Vivir de gira: Demi Lovato, Justin Bieber o la canción de los jóvenes agotados
En la última semana, las dos estrellas de la música pop que conocieron la fama de niños confesaron cuánto les cuesta lidiar con las presiones de la industria del entretenimiento; en la escena local, hay artistas que siguen adscriptos al paradigma rockero del exceso, como Chano Moreno Charpentier
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A los 30, Demi Lovato siente que no puede seguir saliendo de gira. Lo aseguró días atrás con un par de posteos en redes, tras su última visita a Buenos Aires. Justin Bieber, de 28 años, directamente canceló su tour por agotamiento. Quizá se trate de la secuela del síndrome de Ramsay-Hunt, que paralizó la mitad de su cara en junio pasado.
Demi Lovato y Justin Bieber son jóvenes y están cansados como si hubieran vivido varias vidas en una. Como si no pudieran poner el freno a la presión de una industria del entretenimiento que no les permite decir basta. Quizá también se trate del costo que están pagando por haber tenido un gran beneficio durante su adolescencia como estrellas famosas de la música pop. Y ahora, con más de la mitad de sus vidas como trabajadores profesionales de la música, comienzan a mostrar signos de un agotamiento que cualquier otro ser humano manifestaría varias décadas después. La conexión entre ambos no solo se da por el paralelo que se pueda trazar en sus historias musicales sino por hechos muy recientes.
También se puede mencionar el caso de Chano Charpentier. Es mucho mayor y no tiene el millaje internacional que los dos anteriores, pero tienen algo en común: los excesos y la necesidad frenética de estar sobre los escenarios, sin tomarse el tiempo de recuperación que su salud requiere. La fama repentina, algunas malas decisiones y las adicciones tal vez sean una ecuación que dé como resultado a jóvenes cansados.
La otra cara de esta realidad se podría ver en carreras como la de Soledad Pastorutti, que tiene más o menos la edad de Chano, pero comenzó de adolescente, como Justin y Demi. Si bien no tiene una trayectoria internacional como la de estos astros del firmamento pop, por la cantidad de recitales en festivales folclóricos, la cantora de Arequito sin duda puede duplicar o triplicar la cantidad de shows que ofrecieron estas estrellas de la música. La Sole no se ha privado de trasnochadas, pero las ha vivido, y seguramente las sigue viviendo, de otra manera. A prueba y error, porque así se avanza, pero sin forzar los límites. Su trayectoria es un ejemplo de responsabilidad profesional y amor por el escenario.
Diez años tenía de Demi Lovato cuando apareció en la serie infantil Barney and Friends. Desde entonces, en las últimas dos décadas le pasaron muchas cosas. A los 18 años había ganado el dinero suficiente para comprar una hermosa casa en Los Ángeles para su familia. Había tenido ingresos y salidas de una institución de rehabilitación y mantenía una relación con el actor Wilmer Valderrama, doce años mayor que ella. Se conocieron cuando ella tenía 17 y el 29. El tiempo, que da otra perspectiva, le permitió analizar de diferente modo aquella relación que duró seis años. Cuando Demi cumplió 29, la misma edad que Valderrama tenía cuando comenzó el noviazgo, escribió una canción que desnuda sus emociones sobre aquella relación. Es una de las que aparecen en su último álbum, Holy Fvck. “Pensaba que era un sueño adolescente -canta-. Una fantasía. ¿pero era la tuya o la mía?”. Su último álbum tiene otros registros de esa mirada en reversa sobre cuestiones que le han resultado nocivas. La proximidad con el cambio de década (todavía no había cumplido 30 cuando grabó el álbum) tal vez influyó en ese estado de ánimo general, que terminó reflejado en algunas canciones que publicó un día antes de su cumpleaños.
Los problemas emocionales, las confesiones (dijo que fue violada en dos oportunidades), su espíritu cambiante sobre su sexualidad (como si fuera algo por lo que tuviera realmente que dar explicaciones), y una situación de sobredosis de la que sobrevivió por milagro, fueron episodios de una vida intensa. Los escenarios dieron cuenta de todo esto. Ya en 2010 se había bajado en medio de una gira conjunta con los Jonas Brothers y el elenco de Camp Rock 2.
Tenía apenas 19 años cuando sufría por su adicción a las drogas y sus trastornos alimenticios. Salir de varios meses de rehabilitación y lanzar un disco. Esa era la dinámica de esta popstar. Para fines de la década publicó canciones como “Sober” y “Anyone”, que guardan relación con sus altibajos. Fue en julio de 2018 cuando la internaron por sobredosis. No había sido de heroína (se pensó inicialmente), sino de un opioide sintético, fentanilo.
Pasada la pandemia, el último año solo ofreció un show y recién el mes pasado encaró una nueva gira, con un álbum bajo el brazo. Pero la vida le sigue pasando factura. Desde el 13 de agosto ya recorrió nueve escenarios y tiene otros 25 agendados hasta noviembre. La alarma se encendió con sus posteos. Cuando recién comenzaba su gira, primero escribió: “Estoy tan enferma que no puedo levantarme de la cama. No puedo hacer esto más. Esta próxima gira será la última. Los amo y gracias chicos”, escribió y luego lo borró. A modo de reparación escribió otro que sirvió para retractarse, pero sin menospreciar la fragilidad de su salud: “Voy a poder hacerlo para ustedes ¡Necesitaré ayuda para cantar, así que canten fuerte para mí bebes!!”, publicó.
El niño terrible
Justin Bieber fue durante muchos años el niño terrible del pop norteamericano. A pesar de haber nacido en Canadá, luego de ser descubierto por los videos que su madre subía a YouTube, se instaló en los Estados Unidos y allí comenzó su carrera profesional. Sus últimos discos (y especialmente el último) parecen ser una especie de purgatorio que decidió atravesar por propia voluntad, luego de una adolescencia excesiva y una transformación al cristianismo. Haber abrazado la fe implicó no solo un cambio de vida (al menos en algunos aspectos); también una mirada retrospectiva con la que no se privó de señalar culpables (aunque sin dar nombres) que lo llevaron, siendo chico, por ese camino de excesos. Su tema “Lonely” es absolutamente claro al respecto: “Todos conocen mi pasado ahora. Como si mi casa fuera siempre de cristal. Y tal vez ese es el precio que pagás por el dinero y la fama a temprana edad. Y todos me vieron enfermo. Y se sentía como si a nadie le importara una mierda. Criticaron las cosas que hice como un niño idiota”.
El giro rotundo que parece haber dado lo postuló como un futuro padre y con pareja estable. Lleva casado cuatro años con Hailey Baldwin. Claro que, sin dejar los discos, los escenarios ni las giras. La suerte, el destino (o como cada uno quiera llamarlo), en junio pasado le jugó una mala broma. Un día despertó con la mitad de su cara paralizada. Síndrome de Ramsay Hunt fue lo que explicó pacientemente a sus fans mediante un video que subió a redes. Habló de la necesidad de descanso y recuperación. Sin embargo, al poco tiempo ya estaba trepado a los escenarios. Compromisos de una industria de entretenimiento que no se detiene (solo la pandemia lo hizo). Y poco antes de llegar a Buenos Aires y a Santiago de Chile, se tomó un avión de regreso a su casa, con la única disculpa que justificó por su cansancio: “Como resultado de esta enfermedad, no pude completar la etapa norteamericana del Justice World Tour. Después de descansar y consultar con mis médicos, mi familia y mi equipo, me fui a Europa para intentar continuar con la gira. Realicé seis conciertos, pero me pasó factura. Este pasado fin de semana actué en Rock in Rio y di todo lo que tenía a la gente de Brasil. Después de bajar del escenario, el agotamiento me superó y me di cuenta de que tengo que dar prioridad a mi salud en este momento. Así que me voy a tomar un descanso de las giras por ahora. Voy a estar bien, pero necesito tiempo para descansar y mejorar”
Eso generó el descontento de muchos fans ya que los rumores de cancelación sonaron casi desde del reinicio de su gira, sin embargo, la decisión de levantar shows como los de Buenos Aires se dilató hasta último momento.
El vértigo de Chano
El caso de Chano Moreno Charpentier es el mejor ejemplo de estos tiempos de la relación entre artistas y drogas, a la vieja usanza. El exceso es una marca con la que Chano ha quedado signado. El exceso de popularidad, el exceso de consumo de sustancias, el exceso al volante de un vehículo. 5 de agosto de 2015 es la fecha en que sus problemas comenzaron a hacerse públicos. Ese día hizo un bowling de choques a ocho autos cuando perdió el control de una camioneta de gran porte.
Terminado el ciclo de su banda Tan Biónica (o puesto en stand by) su carrera solista fue otro escalón a la fama. En paralelo, fue noticia por internaciones y rehabilitaciones. El momento más violento de su relación con las drogas fue cuando un policía le disparó, pero ni siquiera eso lo detuvo. Siempre hay un titular que vuelve a la escena digital: “Preocupa la salud de Chano”. Sin embargo, el cantante y compositor se las arregla para volver a las tablas. A veces antes de tiempo, por eso su reincidencia en instituciones de rehabilitación. Pero ya sea movido por el deseo personal o por la maquinaria de esa industria que todos los días pide algo más, vuelve al escenario. En agosto pasado, tras al menos tres meses de internaciones, anunció su regreso al Luna Park, y también shows en varias ciudades del interior del país. Escenarios, acaso sean para los músicos (desde las grandes estrellas mundial hasta los famosos de la escena vernácula) una especie de adicción que, en algunos caso, agota.
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