De la mano de los clásicos
Bon Jovi / Integrantes: Jon Bon Jovi (voz y guitarra), Phil X (guitarra y coros), Tico Torres (batería), Hugh McDonald (bajo), David Bryan (teclado y coros), John Shanks (guitarra rítmica y coros) y Everett Bradley (percusión y coros) / Lugar: estadio José Amalfitani / Función: anteayer / Nuestra opinión: bueno
Jon Bon Jovi puede haber perdido parte de esa frondosa cabellera que ostentaba en los 80, pero definitivamente no ha perdido las mañas. Carismático y dueño de una voz sumamente reconocible es un frontman entrañable, capaz de sostener sobre sus hombros un show de dos horas y media de duración, casi sin intervalos. Él sabe muy bien que es Bon Jovi, y por eso el cimbronazo que generó la repentina salida de Richie Sambora no consiguió dañar en lo más mínimo ni los cimientos de la banda ni su orgullo.
Decidido a seguir adelante, el cantante grabó con el resto del grupo un nuevo disco -This House Is Not For Sale- y se embarcó en una gira mundial con Phil X como guitarrista principal. Recorrió Estados Unidos, se tomó un breve respiro para reponerse de una bronquitis que lo tenía a maltraer y volvió a la carga para iniciar el tramo sudamericano que, una vez más, lo trajo al país. Más precisamente al estadio de Vélez Sarsfield, donde se reencontró con tres generaciones de fanáticos que poblaban el campo y las tribunas. Aquí, señores, no ha pasado nada.
O quizás sí, pero el vocalista oriundo de Nueva Jersey no parece dispuesto a hacerlo saber. Por eso, se esmeró para que el grupo brindara un show sólido, efectivo y muy directo, sin pirotecnia, artificios ni palabreríos, pero repleto de música. "Buenas noches, Argentina. Ha pasado mucho tiempo, así que no voy a hablar demasiado", advirtió desde un principio. Y cumplió.
El show de Bon Jovi saltó en el tiempo una y otra vez: presentó lo más reciente de la banda, se detuvo en los gloriosos 80 e hizo escalas en lo que dejaron los 90, los años en que reformuló definitivamente su sonido. Justamente, los grandes momentos del recital estuvieron ahí, en las piezas que tocaron la fibra emotiva de sus seguidores.
"Runaway" tuvo una ejecución impecable y fiel, con la inconfundible intro de David Bryan en los teclados. También sonaron muy bien canciones como "It's My Life", "Wanted Dead Or Alive" o "You Give Love A Bad Name", pero menos logradas estuvieron "Bed Of Roses" -con fragmentos innecesariamente cantados en español- o "Someday I'll Be Saturday Night", que tuvo una deslucida versión acústica.
Con 55 años, Jon Bon Jovi mostró ciertas inseguridades en su voz, especialmente para llegar a las notas más altas. Eso fue especialmente notorio en lo estático que se mostró en algunas ocasiones, sumamente concentrado y reservando energía para el final del show. Sí hubo constantes jugueteos con las cámaras, guiños, sonrisas e interacción con el público, aunque su lugar durante más de la mitad del show estuvo prácticamente limitado al centro de la escena.
Afortunadamente, la banda que lo acompaña estuvo a la altura de las circunstancias cada vez que hubo que apuntalarlo con coros o segundas voces. Y también en ese dinamismo que se necesita en escena. En ese sentido, Phil X puede ser algo más reservado que Sambora, pero no demoró en demostrar que es un gran guitarrista, capaz de aportarles frescura a las nuevas composiciones y tratar con respeto los clásicos.
Promediando el show, "God Bless This Mess" -de su último disco- funcionó como una suerte de catarsis musical sobre la salida de Sambora del grupo. Desde las pantallas gigantes, el video mostraba distintos títulos de diarios para darle contexto a la tácita pelea en la que sólo uno de los contendientes podía salir realmente triunfante. "Bon Jovi aún hace hits" y "Nadie escribe himnos de rock como Jon" fueron algunos de los guiños que pudieron leerse al pasar, como para dejar en claro el resultado de la contienda.
Tras cerrar el show con "Bad Medicine", el escenario se mantuvo unos minutos a oscuras y el público rugió hasta que se produjo el demoledor regreso. "In These Arms", "I'll Be There For You" y "Livin' On A Prayer" formaron la tríada perfecta de esos hits ochentosos que todo el mundo quería llevarse como souvenir. Y el cierre definitivo llegó con "These days" y "Keep the Faith", dos perlas de los 90 que llenaron el estadio de un aire esperanzador y de redención.
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