Devendra Banhart: su infancia en Venezuela, sus padres yoguis y quién era la persona que eligió su nombre
Es una de las figuras del festival Music Wins, que se realizará este sábado en el club Ciudad de Buenos Aires; pero primero se presentará solo en C Complejo Art Media: será esta noche desde las 20
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“Perdón, que mi español es terrible. Gracias por tener paciencia, seguramente solamente el veinte por ciento de lo que estoy diciendo se puede comprender, pero gracias”. En un español nítido y pausado, Devendra Banhart pide disculpas porque cree no hacerse entender, aunque su vínculo con el idioma se remonta a su infancia. Nacido en Texas pero criado en Venezuela por un matrimonio de yoguis, Banhart tomó contacto con el castellano desde sus primeros años de vida, y si bien no es su lengua natal, lo habla con fluidez. Al tratarse de un segundo idioma, su elección de palabras por momentos es errática, aunque por lo general parece más una decisión tomada adrede como puede apreciarse en las respuestas a esta entrevista, una manera de jugar con los significados hasta redefinirlos, o bien asignarles una interpretación nueva.
Su relación con el español se traduce también en su obra. Con más de veinte años de carrera, Banhart se hizo conocido con un folk intimista y por momentos delirante con cuotas de psicodelia, tropicalismo y música latina. Convertido casi automáticamente en un paladín de los cantautores independientes del cambio de milenio a esta parte, a lo largo y ancho de su discografía aparecen canciones en la lengua de Cervantes que lo tienen enfatizando la cultura que absorbió desde pequeño en temas como “Carmensita”, “Quédate Luna” o “La Pastorcita Perdida”.
Habitué frecuente de Buenos Aires, esta semana Banhart vuelve al país para presentarse por partida doble. Por un lado será parte de la programación del festival Music Wins este sábado en el Club Ciudad de Buenos Aires junto a grupos como Allvvays, Metronomy y The Magnetic Fields y por el otro tendrá su side show este jueves en C Complejo Art Media, Corrientes 6271, donde presentará dos canciones del disco que acaba de terminar de grabar bajo la producción de la galesa Cate Le Bon.
-Tanto en los estilos como en los idiomas, la idea de herencia está muy presente en tu música. ¿Cómo cruzaste esos dos mundos?
-Es muy interesante esa palabra porque es como una plataforma, de ahí uno empieza. Siempre empezamos con la herencia, es todo lo que sabemos al principio de nuestra aventura mitológica, haciendo arte como cuando uno empieza a dibujar sus figuras en la cueva. Hay que empezar en la tierra de la cultura en que uno se encuentra, entonces eso siempre va a ser parte del idioma o de los símbolos que uno utiliza en su arte. Para mí tiene un poquito de amor y odio, es agridulce mi relación con mi herencia. Nací en Texas pero no estaba oyendo country music. Casi inmediatamente me fui para Venezuela, donde todo era salsa, merengue, samba y cumbia. Esa música es parte de mi ser, de mi ADN, pero no fue “mi” música hasta mucho más tarde. Para mí hay un amor muy fuerte por esa música latina, pero también la utilizo en una manera más satírica.
-También se da otro fenómeno, que es que cuando cantás en español es como si fuera otra identidad tuya. Hasta tu voz cambia, y también tu manera de pronunciar las palabras.
-El teatro siempre ha sido muy cómico para mí. Yo he estado escribiendo canciones por más de veinte años, y en ese tiempo mis álbumes tenían muchos personajes que yo inventaba, y son canciones cantadas por la perspectiva de un personaje que no soy yo. Por ejemplo, “Fancy Man” es cantada por la perspectiva de un white privilege total. Ahora acabo de terminar un álbum y no hay ningún personaje en ese álbum, y tampoco lo hubo en el último, y eso me preocupa un poquito porque no quiero ser de esas personas que se ponen viejas y empiezan a hablar de ellas. Me preocupa porque no hay ningún chiste en este último álbum. Este último año de la pandemia pensaba combatirlo con chistes, pero no lo logré, son muy serias todas las canciones nuevas. Al mismo tiempo, tampoco es mi trabajo ser cómico, aunque algunas veces es más fácil distribuir una realidad difícil en una pastilla de azúcar.
-¿Y pensás que el público interpreta o entiende que no sos vos necesariamente quien está cantando?
-Para mí es tan obvio, que no me importa cómo lo interpreta cada persona. A la vez, si lo interpretan de una manera totalmente sin ironía o totalmente negativa, claro que quiero arreglar eso y poder explicar un poquito, pero para mí la canción termina cuando no hay que explicarla. Está abierta a diferentes interpretaciones y está buenísimo, pero tener que explicar el concepto no sirve muy bien con la música. Es mucho mejor para una pintura de arte o una fotografía en alguna galería porque eso viene con una guía que se puede leer el título y un poquito del concepto. Podés tomar una escultura de Joseph Beuys o Walter de María, y ahí la explicación del concepto aumenta la obra, pero para mí la canción está lista para compartir cuando no hay que explicarla, porque no voy a tener esa oportunidad.
-Recién mencionabas que estás preparando un nuevo disco. Lo último que publicaste es algo bastante atípico en tu carrera, con canciones instrumentales ambient y new age. ¿Cómo se dio ese cambio?
-Esa música siempre me interesó y siempre me pareció muy utilitaria. Yo crecí oyendo esa música , al igual que la salsa, la cumbia, el merengue. El ambient y la new age son parte de mi juventud, porque yo nací en una familia de yoguis y mi nombre lo eligió el gurú de mi papá. La música que escuchaban esos hippies de Venezuela en los 80 era todo esto. Cuando empezó la pandemia estaba necesitando música en una manera distinta a la de antes. Antes de la pandemia, creo que utilizaba a la música para poder socializar, para poder ponerme en esa actitud de “Vamos a poner una música para ir a bailar, para salir, para ver gente”. Cuando empezó la pandemia necesitaba algo para poder calmarme, para darme una vibración con más paz, un poco de espacio entre yo y mis pensamientos, y para mí eso lo hizo siempre la música ambient de Harold Budd, Brian Eno, toda gente que hace música escultural. Mucho de mi trabajo como compositor es salir y observar el mundo, y no podía hacer eso, entonces empecé a escribir una música que podía ser un refugio para nosotros. Es una música que es conducida para meditar, para conectarse con la respiración, el cuerpo y los pensamientos.
-Recién mencionabas la meditación. Hace algunos años dijiste que tuviste que acudir a ella para aprender a socializar, algo que uno supone se te daba bastante naturalmente.
-Es una paradoja para mí, porque de verdad sí me importa la gente y quiero ser parte de una comunidad, y quiero de verdad encontrar algo que pueda amar en toda la gente, pero no es así (se ríe). Busco y la gente me fastidia, quiero siempre estar solo, y creo que tengo muchas paredes y puedo ser muy negativo. Puedo cerrar la puerta a la gente figurativamente muy rápido, y eso me preocupa. Para combatir eso hay una práctica budista que se llama Reconocimiento de la Madre. No importa si crees en reencarnación o no, pero puedes tener esa actitud de que toda la gente ha sido tu madre y tú has sido la madre todo el mundo. Eso me ayuda a navegar un poquito más y estar en un mundo social. Es raro, porque mi trabajo es estar ahí cantando a la gente y estar con ellos, pero vivo más como en una cuevita. El tiempo de solitud es muy importante, no significa que no te gusta la gente, pero es muy difícil amar a todo el mundo todo el tiempo.
-Va a ser tu quinta visita a la Argentina, pero será la primera en la que vengas sin un disco nuevo bajo el brazo. ¿Eso hace que tu show fluya de una manera distinta?
-Me gusta cuando estamos presentando un álbum nuevo entero, es tan divino poder presentar la obra nueva, es una cosa que me anima muchísimo. A la misma vez, no es que estamos tocando solamente canciones viejas, estamos tocando dos canciones nuevas y algunos covers que nunca hemos tocado. Hay quince personas que han tocado conmigo a través de los años, así que siempre está cambiando. Este grupo es totalmente diferente, entonces se siente nuevo. No se siente como que estamos ahí tocando las canciones viejas, sabemos que va a cambiar cada noche y va a cambiar con la energía de cada momento específico. Para nosotros lo más importante es poder presentar las canciones de una manera que sea como una sorpresa con nosotros, no queremos que sea una película. Yo nunca voy a ser profesional. Nunca, nunca... aunque eso tampoco es verdad. Me encanta ser profesional, uno buenísimo, ¿ok? Lo que no quiero es ser slick (talentoso, en inglés). Me gusta ver esos grupos donde todos son perfectos y hacen la cosa perfecta, es increíble, pero yo nunca voy a ser así y no quiero ser así. Eso nos da un poquito de miedo a nosotros, porque no sabemos qué va a pasar y eso nos anima.
-Antes hablábamos de la herencia. Mencionaste que tu nombre proviene justamente de que tus padres eran yoguis y que el gurú de ellos eligió tu nombre, pero tu segundo nombre, Obi, hace referencia a Obi Wan Kenobi, de Star Wars. ¿Cómo crees que esos dos universos conviven en tu persona?
-Qué interesante pregunta que nadie me ha preguntado. Quiero responderla como psíquicamente, sin respuesta y que se meta en tu mente. La ciencia ficción es como un espejo a las realidades místicas, hay mucha cosa mística. Todos los héroes de la ciencia ficción para mí son como los lamas y las monas místicas de la espiritualidad. Para mí son muy similares. Los jedis son como los grandes lamas meditando en una cueva del Tibet, son la misma cosa. Para mí la gran cosa que tienen en común es que los grandes héroes de la ciencia ficción y de la espiritualidad son gente que ha ganado la guerra interna. Y más que nada, tienen estilo. Lo que tienen en común es fashion, baby.
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