David Lebón: algunos nervios, muchos invitados y canciones entrañables que sabemos todos
El exguitarrista de Serú Girán repasó sus clásicos y homenajeó a Charly García en su primera vez en el Movistar Arena
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Desde el lanzamiento de los álbumes Encuentro supremo (2016), Lebón & Co I (2019) y Lebón & Co II (2022), sumado a la obtención del Gardel de Oro en 2020 (premio al que nuevamente está nominado para la edición de este año) y a una nutrida e incesante presencia en infinidad de escenarios, David Lebón se encuentra atravesando uno de los mejores y más plenos momentos de su ya dilatada trayectoria.
Asiduo protagonista de memorables conciertos en el estadio Obras y en teatros como el Ópera, el Coliseo o el Gran Rex, el ex Pappo´s Blues, Color Humano, Pescado Rabioso, Polifemo y Serú Girán añadió ahora un nuevo desafío al debutar en el amplio y espacioso Movistar Arena. Con el pretexto de seguir presentando en vivo Herencia Lebón, una serie de grageas audiovisuales en las que interpreta composiciones propias y de otros autores en frescas y renovadas versiones y que en breve contará con una tercera entrega, el músico concretó un nuevo y emocionante encuentro ante un público sumamente fiel.
Si bien en un futuro cercano se aguarda la aparición de un nuevo trabajo discográfico con material inédito seguido por otro con temas cantados en inglés (un viejo anhelo del artista), Lebón viene desarrollando en este último tiempo una profunda relectura de canciones ajenas a la vez que una puesta en valor de gran parte de su repertorio. Esto incluye no sólo a los infaltables clásicos sino también a un puñado de interesantes creaciones de cosecha propia que merecían ser rescatadas del olvido y tener una segunda oportunidad, como por ejemplo “Nuevas mañanas”, “Bonzo” y “Sin decir adiós”. Y eso fue lo que ocurrió en la mágica noche de Villa Crespo.
“No seas dura”, “Cuánto tiempo más llevará” y “En la vereda del sol” abrieron un show que mostró a un Lebón exultante, feliz y en un estado de gracia total, disfrutando y haciendo disfrutar a la audiencia de un ecléctico y vasto cancionero que todos conocían a la perfección y secundado por atractivas visuales que se sucedían desde una gigante pantalla LED.
Luciendo un inmaculado traje blanco y de muy buen humor, el popular Ruso señaló a poco de comenzar: “Mirá qué linda canción que viene ahora”, como preámbulo de la invariablemente intensa “Esperando nacer”. Así se fue gestando un verdadero y muy completo recorrido musical por las diferentes épocas de un músico que en verdad tocó con todos (Pappo, Spinetta, Charly García) y caracterizado por diversos y sugerentes climas en tiempo de rock, blues, pop y sentidas baladas.
En esto mucho tuvo que ver la banda que lo acompañó, un ajustado y versátil conglomerado de instrumentistas que combina la experiencia del siempre sólido Daniel Colombres en batería (un incondicional y fiel ladero de David desde hace cuarenta años) y del guitarrista Dhani Ferrón con el ímpetu juvenil y el buen gusto destilados por Leandro Bulacio (teclados), Roberto Seitz (bajo) y Tavo Lozano (guitarra líder). Fue sobre ese muro de contención donde Lebón desplegó tanto sus inspiradísimos solos de guitarra (a esta altura toda una marca de fábrica) como una vocalización que pareció lucir más cómoda y firme en los pasajes calmos y sensibles antes que en los segmentos de mayor aspereza rockera.
Entre los varios tramos destacados a lo largo de una extensa noche, sin dudas vale la pena resaltar el conformado por la bellísima “San Francisco y el lobo”, seguida de la delicada “Blackbird” (The Beatles) y la muy coreada “El tiempo es veloz”. Como así también el desfile de invitados que se fueron acoplando con el correr de los minutos: “Mundo agradable” y en particular “Copado por el diablo” englobaron la impronta de Alambre González a través un visceral duelo de guitarras con el propio anfitrión; la ascendente Luz Gaggi desplegó toda su potencia y exuberancia vocal de raíz negra en “Frecuencia modulada” y “Encuentro con el diablo”; la versión unplugged de “Layla” (Eric Clapton) se vio engalanada por la presencia del muy respetado Luis Salinas desde las seis cuerdas, mientras que la guitarra incandescente de Baltasar Comotto elevó la temperatura del lugar mediante abrasadoras versiones de “Despiértate nena” y “Noche de perros”.
El olvido de un breve segmento en la letra de “No soy un extraño”, en compañía de Nico Sorín, Hernán Jacinto y Gabriel Pedernera (baterista de Eruca Sativa), empañó en parte el tributo del Ruso hacia Charly García (“Mi hermano del alma”, según sus propias palabras). Aunque el mal trago pronto quedó sepultado cuando el pequeño Carmelo (piano) junto a su padre Palmo Addario (guitarra), más el propio Lebón desde la batería, se despacharon con un fragmento de “Peperina” empalmado con “Pubis angelical” y seguido luego por una emocionante versión de “Desarma y sangra”, en la que el exquisito violín de Alex Musatov se llevó todos los aplausos.
“Yo en River toqué con Serú pero acá estoy solito”, bromeó Lebón en referencia a los nervios que comenzaron a perseguirlo desde el mismo momento en que se confirmó su debut en el Movistar Arena y que aún lo acompañaron en pleno escenario. No obstante, el fervoroso apoyo de sus seguidores disipó rápidamente esa sensación para colaborar desde los coros en “Puedo sentirlo”.
“No llores por mí Argentina”, “Seminare” (con un océano de celulares iluminándolo todo al compás) y “Nos veremos otra vez” se encargaron de cerrar una velada que fue de menor a mayor en cuanto a intensidad y signada por el noble gesto de dar y a la vez recibir. Pero por sobre todo, por la rica herencia musical de Lebón (Beatles, Hendrix, Clapton y tantos otros ilustres nombres del rock y el blues) además del propio e inspirador legado que él mismo, a los 71 años, deposita en toda una generación de músicos y oyentes que lo admiran y respetan con devoción.
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