Las dos entraron en el corazón de los rusos gracias a las ficciones que protagonizaron; las dos se convirtieron definitivamente en ídolas de la mano de sus canciones
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En algún momento parecía recóndito y casi inabarcable. Y aún hoy sucede: el territorio de Rusia se presenta en el imaginario local, rioplatense de manera más puntual, tan atractivo como lejano. Sin embargo, los habitantes de aquellas tierras acortaron esa distancia simbólica, al apropiarse culturalmente de dos referentes locales que les acercaron algo de nuestra tradición: Lolita Torres y Natalia Oreiro. Distintas épocas. Distintos estilos. Aunque con muchos puntos en común.
Por un lado, la patria doble. Ambas portan una especie de duplicación en su filiación (tan real como ficticia). Lolita solía ser definida como la voz argentina más española de Buenos Aires. Natalia nació en Montevideo pero su corazón se suele mostrar tan dividido entre el origen familiar y el hogar en Buenos Aires. De hecho, meses atrás, cuando Jey Mammón le preguntó qué ciudad del Río de la Plata prefería, ella respondió, contundente: “las dos”.
Por otra parte, sus carismas. Como un imán intangible y poderoso, estas dos mujeres representan modelos a seguir, cortes de pelo a imitar, gestos de empoderamiento en los que creer.
Y por último, las pantallas. Porque hubo un primer canal de ingreso en el público ruso en los dos casos diferente de la música, que les proporcionaría la consagración como artistas. El artífice que lograría la puerta de entrada al fanatismo ruso fue su faceta de actriz. En el caso de Torres, su llegada ocurrió a través de las películas. Allá por los años 70 ya era una auténtica ídola en la entonces Unión Soviética y sus recitales en Moscú convocaban multitudes. Pero años antes, la pantalla grande la había proyectado como una manera de abrir las puertas, casi inesperadamente.
En el caso de Oreiro, la apertura fue gracias a las novelas. Con una iniciática que le significó el ingreso a este otro universo en el incipiente siglo XXI: Muñeca Brava. Ella misma suele hacer una lectura del impacto de la tira en el público y sostiene que muchas chicas y muchos chicos necesitaban un referente cuando la conocieron, que fuera rebelde, contestataria, que buscara su ideología.
¿Por qué Rusia, por qué ellas?
El año pasado se estrenó a nivel mundial el documental Nasha Natasha, que registró los shows que Natalia Oreiro dio en dieciséis ciudades de Rusia en su gira de 2014. Dirigido por Martín Sastre, el film reflotó el fenómeno social y cultural que significó y significa cada visita de la cantante desde la época de Muñeca Brava. Y la intención del documental apuntó a encontrar el por qué de ese vínculo tan fuerte. “Yo creo que la respuesta tiene que ver con algo sentimental”, reflexionaba Natalia Oreiro de cara a la promoción del film.
Seguramente, ese mismo vínculo sentimental fue el que generó Lolita Torres varias décadas antes. “Los rusos encontraron lo mismo en mamá que en Natalia: amor, esperanza, pureza. También mucha gente le puso Lolita a sus hijas como pasó con Natalia”, explicaba Diego Torres en una nota publicada en el periódico digital mexicano eitmedia. El artículo repuso este año una historia curiosa para todo tipo de lectores, resumida en el siguiente título: “La actriz argentina Lolita Torres, la musa por la que Gagarin moría de amor”.
Sendos escritos han circulado y fomentado la picardía amorosa de seguidores de una o de otro alrededor del mundo, porque el cosmonauta y piloto soviético Yuri Gagarin gritaba a los cuatro vientos que él era el fanático número 1 de Lolita. Y hubo un intercambio epistolar entre ambos, con fotos autografiadas incluidas. Y esa historia, ampliada en la biografía Querida Lolita, retrato de Lolita Torres (de Mario Gallina, 2006) es un puntapié para entender la pasión rusa por la cantante. Porque describe la forma en que el pueblo ruso admiró a la artista desde el momento en que se estrenó La edad del amor en la ex URSS. Corría el año 1955 (un año antes había salido en Argentina) y el film fue un éxito rotundo.
¿Qué llegó de esa joven protagonista a este nuevo público? ¿Qué encandiló al propio Gagarin hasta el punto de confesar que en sus entrenamientos para salir al espacio la motivación era escuchar las canciones de Lolita? ¿Qué buscaban y buscaron y buscan en ellas desde tan lejos, 60 años atrás cuando se afianzaba el fervor por Torres o 20 años atrás cuando nacía la pasión por la Oreiro?
Para Natalia todo tiene que ver con la manera de los rusos de ser y parecer. “Por desconocimiento se piensa que la gente de Rusia es fría, por el clima y por su historia. El ruso es una persona fuerte y luchadora, determinante pero también muy sentimental. Que cuando te conoce y entrás en su casa te brinda todo su corazón, regalos de una dedicación conmovedora”, sintetiza en el video promocional “Natalia Oreiro cuenta los secretos de su documental”.
Y es asombroso ver las portadas de revistas con sus diferentes versiones de ella misma según la época con primeros planos y sus respectivas inscripciones en ruso. Y también impacta la cantidad de obsequios que los fanáticos le hicieron llegar, incluido un oso gigante que Oreiro no pudo transportar de una ciudad a otra porque no pasaba por las puertas del ferrocarril Transiberiano. Tal y como le hacían llegar a Lolita parecidos modos de manifestar su amor, como la lluvia de flores en sus conciertos.
“Regalarte algo es una ofrenda”, cierra la uruguaya. Como un modo de dar gracias a quienes, cada vez, volvieron o vuelven a visitarlos desde su hogar a 18 mil kilómetros de distancia. Tan lejano y tan cercano, a la vez.
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