La emoción de David Lebón por tocar en el Teatro Colón: "Es como si Dios me estuviera preparando para que me vaya"
A los 67 años, lejos del retiro se encuentra en una etapa de hiperactividad; el sábado se presenta en el Teatro Colón, cerró 2019 con dos Gran Rex, además de un gran disco nuevo
"Yo estoy feliz porque lo que me está pasando a los 67 años no me pasó ni a los 20. Cuando empecé yo ya quería estar acá", dice David Lebón. "Acá" es nada menos que el Teatro Colón, lugar donde el ex Serú Girán habló con LA NACION y donde tocará el próximo sábado, en el marco del ciclo Únicos.
"Es como si Dios me estuviera preparando para que me vaya", agrega, pero -lejos de cualquier despedida- se lo ve lleno de vida, con proyectos, en movimiento, pleno como pocas veces antes. En su futuro cercano: un concierto de versiones para banda y orquesta en uno de los espacios más célebres de la música latinoamericana. En su pasado reciente: Lebón & Co (2019), un disco en el que recreó algunas de sus canciones más emblemáticas y con el que cosechó excelente feedback casi sin excepciones. Y uniendo todo eso, el factor común: la felicidad de estar bien rodeado.
El Lebón modelo 2020 sonríe cuando se junta con gente que quiere, cosa que hace casi todo el tiempo. "Tengo ocho nietos", remarca cada vez que puede, a veces sin que venga muy al caso en la charla. Su esposa, Patricia Oviedo, es también su productora: de casa al trabajo y del trabajo a casa. Para Lebón & Co armó una versión profesional y con Google Calendar de aquellas sesiones comunitarias espontáneas en las que se gestaban los discos en los 70, y así cayeron viejos conocidos ("con Polifemo, después de treinta años que no nos juntábamos, tocamos 'Suéltate rock and roll' igual que en el último ensayo") y nuevas sorpresas ("de Leiva [el cantautor español con el que grabó 'Tu llegada'], por ejemplo, había escuchado una versión de que era antipático, pero nada que ver: charlamos muchísimo"). En el show del Colón, de más está decir, tampoco van a faltar amigos: ya confirmaron Fito Páez, Pedro Aznar, Lisandro Aristimuño y está al caer Ricardo Mollo ("pasa que está justo en el Cosquín Rock. Lo amo a Ricardo, somos como hermanos, y la verdad que 'Mundo agradable' con él es fantástico. Tendré que hacer los dos solos yo, ¡qué problema!").
No es que esto de juntarse con la gente correcta sea nuevo para él: más allá de sus méritos propios, el Ruso construyó inolvidables sociedades con Pappo (bajo en el Volumen I y rítmica en el Volumen IV de Pappo's Blues), Charly García (todo Serú Girán) y Luis Alberto Spinetta (bajo y algunas guitarras en Pescado 2). "Yo sé que él está cerca mío, está en mi corazón", dice sobre Luis, y se le ilumina la cara. "Viene conmigo a todos lados, me acompaña, me ayuda con mi claustrofobia, con mis sentimientos, igual que como me ayudó cuando yo empecé a tocar. Me abrió las puertas, me dijo 'vos podés componer, podés tocar'. Un tipo muy hermoso. Lo amo y lo llevo en el corazón. Cuando necesito algo primero paso por Dios y después le hablo mi angelito".
De Pappo también se llevó algo: "De él aprendí lo que es la libertad. Él me cuidaba a mí, aunque él no se cuidaba". Y por último está Charly, claro, con quien integró uno de los grupos más trascendentales de la historia de nuestro rock, una confluencia de virtuosos que en otras circunstancias podría haber terminado en tragedia. "Lo bueno que tenía Serú Girán era que laburábamos muy bien y nos hacíamos caso, cada uno en lo suyo. Nadie le decía al otro qué tenía que hacer", explica.
A fines de 2019 se dio a conocer la reedición de La grasa de las capitales (1979), segundo disco de Serú. Pedro Aznar se cargó el trabajo de hormiga de restaurar y mejorar el sonido de aquel long play, con técnicas modernas y el vinilo original como referencia. El resultado fue un cambio en la calidad del audio que dejó a Lebón asombrado.
-¿Qué encontraste en la reedición de La grasa... que no te acordabas de que estaba ahí?
-Todo. Yo le daría todo el rock nacional a Pedro para que haga lo mismo. Pedro está loco, en el buen sentido.
Escuchando su trabajo con oídos frescos, David redescubrió -entre otras cosas- a su baterista. "Nunca me di cuenta de lo que tocaba Moro. Escucho como toca la batería y digo 'la puta que lo parió, qué bestia'. Hay bateristas buenos, pero él era una cosa increíble", dice. Las mismas palabras de elogio y gratitud tiene para sus compañeros actuales: "La verdad es que encontré la banda que siempre quise tener. El Negro Colombres [batería], Leandro Bulacio y Tavo Lozano [teclados], Dhani Ferrón [guitarra], Roberto Seitz [bajo]... Gente con la que estamos en el mismo camino. Hay una cosa musical muy buena, y nos llevamos muy bien tocando y muy bien con los volúmenes: nadie pelea por nada".
Sus compañeros le sacaron las papas del fuego en enero, cuando en pleno festival Medio y Medio en Uruguay se quedó mudo. "Los chicos zaparon un tema, hice 'Seminare' y me fui. Les pedí perdón y les prometí un show de dos horas para la próxima", dice. Con más de 50 años en el rock, a David Lebón todavía lo invalida el pánico escénico: "Soy hipernervioso. He vomitado antes de tocar. Esa es mi pesadilla: que jamás me pase algo así en un lugar como el Colón". Con la posible excepción del momento previo a salir al escenario, hoy el guitarrista insignia del rock argentino vive más tranquilo: "Durante mucho tiempo hice muchas cosas que me ocupaban el tiempo para no volverme loco con el tema de la música. Ahora me gusta disfrutar de mí. Y dicen cosas muy lindas de mí, y yo lloro mucho".
Después de los 60, a Lebón le llegaron -al fin- todos los reconocimientos. Su primer Gardel a Mejor Álbum Artista Masculino de Rock por Encuentro supremo, su disco de 2016 ("Me emocioné tanto que no sabía qué decir. Y me salió 'esto se lo dedico a todas mis ex mujeres'. ¡Estaba mi señora ahí!"). El aplauso unánime a Lebón & Co y los dos Gran Rex repletos sobre el final de 2019. Y ahora un nuevo desembarco en el Teatro Colón, ese lugar al que nunca pensó que iba a llegar, ni siquiera cuando se sentaba con su compinche Luis Alberto Spinetta a fantasear sobre el futuro y a charlar "de música y de cómo podía cambiar el mundo".
Lo ve como una contraprestación a su paciencia, un valor que aprendió a poner en práctica de grande: "Es el premio máximo para el corazón. Es esto que me hace sentir un poquito Beethoven: entrar en un mundo antiguo, ponerme la peluca blanca y tocar la guitarra".
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