La plaza Bernardo Houssay y su pista de skate –en Córdoba y Junín– funcionaron durante años como escenario para que miles de adolescentes comprometidos con los movimientos culturales que se disparan al interior del hip-hop pudieran rapear sus primeras canciones. Y bailar sus primeras piezas de breakdance.
El inmenso espacio estuvo por años abandonado y, precisamente, por ese motivo los jóvenes se adueñaron de su oscuridad y de sus rincones ocultos: allí resguardaron su libertad de expresión, lejos de las cámaras y de los prejuicios de los peatones que cruzan día a día esa transitada zona. Las rondas de freestyle congregaban más allá del frío, de la noche, del calor.
Las raperas y los raperos fueron los únicos que se apropiaron del sitio, y permanecieron allí cuidándose entre ellos, incluso cuando los vecinos que habitan en ese imaginario límite entre Recoleta y Balvanera denunciaban que el parque era peligroso y confirmaban ante la prensa la sucesión de olas de robos y ataques contra los estudiantes de las universidades de la zona.
Anteayer y luego de las modificaciones que el gobierno porteño realizó recientemente en el parque, la inauguración oficial quedó en manos de las b-girls, DJ, graffiteros y raperos que protagonizaron el primer Buenos Aires Hip-Hop.
"Nunca me hice cargo del mainstream; tengo la fórmula para poner mis proyectos ahí, pero no me interesa usarla. Mi búsqueda es diferente; prefiero tener cinco mil reproducciones y que las personas sientan algo al escuchar los discos. Aunque cambien los elementos o los medios que utilizo, siempre parto desde el mismo lugar: cuando hago canciones vomito lo que siento", cuenta Lara Artesi, vocalista de Coral Casino, minutos después de presentarse en el escenario principal del festival Buenos Aires Hip-Hop.
Acompañada por la DJ Olivia Repetto, Lara interpretó algunas obras de su repertorio solista frente a un nutrido público integrado, en su amplia mayoría, por mujeres. Muchas de ellas son adolescentes y conocieron su proyecto a través de las redes sociales. Así es como anteayer no dudaron en acercarse a escucharla a la plaza Bernardo Houssay, frente al Hospital de Clínicas. "Me sirve muchísimo que vengan pibitas, porque soy una referente versátil y puedo mostrar que no todo es trap; muchas personas trataron de etiquetar nuestra música, porque nadie entiende qué hacemos. Nosotros tampoco lo entendemos, no pertenece a un género específico. Sino que se trata de conectar con la armonía".
Artesi, como solista y miembro de Coral Casino, produjo cuatro discos; uno de ellos –Lejos– lo grabó en México, y otro –Summer Romance– se viralizó con ferocidad hasta llegar al top 10 de Spotify en Estados Unidos. Ella fuma y sonríe y nunca se saca lentes negros; luce aros redondos, grandes y plateados; tiene puesta una remera gigante de la serie japonesa Evangelion, zapatillas Nike blancas y un pantalón deportivo arremangado que permite ver un tatuaje desprolijo de su pantorrilla derecha. Actualmente, el material discográfico de Artesi es distribuido digitalmente en todo el mundo y, sobre sus próximos proyectos, explica: "Estoy grabando un nuevo EP solista, es algo que me debía. Lo hago para mantener vivo este lado B. Mi público y yo somos under, y siempre vamos a serlo. Obviamente quiero que me vaya bien, pero haciendo algo que sea propio".
En el escenario principal del festival, durante la tarde del domingo también mostraron lo suyo los traperos Seven Kayne y Bhavi. También allí, pero más temprano y bajo el sol del mediodía, el reconocido coreógrafo Matías Napp (su nombre y su trabajo se hicieron muy populares a partir de su trabajo en "Bailando por un sueño") dictó una clase abierta de breakdance para niñas, abuelos, padres, madres: fue un sano "descontrol", y decenas de familias, moviéndose al ritmo de diferentes beats, encendieron el line-up de un evento muy completo.
Luego de bailar sin parar durante una hora, y mientras todos sus fans buscaban sacarse fotos con él, Matías Napp comparte sus sensaciones: "El hip-hop te lleva hacia lugares lindos. Conocés personas que aman lo que hacen. Es una cultura muy sana que te puede sacar de situaciones negativas; a mí me dio herramientas, conocimiento y me llevó a madurar en un montón de aspectos" cuenta el coreógrafo y se explaya aún más: "Las personas ven hip-hop como una actividad en la que te tirás al piso y hacés piruetas, pero en realidad es un movimiento cultural, una forma de vestirse y de vivir. Es un camino para ser positivo a la hora de hacer algo nuevo: es la calle".
Mientras tanto, en el centro de la renovada plaza, adonde históricamente los jóvenes de la cultura urbana se han reunido para bailar y cantar, se desarrolla ante la mirada atenta de todos los asistentes una competencia de breakdance en la que concursantes de diferentes edades se miden para ver quién maneja las mejores técnicas de freestyle.
Sol Filchel está allí, frente a la pista, junto a la cabina donde mueve la cabeza el DJ Ronald "Sow" Castellanos, que hace 12 años pincha vinilos y, en esta ocasión, eligió algunos samples de rock; la joven luce nerviosa, tiene 19 años y estudia para ser bailarina profesional, pero es la primera vez que participa de un evento de b-girls: "Le recomiendo a las chicas que se animen; competir se trata de disfrutar y de vivir una experiencia inesperada".
Rap "del ghetto"
Matías Salvatierra, conocido como T&K entre los raperos, llega minutos antes de su show acompañado por Azul, novia y representante. Camina con el porte de un muchacho que viene a trabajar y a ganar su dinero a cambio de algunas canciones. Capucha negra, paso lento, camperón de marketing oficial, con el logo de su último disco grabado en el pecho y en la espalda.
Relajado, se desploma en las gradas del parque con naturalidad, porque ese es su entorno natural; el construyó su carrera en las plazas del sur del Conurbano y, siendo ya un freestyler conocido se encerró luego en estudios de grabación para estudiar y producir discos memorables del rap argentino, como Writting Classics y 1993.
Recientemente, lanzó algunas canciones –que fueron un éxito en YouTube– con grupos internacionales como MDE Click y Space Hammu, de España. En las gradas, algunas personas se acercan a saludarlo, y el responde cortés, pero certero, corto. "Siento un bienestar momentáneo muy placentero al tocar gratis en un parque para mi público, porque puedo venir distendido a hacer lo que me gusta, y la gente se acerca en un plan relajado. Vengo, toco, suena todo increíble, este tipo de despliegue me gusta". En pocos minutos presentará un set con temas de su último disco –El libro negro– pero su cara deja ver cierto desgaste y, mientras chicos con aspiraciones de ser raperos escuchan lo que él tiene para decir, explica: "Es contradictorio, mi trabajo es satisfactorio, pero también me siento un poco agobiado porque conlleva sacrificios; tengo que renunciar a cosas que son vitales. Pierdo vitalidad. En apariencia, puede verse como algo de mucho éxito, pero el dinero que entra no es tanto; peleamos muchísimo para sostenernos y producir".
"A los pibes que quieren ser raperos les digo: no se intimiden con nada. Que la percepción del ambiente no los engañe y que lo hagan sin preocuparse; háganlo igual, y vean hasta donde pueden llegar –agrega T&K–. Mi finalidad es inmortalizar pensamientos; así, cuando me muera, queda un pequeño registro de quién fui. En este momento me doy cuenta que puedo hacerlo, y lo voy a explotar", explica el artista, que hoy viaja a trabajar a Colombia y luego a Europa, pero creció en Villa Angélica, una zona marginada de Florencio Varela. Y agrega: "Con mi música busco que la gente pueda identificar el medio en el que vive, que aprendan a nutrirse; busco que los jóvenes aprendan a ver el mundo con sus ojos, que aprendan a moverse antes de morir. Quiero transmitir libertad, y actos".
En el festival también hubo áreas dedicada a los niños, por ejemplo, para que aprendan a pintar graffitis e intervenir objetos. En el escenario de breakdance, bailaron referentes de importantes grupos, como Blue Star Crew, Kraneando y Jackson Project. Acerca de la importancia de trasladar el contenido de los movimientos urbanos a los planes del Estado, Lucila Blasco, subsecretaria de Políticas Culturales y Nuevas Audiencias de la Ciudad de Buenos Aires, señaló: "A través de todos los elementos del hip-hop, los jóvenes se están expresando; muchas veces los adultos dicen que los chicos y chicas son el futuro, pero en realidad también son el presente; conectar con esa energía de lo que expresan, con la energía de lo que piensan, nos enriquece como sociedad. Estas disciplinas son interesantes por todos los valores que promueven, y ese es el motivo principal que encontramos para apoyar este movimiento cultural. La idea principal es que los que integran el movimiento del hip-hop tengan un punto de encuentro y quese genere también un espacio para familias y niños que tal vez no conocen el rap y el breakdance".
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