y no se da cuenta de la historia que tiene este lugar. Nosotros queremos recuperar la mística de toda esa historia".
Un nuevo club en Palermo
Mientras que algunos reviven los años dorados del tango y su historia, otros comienzan a hacerla. Rodolfo Roballos eran un veinteañero que al ver la movida tanguera que se gestaba en Boedo, hace casi dos décadas, con orquestas como la Fernández Branca, dejó la facultad y se compró un bandoneón. Con los años logró ser parte de la fila de fueyes de la orquesta de Rodolfo Mederos. Y como la experiencia resultó una especie de escuela para él, decidió fundar una academia propia. Aquello que podía parecer un sueño transnochado junto Soledad Grigera, su compañera de música y de vida, actualmente es La Academia Tango Club , un taller escuela que es semillero de orquestas típicas y que estrena hoy una flamante sala de conciertos de tango, en Palermo.
Autodefinida como una "comunidad de orquestas", La Academia Tango Club tuvo distintas sedes y nombres hasta que logró el formato actual: 8 orquestas con 140 integrantes. A medida que fueron llegando los músicos que querían perfeccionarse en el formato del tango por excelencia, la típica, se abría una nueva agrupación. Hoy son una verdadera liga que alista a la Orquesta Típica Canyengue, la Suburbana, la Nocturna, la Oriyera, la Barricada, La Maroma, Enroque y la Orquesta de Guitarras La Guardia Criolla. Además, tiene un nivel preparatorio, para que se formen todos aquellos que aspiran a ser parte de una orquesta, y talleres complementarios de grandes profesionales (Rodolfo Mederos, que además es Director Honorario de la Academia, Juan Pablo Navarro, Horacio Romo, Ramiro Gallo y Víctor Lavallén). Hasta el año pasado cada sábado el colectivo musical ofrecía shows en el pintoresco local de Barracas Chau Che Clú. Desde esta noche tiene una sede propia donde, de miércoles a sábado, ofrecerá shows y milongas.
"El primer año trabajamos en una escuela de música, el siguiente alquilamos salas de ensayo y ahora ensayamos en el SADEM. Todas las típicas nacieron como orquestas escuela. Las fundamos nosotros, armamos un repertorio y las dirigimos", explica Rodolfo. Hasta crearon una en Melbourne, Australia, donde ya viajaron dos veces este año y se prevé que para el próximo haya un intercambio de músicos. Algunos de los locales viajaría para instalarse un tiempo allá y los australianos vendrían a tocar con los grupos porteños.
La Academia Tango Club ha logrado sonar en el Uruguay, en Tierra del Fuego, en salas como el CAFF, Torquato Tasso y el Teatro ND/Ateneo, y en el Festival Buenos Aires Tango. El nuevo paso es un punto de encuentro propio, que se inaugura el Día del Bandoneón , en el espacio Cangas del Narcea, de Beruti 4643.
Los miércoles habrá milongas con orquesta en vivo. Los jueves tendrá el ciclo Tango Contempo, aquel bastión de vanguardia que supo sonar en Vinilo. Los viernes el club llevará conciertos especiales (la serie la inaugura Mederos y para lo que resta del mes la programación incluye al Quinteto Real y el grupo de Lavallén) y los sábados será para las orquestas de La Academia.
"Viene teniendo una energía muy linda –dice Rodolfo-. Un ambiente muy bueno. La idea es hacer música lo mejor que se pueda. En diciembre grabamos un disco doble y conseguimos apoyos que no se pueden creer. Desde este club en donde comenzamos ahora, que es muy lindo, hasta el aporte de un señor que un día vio la movida que estábamos haciendo y nos regaló un piano Steinway que no usaba."
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