LA NACION acompañó al cantante y actor a Montevideo, en el marco de la gira presentación de su nuevo disco, Quiromancia, que el 29 de octubre presentará en el teatro Vorterix de Buenos Aires
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MONTEVIDEO.- La libertad es una palabra que se repite en las 24 horas que pasamos con Benjamín Amadeo. Siente que hay algo de ese término que rige su vida: ser quinto hijo y tener el camino despejado para salir de las carreras convencionales y ser actor. Ser un actor y humorista consagrado y arrancar de cero una carrera musical, ser el novio oficial durante unos cuantos años de una ídola infanto-juvenil para terminar en pareja con una abogada que nada tiene que ver con los medios. La libertad, dice, es la manera en que trata de moverse. Por eso, su propuesta musical no busca definirse y juega en diferentes campos: si bien hace pop pasea por distintos géneros con comodidad (” Escribo, compongo y produzco como me gusta escuchar la música a mí: sin restricciones”). También lo lleva a elegir no hablar de política (su padre es el exdiputado Eduardo Amadeo) y solo enfocarse en los temas que le interesan. “No siento que los artistas tengamos que opinar de todo. Nunca abrí ese canal, no lo pienso abrir”, dice.
A las 7 de la mañana, la libertad lo tiene sentado en el primer asiento del vip del buque Francisco, después de dormir tres horas y rumbo a Montevideo, donde a la noche se va a presentar en la sala Museo del Carnaval. Estuvo rodando a la madrugada escenas de Entrelazados 2, la serie de Disney en la que hace una participación especial. En la capital de Uruguay están su mujer, Martina y su hija, Andes, de cinco meses, a las que hace una semana que no ve.
La charla es ágil. Benjamín tiene más de 20 años en el mundo artístico, pero no se nota. Habla como en una ronda de amigos, de su familia, de su hermano que se acaba de mudar a Uruguay con su familia, de la música que escuchaba de chico, desde Led Zeppelin hasta Queen. “Mis hermanos ponían esas canciones que te hacen querer escuchar más música, como temas de Queen que te van desbloqueando niveles de cosas que no sabías que te gustaban y que ahora te gustan, como la ópera y la data del cantante lírico”, dice.
Tiene una gorra y esos ojos celestes que son tan claros que parecen transparentes. Cerca está el resto de la banda: el baterista Pablo Guarnieri, el bajista Manuel Llosa y el tecladista Benjamín Rampoldi. Son músicos tan buena onda como él. Eso sí: todos hombres (aunque aclaran que hay muchas chicas detrás de la producción y la comunicación). Falta uno, el más pibe, Martín Allende, el guitarrista, que llegó a la terminal de Buquebus y no pudo viajar porque tenía el DNI vencido y el nuevo en trámite. La solución la encuentra en Aeroparque, a donde va de urgencia para tramitar un pasaporte express. El barco atraviesa el Río de la Plata y de a poco se vislumbran las fachadas grises de Montevideo. El ritmo y el sonido se modifican: cambia el sostén, se va el agua y la sensación de flotar en las nubes, aparece el asfalto y el chasquido de las gomas contra el piso.
¿Qué es la verdadera libertad?
Benjamín, que terminó hace poco de rodar con Joaquín Furriel Robo mundial (Star+), está presentando su segundo disco, Quiromancia, y viene a dar un show, después de tener que reprogramar varios otros por la pandemia de coronavirus, por ese momento en el que el mundo se vio privado de su libertad. En la van que va del puerto al hotel surge otra charla en la que la paternidad domina la escena. Andes nació el 8 de enero y desde entonces Benja se concentró en esas líneas que están debajo del monte de mercurio y que hablan de los hijos. A raíz de su investigación sobre la quiromancia, el mundo de las líneas de las manos y del destino se convirtieron para él en temas de conversación.
“Entiendo qué sucede pero me comprometí a no leer manos, aunque estoy muy interiorizado en el tema. Son siete montes y cinco líneas. Dicen que dependiendo de si tienen estrellas, que son las cruces que se hacen entre líneas, o si el monte está muy elevado o hundido, se pueden saber rasgos de la persona”, cuenta. Entonces se concentra en las líneas que están debajo del dedo meñique (se dice que representan el matrimonio y los hijos) y habla de “Para siempre”, la canción que hizo para su hija y su mujer. “Al mes que estaba trabajando en esa canción junto con otras me enteré de que iba a ser papá. Y estaba muy emocionado y movilizado. Fue toda una inspiración”.
Los ojos se agrandan cuando habla de la llegada de Andes y cómo se renovaron las prioridades. De fondo, los pibes de la banda siguen haciendo chistes sobre Allende. Mariano Braun, el mánager, intenta resolver el tema a distancia. “Si no llega toco yo la guitarra”, dice Benja con esa calma que transmite su mirada de mar. Y sigue: “Nos organizamos para tener el tiempo para disfrutar los primeros meses. Hasta ahora es increíble y es un gran trabajo también para la pareja. Es una revolución”. Y asegura que pasa mucho tiempo componiendo y que Martina lo ayuda. “Es una gran compañera, muy crack. Con la maternidad se abren nuevos portales y me fascina esa parte que es nueva para todos. Es como un gran círculo de aprendizaje entre tres”.
La quiromancia y la página en blanco
La camioneta se detiene en la puerta del hotel, los músicos hacen el check-in y Benja tiene que ver a sus chicas y a su hermano, que se mudó a Montevideo por el estrés que causó la cuarentena en su familia.
Ahora Benja está en su cuarto. La banda ya salió rumbo a la sala para preparar todo y arrancar con la prueba de sonido. Almuerza con su familia y casi que no duerme. La adrenalina previa al show es suficiente para mantenerlo en pie. En su habitación de hotel charlamos un poco de todo. Hay temas de los que no le gusta tanto hablar. El nombre de Lali aparece un par de veces en la conversación y él sale muy airoso. No es algo que esté en su vida hoy, pero supo acompañarlo bastante tiempo. Justo cuando se separaron, Lali estaba explotando y hoy sigue en el podio de su carrera. Cuando le preguntamos sobre cómo le afectó haberse hecho conocido de golpe a partir de la tira de Cris Morena, Casi Ángeles, contesta: “Lleva tiempo y yo cambié, me amigué con la idea de los procesos. Hay algo del proceso de construir una carrera musical en paralelo con una carrera de actor que yo sabía que me iba a llevar tiempo y este tiempo está pasando ahora y honestamente veo los resultados y me da alegría [con su primer disco Vida lejana (2016) ganó un Premio Gardel en la categoría Mejor Álbum Nuevo Artista Pop].
“Pasó que sacamos “Volaré” y estalló y eso ayudó al disco. Trabajé como para salir campeón, digamos. Le di vuelta a las canciones, lo tomé muy en serio. Pero después apretás enviar y no sabés qué va a pasar. Y aunque hay un montón de métricas y cosas que ayudan, nunca sabés por dónde va a entrar la próxima canción que te va a abrir muchas puertas”.
Desde entonces fue invitado a tocar con Abel Pintos [a quien describe como un “padrino musical”], hizo temas con Miranda!, Coti, Los Auténticos Decadentes y Los Pericos, también fue telonero en los shows de Ed Sheeran, Iván Noble, Norah Jones y Backstreet Boys. Pero su historia con la música y la actuación no arrancó recién en 2016, según cuenta la música siempre estuvo en su vida.
A los 8 años hubo una frase que lo marcó. Fue Nelly, la abuela de un amigo que, después de verlo arriba de un escenario en una obra infantil, le dijo agarrándole la cara en la puerta del teatro de una iglesia: “Vos no te das cuenta, pero éste es tu porvenir”. En ese momento no sabía lo que significaba la palabra “porvenir” pero hoy se da cuenta de la razón que tenía esa señora que supo ver lo que nadie veía en su entorno. La familia le puso una sola condición cuando él a los 10 años quería dejar todo para dedicarse a la actuación: “Terminá el colegio”. Y eso hizo, a los 17 años arrancó su carrera actoral en un bolo en una telenovela de eltrece, Mil millones. Pero, para no ser tan diferente a sus hermanos, empezó una carrera universitaria: Publicidad.
La libertad y las palabras de Nelly hicieron que tomara la decisión de enfocarse en su carrera artística. Y con perseverancia, Benja fue ganando terreno. Cuando ya había conquistado la pantalla chica, la grande, había sacado sus dotes humorísticos –es un gran imitador como pudo verse en Tu cara me suena - y hasta había hecho varias temporadas de teatro en Carlos Paz, dijo: “Es ahora”. Y sacó eso que tenía latente y que a veces aparecía en otro formato dentro de la actuación: su costado musical.
Más allá de que para él fue el proceso natural porque “escribía temas y cantaba desde siempre”, sabía que podía estar ese juicio de “ah, ahora canta”. “A veces cuando las personas hacen más de una cosa, confunden. Lleva tiempo demostrar sanamente que acá hay una historia para contar. Al principio tenía cierto resquemor pero cuando creés que lo que hacés está bueno o tus canciones están buenas o van en serio, le prestás menos atención a los juicios. Si diez personas te felicitan y la número 11 te dice: ‘nunca la pasé tan mal’, vos no vas a poder dormir por esa persona. Eso pasa mucho con la comedia, si uno solo no se ríe, te mata”.
El taxi, los fans y el aire frío del río
Mariano mira la hora: ya tenemos que salir para el teatro. Y hay una buena noticia: Allende está en la prueba, ¡consiguió el pasaporte! “Agarro la valija y vamos”, dice Benja que prefiere quedarse en la sala hasta la hora del show que ir y volver al hotel.
La quiromancia, las constelaciones familiares y el mundo esotérico se apodera del viaje. El taxista escucha pero no opina, Benja se baja un poco antes para saludar a unas fans que lo esperan, según dicen, desde temprano. La cercanía del río baja aún más las temperaturas gélidas de las calles de Ciudad Vieja. Y él no quiere que las chicas tomen frío: se saca selfies, les agradece los regalos, las abraza. No hay un ápice de pose en la forma en que conecta con la gente. Adentro, la banda está lista para la prueba de sonido. Es un show con sillas en una sala pintoresca. Benja va directo con los músicos, agarra la guitarra y empieza su mini show. Pide que bajen un poco los teclados, habla con los músicos, abraza a Allende.
Desde abajo, Mariano guía a Bambi Moreno Charpentier, que va a tocar como invitado en “Tierra firme”, hasta el escenario. Atrás está escondido el camarín que atesora una picada enorme y cervezas. Los músicos entran y se van sumando a la previa del show. Pensaban irse al hotel y volver, pero los quesos y las birras tientan. Benja es el último en llegar y se arma una charla de fogón. Es uno más. Mientras se hace la hora del concierto, tiene que resolver un posteo en redes (él maneja sus redes sociales, contesta mensajes y se conecta con sus fans) con un anuncio de más fechas de esta gira que lo tiene en movimiento desde finales de 2021 y lo va a tener en movimiento hasta finales de este 2022. Ya recorrió Mendoza, Córdoba, Rosario Neuquén, Santiago de Chile, Montevideo y le quedan conciertos en Mar del Plata, Buenos Aires (se presentará en Vorterix, el 29 de octubre) y otra vez en Montevideo, en noviembre.
Salir a tocar: la culminación del acto musical
Otro de los temas que se abordan en la distendida charla tiene que ver con cómo cambia la percepción de una misma persona abajo y arriba del escenario. Y ahora lo vemos en vivo: Benja es un sex symbol. Las chicas gritan desesperadas. Se apagan las luces y se escuchan los primeros rasgueos de la guitarra de Allende, el pibe que casi no llega. Una estampida va del fondo hacia adelante, no hay una sola persona sentada. Las sillas parecen de mampostería. Las canciones se suceden una detrás de la otra: “Magnetismo”, “Nada más”, “10 mil” y no hay nadie en el público que no sepa las letras. Hay parejas, grupos de amigas, pibes solos… “Me etiqueta en los conciertos gente que no me sigue en Instagram, pagó la entrada y está cantando mi canción. Y eso habla de una modestia trascendencia de decir: ´las canciones están yendo más allá de la figura que yo me pueda construir´” adelantaba Benja.
Después de “Iluminábamos” y “Salvarme ahora” viene el bloque íntimo donde Benja Amadeo suma la canción que le inspiró la paternidad. El último bloque abre el descontrol de la interacción. Como había adelantado, con “De nuevo”, un tema que “no tuvo promoción”, la gente enloquece, baila, salta, las sillas y las hileras desaparecen.
Y la energía se contagia y ahí se ve lo que contaba Benja de las redes sociales y el alcance: suenan “Vámonos” y “Las flores”, hay gente abrazada, alaridos y chicas que lo esperan para saludarlo. Con más pasos de comedia, el artista y su banda se despiden de la sala del Museo, lugar que volverán a visitar en noviembre, pero la próxima vez lo harán sin sillas.
Adentro del camarín hay una vibración positiva: levantarse a las 5 de la mañana, dormir 3 horas, casi perder al guitarrista, son temas menores comparado con la energía que traen del escenario. “¿Vamos a tomar algo?”, arenga Allende. El resto sigue repasando momentos del show. Benja desaparece. “Está saludando a las fans porque no quiere que tomen frío”, cuenta Mariano. Pasa Bambi a saludar, aparece Amadeo en pose Clark Kent. “Yo estoy para volver al hotel”. Entramos a la camioneta y vamos saltando entre pozos. El camino que eligió el chofer es medio rústico. Pero al otro día nos espera otra densidad: la del agua y la de la vuelta al hogar.
Benjamín Amadeo. Presentación de Quiromancia. El 29 de octubre en el teatro Vorterix. Entradas en venta en AllAccess
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