David Lebón y Pedro Aznar: se sobreponen a las pérdidas, al encierro, planean nuevos discos e invocan a Serú Girán en el Hipódromo de Palermo
Los dos ex Serú Girán se presentarán el viernes en el Hipódromo de Palermo, en el marco del Festival Únicos; harán conciertos por separado, pero habrá tiempo para reunirse y repasar algunos de los clásicos de los “Fab Four” argentinos
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David Lebón y Pedro Aznar van a tocar este viernes en el Hipódromo de Palermo, en el marco del Festival Únicos. Cada uno hará su show por separado (a las 20 y a las 22, respectivamente). Pero como realmente está planteado como un mini festival que permite, con la compra un de ticket, ver a los dos, el dato fue el disparador de este encuentro, para que los lectores también puedan leerlos a los dos. Pedro acaba de terminar una gira de actuaciones. David pasa bastante tiempo en el estudio de grabación porque está terminando el segundo volumen de Lebón & Co, ese proyecto de clásicos de su carrera cantado con invitados (por el primer volumen, hace un par de años, fue galardonado con un Gardel de Oro).
La agenda solo permite una charla por zoom, esa vieja o nueva modalidad que sirvió como plan de contingencia por la pandemia coronavirus y se instaló como alternativa a la presencialidad. La alegría de verse, aunque más no sea a través de la pantalla, los pone también frente al espejo. Con sus pasados y presentes. Aznar habla de sus necesidades artísticas que tomarán forma de álbum doble, a finales de este año y a principios del próximo, y de la fluidez expresiva que fue toda una construcción realizada con el paso de los años, de las canciones y de los discos. También menciona la imposibilidad de continuar con más remasterizaciones de los discos de Serú Girán, que fueron una de las mejores perlas surgidas de los arcones del rock argentino.
Lebón se muestra atravesado por las sensaciones más extremas (desde aquel premio Gardel, que fue un reconocimiento a su trayectoria, hasta la muerte de su hija Tayda el año pasado, muy lejos de aquí, en Nueva York). Habla de la invasión a Ucrania y recuerda los años en los que se gestaba el poderoso Serú Girán. “Yo hacía canciones y cantaba. Charly quería que hubiera un cantante [además de él] y después empezó a cantar Pedro y nos convertimos en los Bee Gees”, apunta y larga una risotada que contagia a su viejo compañero de ruta. El show que cada uno hará en el Festival Únicos tendrá momentos de “banda” y segmentos sinfónicos, con orquesta. Y sí, habrá frutilla en esos postres: también van a compartir algunos temas juntos. ¿Cuáles? Eso es sorpresa.
Lebón hizo un concierto sinfónico dentro de este mismo festival, un mes antes de que comenzara la cuarentena por la pandemia. Esta vez también va en ese plan, pero en un escenario más grande y al aire libre. “Y con Pedro también hemos hecho uno así, en Mendoza. Al menos para mí esa fue la primera experiencia, donde hubo sesenta músicos. Ahora estoy más canchero, me siento más cómodo, sé a qué volumen tengo que tocar. Todas cosas que fui aprendiendo con el tiempo. Me encanta. El 5 de octubre cumplo 70 años y me encanta que nos esté yendo así. Lo digo por Pedro también. A esta edad me está yendo tan bien... Por otro lado, el mundo está dado vuelta. Un nudo total que nadie puede desatar. Sin embargo, nosotros seguimos creyendo que estas cosas le dan de comer al alma de la gente. El repertorio va a tener un poco de todo. Últimamente estoy haciendo muchas cosas de Serú [Girán], que las he cambiado un poco. Hay cosas que se mejoran porque mis primeros discos, por ejemplo, estaban grabados prácticamente en cuatro canales”.
Aznar tocará con su banda en el Hipódromo. Hará un repaso de su discografía, pondrá el acento en su último disco, Flor y raíz, ofrecerá un par de versiones sinfónicas de sus temas más conocidos y anticipará canciones que serán parte de ese próximo álbum doble que trae entre manos. “Estuve componiendo mucho en los últimos tres años – dice-. Particularmente en la pandemia me dediqué a escribir y este verano estuve redondeando ideas y terminando bocetos. Estilísticamente es un disco de estudio que cabe en mi discografía como continuación, pero se abre a mundos distintos. Hay renovación estética también, que siento como necesidad personal de mantenerme entusiasmado y empujado, lanzado a la aventura musical. Es lo que me hizo ser músico desde chiquito”.
-¿Después de un par de años de pandemia, qué cosas del escenario que podían estar un poco estandarizadas fueron revalorizadas cuando tuvieron la oportunidad de volver a tocar en vivo?
Pedro Aznar: - Creo que pasa por la comunicación con la gente. En los conciertos online fue una bendición haber tenido esa tecnología a mano, porque si no la música se hubiera detenido por completo. Ese lenguaje tiene su propia temperatura, su propia característica. De hecho, lo pienso seguir utilizando para algunos proyectos especiales. Me gusta, tiene una intimidad particular, de casa a casa. Te metés en el living de la gente sin que sea el lenguaje de la televisión, más frío y masivo. Pero el escenario tiene la calidez de la presencia y la inmediatez de la respuesta. Vos interactuás con la gente de inmediato. Y está el aplauso, que no es algo menor. La catarata de amor que te lanzan y que se siente en el cuerpo. Eso le cambia la temperatura a un concierto.
David Lebón: -Mirá, esto que cuenta Pedro me recordó otra cosa. Cuando rearmamos Serú 92, yo estaba en Estados Unidos, Pedro en Estambul tocando con Pat Metheny y Charly estaba internado. Tardó un montón en darse, pero lo que pasó con el público para mí fue increíble. Creo que jamás lo hubiéramos imaginado y se ve que en esa época también había mucha “sed” de escuchar. Y en cuanto a lo que pasa últimamente, yo pensaba que a medida que me pusiera más grande esto se iba a ir deteniendo, por la edad y el cansancio. Pero cuando se trata de tocar no tengo cansancio. El escenario es uno de los mejores hospitales del mundo para todo tipo de enfermedad. Acá no la hay. Bueno, la única que tengo es que necesito más amor en el mundo. No aguanto más lo que está pasando. Perdón que toque este tema, pero ya estoy grande para callarme.
-¿Qué es lo que más duele?
DL: -Me duele mucho lo que está pasando, sobre todo porque mi familia es de Rusia [por parte de su madre]. Me duele el egoísmo y la ignorancia de no haber entendido que estas cosas, desde que Nerón quemó Roma, no van más. Desde que nací siempre hubo problemas. La juventud, la edad, te llevan a hacer muchas cosas. Con Rino [Rinaldi Rafanelli, bajista del grupo Color Humano] nos juntábamos en una plaza a cantar temas de los Beatles. O iba a la casa de Pedro y su madre me hacía tortilla de papa, que me encantaba, y nos quedábamos charlando horas de lo que queríamos hacer y de cómo nos habría gustado que sucediera. Mientras tanto las cosas sucedían de otra manera. Hoy creo que la gente piensa: “No somos tontos”. Por otro lado, me siento agradecido de lo que tengo y de todo lo que pasó y va a pasar, por ejemplo, en el concierto del 22. Eso me llena el corazón porque también pasé un año difícil.
-De extremos, supongo, del gran reconocimiento artístico a la muerte de Tayda...
DL: -Decí que hace 55 años que comencé un camino que me enseñó cosas que me mantuvieron en calma, si no creo que me hubiera tirado del piso 20. No me quiero quebrar, pero Tayda era todo. Justo pasó cuando yo estaba entendiendo todo lo que estaba pasando. Y sucedió esto que me mató. La música es curativa. A veces un tema que es triste te termina saliendo como un tema de amor. Te cambia a vos, desde adentro, sale solo. Quizás es eso. Quiero cantar una canción que diga que estoy triste porque Tayda se murió y de repente sale una canción de amor increíble. Tayda ya está en mi corazón. Lo siento así. A veces me pasa con Luis [Alberto Spinetta]. Lo siento en la respiración. No es una aparición física; es un sentimiento.
-¿Qué encuentran hoy en cada espejo al que se miran?
DL: -Yo a un barbudo [bromea para quitarse el nudo que le quedó en la garganta]. Me empezó a pasar que hay amistades que tengo con músicos que son muy de hermanos.
PA: -Yo tengo la satisfacción y la alegría de que las cosas que me imaginaba de chico se fueron dando. Pero más allá de logros personales o de la carrera de cada uno, lo más importante es cuando los logros son internos. Eso está dado de una manera sólida, fluida y espontánea. Mi ser músico está muy afianzado y fluye de una manera muy natural. Me siento a componer a grabar o salgo a tocar y todo eso es espontáneo porque no tiene las presiones de la juventud, de esas ideas preconcebidas de lo que yo debería lograr. Lo veo como un río que corre. Felizmente hay gente que la acepta, la abraza, la toma y me dice: ‘Qué bueno que está’. Parece una obviedad lo que digo, pero lograr esa espontaneidad a mí me llevó mucho tiempo.
-¿Qué tanto influyó la pausa por la pandemia para reflexionar sobre estas cosas o para profundizar en otras que tienen que ver con lo artístico? Pedro, por ejemplo, se volcó bastante al texto, a la prosa, y lo llevó a sus shows por streaming...
PA: -Tenés razón que en esos conciertos por streaming ahondé en la escritura, desde leer textos míos o de otros, de reflexionar en voz alta. Había mucha palabra y la música estaba entretejida. Tal vez soy antes poeta que músico, porque escribí mi primer poema, el que publicaron en la escuela, a los 6 años. Fue mucho antes que mi primera canción. Me habita desde siempre y subyace a todo lo que hago. En la pandemia fue herramienta para conversar con la gente, contar lo que me pasaba, reflexionar en voz alta. Ese momento fue obligadamente reconcentrado, un retiro espiritual obligado o un año sabático que te prescribe el médico. La mejor manera fue convertirlo en un espacio creativo. La poesía estuvo como amiga, como aliada, como refugio; me ayudó a entenderme a mí mismo y a tender la mano. La poesía se ganó un lugar más fuerte que el que tenía.
-¿A vos qué te pasó, David?
DL: -Yo he hecho streaming y la pasé muy bien. Me divertí, no sentí la frialdad por la falta de gente. Cerraba los ojos e imaginaba que estaban ahí. También me animé a empezar a escribir un libro. Hay cosas muy secretas y para mí que me cuesta ponerlas en letra... Ahora me estoy animando a eso. Y quiero que sea lindo. No mando en cana a nadie [se ríe]. Desde mi abuela hasta acá tengo una buena historia para contar por todas las cosas que me pasaron y por los lugares donde pasé. Por otro lado, por mi falta de memoria, me siento bastante normal. El tema es que la música es el perfume de Dios. Y a mí me gusta mucho la música. Me gusta subir a tocar sin usar auriculares de monitores, aunque los he usado cuando salimos a tocar con Pedro, cuando íbamos a hacer cuatro shows y estuvimos un año. En el fondo siempre vamos a ser como chicos.
-Siguen compartiendo cosas. Llevaron a Serú Girán a las redes sociales y pueden volver a escucharse pero remasterizados en las reediciones de dos discos. ¿Hay más proyectos por delante?
PA: -Lo de la remasterización surgió gracias a la recuperación que hizo el Inamu [Instituto Nacional de la Música] de todo el catálogo de Music Hall. El resto de los discos está en otras empresas, con lo cual hay temas legales que no nos permiten tener acceso a eso.
-Salvo que los vuelvan a grabar. Taylor Swift se tomó ese trabajo.
Los dos se miran en las pantallas de sus computadoras y sonríen; es la complicidad de años de amistad y de música. Enseguida Aznar retoma el tono formal: “Es un tema delicado del que no quiero hablar para que ningún abogado vivillo se aproveche”, completa, y vuelve a sonreír.
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