De Blur a Arctic Monkeys, qué tiene la música de You que la hace irresistible
Diseñamos una playlist con diez de las canciones que se escuchan en las tres temporadas de la exitosa serie de Netflix
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Fue tal el éxito de You, este tecno-thriller psicológico que Netflix anunció el encargo de una cuarta temporada la misma semana que se estrenó la tercera, en octubre de este año.
La historia por detrás de las obsesiones amorosas y extremas del librero Joe Goldberg (Penn Badgley) y sus víctimas fue vista por 40 millones de personas en streaming solo en la primer temporada. Blake Neely compuso la banda sonora original de las tres temporadas (un registro pos industrial ominoso) aunque hay espacio en la serie para un recorrido por canciones que exploran el amor desde el registro inocente de fines de los 50 al sentimiento mediado, como nunca antes, por la tecnología en artistas contemporáneos a los personajes de la serie. Lo que sigue son diez momentos en que la historia y el presente del pop se entremezclan con la trama.
“My Hear Belongs to Only You” (Bobby Vinton, 1964). El único momento vintage en el soundtrack aparece muy pronto como para darnos idea de que algo siniestro se está planeando. No es que las baladas azucaradas de Bobby Vinton (también llamado “El príncipe polaco”) tengan ese tono pero todo ese estilo fue resignificado por el cine de David Lynch (su clásico Blue Velvet es también el nombre del mayor hit de Vinton, estrenado antes por Tony Bennett) y es un insumo sobreexplotado en las series. Esa idea de que por detrás del sonido feliz del American Dream siempre asoma una pesadilla. Sus últimos número uno coinciden con el desembarco de The Beatles en Estados Unidos. Devino acto de nostalgia al instante.
“Venus in Furs” (Velvet Underground & Nico, 1967). La pesadilla americana, entonces. You repite un gesto-meme que puso a circular Lost y es el del protagonista que echa a correr un vinilo y deja caer la púa (aún cuando la mitad de la trama de esta serie pasa por el stalkeo digital). El carácter sádico y el suspenso que irradia esta letanía incluida en el primer álbum del grupo de Lou Reed, John Cale y la top model Nico parecen un señalamiento hacia la personalidad de Joe Goldberg. Un remix del Marqués de Sade en la Factory de Andy Warhol con arreglo disonante de cuerdas.
“Kids in America” (Kim Wilde, 1981). Acaso en espejo con Guinevere, la protagonista de la primer temporada, este soundtrack rescata a la rubia inglesa Kim Wilde que con este primer sencillo compuesto por su hermano se convirtió en una estrella a los 21 años. El pop lavado que hizo después hizo olvidar que en esta canción viral se cruzaban como si nada el tecno robótico de Gary Numan con los estribillos de Blondie. Al día de hoy sigue siendo su canción más escuchada (115 millones de clicks en Spotify) y, por lejos, la mejor, un Everest demasiado temprano. “Kids in America” es un ejemplo de lo aventurado que era el mainstream en esos años pospunk aún para una chica a la que quería venderse rápido y pronto.
“Rhythm is a Dancer” (SNAP!, 1992). House que va directo al plexo y convierte cualquier ambiente en fiesta. El nombre del hit da una idea del carácter de laboratorio de SNAP!, un proyecto alemán llevado adelante por los productores Michael Münzig y Luca Anzilotti con una troupe variable de cantantes y bailarines. La voz femenina característica que repite como un mantra eso de que “el ritmo es un bailarín” es de Thea Austin y la masculina del rapper Turbo B. Con este hitazo quemapistas los SNAP! fueron número en Reino Unido y entraron en el top 5 en EE.UU. Sin fecha de vencimiento va bien en la biopic de Luismi como en este tecno-melodrama siniestro.
“Girls & Boys” (Blur, 1994). Si al britpop le tocó en suerte rehabilitar el brillo que el Swingin London había proyectado sobre el mundo en los 60, Damon Albarn fue el encargado de volver sobre “Lola”, el hit de los Kinks que estrenaba el travestismo en la canción pop. “El amor en los noventa es paranoia” cantaba en su uniforme de Fred Perry y mostacillas poniendo la temática al día en tiempos de HIV. En un tecno pop al estilo de Human League, los Blur reescribían aquellas palabras de Ray Davies (“Girls will be boys and boys will be girls”) pero con una intención más parecida a lo que hoy conocemos como género fluido. En el mismo año que moría Kurt Cobain, Albarn se proponía como el nuevo comentarista social de Inglaterra, aunque el álbum Parklife fuera malinterpretado como pastiche nac&pop (de allá).
“You” (REM, 1994). En el repertorio del amor como obsesión, esta canción de Michael Stipe para el álbum Monster rankea muy alto además de compartir nombre con la serie. Ese “You” tan caro a la balada y la canción romántica se vuelve aquí ominoso. “Te quiero loco, seguí así/Te quiero locamente, vigilame/Me limpiás los labios/Me excita/Toda mi atención está puesta en ti”. Es una canción de una electricidad que implosiona, arden por dentro los REM en uno de sus últimos discos con la forma original de cuarteto.
“Born to Die” (Lana del Rey, 2012). En retrospectiva, lo que se escucha en este “Born to Die” es el nacimiento de un estilo antes que de una estrella. Lana parecía más afín a los personajes del cine de Wes Anderson que a la efusión hedonista de sus contemporáneas Katy Perry o Lady Gaga. Un arsenal de arreglos de cuerdas y la voz apenas pronunciada sobre una base down tempo le daban a esta y todas las canciones del debut un aire de tragedia suspendida. Donde Hollywood encontraba su límite en el siglo XXI, aparecía en la música pop una evocación somnolienta de su glamour clásico. Como el reflejo espejado en un charco de la diva de teléfono blanco el suyo se apoderaba de la pantalla astillada de un smartphone.
“Do I Wanna Know?” (Arctic Monkeys, 2012). En una de las últimas encarnaciones exitosas del complejo bajo-guitarra-batería, Alex Turner deja este estribillo en el que hay algo de sumisión hacia el otro. Ese “crawlin’ back to you” (“arrastrame de nuevo hacia vos”) suena tan poderoso como frágil y es la radiografía de un deseo patológico o tóxico. Algunas de las cuestiones que a You le tomaron tres temporadas se resuelven aquí en muy pocos minutos: tal la magia del mejor pop.
“Supercut” (Lorde, 2017). Qué el álbum que incluye esta canción se llame Melodrama ya explica bastante sobre la presencia de Lorde en esta playlist. La compositora neozelandesa que había deslumbrado con su debut Pure Heroine (2013) cuando solo tenía 17 años volvía a dar muestras de su madurez y originalidad aquí. “Supercut” es una canción electrónica que está entre la cama y el living y donde la huella de Kate Bush se deja oír en la medida que esta música solo pudo ser hecha por una mujer. Una de las artistas más reveladoras de la segunda década del siglo XXI.
“Happy Man” (Jungle, 2018). La contemporaneidad de You está jugada en el uso de las aplicaciones y en que manera las relaciones pueden verse afectadas en esa mediación. El colectivo londinense formado por Tom Mc Farland y Josh-Lloyd Watson da con el sonido del trauma digital acercándose al soul con el simulacro del touchscreen. El sentimiento está ahí pero a la vez es remoto, virtual. La música suena líquida, suspendida en una burbuja hecha de la inmediatez y la fugacidad de todo lo que cabe en un scroleo indolente en IG.
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